Del fin de semana a hoy no ha habido un sólo día que no recuerde a un poeta. Siempre pienso en escritores que me gustan, pero lo peculiar es que han sido sólo poetas, uno diferente cada día, y los recuerdos han sido causados por factores distintos a los usuales. Hoy recordé a Renato Leduc y dejo dos poemas. El primero, en especial para Iván (culpable de haber recordado a Leduc), y es una breve muestra del humor que solía tener este escritor. El segundo es de mis favoritos, un soneto a toda regla y sencillo (aunque suelo olvidarlo cuando debo tenerlo más presente).
EL CORRER DE LOS AÑOS
No me alegro ni me asusto
por mi condición senil.
Vivo tranquilo y a gusto,
en diciembre y en abril...
Amiguitas y amigotes
me obsequian con su amistad.
Y aún no siento los brotes
de mortal enfermedad.
Con esfuerzo y con decoro,
oculto a ojos extraños,
el natural deterioro
que me han dejado los años.
El natural deterioro
de tantos y tantos años,
no se remedia con oro...
se aliviana con redaños.
Y es que se largan las cejas
mientras se pierde la vista.
Ya no te pelan las viejas
ni logras una conquista...
Mientras los huevos se alargan
mientras se acorta la pinga.
Esa largura te embarga,
y esa cortedad te chinga...
En las montañas del Norte
un labriego pontifica:
no se me achique ni acorte
ni se meta a la botica.
Y se te pican los dientes
y el cráneo luce pelón:
"Ay, reata, no te revientes
que es el último jalón..."
Y se presenta la muerte,
un día tiene que llegar.
Y como ya no eres fuerte,
al carajo; a descansar...
AQUÍ SE HABLA DEL TIEMPO PERDIDO
que, como dice el dicho, los santos lo lloran
Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.
Amar queriendo como en otro tiempo
-ignoraba yo aún que el tiempo es oro-
cuánto tiempo perdí –ay- cuánto tiempo.
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...
EL CORRER DE LOS AÑOS
No me alegro ni me asusto
por mi condición senil.
Vivo tranquilo y a gusto,
en diciembre y en abril...
Amiguitas y amigotes
me obsequian con su amistad.
Y aún no siento los brotes
de mortal enfermedad.
Con esfuerzo y con decoro,
oculto a ojos extraños,
el natural deterioro
que me han dejado los años.
El natural deterioro
de tantos y tantos años,
no se remedia con oro...
se aliviana con redaños.
Y es que se largan las cejas
mientras se pierde la vista.
Ya no te pelan las viejas
ni logras una conquista...
Mientras los huevos se alargan
mientras se acorta la pinga.
Esa largura te embarga,
y esa cortedad te chinga...
En las montañas del Norte
un labriego pontifica:
no se me achique ni acorte
ni se meta a la botica.
Y se te pican los dientes
y el cráneo luce pelón:
"Ay, reata, no te revientes
que es el último jalón..."
Y se presenta la muerte,
un día tiene que llegar.
Y como ya no eres fuerte,
al carajo; a descansar...
AQUÍ SE HABLA DEL TIEMPO PERDIDO
que, como dice el dicho, los santos lo lloran
Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.
Amar queriendo como en otro tiempo
-ignoraba yo aún que el tiempo es oro-
cuánto tiempo perdí –ay- cuánto tiempo.
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...
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