Quería comenzar este texto con una frase contundente acerca de la pobreza. Pero lo cierto es que no puedo escribir de eso porque nunca la he padecido como otros personas; al menos un plato de comida y techo he tenido siempre, cosa difícil en un mundo como este y en este país donde la clase media es la forma paternalista de llamar a los pobres, donde los pobres son llamados así por quienes sí tienen dinero para no decirles "jodidos", y donde la "pobreza extrema" se me aparece como una burla de los intelectuales para tratar de explicar algo que se aleja de toda comprensión, un término que equivaldría a un nivel más allá de la supervivencia.
Mis problemas son menores, eso me queda claro. El hecho de poder escribir aquí me lo escupe en la cara. Y resulta que a veces cuando algo me saca, así sea por un breve periodo, de mi estilo de vida no sé qué hacer y el panorama se oscurece (supongo que no soy el único).
Hoy, por ejemplo, se suponía que iría al cine para ver al menos una película del ciclo de cine japonés del cual proyectaba, a finales de agosto, ver casi la totalidad. Una serie de circunstancias han hecho que el plan se venga abajo, así que hoy, al menos hoy, quería sentarme frente a la pantalla a disfrutar Rashomon, de Akira Kurosawa, una de mis películas favoritas en toda la historia. No ha sido posible. La falta de solvencia se me ha atravesado. Algo temporal, espero, nada de qué quejarme pues, como dije, al menos tengo la oportunidad de escribir esto desde una habitación y en unas horas podré hacer mi tercera comida del día; también, de hecho, podré sentarme frente al televisor a ver la misma película en la copia que hace varios meses obtuve por medio de Iván.
Comencé a escribir con mal ánimo. Sigue estando. Antes pensaba que el placebo de la vida cotidiana vendría con nombre de mujer, en forma de sueños y en las letras de los libros por escribir. Hoy no estoy muy convencido de eso. Hoy no encuentro los comunes alicientes, los usuales asideros para seguir respirando. Hoy me canso de la vida, hoy me doy por vencido, pueden irse todos al carajo.
Sin embargo, también he reparado que mi situación no es extrema, que la situación de los seres que amo tampoco lo es, que todo podría ser peor y aun así habría modo de mirar hacia adelante.
Por la mañana me encontré de golpe con una insinuación del pasado, con una especie de cachetada para dejarme caer la realidad de mis errores, de las cosas que he dejado de hacer, por desidia o por otros.
A esta hora del día, luego de escribir los primeros párrafos, insisto en darme cuenta que no es tan grave. Y aunque esta no tanta gravedad no asegura que el espacio seguro permanezca, quiero imaginarme que así será.
Ciclotímico o bipolar, por un lado me rindo, no puedo más, pero por el otro se asoma el viejo rayo del optimismo y la esperanza que nunca he de dejar desaparecer.
Mis problemas son menores, eso me queda claro. El hecho de poder escribir aquí me lo escupe en la cara. Y resulta que a veces cuando algo me saca, así sea por un breve periodo, de mi estilo de vida no sé qué hacer y el panorama se oscurece (supongo que no soy el único).
Hoy, por ejemplo, se suponía que iría al cine para ver al menos una película del ciclo de cine japonés del cual proyectaba, a finales de agosto, ver casi la totalidad. Una serie de circunstancias han hecho que el plan se venga abajo, así que hoy, al menos hoy, quería sentarme frente a la pantalla a disfrutar Rashomon, de Akira Kurosawa, una de mis películas favoritas en toda la historia. No ha sido posible. La falta de solvencia se me ha atravesado. Algo temporal, espero, nada de qué quejarme pues, como dije, al menos tengo la oportunidad de escribir esto desde una habitación y en unas horas podré hacer mi tercera comida del día; también, de hecho, podré sentarme frente al televisor a ver la misma película en la copia que hace varios meses obtuve por medio de Iván.
Comencé a escribir con mal ánimo. Sigue estando. Antes pensaba que el placebo de la vida cotidiana vendría con nombre de mujer, en forma de sueños y en las letras de los libros por escribir. Hoy no estoy muy convencido de eso. Hoy no encuentro los comunes alicientes, los usuales asideros para seguir respirando. Hoy me canso de la vida, hoy me doy por vencido, pueden irse todos al carajo.
Sin embargo, también he reparado que mi situación no es extrema, que la situación de los seres que amo tampoco lo es, que todo podría ser peor y aun así habría modo de mirar hacia adelante.
Por la mañana me encontré de golpe con una insinuación del pasado, con una especie de cachetada para dejarme caer la realidad de mis errores, de las cosas que he dejado de hacer, por desidia o por otros.
A esta hora del día, luego de escribir los primeros párrafos, insisto en darme cuenta que no es tan grave. Y aunque esta no tanta gravedad no asegura que el espacio seguro permanezca, quiero imaginarme que así será.
Ciclotímico o bipolar, por un lado me rindo, no puedo más, pero por el otro se asoma el viejo rayo del optimismo y la esperanza que nunca he de dejar desaparecer.
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