Hoy no me siento bien. Tengo un dolor que no tenía hace dos días. No sé qué suceda. La maldita salud me evade. Sin embargo, quizá como autodefensa, sólo atino a recordar dos versos de Oliverio Girondo: Cualquier dolor lastima/mi carne, mi esqueleto, pues sin darle vueltas a las cosas describen tal cual cómo me siento. En fin, lo bueno es recordar el resto del poema y de alguna manera se aligera el maldito dolor. También es agradable volver a la película que me descubrió a este poeta, y traer de nuevo a la memoria el oficio deseado.
Comunión plenaria, de Oliverio Girondo
Los nervios se me adhieren
al barro, a las paredes,
abrazan los ramajes,
penetran en la tierra,
se esparcen por el aire,
hasta alcanzar el cielo.
El mármol, los caballos
tienen mis propias venas.
Cualquier dolor lastima
mi carne, mi esqueleto.
¡Las veces que me he muerto
al ver matar un toro!...
Si diviso una nube
debo emprender el vuelo.
Si una mujer se acuesta
yo me acuesto con ella.
Cuántas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?
Nunca sigo un cadáver
sin quedarme a su lado.
Cuando ponen un huevo,
yo también cacareo.
Basta que alguien me piense
para ser un recuerdo.
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