Uno de mis mejores amigos me llama para contarme que terminó con su novia. Ella decidió que necesitaban un tiempo, que necesitaban distancia. Argumentó no estar segura, pero que quizás eso podría ser hasta lo mejor que podría pasarles. Que tal vez regresarán pronto y todo será mejor.
Conozco historias similares. Yo mismo las he vivido. Y la cosa se repite siempre, con mayor o menor grado de similitud, pero hay detalles persistentes. Ya sé en qué terminan esas dinámicas donde alguien decide terminar y muestra dudas. Esas dudas que hacen que la otra persona mantenga una suerte de esperanza terca, porque aunque los amigos te hablen y te cuenten sus propias experiencias, uno nunca va a pensar lo peor, uno mismo siempre va a creer que su caso será diferente y un día regresará lo que piensa, es la felicidad.
No puedo evitar recordarme al ver lo que le sucede a mi amigo: no comer, no dormir, no distinguir el día de la noche, querer componer todo en dos días, pensar sólo en los propios errores, sentir la necesidad de hablar con alguien que ya no quiere hablar, para entender, para comprender dónde o cuándo se fue todo a la basura, Toda alegría supone la pérdida de la felicidad de alguien, cita Vonnegut a Blake... y sí... eso sucede... y mi amigo piensa... piensa... piensa... y sigue pensando... y sólo escucha esa terca voz que le dice que todo tiene solución... que quizás... tal vez... podría ser...
Me sé bien esa historia. Y puedo decirle a mi amigo muchas cosas. Pero sé que él ahora no está para escuchar más que a su propia necedad y sus incertidumbres. Lo único que me queda decirle -aun sabiendo que va a leer esto y no lo va a creer del todo hasta dentro de unos meses, y entonces volverá a recorrer estas líneas-, es que sin importar lo que pase con ella, podrá superar esta situación y puede contar conmigo (y sé que más amigos) aun cuando me llame a las cuatro de la mañana en tiempo de exámenes.
Puedo asegurarle que un día va a despertar y con sorpresa se dará cuenta de que durmió en verdad. Se sentirá descansado. Levantará la cabeza y podrá mirar alrededor como si volviera a descubrir su espacio. Quizás demore mucho. Quizás se envuelva en esa dinámica enferma en la que las dudas de ella siguen alimentando su terquedad, esa dinámica en la que en el último nivel puede llevarlo a arrepentirse de haber conocido a esa mujer que un día amó. Pero aun cuando eso pase, le aseguro que un día se desvanecerá. Será algo paulatino, por supuesto, pero la conciencia de ello llegará de repente. Ese día volverá a plantearse de manera imperturbable lo que quiere hacer, sin esperar una respuesta ajena. Y se dará cuenta de muchas cosas que ahora no ve. Y sonreirá agridulcemente. Y volverá a dejar de fumar. Y dejará de pensar. Dejará de pensar y vivirá. Y más adelante encontrará a una persona con la que podrá sentir y compartir. Quizás no sea la primera mujer, ni la segunda. Pero llegará y será feliz de una forma diferente. Entonces no importarán cosas que ahora importan.
Estoy seguro que un día volverá la vista a estas fechas y sonreirá feliz de haber sobrevivido. De no haberse quedado en el mismo lugar. Y quizás escuche canciones que ahora duelen y las vea de forma distinta, sin nostalgia, sólo recordando.
Dejo una canción que evade mi memoria en los momentos de duelo, pero que recurrentemente llega a mí cuando han pasado los malos tiempos.
Conozco historias similares. Yo mismo las he vivido. Y la cosa se repite siempre, con mayor o menor grado de similitud, pero hay detalles persistentes. Ya sé en qué terminan esas dinámicas donde alguien decide terminar y muestra dudas. Esas dudas que hacen que la otra persona mantenga una suerte de esperanza terca, porque aunque los amigos te hablen y te cuenten sus propias experiencias, uno nunca va a pensar lo peor, uno mismo siempre va a creer que su caso será diferente y un día regresará lo que piensa, es la felicidad.
No puedo evitar recordarme al ver lo que le sucede a mi amigo: no comer, no dormir, no distinguir el día de la noche, querer componer todo en dos días, pensar sólo en los propios errores, sentir la necesidad de hablar con alguien que ya no quiere hablar, para entender, para comprender dónde o cuándo se fue todo a la basura, Toda alegría supone la pérdida de la felicidad de alguien, cita Vonnegut a Blake... y sí... eso sucede... y mi amigo piensa... piensa... piensa... y sigue pensando... y sólo escucha esa terca voz que le dice que todo tiene solución... que quizás... tal vez... podría ser...
Me sé bien esa historia. Y puedo decirle a mi amigo muchas cosas. Pero sé que él ahora no está para escuchar más que a su propia necedad y sus incertidumbres. Lo único que me queda decirle -aun sabiendo que va a leer esto y no lo va a creer del todo hasta dentro de unos meses, y entonces volverá a recorrer estas líneas-, es que sin importar lo que pase con ella, podrá superar esta situación y puede contar conmigo (y sé que más amigos) aun cuando me llame a las cuatro de la mañana en tiempo de exámenes.
Puedo asegurarle que un día va a despertar y con sorpresa se dará cuenta de que durmió en verdad. Se sentirá descansado. Levantará la cabeza y podrá mirar alrededor como si volviera a descubrir su espacio. Quizás demore mucho. Quizás se envuelva en esa dinámica enferma en la que las dudas de ella siguen alimentando su terquedad, esa dinámica en la que en el último nivel puede llevarlo a arrepentirse de haber conocido a esa mujer que un día amó. Pero aun cuando eso pase, le aseguro que un día se desvanecerá. Será algo paulatino, por supuesto, pero la conciencia de ello llegará de repente. Ese día volverá a plantearse de manera imperturbable lo que quiere hacer, sin esperar una respuesta ajena. Y se dará cuenta de muchas cosas que ahora no ve. Y sonreirá agridulcemente. Y volverá a dejar de fumar. Y dejará de pensar. Dejará de pensar y vivirá. Y más adelante encontrará a una persona con la que podrá sentir y compartir. Quizás no sea la primera mujer, ni la segunda. Pero llegará y será feliz de una forma diferente. Entonces no importarán cosas que ahora importan.
Estoy seguro que un día volverá la vista a estas fechas y sonreirá feliz de haber sobrevivido. De no haberse quedado en el mismo lugar. Y quizás escuche canciones que ahora duelen y las vea de forma distinta, sin nostalgia, sólo recordando.
Dejo una canción que evade mi memoria en los momentos de duelo, pero que recurrentemente llega a mí cuando han pasado los malos tiempos.
3 comentarios:
y si no el 5cero siempre estara cerca y mi carro disponible.
una vez más esa maldita "enfermedad de los ojos".
Yoyo: lo de menos sería el carro... un día habríamos de salir de ahí arrastrando todos!!! y por supuesto pedir un taxi para que nos lleve a la siguiente cantina!!!
Iván: así es... la enfermedad de los ojos... qué se le va a hacer!!!
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