(Yo no sé cómo pasa que cuando pienso algo se activan una especie de resortes que botan mi cerebro en diversas direcciones, y después cuando trato de escribir comienzo por lo último, dando un gran rodeo antes de llegar al punto que en verdad fue el origen de mis pensamientos.
Eso mismo ha ocurrido ahora, por mucho que quise evitarlo, no pude dejar de escribir al respecto.)
Creo que cada ser humano, al padecer algo -cualquier cosa-, piensa que es el único al que le ha pasado; hablo de algo que -de una u otra forma- en un par de ocasiones he tratado aquí. La experiencia, quizá la vida, acaso la desilusión, o más aún sus contrarios, me han hecho pensar que todo lo que me ha ocurrido le ha pasado a otro y que lo que lo hace único son los detalles, las pequeñeces que a final de cuentas le dan forma a toda experiencia.
Así, hoy comienzo por preguntarme si seré el único a quien le vienen ciertos sentimientos (o emociones, sensaciones, -a falta de mejores palabras para describir) que funcionan como adelantos de lo que vendrá en el futuro (sin adjetivar los plazos). Todavía recuerdo las veces, sobre todo al final de mi relación con ella, en las cuales le dije a Brenda (Brenda: esa astillita blanda y húmeda que cada vez menos se endurece, se seca y vuelve a enterrarse en ese baldío de tierra yerma que le guardó mi corazón -mi corazón: el lugar elegido a falta de una mejor ubicación para la pléyade de ilusuiones y nostalgias que a diario me convierten en mí mismo; y la mejor ubicación tal vez por las ligeras punzadas que en ciertas y emotivas ocasiones además de la felicidad o la tristeza me han llevado a temer un prematuro paro cardiaco-, y que ¿acaso se entierra más por un acto reflejo que me lleva a ubicar cualquier miedo, pelea o fracaso, con una mujer que ya no es ella misma sino más la imagen del miedo, las peleas y el fracaso amoroso?); porque se lo dije en más de una ocasión que me tuviera paciencia, que el tiempo para hacer las cosas que me pedía aún no llegaba, pero que llegaría, que estaba seguro de ello y que si no confiaba como yo, a final de cuentas alguien más estaría en esos momentos, alguien más disfrutaría de lo que yo pudiera ser o hacer una vez que las cosas llegaran en su tiempo adecuado. Todavía lo recuerdo, y ahora que algunas de esas cosas vienen sucediendo no puedo sino sonreír al saber que una vez estaba en lo correcto; así como lo estuve muchos años antes, entonces cuando más bien comenzaba mi relación con Brenda (Brenda: he dicho antes una astilla como quien dice nada; he visto el todo convertirse en nada), y como todo principio debió ser un acumulado de expectativas, sin embargo, no lo fue desde aquel momento en que una visión me hizo saber que por mucho que durara esa relación no sería permanente, y quizás lo que sobrevino en los siguientes años no fue sino una lucha contra esa certeza que yo quería calificar de otro modo -no certeza, si acaso presentimiento, una visión loca, de aquellas que puedo imaginar provoca el opio-, y después la lucha no fue sólo contra la certeza sino contra las constataciones de la misma -en ese caso no pude sonreir al saber que estuve en lo correcto. En fin, mucho hablar de alguien que no está; uno de los detonantes que dieron origen a este blog: nada más -y digo nada más con la certeza de que no volveré a mencionar su nombre asociándolo al dolor.
Las visiones muchas veces quitan el elemento de sorpresa e incluso pueden generar cierta testarudez obsesiva como bien registré líneas antes. Sin embargo, en ciertas ocasiones no queda más que luchar porque las cosas sean distintas -revertir los hechos que aún no ocurren suena como tarea de locos, y hasta cierto punto lo es.
Quizá sólo se trata de esta etapa del año, la cual es sugerentemente depresiva para mí. Hace años, ciertos hechos sobre los cuales no podía tener control alguno me arruinaron no sólo aquella navidad sino las que siguieron. Y aunque todavía no me gusta y tengo mis asuntos pendientes para reconciliarme con diciembre -jodido diciembre, digo, y recuerdo el jodido noviembre que también he cantado, el mismo que he platicado con Iván, y sé que es muy distinto al jodido diciembre de todos los años -un mes que parece repetirse una y otra vez cada 334 días-, este año parecía venir distinto, al menos así lo creí en mi vano esfuerzo por seguir librando una batalla de antemano decidida. Por primera vez en muchos años no me sentía triste ni amargado; tampoco festivo y alegre. Este año sólo quería que las cosas pasaran y estar junto a algunas personas que quiero.
Sin embargo todo se fue al carajo en la víspera de navidad. Esa jodida nochebuena que hace muchos años es más bien noche-jodida (más que otras), noche-melancólica, noche-solitaria -de esa soledad acompañada, acaso la peor que he podido vivir-, noche de lagartos -por alguna razón asocio a los lagartos con las lágrimas y los espantos-, noche con un sólo sentido: recuperar la certeza de que no siempre va a ser así.
No sé por qué tengo la suerte de que las personas que más he querido han sido las que me han jodido ciertas fechas. Supongo que es por eso mismo, por el amor, por lo que duelen tanto -amor como dolor: ¿algo cierto?, ¿lugar común? o ¿estupideces?.
Después de darme cuenta que este año no sería distinto, sólo me ha quedado recordar otra de esas visiones que me adelantan lo que viene; quizá la única que valdría la pena recordar, y por supuesto la única que no quiero evitar. Como otras veces sé que aún no es el tiempo. Como otras veces no sé cuándo llegará. Y acabo de darme cuenta de que estaba a punto de romper la costumbre y declarar cuál esa visión, pero prefiero no hacerlo. Más vale no jugarle a la suerte y seguir -como otras veces- sin decir nada; simplemente buscando, acechando lo que no necesita buscarse ni acecharse porque algún día llegará -como han llegado los finales que supe mucho tiempo antes, los buenos tiempos, los momentos de moverse y hacer las cosas que quiero, y los momentos de aguardar, de refugiarse y alimentar las fuerzas que serán necesarias más adelante. De cualquier modo, las cosas tardán más en llegar en tanto mayor es su búsqueda.
Esta entrada ha quedado extraña, poque podría parecer que falta algo, que está incomopleta, coja, sin la revelación de aquello que ha de venir. Pero ya es demasiado para mí vivir con ello, así que esperaré cuando el futuro llegue, esperando que no haya excepción que haga la regla, para escribir el final de esta entrada y compartirla con quienes sigan estando aquí.
(La eficiencia terapeútica de la escritura es invencible. La escritura es la amante más noble porque siempre reconforta aunque en ello exista una diversidad de matices.)
En fin, por lo que venga o lo que no fue, por lo sabido y lo que me sorprenderá, por la menlancolía como pasado, por la máxima certidumbre que es este momento y por la nostalgia por adelantado, no me queda más que compartir un video de la época en que mis visiones eran más constantes, muchas de las cuales no registré con la atención debida, y una de las cuales todavía es uno de mis principales asideros a este mundo.
-Esta canción lleva una dedicatoria especial, a pesar de la terrible noche del 24, porque espero sigas aquí durante mucho tiempo-
Eso mismo ha ocurrido ahora, por mucho que quise evitarlo, no pude dejar de escribir al respecto.)
Creo que cada ser humano, al padecer algo -cualquier cosa-, piensa que es el único al que le ha pasado; hablo de algo que -de una u otra forma- en un par de ocasiones he tratado aquí. La experiencia, quizá la vida, acaso la desilusión, o más aún sus contrarios, me han hecho pensar que todo lo que me ha ocurrido le ha pasado a otro y que lo que lo hace único son los detalles, las pequeñeces que a final de cuentas le dan forma a toda experiencia.
Así, hoy comienzo por preguntarme si seré el único a quien le vienen ciertos sentimientos (o emociones, sensaciones, -a falta de mejores palabras para describir) que funcionan como adelantos de lo que vendrá en el futuro (sin adjetivar los plazos). Todavía recuerdo las veces, sobre todo al final de mi relación con ella, en las cuales le dije a Brenda (Brenda: esa astillita blanda y húmeda que cada vez menos se endurece, se seca y vuelve a enterrarse en ese baldío de tierra yerma que le guardó mi corazón -mi corazón: el lugar elegido a falta de una mejor ubicación para la pléyade de ilusuiones y nostalgias que a diario me convierten en mí mismo; y la mejor ubicación tal vez por las ligeras punzadas que en ciertas y emotivas ocasiones además de la felicidad o la tristeza me han llevado a temer un prematuro paro cardiaco-, y que ¿acaso se entierra más por un acto reflejo que me lleva a ubicar cualquier miedo, pelea o fracaso, con una mujer que ya no es ella misma sino más la imagen del miedo, las peleas y el fracaso amoroso?); porque se lo dije en más de una ocasión que me tuviera paciencia, que el tiempo para hacer las cosas que me pedía aún no llegaba, pero que llegaría, que estaba seguro de ello y que si no confiaba como yo, a final de cuentas alguien más estaría en esos momentos, alguien más disfrutaría de lo que yo pudiera ser o hacer una vez que las cosas llegaran en su tiempo adecuado. Todavía lo recuerdo, y ahora que algunas de esas cosas vienen sucediendo no puedo sino sonreír al saber que una vez estaba en lo correcto; así como lo estuve muchos años antes, entonces cuando más bien comenzaba mi relación con Brenda (Brenda: he dicho antes una astilla como quien dice nada; he visto el todo convertirse en nada), y como todo principio debió ser un acumulado de expectativas, sin embargo, no lo fue desde aquel momento en que una visión me hizo saber que por mucho que durara esa relación no sería permanente, y quizás lo que sobrevino en los siguientes años no fue sino una lucha contra esa certeza que yo quería calificar de otro modo -no certeza, si acaso presentimiento, una visión loca, de aquellas que puedo imaginar provoca el opio-, y después la lucha no fue sólo contra la certeza sino contra las constataciones de la misma -en ese caso no pude sonreir al saber que estuve en lo correcto. En fin, mucho hablar de alguien que no está; uno de los detonantes que dieron origen a este blog: nada más -y digo nada más con la certeza de que no volveré a mencionar su nombre asociándolo al dolor.
Las visiones muchas veces quitan el elemento de sorpresa e incluso pueden generar cierta testarudez obsesiva como bien registré líneas antes. Sin embargo, en ciertas ocasiones no queda más que luchar porque las cosas sean distintas -revertir los hechos que aún no ocurren suena como tarea de locos, y hasta cierto punto lo es.
Quizá sólo se trata de esta etapa del año, la cual es sugerentemente depresiva para mí. Hace años, ciertos hechos sobre los cuales no podía tener control alguno me arruinaron no sólo aquella navidad sino las que siguieron. Y aunque todavía no me gusta y tengo mis asuntos pendientes para reconciliarme con diciembre -jodido diciembre, digo, y recuerdo el jodido noviembre que también he cantado, el mismo que he platicado con Iván, y sé que es muy distinto al jodido diciembre de todos los años -un mes que parece repetirse una y otra vez cada 334 días-, este año parecía venir distinto, al menos así lo creí en mi vano esfuerzo por seguir librando una batalla de antemano decidida. Por primera vez en muchos años no me sentía triste ni amargado; tampoco festivo y alegre. Este año sólo quería que las cosas pasaran y estar junto a algunas personas que quiero.
Sin embargo todo se fue al carajo en la víspera de navidad. Esa jodida nochebuena que hace muchos años es más bien noche-jodida (más que otras), noche-melancólica, noche-solitaria -de esa soledad acompañada, acaso la peor que he podido vivir-, noche de lagartos -por alguna razón asocio a los lagartos con las lágrimas y los espantos-, noche con un sólo sentido: recuperar la certeza de que no siempre va a ser así.
No sé por qué tengo la suerte de que las personas que más he querido han sido las que me han jodido ciertas fechas. Supongo que es por eso mismo, por el amor, por lo que duelen tanto -amor como dolor: ¿algo cierto?, ¿lugar común? o ¿estupideces?.
Después de darme cuenta que este año no sería distinto, sólo me ha quedado recordar otra de esas visiones que me adelantan lo que viene; quizá la única que valdría la pena recordar, y por supuesto la única que no quiero evitar. Como otras veces sé que aún no es el tiempo. Como otras veces no sé cuándo llegará. Y acabo de darme cuenta de que estaba a punto de romper la costumbre y declarar cuál esa visión, pero prefiero no hacerlo. Más vale no jugarle a la suerte y seguir -como otras veces- sin decir nada; simplemente buscando, acechando lo que no necesita buscarse ni acecharse porque algún día llegará -como han llegado los finales que supe mucho tiempo antes, los buenos tiempos, los momentos de moverse y hacer las cosas que quiero, y los momentos de aguardar, de refugiarse y alimentar las fuerzas que serán necesarias más adelante. De cualquier modo, las cosas tardán más en llegar en tanto mayor es su búsqueda.
Esta entrada ha quedado extraña, poque podría parecer que falta algo, que está incomopleta, coja, sin la revelación de aquello que ha de venir. Pero ya es demasiado para mí vivir con ello, así que esperaré cuando el futuro llegue, esperando que no haya excepción que haga la regla, para escribir el final de esta entrada y compartirla con quienes sigan estando aquí.
(La eficiencia terapeútica de la escritura es invencible. La escritura es la amante más noble porque siempre reconforta aunque en ello exista una diversidad de matices.)
En fin, por lo que venga o lo que no fue, por lo sabido y lo que me sorprenderá, por la menlancolía como pasado, por la máxima certidumbre que es este momento y por la nostalgia por adelantado, no me queda más que compartir un video de la época en que mis visiones eran más constantes, muchas de las cuales no registré con la atención debida, y una de las cuales todavía es uno de mis principales asideros a este mundo.
-Esta canción lleva una dedicatoria especial, a pesar de la terrible noche del 24, porque espero sigas aquí durante mucho tiempo-
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