viernes, 30 de julio de 2010

Home

Somewhere I read that home is where the heart is... Most of the times the only way I can get through the day is by picturing myself with Mariana and our pets lying in the grass of some park over Ottawa. When your so called best friend tells you you are only dreaming, when the people who are supossed to suport you only tells you that what you want it's never gonna happen, it's a little strange to keep up in your dreams. Well, the fact is that, no matter what, even with my life in a static status, with no real vision on the future, the only thing that is right is my self-confidence that someday Mariana and I would reach the life we were supposed to live since a long time ago. Maybe it will be Canada, maybe another country or just in another part of Mexico, but surely faraway from this city that, besides everything, I still love. I am happy with my girl, she may be the most important reason of my happiness. And I love her...

martes, 20 de julio de 2010

No, no hay chamba...

Desde hace algunas semanas quería contar una historia que me pareció curiosa e ilustrativa de la idiosincrasia de buena parte de los mexicanos. Hoy me doy cuenta que faltaba llegar a este día para que tuviera sentido total.
Abordé un taxi porque salí retrasado hacia el trabajo. Minutos antes en mi mente analicé las ventajas o desventajas de pagar un viaje sólo a la estación del metro División del Norte, o seguir hasta Insurgentes para abordar el metrobús sin tener que caminar. Mi carencia económica decidió: División del Norte y caminar, ni modo. Subí al primer taxi que pasó. El taxista de inmediato comenzó a platicar con una familiaridad que en principio me desubicó, pues no lo conocía y además a esa hora de la mañana no me gusta platicar, menos con extraños. No recuerdo cómo ocurrió, pero la charla derivó en la difícil situación económica del país.
-Ha bajado mucho el pasaje.
-¿En verdad? ¡Qué mal! Pero la gente tiene menos dinero.
-Sí, ya no alcanza. Pero al patrón, al dueño del taxi, eso no le importa, él quiere su cuenta y punto.
-Sí, me imagino.
-Que no hubo pasaje, ni modo. Y uno trata de explicarles y no les importa, su dinero es su dinero y les vale madre uno. No, no hay chamba, y luego no saco para mi cuenta.
En ese momento nos acercábamos al destino. Pensé, ingenuamente, en algo para "ayudar" al taxista.
-¿Sabe qué?, mejor lléveme a Insurgentes.
-No, joven, es que ya voy a entregar.
Después de un silencio como respuesta a su respuesta, agregué:
-Okey, ¿cuánto le debo?
- Ya sabe, son diez pesos.
Extendí mi mano con una moneda y bajé riendo del auto. Aún lo escuché decirme:
-Ya sabe, cuando gusté siempre estoy por esta calle.
La diferencia entre lo que pagué y lo que pude haber pagado por el viaje hasta Insurgentes no es mucha, aunque proporcionalmente es el doble. Me pregunté y ahora vuelvo a preguntarme ¿cómo es que alguien se queja de que no hay trabajo, pero en el momento de tener una oportunidad, por insignificante que sea, la rechaza? La respuesta yace en una parte de la idiosincrasia mexicana, donde mejor es quejarse que conseguir soluciones a los problemas.
Ese mismo taxista suele quedarse estacionado en una esquina cerca de mi casa para realizar sólo un viaje de 10 o 12 cuadras hasta el metro. No le interesa salir de ahí. De vez en cuando, si se lo permite la suerte, lleva a dos o tres personas en un mismo viaje, aunque por supuesto cobra a cada uno la misma tarifa. Algunos días paso a su lado y en más de una ocasión me ha dicho: "Vámonos, joven", a lo que respondo que no, que gracias, que prefiero caminar. 
Hoy por la mañana salí muy atrasado al trabajo. Tomé un taxi y mientras esperaba pude notar que aquel taxista me veía desde lejos. Adivine una mirada de reproche, sobre todo porque caminó varios metros desde su taxi para comprobar que era yo quien esperaba otro auto. Sin embargo, no hizo ni el intento de manejar 20 metros hasta donde yo estaba. Hizo bien, de entrada yo sabía que no me llevaría a Insurgentes, aunque eso significara no tener chamba esta mañana.