jueves, 21 de marzo de 2013

Hoy he recordado que a esta hora en un día como este hace seis años estaría saliendo de la sesión con mi psicoterapeuta y encaminándome hacía esa tortería que he frecuentado desde que tenía tres o cuatro años de edad, donde pensaría silencioso en el curso de mi insípida vida, en contraste y con el apoyo de la degustación de una torta cubana y un agua de limón con chía.

No añoro esos tiempos, pero daría casi lo que fuera por la oportunidad de salir en este momento del trabajo para ir a ese lugar y comer ya sin preocupaciones.

En la imagen, para quien se interese, no soy yo, sino Bradley Cooper en Silver Linings Playbook, una película que vi hace un par de semanas y cuyo personaje me recordó varias cosas de mí en aquella época...

viernes, 15 de marzo de 2013

El Pequeño Avión

Recuerdo que sería hace poco más de diez años cuando solía faltar a la escuela para quedarme en casa a ver algún partido de futbol, específicamente de la Champions League. De igual manera, lo único que podía sacarme de la cama antes de las 11 de la mañana en sábado o domingo era la expectativa por un encuentro del Manchester United o el AS Roma.

De entonces a la fecha muchas cosas han cambiado en el deporte y en mi vida personal. Pero de unos meses a la fecha he podido mirar los juegos de la Fiorentina los domingos por la mañana, atraído por saber que su director técnico es un ex jugador que consiguió realizar muchas acciones que me dieron un poco de eso llamado felicidad: Vincenzo Montella.

En mi memoria quedó grabado sobre todo ese equipo de Roma dirigido por Fabio Capello y entre cuyos jugadores se encontraban, por mencionar los que recuerdo a primer intento: Totti, Cassano, Panucci, Delvecchio y De Rossi, además de Montella.

El juego de Montella me parecía impresionante por eso que entre futbolistas se conoce como “jerarquía”, y que a mi entender caracteriza a los jugadores que se esfuerzan en todo momento, que saben cómo definir una jugada (a gran velocidad o pausadamente), que tienen empuje. Y el caso de Montella además había un muy buen y fino toque de balón, que es lo que más aprecio.



Por alguna razón que desconozco no era de los favoritos para figurar en la selección de su país. Si miramos sus números con la camiseta de Italia notaremos que no fue algo impresionante:únicamente cinco encuentros. Y justo uno de ellos fue contra el equipo de mi país, en la Copa Mundial de 2002.

Aún recuerdo que una de mis expectativas principales durante aquel Mundial era ver el momento en que Montella ingresar en alguno de los juegos que disputara Italia, y que marcara un gol, cosa, esta última, que no ocurrió. Sin embargo, no pasé el mundial sin verlo unos momentos. Recuerdo que Montella ingresó de cambio en el segundo tiempo, cuando de forma sorpresiva México iba ganando el juego. Apenas a unos minutos del final, con esa facilidad de toque que poseía, Montella sirvió un centro para que Del Piero anotara el empate, ese gol que le quitó a México la gloria de vencer a una selección grande en un Mundial, ese gol que entristeció a algunos amigos y a mi novia de aquel entonces, pero que a mí me ganó una sonrisa que perduró algunos días y que no borraron los reclamos y bromas acusándome de “traidor”.

Quizá fue algo tonto o mediocre, primero alegrarme por alguien a quien no conozco, y segundo alegrarme por un pase para gol y no por un gol. Pero allí se teje parte de la maravilla del deporte: en alegrarnos por la gente que nos brinda alegría. Hace unos meses mi novia actual, que no gusta del futbol, me dijo que nunca imaginó el poder catártico que podía tener un gol. Y es eso, por un momento no hay nada más que esa magia de haber librado los obstáculos hasta que el balón toca el fondo de la red del oponente.

Pero me he desviado. Acaso un desvío que muestra la emoción que me provoca este deporte que hace tanto dejé de jugar, una emoción que se acrecienta y se afirma con jugadores como Montella, cuyo festejo era otro signo de lo que para mi representa el futbol, porque a final de cuentas es cuando somos niños que adquirimos el amor hacia ese deporte, y Montella festejeba cada gol como lo haría un niño: imitando el vuelo de un avión, por lo que se ganó el mote de Pequeño Avión.

Hoy Montella es un técnico joven –algunos de sus compañeros siguen en activo– que en apenas unos años ha demostrado que tiene cualidades para forjar una buena historia, ahora desde la parte estratégica, desde la guía a los jugadores. La Fiorentina que dirige tiene empuje y personalidad. Entre sus jugadores se hallan muchos con talento, algunos que no han tenido mucha fortuna en sus equipos anteriores, como Alberto Aquilani y Borja Valero, pero que sin duda alguna responden a lo que les pide Vincenzo. Y acaso esa conexión con los jugadores, que nunca deja de notarse en equipos que brindan espectáculo, como es la Fiore de Montella, es lo que los tiene en el cuarto lugar de la Serie A.

Fue principalmente por Cassano y por Montella que comencé a seguir al AS Roma. Y ahora Montella me ha hecho de cierta manera seguidor de Fiorentina. No soy de esos que cambia de equipo según el campeonato. Pero acaso habré de considerar la posibilidad de que si he de seguir un equipo en Italia sea siempre aquel en el que Montella participe de algún modo.

Comparto aquí dos videos. El primero es del encuentro mencionado entre México e Italia. El segundo es el último de una serie de cuatro dedicados a recopilar los 141 goles que el Pequeño Avión anotó durante su carrera en la Serie A.