lunes, 29 de agosto de 2011

En solidaridad con mi amigo Miguel Ángel, a quien blogger le robó una entrada, he decidido suprimir la que iba aquí... Dejo la canción, siempre es buena esta canción. Es tan buena que creo que no es la primera vez que aparece en este cuaderno de bitácora.

sábado, 27 de agosto de 2011

Friendship

Esta escena muestra un concepto de amistad con el que empato. Quien haya visto la película entenderá de lo que hablo. Quien no la haya visto, no pase más días sin ver 25th hour, una maravilla de Spike Lee, que puedo ver una y otra y otra vez...

viernes, 26 de agosto de 2011

Sigo con esa suerte de nostalgia:

Sin melancolía, únicamente evocaciones... Me impresiona que continúe sorprendiéndome la constatación de que el presente casi nunca es como lo imaginamos en el pasado, y que el futuro seguramente tampoco lo será, y aún así habemos quienes insistimos en pensar que será mejor. Trato de enfocarme en el presente, y lo consigo, pero me pesan muchas historias truncas. No es el presente proyectado en mi imaginario de hace años, pero hay algo que me gusta mucho. Entonces la aparición de lo que no fue no debe ser sino una de las muchas formas que toma mi vocación autodestructiva. Destrucción y esperanza: Estoy en un punto en el que no sé si soy demasiado optimista o demasiado pesimista. Un par de amigos tienen sus teorías al respecto, aunque hace mucho que no platico de mis asuntos con ellos. Yo ya no sé qué pensar. Es más, quisiera no pensar. Pienso en exceso. Si pensar fuera directamente proporcional a la cantidad de tiempo vivido, sería un digno Matusalén del siglo XXI. Divago, mejor me voy. Seguiré en la oficina, escribiendo y editando por inercia. Ausente. Mi mente sigue su vuelo. La nostalgia se instala un rato más. Pero de seguro el hoy frente a mis ojos al rato le pateará el trasero. Mientras tanto: Pulp.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Sky blue and black



Hoy me ha tomado por sorpresa una suerte de nostalgia. No melancólica, no de añoranza, sólo de un estado de ánimo instalado si acaso en el pasado, o más precisamente en varias atmósferas evocadas, de sucesos que estoy seguro en algún lugar deben ocurrir. Es un buen día para escuchar a Jackson Browne. Más tarde buscaré "Las batallas en el desierto". Después la vida seguirá...


martes, 23 de agosto de 2011

Develado

Hace algunos años una persona me dijo que a veces mis actitudes eran como de quien piensa que no se merece lo mejor. Me resultó curioso que me lo dijera justamente quien dedicó mucho tiempo a hacerme sentir que yo no merecía estar con ella. Decir que era ella quien no se merecía estar conmigo podría ser cierto, pero también resultaría pedante y parcial. La verdad es que todos herimos y somos heridos. Algunas personas lo hacen con mayor alevosía que otros, pero todos lo hacemos. En mi caso, en términos generales, he lastimado a las personas por mi ineptitud social y mi falta de visión para distinguir lo correcto de lo incorrecto, cuando estas caracterizaciones de los hechos no se ajustan a mi propia opinión. Algunas veces también actúa la indiferencia, el simple hecho de no sentir nada. Claro que esto lo he descubierto gracias a la luz amarillenta con la que los años iluminan los recuerdos. Y es interesante constatar o descubrir ciertas cosas. Por ejemplo, me resulta revelador que algunas personas de breve incursión en mi vida han sido más significativas que personas que se quedaron más tiempo; que algunos desconocidos contactados por la frialdad de un email han sido más cercanos y familiares que la gente que tengo al alcance de la mano; o que únicamente he percibido como real una relación de pareja en dos ocasiones, una de ellas con alguien que ni siquiera alcanzó el grado de "novia" y la otra con mi pareja actual. A veces, cuando una pelea lastima mi presente, vuelvo la vista al pasado y evoco rostros, algunos que conservan una gran interrogante sobre las posibilidades que no existieron (la fuga falaz siempre me ha resultado atractiva). De esas veces, siempre me sorprende darme cuenta lo diferente de mi opinión y mis emociones ahora; y me alegra. Además, resulta feliz el hecho de que después de esos viajes temporales sólo quiera emprender el regreso a casa, y que la canción que comparto a continuación  me hable de un futuro no deseado y no de un presente irresoluble, o en todo caso algunas frases (como la primera estrofa) me recuerden tanto a Mariana... 


viernes, 19 de agosto de 2011

The sun even shines...

En las últimas semanas algunos eventos me han hecho recordar una frase que aprendí muchos años atrás. El primero ocurrió hace varias semanas, cuando tuve la oportunidad de escuchar y quizá conocer a una de las personas que más he admirado en mi vida, pero la posibilidad de una plática entre similares me pareció más atractiva. No fui a ver a David Byrne, no conseguí su firma en uno de mis discos de Talking Heads ni en su nuevo libro, pero comprendí la fortuna de encontrarse, de vez en cuando, con alguna persona con la que se empata en gustos y personalidad. Tengo pocos amigos. Siempre han sido pocos, pero en los últimos años el número se ha reducido aún más, deliberadamente. No obstante, esos pocos valen más que suficiente para soportar el peso de los días (aun cuando pase mucho tiempo sin contacto o las llamadas se reduzcan a hechos accidentales). Esto lo recordé ayer, después de escuchar a Y por segunda o tercera vez en el año, durante pocos segundos, y tras llamar a MA para preguntar por mis hijos. Minutos antes un joven nos regaló a Mariana y a mí unos boletos para una función de cine, y quizá una hora antes, justo a punto de comprar un libro de relatos de Carver, se nos puso enfrente, de forma accidental, un tomo con su obra reunida. Ayer fue un día bueno, extraño, con altibajos, pero bueno (¿acaso no lo son todos por el simple hecho de vivir?). Volví a pensar en la suerte, esa señorita extraña que a veces nos toca de buen humor y otras tantas de pésimo ánimo. Durante la proyección de la película (por demás palomera, pero que me recordó, con gracia, a mi jefe), reclinado en el asiento VIP, y a lo largo de la noche, recordé nuevamente esa frase de años atrás, aquella que escuché en la voz de Sidney Deane, un personaje de la película White men can't jump (una de mis predilectas): "The sun even shines on a dog's ass some days", y desde entonces se me colgó una sonrisa que espero tarde unos minutos u horas más en desaparecer... 



viernes, 12 de agosto de 2011

¿Por qué a veces, casi siempre, nos negamos a aceptar los fracasos? No lo sé. Supongo que duele darse cuenta de que a veces nuestro esfuerzo, por mucho que sea, no resulta suficiente. Entonces uno aprende a vivir con esa derrota, lo que no significa necesariamente aprender a perder, simplemente a vivir con el estado de algunas cosas, aunque no nos guste. Luego se presenta una situación similar, y uno se resiste, quizá por miedo a acostumbrarse a la derrota. Pero tal vez sea mejor eso que seguir intentando. Cargar a cuestas con una sola verdad, aunque sea dolorosa, que seguir arrastrando un sinnúmero de días que pierden su significado. O tal vez buscar la pérdida por sí misma, que quizá es únicamente aceptar el estado de las cosas en este mundo jodido, en esta vida tan hija de puta donde por mucho que lo intentemos aún nos resulte difícil abrazarnos solos y acabarnos.

miércoles, 10 de agosto de 2011