miércoles, 29 de agosto de 2007

Iba con prisa, casi corriendo. Una voz me preguntó la hora. Miré el reloj. 12:05. Antes de dar respuesta levanté la mirada y me encontré con una cara llena de surcos. La mujer también levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron. 12:05. Gracias, joven.
Caminé despacio. Traté de recordar cuándo había sido la última vez en que alguien me preguntó la hora y le conteste a los ojos. Generalmente respondo en movimiento, dando un vistazo rápido a las manecillas en mi muñeca, apenas disminuyendo la velocidad de mis pasos y soltando la marca del tiempo como si se tratara de cualquier cosa.
No sé en qué momento la vida comenzó a acelerarse. No sé en que momento el tiempo me llenó de su ausencia. Los minutos se acortaron. Los años pasan más rápido después de los veinte, dijo Raziel horas más tarde. Y es hasta este momento en que veo la circularidad del día. Porque en la mañana una simple respuesta me hizo pensar en el tiempo que empezó a desaparecer sin darme cuenta, llenándome de una prisa que parece eterna y cada día más urgente; una prisa que no deja espacio para nada, que requiere y que consume, que exige más espacio para su existencia, aunque al final sólo haya logrado hacer una parte de lo que me hubiese gustado realizar en la jornada. Y casi al terminar el día, mientras disfrutaba un reencuentro largamente anunciado, mi primo dijo acertadamente que después de los veinte los años se van más rápido. Y a partir de su comentario comencé a preguntarme cómo sería a los treinta, a los cuarenta y lo que espero sea un largo etcétera.
De vez en cuando me doy tiempo para la contemplación. Y sé que lo hago mucho más que la mayoría de la gente que conozco. Por las razones que sean, ahora aun puedo hacerlo. Y lo único que quiero es no perder eso en los años venideros. No puedo decir que me preocupa. Lo importante es usar bien ese tiempo, detener de vez en cuando la prisa para ver un rostro que no puede ser más que el de una anciana mexicana, para degustar una cerveza con la familia o los amigos (que en mi caso son lo mismo) sin preocuparme por la tesis o la falta de trabajo, o simplemente para sorprenderme de nuevo al sentir mi corazón y ser perfectamente conciente de la forma en que respiro. Disfrutar esos pequeños detalles son las cosas que brindan el balance positivo del cual he hablado aquí antes. Un balance positivo al día. Un disfrute de las cosas. Un aprovechar el tiempo. El tristemente manoseado Carpe diem.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

Hace varios años un compañero universitario me recomendó leer a Roberto Bolaño. La contraportada del libro era imponente al colocar a la novela Los detectives salvajes en el mismo nivel de Rayuela de Cortázar. Compré el libro y empecé a leer. Me gustó. Sin embargo, dejé la lectura por creer que todavía no estaba preparado para llevarla a cabo. No me arrepiento, ahora puedo tener una mejor recepción de la obra, y más conveniente a mis intereses.
Sin embargo, a pesar de todo, Bolaño se convirtió en una especie de fantasma en mi historia de lecturas (hasta la fecha no he conseguido Una novelita lumpen, que era con la cual quería iniciarme en su literatura). Años después de ese primer encuentro, con la muerte del escritor, evité caer en la avalancha de lectores (cada que muere alguien se disparan las ventas y aumenta el número de seguidores).
Hace un mes más o menos, mientras buscaba algún libro para nuevamente gastar mi dinero y quedarme con cero en el bolsillo, me crucé con Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce y reapareció el fantasma. La primera novela de Bolaño, escrita a cuatro manos con Antoni García Porta (A.G. Porta). La tentación fue enorme, pero antes debí resolver si ya me sentía capaz de leer a Bolaño. Dos días después, endeudándome (puesto que ya había gastado mi dinero) compré el libro.
La lectura fue rápida. Se trata de una narración tipo policíaca, fluida y cuya intensidad va creciendo a cada párrafo, hasta llegar a una especie de descenso que prepara para el final. Lo mismo sucede con las acciones. Podría decir que es una novela rápida. Los personajes son jóvenes y, aunque se sitúan en otra época (la novela fue escrita entre 1979 y 1983), no me parecen tan distantes ni la actualidad ni a mí. Ángel Ros, el protagonista, es un joven español -a ratos luce más bien latinoamericano-, que parece dejarse llevar por las acciones de Ana y al mismo tiempo refiere una y otra vez sus quimeras literarias. Otras cosas atractivas de la obra son el sentido del humor, bastante incisivo en ocasiones, y las referencias y guiños culturales que van desde la cuestión literaria hasta la nota criminal, y que en la misma narración llegan a hacerse explícitos.
La edición contiene un buen cuento, también escrito a cuatro manos: "Diaro de bar". Además, resulta interesante leer el breve prólogo del mismo A.G. Porta, donde habla sobre lo que ha significado la novela y trata de recordar cómo fue el proceso de escritura tanto de los Consejos como del cuento. De particular curiosidad son las opiniones vertidas por el autor y las referencias epistolares donde se ven las ideas de Bolaño. Vale la pena.
Roberto Bolaño & A.G. Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de bar, Acantilado, Narrativa del Acantilado 99, Barcelona, 2006, 182 pp.

NOTA: Como dato curioso, escuché "Wolf like me" mientras recordaba la novela y no me resulta contradictorio, quizás hasta imaginaría a los protagonistas en alguna de las escenas con esa canción de TV on the radio como fondo musical. Por otra parte, quisiera aclarar que tengo mucho tiempo sin analizar o al menos reseñar un libro. No sé si alguna vez lo hice bien. Y ahora pongo todo en duda puesto que, con las clases de latín me doy cuenta de lo poco que conozco el español y de lo mucho que me falta para escribir correctamente. Y bueno, en el caso de hablar sobre algún libro, hace tanto que no lo hago con cierta seriedad, que ya no sé qué decir. Nunca me han agradado las reseñas que cuentan partes de la historia o incluso el final. Pero valga esto como el inicio de una especie de nueva sección en el blog en la cual recomendaré algún que otro libro según los vaya leyendo y me hayan gustado. Lo haré de manera más bien informal, cualquier comentario se agradecerá. Y también valga esto como el principio de mí intento por tener una mejor escritura, apoyado en esas clases de latín que tan ignorante me han hecho sentir, pero que a la vez me han dejado con el reto de la propia superación.

sábado, 18 de agosto de 2007

Fin de semana

Una semana de reajuste en general. Saber qué quiero en esta coyuntura de mi vida. La verdad sin mucho tiempo para mis fugas en la red. Y hoy que me siento a ver qué hay de nuevo en este mundo virtual, encuentro tantas cosas que apenas me dejan tiempo para escribir aquí. De hecho, no pienso escribir. Traigo la cabeza demasiado alborotada y podría ir de un lado a otro sin decir absolutamente nada. Así que esto es sólo para no descuidar el blog, poniendo un video chingón de Super Furry Animals. La canción, Something for the weekend, me gusta, me alegra, coincide con el día y está dedicada...

lunes, 13 de agosto de 2007

La promesa tiene que ser cumplida y decir que Lalo y yo les pateamos el trasero en una de las tres partidas de dominó, logrando el conocido “zapato”. Pero también debo decir que no importa. Como tampoco trasciende que los ganadores globales hayan sido en realidad Juan e Iván. Éramos los cuatro y eso bastó. Ron de por medio. Dominó. Baraja. Suerte. Risa. Anécdotas. Abrazos. Canciones. Ebriedad. Algunas polémicas.
Creo que en el fondo los cuatro sabíamos, sabemos, que no fue la última vez, pero sí fue simbólica, como una especie de despedida a ciertas cosas, y al mismo tiempo una bienvenida a los cambios que se aproximan en la vida de cada uno. Porque las cosas definitivamente no serán iguales. Porque este año tiene que ser el año, dijo Juan, y en el fondo de los otros tres corazones latió el mismo deseo. Porque todos damos pasos decisivos. Y porque estaremos hombro con hombro, apoyándonos bajo cualquier circunstancia. Pero necesitábamos esa borrachera. La veníamos buscando desde hace un par de meses.
Hoy es una anécdota más en nuestra historia. Espero una de muchas que vendrán. Ojalá no se impongan ni el tiempo ni la distancia. Cada uno va por un camino, pero todos siguen convergiendo. Yo al menos puedo asegurar que hoy, que se me presentan felicidades inesperadas, y justo hoy que inició algo postergado desde hace años, sé que de alguna forma estarán conmigo. Y espero no duden que también estaré a su lado.

viernes, 10 de agosto de 2007

Corazón de Filos

Choque atmosférico y por lo tanto emocional. Bajé del colectivo, pero aún me sentía en los extraños lugares que escribió Burroughs. Entré a la Ibero. Durante la lectura se superpusieron una y otra vez olores rectales y eructos, jeringas, homosexuales y rituales sórdidos. Entrando a la UIA el aire fue neutro y blanco. Después de pasar el primer grupo de chicas, la variedad de perfumes me hizo caer en la realidad donde estaba.
Revisé libros en la biblioteca. Es fácil distinguir a los alumnos que están in de los que no. Es fácil reconocer a los visitantes también. Mientras esperaba unas fotocopias vi por largo rato a una chica con gesto de molestia, que masticaba chicle y jugaba a enredar mechones de su cabello en su dedo índice.
Fui al área de préstamos. Entregué las papeletas y el libro.
- Tienes multa.
- No puede ser.
- Tenías que entregarlo ayer. Son 57 pesos.
- ¿Perdón? –por un momento creí haber escuchado mal.
- Debes 57 pesos.
- ¡Pero si hablé por teléfono para renovar!
Pensé que la cantidad era resultado de la acumulación de días desde julio. Pero en ese momento subí los ojos y vi el letrero de costos de servicios. Efectivamente, 28.50 pesos por cada día de retraso en las devoluciones. Discutí un rato con el encargado. Había llamado el 26 de junio para renovar el período de préstamo y la persona que me atendió vía telefónica me indicó que la nueva fecha de entrega era el 8 de agosto. Le expliqué de mil formas lo sucedido y llamó a su jefe.
- Ajá... sí... claro... okey... bueeeno... –Pensé que ya la había librado (iluso de mí)- No se puede hacer nada.
- ¿Nada?
- No. ya se envió el informe a tu Facultad. Entonces tienes que pagar o quedará inhabilitada.
- ¿Dónde tengo que pagar?
En ese momento no quise discutir más. Me dieron ciertas instrucciones, fui a pagar y regresé a cancelar la deuda. Por lo general hubiera defendido mi punto hasta agotar posibilidades Después de todo la culpa no fue mía. Alguien me dio la fecha equivocada y yo entregué ese día el libro. Pero probar una conversación telefónica resulta difícil.
Aprendí un par de cosas. Primero, evitar en la medida de lo posible los préstamos con la Ibero. Algo difícil en mi caso. Entonces lo que queda es no confiar en las renovaciones vía telefónica o grabar la conversación.
La otra cosa que descubrí es que quiero a mi Facultad más de lo que creía. Sin hacer una clara distinción entre algunas personas y lo que es plantel mismo, creo que siempre he renegado de Filos. Hasta hace poco nunca dije algún buen comentario. Sin embargo, lo que bastó para que no discutiera y pagara injustamente la multa, fue el sentir que mi Facultad podría verse afectada de alguna manera, por mínima que fuera.
Al salir de la UIA no iba molesto. Más bien me sentí con cierta alegría. Pensé en la Facultad de Filosofía y Letras y en los cuatro años y medio que pasé ahí. Pensé que era el mejor lugar donde podría estar jamás. Después de todo, es también allí donde cursaré mi segunda licenciatura y algún posgrado. Es ahí donde espero algún día dar alguna clase y... en fin... es un lugar con el que quiero tener alguna vinculación toda mi vida, no sólo el tiempo que pase estudiando. Y aunque ya lo había contemplado, no había visto que además de la cosa profesional, existe un sentimiento de cariño y mi corazón le pertenece.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Récords de béisbol

La semana pasada fue importante para el béisbol de la MLB. El día 4, Alex Rodríguez ingresó en el club de los 500 HR’s. Una noticia que perdió su brillo ante el empate de la marca de Hank Aaron de 755 vuelacercas de por vida, entonces igualada por Barry Bonds. Al día siguiente Tom Glavine hizo historia al entrar también a un selecto club, el de las 300 victorias para un pitcher (siendo además uno de los pocos zurdos).
Ayer, mientras escribía y reflexionaba acerca del béisbol, Barry Bonds se convirtió en el máximo vuelacercas de la historia de la MLB. No puedo compartir el ánimo de muchos aficionados. No respeto la forma en que Bonds trata al deporte. Por un lado el evidente (aunque no probado) uso de esteroides para mejorar su juego. Y vaya que sirvió. Durante muchas temporadas fue un homer constante, pero no tan protagónico. En 1998 y 1999 los reflectores se enfocaron en Mark Mcgwire y Sammy Sosa, quienes competían ferozmente por romper la marca de HR’s en una campaña (que hasta entonces pertenecía a Roger Maris con 61 HR's). Dos años después, Mcgwire desapareció del mapa y la competencia fue protagonizada, nuevamente por Sosa, y ahora contra Barry Bonds. Este conectó 73 caudrangulares, dejando una marca que hasta hoy, y quizás por mucho tiempo permanezca sin ser siquiera alcanzada. Lo que me causaba tirria y aun lo hace, era ver que Sammy quedaba nuevamente en segundo lugar. Y el problema no es que un pelotero de mi agrado haya perdido, sino que quienes le ganaron hicieron trampa.
Tanto Mcgwire como Barry Bonds fueron vinculados al uso de esteroides. Aunque ninguno de los dos casos pudo comprobarse, resultaría de ciegos negar la verdad. Mientras que Sosa, si bien fue citado a interrogatorio como muchos otros, nunca estuvo bajo real sospecha. No voy a negar las cosas. Recuerdo el incidente de Sammy con el bate relleno de corcho, que también es ilegal. Pero la ayuda que puede proporcionar un bate trucado no es la misma que proporcionan las sustancias que alteran el cuerpo. Es decir, no creo que el dominicano haya tenido tres campañas con más de 60 HR’s por los bates que usaba. Sin embargo, resulta desconcertante ver que Barry Bonds pasó mágicamente de 49 HR’s en el 2000 a 73 en el 2001. Y que luego, bajo el escándalo, volviera a reducir su producción a 45 HR’s en promedio las siguientes temporadas (números igualmente respetables).
Para mí Sammy Sosa, aunque no esté en los libros de marcas y récords, ha sido mejor jugador que los rivales que enfrentó. Hoy escribo por dos razones. La primera es que lo adeudo desde el 20 de junio, fecha en la que el dominicano alcanzó su homerun número 600. Desafortunadamente, y aunque un podría jugar un par de años más, Sosa ha pensado en el retiro dado que, aquejado por lesiones, las últimas campañas ha bajado notablemente su nivel de juego y preferiría no jugar a hacerlo mal. Espero que algo pase y pueda verlo en el campo al menos un par de temporadas más.
La segunda razón por la cual escribo esto es que hoy Barry Bonds ya ha superado la marca de Hank Aaron como el máximo vuelacercas de toda la historia. Seguramente, también pasaran varios años antes de que alguien se acerque siquiera. Como dije, Sammy Sosa está en sus últimas temporadas... Ken Griffey Jr. también. Y quién sabe qué vaya a venir en las siguientes generaciones.
Aunque soy el primero en defender que un récord es un récord sea dónde sea... sin importar si es en una liga de primer o cuarto nivel... en este caso no puedo sentirme conforme, ni compartir el entusiasmo de muchos. Sobretodo porque nuevamente un jugador sucio vuelve a robar cámara a los momentos cumbre de, en esta ocasión, dos jugadores limpios.
Por un lado está Alex Rodríguez. Pelotero con una carrera sólida, es probable que siga aumentando su conteo de HR’s, aunque se ve difícil que llegue a los 755. Aún así, le quedan todavía varias temporadas de actividad y además está en el equipo más competitivo de los últimos años.
Por otro lado se encuentra Tom Glavine. Miembro de la época dorada de los Bravos de Atlanta, Glavine ha alcanzado un merecido reconocimiento por su consistente carrera. Quizás por momentos fue opacado por las figuras de John Smoltz (quien está aun lejos de las 300 victorias) y sobretodo de Greg Maddux (quien las alcanzó hace ya un buen rato). Sin embargo, es muy probable que su nivel de juego no hubiera progresado tanto si no hubiera tenido tales compañeros. La marca de 300 victorias es importante. Quizás, por el nivel de competencia cada vez mayor, pasaran también varios años antes de que otro jugador alcance tal cifra. Randy Johnson, también zurdo, está cerca, pero ya no es un jovencito. Así que me atrevería a decir que tendremos que esperar algunos años para ver nuevamente un pitcher que anote 300 victorias en su marca personal. No puedo negar mis gustos y declaro que aún siendo demasiado prematuro, me gustaría que Johan Santana entrara a tan selecto club (pero sólo si sigue con mi equipo jejeje).
En fin. Las marcas siempre son un ingrediente que sazona más el gusto por cualquier deporte, pero no dejan de ser sólo números. Cifras que a veces son el indicativo más bien de una determinada época. Dudo que un jugador en la actualidad logre igualar el número de victorias que como pitcher obtuvo Cy Young (511). Y dudo que el mismo Young pudiera hacerlo ahora. Aunque es inútil preguntárselo. Circunstancias diferentes, niveles de competencia distintos. Sin embargo, y a pesar de que las marcas y récords no son en absoluto las mejores referencias para medir el valor de algún jugador, resulta molesto que esos condimentos tan especiales se vean enturbiados por jugadores que, de no usar ciertas sustancias, probablemente no llegarían ni a acercarse. Y lo peor es que la gente lo celebre y se olvide de otros.
Así que tardíamente rindo tributo a Sammy Sosa por sus 600 HR’s (ya son 604), y me uno a la alegría por las 300 victorias de Glavine y los 500 HR’s de Rodríguez. Tres jugadores que, a diferencia de Bonds, han ganado su lugar de forma natural y no tendrán que enfrentarse al escrutinio de esta generación ni las siguientes.

domingo, 5 de agosto de 2007

Whitman contra la desazón

Anoche, en un momento que no sé cuál haya sido, algo pasó y no he encontrado tranquilidad ni inquietud, ni fe ni desesperanza. Y la nada es peor que cualquier estado negativo. Así que, pensando en la semana que inicia, leo a Walt Whitman, el poeta que me ha acompañado desde hace como diez años y nunca me deja sentirme solo. Un poeta de vida, cuyos versos pueden ser un asidero en cualquier tempestad y frente a todo abismo. A este poema en particular he recurrido muchas veces: cuando he sentido que no hay salida, después de las clases de historia latinoamericana, cuando han encarcelado o asesinado a alguien, a veces he recurrido a él en mis divagaciones vagando por la ciudad, o cuando me he hallado como hoy en una especie de vacío. Estos versos siempre tienen un efecto positivo que me impulsa y no puedo dejar de sonreír. Hurra pues, por el maestro que me hace sentir desbordante de vida, ahora, y que no se equivocó al escribir: "Cuando leáis esto, yo que ahora soy visible me habré tornado invisible... Que sea, pues, como si estuviera a vuestro lado (No creáis demasiado que no estaré entonces a vuestro lado)."

A un revolucionario europeo vencido (fragmento)

¡Valor a pesar de todo, hermano o hermana mía!
Obstinaos siempre: la Libertad exige nuestro esfuerzo, suceda lo que suceda;
Poca cosa es quien se doblega ante uno o dos fracasos o ante muchos desastres,
El que se descorazona ante la indiferencia o la ingratitud del pueblo, o ante cualquier deslealtad,
O ante los bandidos, los soldados y los códigos penales.

Aquello en que creemos continúa en invisible y perpetua espera a través de todos los continentes,
No invita a nadie, no promete nada, permanece en la luz o en la sombra, positivo dueño de sí, ajeno al temor y al descorazonamiento,
Aguardando paciente su día y su hora.

Jormes

Entre tanto ir y venir de pensamientos. Entre espirales inagotables donde no encuentro respuesta. Entre desazón e incertidumbre. Sin poder dormir. Sin encontrar respuestas. Me levanto a escribir y no consigo las palabras que me suenen bien. Son las 4:22 de la mañana. Ahora sé que si no hallo las palabras es porque sólo hay una cosa de la que podría escribir. Y es que entre tanta duda en la oscuridad surgió el recuerdo de un amigo de pensamiento pausado, de plática medida y equilibrada. Un hermano cuyos silencios son tan importantes como las frases que los intercalan. Y en este momento nada me vendría mejor que tomar un café o una cerveza a su lado. O quizás repetir la caminata, pasada media noche, desde el bar “Las Hormigas” hasta mi casa, por la avenida Cuauhtémoc. Las circunstancias nos han alejado un poco y frecuentemente nos hacen aplazar cada vez más un posible reencuentro. Esta vez espero ver pronto a Jorge Jaime. Es necesario. Sería algo muy bueno.

jueves, 2 de agosto de 2007

Otro jueves cobarde

Hoy me desperté con humor extraño. Puse el cd Fulanos de nadie de Los caballeros de la Quema y sin saber por qué, adelanté hasta el track 12. Entonces sonó esta canción. Y minutos después caí en cuenta que justo hoy es jueves. Supuse que era una no casualidad más y que quizás también se trataba de una especie de predicción del correr de este día. Así que dejaré que alguien más hable por mí para decir lo que siento.


Otro jueves cobarde (Noble/Sabina)

Otra tarde como las demás
sin amores rotos de casualidad
otro jueves de esos que no se dejan besar.
No eran las esquirlas del rencor,
eran telarañas en el corazón,
un adiós con pestañas,
un desamor sin amor.

Hoy que no me encuentro la nariz,
hoy que no me banco ser feliz,
no le pongas miel a la verdad
que si ando muerto es de tanto resucitar.

Otra tarde que no arde, esta tarde sin pasado mañana.
Otra tarde tan cobarde, esta tarde que no prueba manzanas.
Otro jueves que no sabe bajarse ni los pantalones.
Otro jueves que anda dando lástima por los rincones
de esta tarde en coma 2.

Otro jueves como los demás
demasiado martes,
demasiado igual.
Ni te declaro la guerra ni tú me firmas la paz.
Y el planeta baila su gangrena,
y otra vez volvieron a embarrar la fiesta
los idiotas en celo y las sopranos con tos.
Y hoy me quedo mudo para oir lo que nunca te supe decir.
No perfumes tanto la verdad
que hasta a los muertos nos cansa resucitar.

Otra tarde que no arde, esta tarde sin pasado mañana.
Otra tarde tan cobarde, esta tarde que no prueba manzanas.
Otro jueves que no sabe abrocharse ni los pantalones.
Otro jueves que anda dando lástima por los rincones
de esta tarde en FA menor.

Y hoy que no me encuentro la nariz,
hoy que no me sale ni dormir,
no maquilles tanto la verdad
que hasta a los muertos nos excita resucitar.

Otra tarde que no arde, esta tarde sin pasado mañana.
Otra tarde tan cobarde, esta tarde que no prueba manzanas.
Otro jueves que no sabe bajarse ni los pantalones.
Otro jueves que regala lástima por los rincones
de esta resaca sin vos.






miércoles, 1 de agosto de 2007

Es de noche. No quería escribir nada. Escribir implica pensar y hoy no estaba dispuesto a hacerlo. Aun así me ha ganado la necesidad de golpear el teclado para sacar tecla por tecla cierto sentimiento de extrañeza, entre la furia y la risa, entre desesperación y calma, que llevo enredado desde ayer.
Soñar. Soñar porque todo es posible mientras cerramos los ojos. Soñar porque la imaginación te permite alcanzar la mano que apenas rozaste. Soñar porque, al igual que escribir, es mejor que la vida.
Hace un par de semanas, regresaba de la partida de póquer de los jueves y en el coche de Omar sonó Monday Morning de Pulp. Cuando la voz de Jarvis entonaba “Why live in the world when you can live in your head?”, no tardé en decirle a mi amigo: esa frase me queda perfectamente. Después pensé que ya no era del todo cierto.
Y hoy tengo un problema. Porque sigo siendo a veces un terco que inútilmente se malgasta la cabeza pensando si un día algunas cosas serán lo que prometían ser. Y me muevo alrededor de un sueño en el limbo que no termina de perderse ni recuperarse. Imaginación disparatada, acaso malgastada. Algo en el aire que se desvanece con una ráfaga y otra vuelve a iluminar. Pero no hay una sola cosa asida a la tierra ni extendida al cielo que permita pensar lo contrario, que aniquile la fugacidad, que le dé realidad ni calma a las ideas. Estoy sólo yo. El resto es todo un lugar sin lugar. El cerebro necio dando de golpes.
No quería escribir porque sabía que al final no iba más que a escupir las palabras e ideas sin mucha forma que resbalan por mi mente. Algo confuso.
Era necesario. Por eso al final decidí hacerlo. Ya no porque escribir sea mejor que la vida misma. Lo es, pero ya no me fugo con eso. Esta vez escribí porque en mi caso, es lo que me ha traído de vuelta a la vida, lo que hoy me devuelve de nuevo a la realidad, a la calma, enraizado a la tierra y alzando los brazos al cielo, para de aquí formar mis sueños y no, dañinamente, partir de un limbo dentro de un limbo.