viernes, 10 de abril de 2015

Dietario

En las últimas semanas he dedicado mis horas de lectura a un libro acerca de la nostalgia. Ahí habitan historias y datos sobre el pasado comunista de una parte de Europa, y en ocasiones he podido escuchar el trino del lugano o palpar la atmósfera opaca de esos ambientes que añoraban la libertad idealizada de Occidente. Me ha llevado semanas, más por los imponderables que siempre se presentan en la vida y que me han llevado a partir mi tiempo, nuevamente, entre el trabajo, el hospital y la vida doméstica.

Hoy, ya con algunas cosas en mejor estado (que no resueltas del todo), he podido darme un poco de tiempo y éste se me ha ido en recordar lugares y gente que hace tiempo no veo, ni habito, ni me entero de qué les va la vida. Igualmente he recordado a quienes permanecen, a pesar del tiempo.

Me ha sorprendido y alegrado que hoy puedo recordar sin añorar, hacer ejercicio de memoria sin que la nostalgia se haga presente. O mejor dicho, sabiendo que la nostalgia, cuando llega, me dirige a otros hechos que no han sucedido todavía, pero no ya a esos que no sucederán jamás o que se quedaron existiendo en ese espacio que es la eternidad de cada instante.

Sigo aquí simple y llanamente, tratando de reclamar el mínimo espacio y el ínfimo tiempo que me corresponden en la historia del mundo, sin grandes aspavientos.

 Leningrado/San Petersburgo