martes, 25 de diciembre de 2007

Raziel


Algo común de lo que no me salvo es que soy una persona de Tops. Tengo mi Top ten de películas, que excede las diez ya que ni siquiera puedo decir cuál es la número 1 y empato ahí a Rashomon, Paris, Texas, a veces Las últimas imágenes del naufragio y Señora Venganza. Tengo un Top 10 de libros que a veces es más bien de autores. Uno de los libros y de los cds que quiero. Y antes tenía hasta uno de las diez cosas que quería hacer algún día. (Si alguien ha leído este blog, sabrá que obviamente ese Top ten ya no existe). En fin, de vez en cuando caigo en numerar las cosas, pero nunca se me había ocurrido hacer un Top ten del año. Quizás porque naturalmente todos los fines de año me he dirigido a un Less ten, más bien. Y este año no sé qué haré. Supongo que ni uno ni otro o quizás ambos.
Todo lo anterior fue un preámbulo muy largo para decir que si tuviera que hacer mi Top ten del año, algo que no podría dejar afuera es que por una buena parte fue una temporada de reencuentros. Una que inició desde el año pasado, pero que este año he podido visualizar con una vista panorámica mejor.
Hace rato platiqué con mi primo Raziel (antes primo Robert). Ambos estamos en una etapa crítica, no mala, sólo crítica de nuestras vidas, por diversas razones que en momentos convergen. Estábamos en casa de mi abuela. Ambos sabemos que no es igual. Ya no somos los niños que jugaban a lanzarse cohetes y buscapies, los que semana a semana se encontraban en la casa de la abuela para salir a jugar basquetbol. El tiempo pasó. De una forma u otra nos fuimos alejando cada vez más. A lo largo de unos siete años nos conformamos con los esporádicos encuentros en las Islas de CU, rara vez con mi abuela, quizás en alguno de mis cumpleaños.
Sin embargo, este año fuimos a reencontrarnos cuando no pudimos vernos en Buenos Aires. Y de ahí han venido una serie de chats, unas cervezas en la Universidad y hoy.
Creo que cada uno tiene su vida y cada cual tiene sus propias ideas. Sé, me resulta un hecho evidente que nos alejamos demasiado. Pero es bueno saber que se cuenta de alguna forma, por rara y peculiar que parezca, con alguien de la familia.
Uno de mis mejores amigos me dijo que luego de dejar de ver a un amigo durante mucho tiempo, en el reencuentro te enfrentas a dos opciones: es un extraño o un pendejo. Y en los reencuentros de este año y medio he tenido la fortuna de toparme sólo con extraños, que después de un rato van dejando de serlo, no para volver a ser quienes fueron un día, sino para tomar el lugar que ahora tienen en mi vida, un lugar en ocasiones mejor.
Tal vez los caminos que tomemos cada cual vuelvan a separarnos, pero por alguna razón creo que por mucho que nos alejemos, así haya un mar de por medio, con pocas personas estaré tan unido, pocas personas podrán decir que cuentan conmigo y de pocas personas podré decir que cuento como con Raziel.

24-25/dic/07

Hoy es nochebuena. Bueno, de hecho, técnicamente ya es navidad. Ha sido un día largo, no tanto por las cosas hechas como por las pensadas. Sé que una de las razones por las cuales he detestado la navidad es porque en un día como este, una noche como esta, fue de las peores que he vivido. Sin embargo, hoy después de muchos años los sentimientos han sido diferentes. O mejor dicho, hoy he sentido algo. Porque en realidad parte de odiar la navidad es la falta de sentimientos, la indiferencia que emana de mí en este día. Y resulta doloroso darme cuenta que no importan los años transurridos, los repetidos intentos por rescatar lo perdido. Porque todo se va y nada permanece. Porque incluso las personas que piensas van a perdurar en tu vida un buen día ya no están o se convierten en rostros de pared, en un extraño más que evitas saludar en la calle. Por todo eso, hoy de alguna forma, por segunda ocasión en 12 años, he sentido pena por mi falta de sentimientos en el resto de esos 12 años. Hoy me di cuenta que 12 navidades de rescate no sirven contra una navidad destrozada y destructora. Pero también hoy, pensé que quizás era ya tiempo de dejar las cosas flotar e irse. Porque finalmente es algo de lo que este año he aprendido a hacer con más facilidad. Dejar que las cosas se vayan como un globo cargado de recuerdos y rencores, de lágrimas y resentimientos, de sueños rotos, de cosas que no serán al fin y al cabo.
Un sentimiento de amargura, condimentado con algo de desazón es lo que siento hoy. Por el pasado, por el presente. El futuro no me preocupa, o al menos de él no quiero ocuparme ahora.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Hace unos días hablaba aquí sobre la tranquilidad y la calma que ofrece el amargamiento, la pérdida de esperanza. Lo que no dije es que, paradójicamente, esa calma también da un grado de felicidad. El hecho de saber que el mundo siempre será la mierda que es y el reducir los intereses, como en mi caso dije a pasear con mi perro, escribir, leer, volver al aikido, conseguir un trabajo para en unos años ir al mediterraneo... Me siento raramente feliz por el hecho de saber que eso es lo único que me interesa ahorita, lo único con verdadera importancia y sentido. No sé a qué se deba, pero hay un algo de felicidad flotando alrededor mío. No sé si es ese poquito de esperanza que se niega a dejarme. La verdad no quiero preguntarme mucho al respecto. Lo único que importa es que el amargamiento además de calma me ha traído una suerte de felicidad, que por bizarra, contradictoria y extraña que sea, no deja de ser eso: felicidad.

Por mera "casualidad", pensé esto una noche poco antes de escuchar esta canción.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Lo bueno de tener un blog es que puede hacer las veces de diván.
El viernes, camino a la Universidad, me pregunté qué era lo que hacía justo ese día, a esa hora, diez años atrás. Quizás es una tontería, pero suelo preguntármelo de vez en cuando. El tránsito estaba insoportablemente lento, muchos autos, mucha gente, calor, la ciudad, un choque y un desconocido en el suelo terminaron por desvanecer mis intentos de vencer la resistencia de la memoria. No supe si la persona en el piso estaba desmayada o había sido atropellada. Supuse que lo último, dada la presencia de un taxi y una patrulla de auxilio unam. Tenía a un cúmulo de mirones a su alrededor, unas diez o quince personas, y sólo tres de ellas trataban de ayudarlo. Lo vi a lo lejos, no quise acercarme. Por una parte, ya se encontraba ahí alguien de la Universidad y sé de antemano que es poco lo que pude haber hecho (no estudié medicina ni sé primeros auxilios ni nada). Por otra parte, ver ese tipo de cosas me pone mal. Así que seguí mi camino, conformándome con mandar buena vibra para ese muchacho y a la vez recriminándome esa conformidad.
Pasé un rato con mis amigos, caminé por algunas partes de CU, recordando tantas cosas, alegre y tranquilamente, y después emprendí el regreso a casa. En el pesero comenzó a sonar una canción de Mónica Naranjo que hacía años, más de diez, no escuchaba. Debo confesar que esa canción ha sido uno de mis resbalones musicales, uno de los muchos que tuve cuando iba en secundaria. Después las cosas cambiaron y volvieron a mejorarse. Y bueno, por alguna razón esa canción comenzó un viaje de regreso. Si unas horas antes me preguntaba qué hice diez años antes, el repertorio musical del pesero me llevó no a saber con exactitud mis actos del 14 de diciembre de 1997, pero sí me trajo algunos sentimientos y emociones de varios años atrás. Algunos recuerdos específicos, que ni siquiera sé si alguna vez he compartido con alguien.
Cuando comenzó la canción de M.N. (hasta escribir su nombre aquí me apena) yo no sabía lo que venía. Supongo que era un compilado mp3 con canciones pop “románticas”, de esos que arma quién sabe quién y venden por diez pesos en el metro. La segunda canción fue de Vilma Palma e Vampiros y por completo me instalé en mi época secundariana. Durante esas canciones no tuve recuerdos específicos, simplemente recordé algunas otras “joyas musicales” de las que gusté en aquella etapa de mi vida. Y fue justo al final de la canción de VPEV, que vino algo específico. En el año que esa canción sonó, solía escuchar radio, esperando esa y otras canciones por el simple gusto de recordar a la chica que me gustaba. María Elena, Marielena, ahora no sé, ya no recuerdo cómo se escribía, pero ella me gustaba y solía pensarla mucho tiempo, sobretodo con canciones cursis.
Después vino una canción de Gloria Estefan y me transporté muchos años adelante, a una casa en Pachuca, con un amigo que llamaba por teléfono, y que no hacía sino pensar en la mujer que poco tiempo después se convertiría en su esposa. Un amigo que afortunadamente permanece y espero seguir compartiendo con él muchos años más.
De ahí mis pensamientos se esparcieron entre la preparatoria, los amigos, la secundaria y la escuela de sogem. No sé si pasó otra canción más. No recuerdo mis recuerdos durante cinco minutos. Pero cuando sonó la única canción de Shakira que me ha gustado (sí, sí, ya lo sé y advertí que el repertorio era fatal) no supe qué hacer. Durante años, y hablo de muchos, muchos años, evité escuchar esa canción, cambiando de estación en el radio, alterando mi ruta en las caminatas por el centro. Pero entonces iba en el pesero y aunque antes me hubiera bajado, el viernes tenía tanta demasiada güeva que preferí escucharla. Además, pensé que sería traicionar el momento de evocaciones que me proporcionaba amablemente el conductor. Y escuché, completa, por primera vez en quizás más de diez años, esa canción que me recordaba algo doloroso. Y entonces me di cuenta que en verdad uno de mis mayores temores es perder a la persona que amo y a las personas que quiero en general. Y es que mi vida ha sido una especie de procesión de adioses. Cuando no he tenido que despedirme yo (por circunstancias ajenas a mí, por esa vida cuasinómada que eligieron mis padres), la gente se ha ido. Y esa canción la escuché y me gustó poco tiempo antes de que alguien se fuera. Quizás por eso, como por miedo que se repitieran las cosas, evité escucharla durante muchos años. Por otra parte, la canción, le dice a alguien todo lo que significó, lo mucho que fue, que descubrió lo que es amar y más frases cursilonas, pero a pesar de ello nunca he podido dejar de preguntarme si yo he causado algo así en alguna de las novias que he tenido. Porque todas han sido diferentes, pero se han parecido en que después de cortarme no pasan más de dos meses sin empezar una nueva relación, lo cual me ha hecho sentir completamente olvidable. Y creo que por eso evitaba la canción, porque era ir de nuevo a una etapa de rompimiento que me resultó devastadora, donde no tenía asidero alguno, donde había dudas sin respuesta... En fin, a la luz de los años posteriores ahora sé que ese rompimiento fue un juego de niños.
Escuché la canción, recordé, dudé, me pregunte y de nuevo no tuve respuestas. Pero no importó. Porque seguí pensando y recordando. Y recordé a personas que no he vuelto a ver, como mi mejor amigo del último año de primaria (la vida nómada te hace tener un mejor amigo cada año escolar, por prevención) Iván, y los otros amigos como José Luis y Leonardo. Y como otras veces que he pensado en ellos la memoria vuelve a recaer en Germán. Y el viernes no fue la excepción, pero sí creo que descubrí algo que no había captado.
Germán era un amigo del transporte escolar que por coincidencia conocía a Iván, de hecho fue por él que empecé a llevarme con Iván. Sus padres eran amigos. Dado que la secundaria estaba en otro edificio, los momentos de convivencia con Germán se reducían al regreso a casa y alguna vez en una posada. Así fue durante un año. Cuando salí de la primaria yo quería seguir con mis amigos, pero sabía que iría a parar a una escuela que después odié. Sin embargo esa es otra historia. Cuando eran vacaciones, no recuerdo si ya había entrado a secundaria o no, por lo tanto no recuerdo si fueron vacaciones de verano o de invierno, un día me llamó Iván para decirme que Germán había muerto atropellado. Nunca supe bien lo que pasó, sólo recuerdo que algo me dijo de una camioneta, que Germán iba en bici, que la camioneta se fue. La verdad no recuerdo mucho de esos días, como ya dije no sé si fue en verano o invierno. Mis recuerdos son como pequeñas cápsulas unitarias que de vez en cuando, al recaer la mente en Germán, se abren: una de ellas me lleva a caminar las calles frías, con el aire fuerte pegándome en la cara y los pensamientos en blanco; otra me lleva a la segunda llamada de Iván y la tercera y la nunca realizada visita al panteón; otra me lleva al llanto contenido, la impotencia, el desear para esta navidad que mi amigo no hubiera muerto, y finalmente, la última cápsula se abre para recordarme la furia, las ganas de partirle la madre a un desconocido que se fue dejando a mi amigo tirado, muerto o en agonía.
El viernes descubrí que quizás por ese recuerdo latente es que me afecta tanto ver accidentes como el que vi afuera de CU. Por eso me resulta tan difícil aceptar que no puedo hacer nada para ayudar y reconocer que lo mejor es no estorbar e irme. Pero cada vez que me voy me siento mal, me recrimino una supuesta indiferencia.
La última canción que escuché en el pesero fue de Mecano. Cuando era niño me asustaban sus canciones y videos. Creo que eso merece otro texto en el blog. Baste decir que sirvió para volver a mis espirales de memoria donde el tema fue el miedo al abandono y el contradictorio amor por la absoluta soledad. Paradojas, contradicciones, recuerdos... Al final de todo llegué a casa para darme cuanta que no hay nada que no pueda sobrellevar si cuento con la sonrisa de mi perro, las llamadas de Valeria y mi blog-diván...

martes, 11 de diciembre de 2007

...

Aprovechando que al parecer ya se pueden oir de nuevo canciones, dejo ésta, dedicada en general. No necesito decir más, habla por sí misma. Es de una de las mejores bandas mexicanas de rock, poco valorada (raro).

Talking Heads 1

Mi banda favorita es Talking Heads. Me gusta la música y por supuesto las letras. Me gustó leer a Jerry Harrison (guitarrista, tecladista, segunda voz) cuando dijo que siempre ha pensado que si conociera más a fondo a cualquier fan del grupo, seguro se harían amigos. Sí, creo que somos pocos, especiales y diferentes. ¡Qué mamón, verdad? Pero es cierto. Conozco personas a las que les gustan un par de canciones, pero hasta la fecha no conozco a alguien que, como yo, diga que Talking Heads es su banda favorita. Debe haberlos, lo sé, pero no hemos coincidido. De coincidir, seguramente no haríamos buenos amigos.
Alguna vez hace muchos años, mientras paseaba con un amigo por los pasillos de una tienda de discos, escuché a una chica preguntar “¿Dónde encuentro discos de Talking Heads?”. Inmediatamente volví la mirada. Creo que aun recuerdo sus ojos nocturnos, el cabello negro de tinte, ondulado y suelto, un cutis con ligeras imperfecciones, la ropa negra y ella toda, en conjunto, bella.

La vi...

La seguí viendo... Pensé que si no conocía a Talking Heads yo podría recomendarle algún disco, hablarle de las canciones, de la historia de la banda, cuidando mucho el no parecer mamón y pretencioso. Pensé también que si ella conocía a la banda, podríamos tener una agradable plática, conocernos y hacernos amigos, de entrada. (Nunca pensé, hasta este momento en que escribo, que quizás buscaba un cd para regalarlo a alguien y no por interés propio)
La seguí viendo. Y me repetía “Es hermosa y preguntó por Talking Heads, es hermosa y preguntó por Talking Heads...”.
En verdad estaba impactado. Podía tratarse de la chica de mis sueños. Sin embargo, en esa época yo era muy tímido. Esa fue, en parte, la razón por la cual sólo la vi; y la seguí viendo tratando de grabarme su rostro que hoy no sé si es el mismo o es media invención mía; y la seguí viendo repitiéndome las posibilidades, las historias que podrían suceder si tan sólo le dijera “hola”; y la seguí viendo tratando de memorizar su voz, un tanto grave, y la seguí viendo aun cuando frente a mis ojos ya no estaba ella, sino la muchas personas en el centro comercial y yo le contaba a Paco que había visto a una chica en la tienda de discos... y él preguntó, por no dejar: "¿Por qué no le hablaste?".
Hoy puedo decir que fue timidez. Antes decía que no hubiera sabido qué decir, que iba con su hermana menor y muchos pretextos más. Creo que fue un pedazo de timidez y un pedazo el querer guardarme las posibilidades, que lucían perfectas y podían cambiar en la realidad. Eso es lo más cerca que he estado de conocer a alguien que al menos tenga interés en Talking Heads. Aunque probablemente fue más fantasía mía porque, como dije, nunca contemplé la posibilidad de que el CD no fuera para ella. En fin, no sé por qué mi memoria trajo esto al blog. Yo quería escribir otra cosa, pero lo dejaré para una próxima ocasión.
Ésta, la llamada época decembrina, es de las que más desagradables me resultan a lo largo del año. Las razones son varias. Supongo que irán saliendo en entradas posteriores. Hoy por ejemplo, me quedé pensando en esta estúpida frase hecha: “época de dar y recibir”. Una frase, una supuesta idea que te venden en todos lados, más que evidente en el principal medio de comunicación masiva que es la televisión. Lo que no te dicen es qué dar y qué recibir. Y mucho menos hacen la penosa aclaración “época de dar y recibir (entre los que pueden)”. Recuerdo alguna de las obras de Michael Moore, en la que toman un video de Bush donde dice “aquí estamos los que tenemos y los que tenemos más” o algo parecido (no recuerdo bien, pero creo que es en Fahrenheit 9/11). Y algo similar pasa en México y supongo que en todo el mundo. Así que seguí pensando en la frase y pensé en la gente que no tiene un peso, ni casa, ni comida. ¿Ellos que esperan dar y recibir? ¿Me lo dirán los noticieros? ¿Lo tendrá contemplado el gobierno, algún teletón o los mártires del Fobaproa? Por supuesto, las preguntas fueron necias y las respuestas evidentes.
Mis pensamientos aterrizaron en la causa del festejo navideño: el nacimiento de Jesús. No voy a entrar en polémicas, ya se ha hablado suficiente sobre la extraña coincidencia entre el supuesto nacimiento y muchas otras fiestas de diversas culturas antiguas. El asunto es que se celebra a Jesús. Es él, en apariencia, el motivo de todas las fiestas. Y el problema entonces radica en que desafortunadamente, la idea que se tiene de él, es bien distinta entre las personas que tienen, las que tienen más y las que no tienen.
Después, mi pensamiento dibujó una especie de idea. Pensé que este año, como en los últimos 12 años, no quiero cena ni lucecitas en un árbol. Tampoco quiero esperar un tipo gordo en traje rojo, ni dejar un zapato el 5 de enero. Este año me gustaría, y de hecho es una invitación abierta, que la gente como yo, que tampoco tenemos mucho, pero al menos contamos con comida y techo, reservemos algo o todo de la cena y lo regalemos. Me gustaría que en lugar de peregrinar de casa en casa para recalentados, a cada una de las pocas personas que suelo visitar, estén de acuerdo conmigo en recalentar la comida y dársela a una persona que probablemente en la puta vida ha probado una torta de bacalao con frijoles (quizás sólo dos de los ingredientes). No hace falta buscarlos, basta abrir la puerta para encontrarte con una persona más jodida (y eso que estamos en la ciudad capital y no en el México que muchos llaman profundo).
Cuando maquiné la idea inmediatamente me sentí estúpido. No obstante espero hacerlo. Sé que no voy a resolver su situación para nada. Sé que las cosas no van a cambiar por darle comida a alguien. Sé que ese alguien no va a tener un mejor futuro y sé también que mi conciencia no quedará más tranquila. Sin embargo, le encuentro más sentido a eso que a pasar una noche comiendo y brindando sin motivo aparente ni evidente. Y claro, no se trata de caer en la estupidez de dar y recibir, esas son mamadas (perdonen mi fino español, pero es que es la mejor forma de calificar una frase ahora carente de sentido: dar y recibir). No, la verdad es que si lo quiero hacer es porque supongo que en el fondo de los festejos navideños está el recordar algo que no aparece en la televisión ni los centros comerciales. Recordar que el mundo es una mierda, pero que de alguna manera puede ser cambiado. No olvidar que muchos (no sólo la figura central del cristianismo) han dejado todo en ese esfuerzo. Yo no tengo mucho que dar. Y la verdad estoy cada día más amargado, más desilusionado y desesperanzado y no me engaño creyendo que voy a vivir para ver un mundo distinto. Sin embargo, como una especie de placebo para no dejar que la esperanza muera del todo, quiero compartir algo de lo poco que tengo, al menos un día en el año. No sería la primera vez, pero nunca lo había pensado para navidad, así que esta vez será como para no olvidarme que ha habido, y quizás aun hay, gente buena, cosas por las que vale la pena luchar y, al menos en literatura, la posibilidad de un mundo mejor que este. Repito, no es dar y recibir, sino compartir, en el más amplio -y menos manoseado- sentido de la palabra.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Reloaded

La semana pasada escribí algo lleno de furia, lo publiqué aquí y después lo quité. Sé que algunas personas se preguntaron de qué demonios se trataba. Y la verdad aun no lo puedo decir. Son cosas que sentí. Después un amigo lo leyó y me di cuenta que había personas que podrían sentir que estaba tirando mierda por igual, quizás sin incluirme. Pero lo cierto es que siempre hablo de mi propia basura. Si critico algo o a alguien, no salgo con la mamada de decir que comienzo por mí, pero sí es seguro que en algún punto me dé a mí mismo unos buenos golpes. Porque no tiene sentido criticar si no soy capaz de ver lo que hay mal en mí.
Hoy no es un día mejor que ese de la semana pasada. Pero al menos es mejor que ayer. Y creo que me hallo un poco tranquilo. A veces la tranquilidad se me confunde con ese sentimiento de paz que te da la desilusión, el saber que nada es posible y por lo tanto es mejor ya ni siquiera estar triste ante los imponderables de la vida. Hoy no sé si es tranquilidad o desilusión, pero me siento calmado. Además escucho mi canción favorita de Belle & Sebastian (luego la poingo acá). Por eso me atrevo republicar mis mentadas de madre. Cabe aclarar que no me refiero a cada persona que conozco, pero también que mucho de lo que digo, sigue estando ahí:

Yo no sé si es que la vida es una puta perra o que yo soy demasiado pendejo. Me he declarado, de forma abierta, un incompetente para la vida. No tanto incompetente como poco funcional. Mucho más para la vida que se puede tener en un mundo como éste, pero sobretodo en un país como éste. Se me ocurre dedicarme a las humanidades en un país donde no importan y además sigue existiendo el amiguismo y el compadrazgo, a cualquier nivel, incluyendo el cultural. Y me pregunto si será así en todas partes. La parte ilusa de mí piensa que no. La parte realista, la que no dejo funcionar, esa que sería completamente adaptable a la vida, me dice que no sea pendejo.
Anoche pensé muchas cosas. En algún momento dije “la vida es una perra, punto; a algunos los bendice con suerte... a otros con fortuna... y a los más jodidos nos da un par de ojos bien abiertos para ver la mierda que es el mundo... eso sí... nos hace rete inteligentes, pero jodidos...”. Después recordé un cuento de José Emilio Pacheco intitulado La zarpa, cuya historia es sencilla, la de una mujer que siempre ha sentido envidia de su mejor amiga porque ella es fea y la otra bonita, porque su amiga tiene suerte y ella no. En ese cuento hay una de las frases más ciertas que he leído “Si alguien nace fea por fuera la gente se las arregla para que también se vaya haciendo horrible por dentro”. Y así sucede con todo. Uno puede ser una buena persona, pero la puta vida te puede volver envidioso y corroído por dentro. Y no sólo le pasa a los feos, sino a quienes merecerían tener una surte, acaso una vida distinta. Aún recuerdo el día que leí ese cuento, sentado afuera de la Prepa 6, con el sol en pleno blanqueando el papel que brillaba hacia mis ojos. Era mi último año y justo me debatía entre complacer a mis padres y pedir pase a la licenciatura en Derecho o seguir mi instinto y pedir Filosofía. Al final, como siempre, terminé cagándola, yendo dos años a la escuela de egos de SOGEM para luego caer en Filosofía y Letras en una licenciatura hermosa llena de gente pretenciosa. El libro donde leí La Zarpa ya no está en mi librero.
Me he vuelto más amargado cada día. Y, raramente, más calmado. Ahora sé que después de escribir algún libro y terminar de estudiar a los clásicos, esperando en el ínterin conseguir un trabajo que me permita ahorrar... ah! digámoslo como es: ahora sé que lo único que quiero es esto: pasear con mi perro, escribir, estudiar y conseguir un trabajo que me devuelva al aikido y después pague el viaje a Marruecos, donde habré de lanzar mi borrador de novela y mi vida al mediterráneo.
Pero eso no quita el amargamiento, sino que la calma es la última consecuencia del mismo. De saber que nada se puede. De reconocer una y otra vez que por más que quisiera dejar salir mi parte realista, siempre seré poco funcional para este mundo. Porque a final de cuentas de nada sirve que me queje. Puedo decir una y otra vez la mierda del mundo, la mierda que veo cada día en cualquier lugar, la apestosa y abundante mierda que incluso existe entre mi familia, en la gente que conozco, en los sitios que camino, en la universidad, en el país entero. Puedo quejarme mucho, pero a final de cuentas tampoco he hecho demasiado por cambiar mi vida. Yo mismo he decidido seguir rodeado de gente que me daña en muchos niveles, yo y sólo yo he querido seguir aquí y no moverme. Así que no vale la pena quejarme. Sé que es una realidad que algunos tienen una vida más iluminada, con mayor fortuna y mejor suerte. Y ante eso puedo quejarme, puedo sentir envidia o coraje, o simplemente puedo seguir como si nada, dejar que las cosas pasen. Finalmente, ya no me interesa ni siquiera la queja, no quiero que sirva para nada. Tampoco me interesa cambiar las cosas. Lo poco que he hecho por cambiar mi vida ha sido más bien en el plano de las ideas y no tanto en la realidad. Porque para ello necesitaría dejar salir a mi parte funcional, esa que sería necesaria para tener lo huevos de mandar al carajo a buena parte de mi familia, a varios de mis supuestos amigos y un chingo de la gente que me rodea, sin detenerme a pensar lo que ellos puedan sentir. Pero no soy así. Eso lo tengo claro. Así que sólo me queda el paso del tiempo y la esperanza del mediterráneo dentro de unos años...

viernes, 30 de noviembre de 2007

Necedad 1

Descubrí que por alguna razón la música que he puesto aquí no se puede escuchar. Espero que sea algo temporal. Y la verdad es que soy bien terco, así que si no es con la cuenta de esnips, pues tendrá que ser con el grandioso youtube...
No tengo tiempo para escribir algo. Así que esta entrada es sólo producto de mi necedad, esperando que al menos a una persona le interese ver este video (sé de al menos un amigo que será feliz). Es de la canción que puse la vez pasada, y que supongo casi nadie ha podido escuchar.
En verdad es alegre esta melodía.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Cambio

Esta entrada ha sido cambiada. Mi buena conciencia me hizo ver que quizás podría herir muchas suceptibilidades. Y un amigo también me causó que reflexionara más. Lo que había escrito, en resumen, era una mentada de madre contra el mundo y mi propia vida.
Al primero al que le pego es mí mismo, siempre. Y la verdad es que mi estado de ánimo no ha cambiado mucho. A veces pienso que la vida es brillante y otras que es oscura. No conozco puntos medios. Así que si ya estoy jodido yo, para que joder a más personas. Por eso y como de verdad ya me da lo mismo, he hasta pensado cambiar el giro de este blog... ya veremos...
Mientras tanto, dejo esta alegre melodía.

martes, 27 de noviembre de 2007

Bonsái

A veces cuando mi estado de ánimo se debate entre la profunda melancolía aderezada con nostalgia y las ganas de vivir unidas a un ímpetu inexplicable, suelo definirlo yendo a alguna librería. Pocas veces funciona. No tengo un peso partido en dos. A veces pienso que todos deberíamos tener dinero al menos para el ataúd en caso de algún desastre. Pero esa no es mi circunstancia, y mi vocación autodestructiva hace que una y otra vez derrame dinero en libros que no siempre leo, en discos que dejo de escuchar, en comida y todo tipo de estupideces. En fin, decía que pocas veces da resultado el ir y gastar dinero... Bueno, no, el ir y gastar dinero casi siempre funciona porque esa vocación autodestructiva pide ser alimentada, saber nuevamente que no tengo nada (por eso empecé a jugar póquer, para perder). Pero nuevamente me desvío del tema. Lo que pocas veces da resultado es ir a una librería con ansía de leer, comprar un libro y empezar ese mismo día.
Anoche funcionó. Gasté casi todo lo que había en mi cartera en dos libros. Uno de ellos, Bonsái, de Alejandro Zambra, me atrapó desde las primeras líneas. “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura:”. Así termina el primer párrafo de la corta narración. Ella muere y el se queda solo, dice unas líneas antes. Pienso que la coincidencia con el nombre tuvo mucho que ver con que me atrapara. Justamente ayer tenía que encontrar una novela que iba a contar una historia de amor, donde el protagonista se llama Julio, ella muere y él se queda solo. Hace unos años leí El testigo de Juan Villoro, una novela que me gusta mucho, pero que casi no lo digo porque a veces resulta un poco doloroso recordar, saber que en la historia de su personaje, Julio también, encuentro similitudes, o más que eso, que en esa novela encontré el presagio de lo que podría pasar tiempo después.
En fin, dejaré las reflexiones casi crípticas y me enfocaré en la novelita de Zambra. Se trata de un relato breve, con trazos cortos pero precisos para contar lo que quiere contar. No encontramos un desarrollo extenso y prolijo, sino más bien formas condensadas, resumidas, que ofrecen la información necesaria para conocer la historia. Y esas formas breves son fluidas, por eso, aunque desde el inicio de la novela sabemos lo que va a pasar, la forma de narrar hace que uno quiera enterarse de cómo va pasar, o de qué es lo que pasa antes. La historia es de Julio y Emilia, quienes estuvieron unidos por amor y por literatura y después se separaron. Ella se va a España, donde muere. El se queda en Santiago, vende sus libros y se dedica a hacer un Bonsái. En la novela aparecen otros personajes, pero el narrador constantemente recuerda que la historia es de Julio y Emilia, abreviando así las historias secundarias, que al final convergen con la muerte de Emilia. Por que ella muere, mientras María (otra pareja de Julio) se aleja del metro en Madrid, y en Chile, Anita, la mejor amiga de Emilia, escucha a su madre sin ganas, y en una clínica coinciden sin conocerse Andrés, el ex esposo de Anita y Gazmuri, el escritor que no quiso contratar a Julio para la transcripción de su novela... y esa noche Julio duerme mal y se levanta varias veces a observar el Bonsái cuyo diseño trazó el mismo día que hizo el dibujo de una mujer con rasgos de Emilia y María.
El otro día me dijeron que nada permanece, que nada es para siempre. Y eso lo sé muy bien. Y acaso es ese uno de mis grandes temores: la certeza de saber que todo puede terminar. Y bien, muchas cosas han terminado. De muchas personas me he despedido a lo largo de mi vida (ya no tan corta, pero tampoco muy larga). Sin embargo, muchas veces me pregunto qué habrá pasado con esas personas que de alguna manera siguen siendo parte de mi vida. Y creo que pude notar en mí, el sentimiento de Julio en la escena final de la novela. Me ví a mí haciendo lo mismo que él, hundido en la desazón y la nostalgia, tomando alguna decisión parecida.
No sé si lo que escribí sea lo mejor para hablar de la novela de Zambra. Baste resumir que me gustó, que tocó fibras especiales en mí que aun debo terminar de digerir y que la recomiendo.
Alejandro Zambra, Bonsái, Anagrama, Barcelona, 2006, 94 pp.

domingo, 25 de noviembre de 2007

La Blogothèque

En estos días encontré una paginita de internet donde convergen varios artistas que me gustan, algunos de los que he hablado recurrentemente como Beirut, Sufjan Stevens y Jens Lekman, y otros que no he mencionado tanto, o en absoluto, pero que igual me gustan como José González, Arcade Fire, Tapes n’ tapes, The Divine Comedy, The Kooks, A Hawk and a Hacksaw y Au revoir Simone, además de otros más que no conozco pero pueden ser interesantes.
La Blogothèque c
uenta con una sección donde se pueden escuchar canciones en mp3, artículos y entrevistas (para los versados en francés porque la página es francesa). Sin embargo, la sección que me parece la más interesante es de videos, llamada “Concert à emporter” -que en español sería Concierto para llevar, si no me equivoco- y bueno, prefiero no decir más, creo que el título de la sección puede dar una idea de cómo son esos videos y mejor dejo que el interesado los descubra. Algunos de estos videos también están en youtube con el usuario LaBlogotheque.
Dejo ahora a The Kooks, para variarle un poco.
Pienso en escribir algo. Lo pienso una y otra y otra vez, y suena bien en mi cabeza. Sería bueno escribir. Tengo cosas que decir. Pero la verdad no tengo ganas de hacerlo. Las cosas importantes requieren tiempo para escribirlas como es debido, o no sé si como es debido, pero al menos como me parece más decoroso. En fin...
Por otra parte está la necesidad de asimilar emociones y sentimientos. El enfrentarse a situaciones de alta felicidad y sus opuestos en menos de 48 horas requiere un periodo de calma que no tendré... Buenas y malas noticias... la mayoría buenas... otras que no hacen sino recordarme la infalibilidad de la incertidumbre del futuro...
Tengo que pensar... pero sería más sano no hacerlo. Así es que por eso y también por las simples ganas de hacerlo, inicio hoy la primera de varias entradas en la cuales agregaré un video de Beirut correspondiente a su nuevo album The Flying Club Cup.
Estos videos son de las canciones del cd y se encuentran en la página del disco. El primero es de "Nantes" y va dedicado a quienes son felices y quienes son tristes por la misma razón.

jueves, 22 de noviembre de 2007

La Capitana Gazpacho...

Anoche fui a ver una obra de teatro. Tenía ya un buen rato sin ir a nada que no fuera cine y conciertos, y de estos, pocos en realidad. En fin, la obra que vi fue “Las tremendas aventuras de la Capitana Gazpacho o de cómo los elefantes aprendieron a jugar canicas” de Gerardo Mancebo del Castillo. El autor, hasta donde he podido averiguar, es un referente de la dramaturgia joven mexicana, a pesar de haber fallecido hace algunos años. No conozco mucho de teatro, así que mi opinión carece de cualquier tipo de autoridad. Lo único que puedo decir, como espectador común, es que la obra me gustó. La principal razón es la burla desenfadada hacia la sociedad y las necesidades y vicios del ser humano.
Por medio de seis personajes, se devela un mundo donde no hay límites para el desorden ni el absurdo. La Capitana Gazpacho anda en busca de su Dulcinea, mientras que su escudero Catalino vive enamorado de ella porque quiere que lo traten mal. Por otra parte encontramos a Mina Fan que busca su antihéroe y su hermana, Circa, que piensa que la nacionalidad se escoge y cuyo único asidero al mundo es el tiempo, el cual ha sido despojado de las 5 de la tarde. Finalmente, esta Honorosa la Mujer quien se declara tonta y necesita ser sumisa para encontrar la felicidad junto a su marido Pompeyo, quien feliz la doma.
El inicio puede desubicar un poco al espectador, dado que se presentan los binomios de personajes sin aparente relación. No obstante, con el correr de la acción uno se adentra en esa propuesta de mundo loco. El elemento principal es el humor, cuya gama es tan amplia que abarca desde el humor de acción hasta hábiles juegos de palabras, haciendo uso del sarcasmo, el juego cachondo, referencias culturales y situaciones absurdas.
Cabe mencionar que el montaje está dirigido colectivamente. Quizás hay pequeños detalles que afinar, pero en general me parecieron buenas actuaciones y en lo personal destaco las interpretaciones de Honorosa, Catalino y Pompeyo (esta última realizada por Hugo Corripio, quien tuvo a bien invitarnos y quien sé, ha puesto muchas ganas al proyecto).
La obra se presenta martes y miércoles en el Foro Contigo América, ubicado en la calle Arizona No. 156, en la colonia Nápoles. No se cobra, el donativo es voluntario, aunque hacen una recomendación de 50 pesos. La temporada durará hasta la tercera semana de diciembre, así que si alguien tiene tiempo y sobretodo ganas de pasar un buen rato riendo con una obra de teatro mexicano, vale mucho la pena ir.

martes, 13 de noviembre de 2007

Escuchando una noche al Cuarteto





El sábado fue genial. Por la noche fui a ver al Cuarteto de Nos con Iván y Mariana. El concierto, dicho de forma resumida, estuvo pocamadre!!! No importó esperar durante casi tres horas para que comenzaran a tocar (la cita era a las 10 pm. y la tocada empezó poco antes de la 1). La verdad fue uno de los mejores conciertos a los que he ido y, sin duda, uno de los que más he disfrutado. Una noche de amargura con buen rock y Heineken barata. Tocaron 18 canciones que prendieron a la audiencia de principio a fin. Las primeras fueron del más reciente cd intitulado “Raro”. Al igual que en el VL07 abrieron con Nada es gratis en la vida, una canción que, como muchas del Cuarteto, hunde el dedo en lo más profundo de la llaga. Fueron seis las rolas de este cd, entre las cuales se incluyeron dos de mi favoritas: Ya no sé qué hacer conmigo e Invierno del 92. Claro, también tocaron Pobre papá, que además de tener una de las mejores frases: "si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos", es todo un espectáculo al ver al bajista interpretarla con suma devoción.
El resto de las canciones pertenecieron a diversos discos. Canciones como Me amo, El día que Artigas se emborrachó, Siempre que escucho al cuarteto y Bo cartero, con la cual cerraron. Sobresalió el que tocaran rolas de su primer disco “Soy una arveja”, disco inconseguible del cual interpretaron dos canciones que, como nos comentaron después, tenían nuevos arreglos.
Los discos del Cuarteto de Nos son difíciles de conseguir en México (salvo el más reciente), y el hecho de que mi mejor amigo esté viviendo en Uruguay no cambia las cosas (el sí es una arveja). Probablemente todo lo que pueda conseguir de ellos será vía internet. Pero lo importante en todo caso fue verlos y tener la oportunidad de al menos cruzar unas palabras con ellos. Todas las canciones las disfruté enormemente y mucho más mis favoritas, que en realidad son casi todas. Canté, grité y acabé con mi ya dañada garganta. Hoy estoy enfermo mal, pero la verdad no me importa. Así como tampoco me importó que ese día, al final del concierto, Iván y Mariana me empezaran a molestar dibujando una versión de mí cual groupie de RBD o cualquier porquería pop, ya saben, esos fans que lloran y extienden la mano queriendo alcanzar a sus ídolos.
Suena extraño o más bien paradójico decir que me gusta la música del Cuarteto porque sus letras no dejan libre de crítica a nadie. Y digo que es paradójico ya que en una canción dicen “a ningún héroe glorifico, con nadie me identifico... no quiero ser normal”... pero es acaso esa anormalidad lo que unió a las personas que estuvimos el sábado coreando sus canciones. Excelentes letras, buen rock, hecho en este lado del charco y en la parte jodida del continente, algo que deberían escuchar la bola de intransigentes para los que lo único que vale la pena viene en otro idioma. En fin, al principio puse un video que Iván grabó y ahora dejo una de mis rolas favoritas (que por cierto tocaron ese día pero cuyo video aun no ha sido cargado a youtube): Sólo un rumor, que es más bien una canción de amor... de esas que demuestran lo que en verdad tiene importancia cuando uno encuentra a la horma de su zapato.































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Ayer hace un año fue cuando la relación con Brenda terminó completamente después de pasar meses a la deriva. Digo a la deriva por decir algo, ya que en el fondo sabía el rumbo hacía donde iba a encallar. En realidad terminamos en mayo, pero fue hasta noviembre cuando en definitiva dejamos de vernos. Las circunstancias entre un mes y otro fueron distintas. No quiero ahondar en detalles, ya he hablado mucho aquí y en todos lados al respecto. Ya me cansé y creo que hasta sueno repetitivo. Sin embargo, es necesario escribir que lo peor del rompimiento, bueno, no lo peor, sino lo más doloroso no fue el rompimiento en sí, sino lo que sucedió en esos meses entre mayo y noviembre y lo que después vino ocurriendo este año. Lo más doloroso fue descubrir a una Brenda que no conocía. No sé, y quizás nunca lo sabré, si se lo que pasó es que durante años no vi muchas cosas de la persona con la que compartí buena parte de mi vida, o si acaso en verdad ella cambió. Primero fueron las llamadas sin respuesta, los mensajes, los correos que supuestamente no llegaban... después vinieron muchas cosas que me parecería de mal gusto mencionar. Finalmente, luego de dejar de vernos durante unos meses, reapareció por mi cumpleaños. Y de ahí las cosas derivaron en palabras, nada más. Siempre dándome una versión de su vida, de lo que le ocurre, de lo que siente. Y sin embargo, ella ya tenía una relación en la que, hasta donde sé, sigue estando. Sin entrar en detalles, puedo decir que hubo llamadas, palabras, lágrimas e incluso besos. No obstante, las cosas no cambiaron. Ella siguió en lo suyo y yo en lo mío. Y cuando por fin encontré a una persona que pudiera permanecer un poco más en mi vida, la respuesta de Brenda fue igual de desconcertante. En fin, solo palabras, nada más.

Hace poco más de un mes fui a su examen profesional. Me dio gusto verla cumplir un sueño que albergó durante años. Me sentí feliz de una forma dulce-amarga. Bastó estar ahí para confirmar lo que ya sabía y por no sé qué razones me negué a ver. No sé quién es Brenda. No la reconocí. No es que no fuera ella de forma literal, obviamente ella es ella. Pero para mí es como si otra habitara el cuerpo que un día amé. Sin embargo, esa otra no termina de apoderarse de la Brenda que era, porque de vez en cuando, mientras platicamos o comemos ella sigue estando. Esta es la versión poética. Se oye mejor y en todo caso la prefiero. Porque suena muy feo decir las cosas tal cual se ven y decir que ese día confirmé que hay varias versiones de Brenda: la que le da a casi todas sus amigas, a su novio, donde ella continuó con su vida y yo soy sólo un amigo; la otra, la que me da a mi cuando platicamos, la versión en la que quiere una vida nueva o una vida vieja, aquella en la que no quiere terminar de soltarnos sino al contrario. Y puede que haya más versiones que yo no conozca. Lo cierto es que la Brenda que quiere una vida vieja permanece oculta y sale a veces, sólo cuando está conmigo. O quizás algunas veces estando sola, pero como lo que dije al principio, hay cosas que nunca voy a saber. Ese día después de su examen, estuve un buen rato con Iván. Como bien dijo en su diario de hi5, ambos caminamos desengañados de lo que durante mucho tiempo no quisimos ver (la enfermedad de los ojos, mi querido Iván, la enfermedad de los ojos!). En fin, si escribo esto es porque necesitaba escribirlo y ya. Escribir esto y también mencionar su nombre, porque a pesar de que varias veces he escrito aquí sobre ella, en pocas -quizá sólo una ocasión-, he escrito su nombre Eso es todo. No hay nada más detrás. Si acaso la falta de comprensión, y ya.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Pasó un año desde la última vez que fui al estadio de CU a ver a los Pumas. Si mal no recuerdo, fue en septiembre del año pasado, en un día no muy agradable, cuando aun intentaba resucitar una relación más que muerta. El hablar nuevamente de esa relación no es gratis, en primera porque uno de estos días quizás vuelva a escribir algo aquí que me hace falta, y en segunda porque fue con ella con quien empecé a ir a los juegos de Pumas. Fue por ella que de alguna forma se generó una suerte de simpatía por el equipo de fútbol. Y la verdad sin esas idas al estadio, quizás hubiera tardado más tiempo en descubrir que muy en el fondo de mi ser, amo a mi Universidad. No quiero entrar en la polémica de la diferencia entre lo que es el equipo y lo que es la institución educativa... mucho menos en las enormes diferencias entre los universitarios de verdad y los trogloditas fanáticos que siguen al equipo... eso es tema para otro día...
En fin, hoy estuve en un juego “histórico”, porque se trató de la segunda mayor goleada en la historia del equipo, ya que vencieron por ocho goles a Veracruz. No festejé los goles, iba con un amigo “tiburón” y en verdad quería verlo feliz. Sin embargo me quedó la idea de que por alguna razón, pareciera que una fuerza misteriosa insiste en hacerme seguidor o hincha de Pumas. Una buena parte de mis amigos le van a ese equipo. Pero más allá, también he estado en el estadio en ocasiones importantes: la goleada de hoy, el 5-0 que perdieron contra Cruz Azul, volteretas importantes contra el Atlas (el equipo que más me simpatiza de 1ª División) en fase de liguilla y la final contra Chivas hace unos años. De hecho, en ese juego, una vez que vencieron por medio de penaltis, durante el festejo, el otrora capitán Joaquín Beltrán arrojó su distintivo, mismo que permanece en mi casa.
Dejé de ir al estadio porque me resultaba difícil. Más allá de los momentos agradables, era un espacio que conocí con ella. Y tenía meses queriendo regresar, porque carajo! hay que terminar de arrojar los puñados de tierra y seguir adelante. Y aunque lo había planeado, nunca se presentó la ocasión, hasta que hace dos días un buen amigo me invitó y hoy no importó nada, ni el cansancio ni la enfermedad respiratoria que sigue pugnando contra mis defensas. Tenía que cerrar ese asunto pendiente, así que fui y valió la pena. Dejando de lado el resultado, que francamente, y con alegría, descubrí que me fue indiferente, fue importante constatar dos cosas: que puedo navegar por cualquier espacio a pesar de los fantasmas que lo habiten y que a pesar de cierta simpatía por los Pumas, mi corazón sigue siendo esmeralda y leal a León, aunque siga demorando su regreso a la primera categoría del fútbol mexicano.
Así que “salud” por mis amigos hinchas de Pumas, claro... pero más “salud” por mi León que sigue siendo líder en su categoría y... quién sabe... en una de esas puedo ir en un año a verlos con serenidad y alegría al estadio en CU...

lunes, 29 de octubre de 2007

Es díficil hablar de amor... sobretodo cuando crónica y recurrentemente has dejado de creer y vuelves a creer en eso. Y si resulta difícil hablar, es peor si se intenta definir. Creo que se trata más bien de cosas pequeñas, de detalles incluso cotidianos. Al menos para mí, lo más cercano a una definición lo encontraría no en palabras, sino en esos instantes cuya grandiosidad se encuentra en que forman parte de la vida diaria que sólo conocen dos personas.
Sí, para mí es así de simple. Quizá por ello me gustan las cosas sencillas. Tal vez por esa misma razón disfruto canciones que hablan de momentos cotidianos y comunes, que a cualquiera le pasan. No lo sé... el caso es que estos días he escuchado a Jens Lekman y por alguna razón que no puedo definir ni me preocupa entender, sólo he podido pensar en Mariana.

martes, 23 de octubre de 2007

Hoy revisé el “Diario” de mi amigo Omar. Volví a leer las últimas entradas y recordé lo que quise decirle desde hace un par de semanas. Él mencionó que cree que nadie lee lo que escribe, pero que no le importa porque lo hace para recordar los instantes recientes. Entonces, y ahora, pensé en los motivos de escribir... en especial el dejar constancia de las cosas buenas... o incluso de las malas... en fin, de las cosas de la vida en general.
Ya he escrito aquí varias cosas sobre mis razones para escribir. Y todas se resumen en intensificar esta extraña experiencia que es estar vivo. A veces, como Omar, escribo sólo para volver a los instantes recientes. Recuerdo que empecé este blog pensando que quizás nadie lo leería y me he llevado agradables sorpresas. Así que cuando leí el "Diario" de Omar no quise dejar ningún comentario, sino más bien darle una respuesta a mi modo, en este sitio que espero siga visitando (él, y quien sea que por aquí pasé porque todos son bienvenidos). En fin, esta es mi forma personal de decirle a un buen amigo que sus palabras, y las experiencias de las que derivan, no se quedan en las hojas virtuales de su Hi5.

lunes, 22 de octubre de 2007

29 - 7

¡Oh, Universidad! Escucha con que ardor,
entonan hoy tus hijos, este himno en tu honor.
Al darte la victoria, honramos tus laureles,
conservando tu historia, que es toda tradición.
Unidos venceremos y el triunfo alcanzaremos,
luchando con tesón, por ti Universidad.
Universitarios, icemos siempre airosos,
el pendón victorioso, de la Universidad.
por su azul y oro lucharemos sin cesar,
cubriendo así de gloria, tu nombre inmortal.
¡¡¡México, Pumas, Universidad!!!

Es extraño, con la Universidad me ocurre algo muy similar a lo que me pasa con mi país: no la amo, pero daría la vida por algunos lugares y cierta gente que ha formado parte de su historia y, por supuesto y sobretodo, de mi historia. Después de 12 años de estar vinculado de alguna manera con la UNAM, debo decir que muchos de los mejores momentos (y de los peores, claro) de mi vida, han ocurrido en algún sitio de la Universidad.
Ayer fui a ver ganar al equipo de Fútbol Americano. Éramos visitantes, pero en algún momento el aire llevó a mis oídos el Himno universitario, una de las pocas cosas que logran erizarme la piel cada vez. Creo que no puedo encontrar mejor momento para transcribirlo, que una victoria de los Pumas sobre las Águilas Blancas. Volviendo un poco así a la tradición de la cual surgió este himno.

jueves, 18 de octubre de 2007

Piropos

Hay de piropos a piropos. La gama es más que amplia. Pueden ir del inocente al más guarro y vulgar. En lo personal no suelo decir nada a las mujeres que veo por la calle. De hecho, sólo en ocasiones le he dicho algo a alguien y más bien han sido amigas o chicas que me gustan y conozco. En contraparte, también han sido pocas las veces que me han dicho algo. Por lo general no ha pasado de un silbido o una palabra que más que halagar me deja pensando en la ceguera de ciertas niñas. Sin embargo, el domingo me gritaron lo más guarro que me han gritado y no puedo dejar de mencionarlo. Iba por Paseo de la Reforma caminando con Mariana e Iraís. Platicábamos de no sé qué, cuando desde una camioneta se escuchó un sonoro: “Ese de rojo, me lo chupo y me lo cojo”. Quedé sorprendido. Las palabras no son las más finas que se pueden hallar en el catálogo de piropos mexicanos, pero sí son de las más usuales. Sólo que nunca creí ser el receptor de esos halagos. En fin, más allá de pensar que podría haberme paseado en una Xtrail o una Jeep (no recuerdo que era), debo decir que de una extraña manera me hicieron sonreír. Dudo que la tierna mujercita que profirió tal alegato de poesía lea esto, pero por si acaso y en correspondencia, dejo una canción que da algunas muestras de lo más refinado del catálogo mexicano de piropos. Es de Botellita de Jerez...

lunes, 8 de octubre de 2007

Leyendo a Safo recordé... ...... ............ ...........................

............. Pero también, leyéndola descubrí que soy una manzana:

Sola, en alta rama, tórnase roja dulce manzana; alto, en lo más alto, a los recolectores pasa inadvertida... no, no inadvertida, es que no pudieron alcanzarla.

Safo, frg. 78

sábado, 6 de octubre de 2007

Creo que tenemos en la vida dos opciones básicas: sonreír o llorar, amar u odiar, añorar u olvidar, resentir o perdonar. Sí, ya sé que hay muchos matices, pero creo que siempre hay una tendencia hacia alguno de los polos. Estar en el justo medio sería no sentir nada, y al menos a mí me resulta imposible. No digo que si eliges sonreír siempre sea así, es evidente que en algunas ocasiones estamos de un lado y luego del otro. No obstante, también tengo la convicción de que uno se puede trazar un camino que tome constantes salidas hacia alguno de los extremos. En mi caso, he pasado mucho, mucho tiempo en el lado amargo. Y la verdad es que me clavo estando ahí. Pero creo que las personas que me conocen saben que igualmente, aunque baje a los abismos siempre termino sonriendo. Algunos pueden decir que es humor negro, porque por muy de la chingada que me sienta, nunca falta mi pensamiento ácido –e incluso chingativo hacia mí- para generarme y, en ocasiones, generar sonrisas.
Hoy fue un día de matices. Un día laborioso en la mañana. Por mucho que me guste tirarme a la flojera, los días que más disfruto son en los que siento haber hecho algo útil (digo útil porque me refiero a mí y sólo a mí, no me gusta la palabra “productivo”). Y las primeras siete horas de mi día se consumieron en el estudio de griego clásico. Luego vinieron dos horas de latín... puro rush, pura felicidad...
Después descubrí que el concepto “lugares comunes” puede ser sólo una forma despectiva de llamar a frases surgidas de la sabiduría humana heredada desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, decir que las palabras se las lleva el viento es una frase hecha, pero tan verdadera como decirte a ti que justo ahora me estás leyendo. Y bueno, hoy constaté que las palabras se las lleva el viento y a las cenizas también. Más tarde confirmé que por más que me caiga o traten de tirarme siempre me levanto y justo ahora, en este momento de la noche (1:43 am) también confirmo que no hay mal que por bien no venga, que siempre habrá un mañana, que siempre se puede dar otra vuelta de tuerca más.
También confirmé por millonésima vez que aunque las palabras se las lleva el viento, he tratado de construir mi vida y mis actos de modo que mis palabras no sean tan endebles a la hora de actuar; poner en armonía y concordancia todo lo que sale de mi boca o de mi pluma con aquella forma en que me conduzco por esta perra vida. Algo no tan fácil en este mundo de mierda y menos en esta jodido país, pero tampoco algo de lo cual envanecerme en demasía. Vamos, se trata sólo de ser coherente conmigo. Y es que si hay algo que no soporto, y que es más que común, es que la gente diga cosas a la ligera, aunque a veces las haya pensado mucho tiempo.
Y hoy me puse en una situación en la cuál no sabía qué esperar y de la cual “salí” con un cúmulo de emociones y sentimientos más que contradictorios y encontrados. Salté del rencor al perdón, de la tristeza a la alegría y un largo etcétera. Al final puedo decir que fue algo ilustrativo, algo que aunque por momentos dije “para qué lo hice”, sé que fue bueno para mí por el simple constatar cosas que ya sabía y solito trataba de tapar y afirmar lo que quiero y no quiero en mi vida.
Hay que aceptar que a veces uno se equivoca... Y aunque desde hace años he estado convencido de que en esencia uno está solo (solo naces, solo te mueres), hay ocasiones en que esa creencia es puesta a prueba, flaquea al punto de estar muy debilitada en el último año y medio. Personas como mi padre, Mauricio, Tona, David, Yoyo, Miguel Ángel, Omar, Juan Carlos e Iván me han demostrado que ese estar solo no es del todo cierto (mencioné tantos nombres que decir que he estado solo sería una verdadera mamada). Y hoy no puedo dejar de escribir que en este cúmulo de contradicciones estuve acompañado por el buen Iván. Cada uno con sus aflicciones, pero creo o me gusta creer, que para él fue, como para mí, algo importante sentir, al menos por unos minutos, que los momentos en que estamos desenfocados son más llevaderos cuando estamos con un similar, un hermano.
A final de cuentas, como es mi bendita costumbre, dejé lo malo de lado y caminé sonriendo. Hace unos años, por muchas cosas buenas que tuviera en mi vida, como las que ahora tengo (en una circunstancia menos favorable que antes), me hubiera tirado a la mierda y la cerveza Grolsch que ahora bebo hubiera sido tema de borrachera de olvido en lugar de tema de gozo. (Pasaron casi tres años antes de que pudiera beber Grolsch en México... y ayer las encontré con Mariana!!!!!!!!!!! :)!!!!!).
Como dije al principio, hay dos polos, entre ellos un sin fin de matices, pero uno puede elegir hacia que lado inclinarse. Y me gusta darme cuenta que aunque descolocado, al final busco ser feliz, sonreír por el simple hecho de saber que hoy puedo hacerlo con la certeza de que mañana es una incertidumbre total, y por eso no quiero derramar más vida con imponderables ni con cosas que no lo valen.
También ha sido bueno escuchar una cancioncilla de Las Pastillas del Abuelo intitulada "Otra vuelta de tuerca". Aunque no conozco mucho de esa banda, esta rola es buena o cuando menos lo ha sido hoy y otros días.

jueves, 4 de octubre de 2007

04-10-07 Fecha especial


Hoy nació el más joven integrante del llamado colectivo preparatoriano... Y aunque por una parte digo "con padres así, qué futuro le espera a la humanidad!!!!", lo cierto es que estoy feliz. Comparto la alegría de mi hermano Jous (Juan Carlos) y su mujer Yaz (Yazmín) y les dedicó unas cuantas líneas en este espacio.

Felicidades a los nuevos papás, espero sepan que ese ajolote que tienen ahora entre los brazos ya es un niño muy querido tanto por mí, como por la bola de tíos que aunque formamos un grupo cerrado y mamila de borrachos, somos puro corazón entre nosotros.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Los días se van yo me quedo

Ayer cuando salí de mi casa iba descolocado y sólo podía recordar los versos: “Llega la noche suena la hora/los días se van yo me quedo”. Todo el camino hacia la Universidad mi mente espaciaba los blancos con la voz de Apollinaire.
Cuando por fin entré en el salón de clases, la inmersión en el mundo antiguo disipó mis vaguedades, mis pensamientos sin pensar, mi estado de conmoción... Después vino un ir y venir por bibliotecas hasta que finalmente encontré por mera suerte el libro que buscaba. Comencé a trabajar y unos minutos más tarde llegó Mariana. Me sentí feliz y estudiamos juntos. Luego vinieron un pequeño problema con el coche, cena de pizza y el regreso a casa para quedar dormido sin darme cuenta...
No fue sino hasta hace unos momentos que volví a pensar en la descolocada de ayer y sus motivos. Aunque fue algo que estuvo presente a lo largo del día, el estado anímico que provocó fue equilibrado por cosas buenas: el mundo clásico, la palmada del amigo Iván y el tiempo con mi novia. Justo hace unos minutos que pensé en ello, busqué mi libro y leí el poema que nunca memoricé completo y al recorrer las líneas me hizo mucha coherencia la razón por la cual ayer, durante casi una hora, no pude sino repetir en mi cabeza: “Llega la noche suena la hora/los días se van yo me quedo”.
Transcribo el poema de Guillaume Apollinaire completo. La traducción es de Manuel Álvarez Ortega, publicada por Visor.


El Puente Mirabeau

Bajo el puente Mirabeau corre el Sena
Y nuestro amor
¿Es necesario que lo recuerde?
La alegría viene siempre tras la pena

Llega la noche suena la hora
Los días se van yo me quedo

Con las manos unidas estamos cara a cara
Mientras bajo el puente
De nuestros brazos pasa
La ola tan cansada de las eternas miradas

Llega la noche suena la hora
Los días se van yo me quedo

El amor se aleja como este agua que huye
El amor se aleja
Lento como la vida
Y violento como la esperanza

Llega la noche suena la hora
Los días se van yo me quedo

Pasan los días y pasan las semanas
Ni el tiempo que se fue
Ni los amores vuelven
Y bajo el puente Mirabeau corre el Sena

Llega la noche suena la hora
Los días se van yo me quedo

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Caminaba rumbo al parabús para regresar a casa. Una visita más que breve al Centro después de meses. Sentí un poco de sed y me acerqué al local. En el refrigerador encontré latas de Dr. Pepper y no pude resistirme. Debió haber sido la cuarta o quinta vez que lo bebí en mis 27 años de vida terrena.
Recordé que la primera vez fue hace casi veinte años, en mi único viaje a California. El mismo en el que probé la cerveza de raíz y miles de dulces que no he vuelto a ver. Llegó a mi memoria, en particular, esa comida en una pizzeria donde necesité más servilletas y mi madre, queriendo que practicase mi inglés, me pidió que fuera al mostrador por ellas. Era un niño más que tímido. Sí, la timidez ha sido parte de mí desde la cuna o, mejor dicho, desde ese momento extraviado fuera de las líneas de memoria en el cual me eché a perder. La misma timidez que cada vez menos hace que me trabe, logró que me quedara sin palabras al llegar frente al encargado. Pero él entendió mis señas y dijo con acento raro: “¿servilleta?". A lo que asentí con la cabeza... El cocinero de la pizzeria - “raro”- era mexicano.
También pude evocar algunos de los sabores que se tatuaron en mi lengua. Y la manera en que atravesé una calle con mis padres, obedeciendo las luces rojas y verdes (hasta ese momento no había visto un semáforo para peatones). Finalmente llegó la sensación de una rara felicidad. No sé si sería el viaje en general, la televisión en inglés llena de caricaturas, el olor chillón de los dulces o el olor fresco del aire en los centros comerciales, los juguetes que compramos en esas semanas (no recuerdo cuántas fueron, pero tengo en claro que la idea era establecer las bases para un regreso que hasta la fecha no ha sucedido), o si fue el koala que quise robar del zoológico de San Diego, o si acaso fue una especie de libertad que se me filtraba por la piel, que me deslumbraba con el sol siempre brillante, que respiraba en el aire caliente. Y no hablo de la libertad que nos han querido vender... hablo simple y llanamente de libertad, de vivir, de ser feliz, de sentirme en un lugar donde por alguna razón me sentía más cómodo.
Quizá desde siempre he querido estar en otro sitio. Quizá todo surgió allí y lo que me viene pasando es una eterna nostalgia por aquello que no pudo ser. No lo sé. Lo que es cierto es que después de evocar esos viejos recuerdos mi mente saltó a los no tan viejos recuerdos de Canadá. Un país que innegablemente tiene muchas similitudes con Estados Unidos, pero cuyas diferencias lo hacen otra cosa, un lugar donde, ya de manera conciente, pude sentir como el sitio donde quizás podría ser feliz, el lugar donde podría encajar.
No se trata de una visión inocente. No puedo asegurar que allí seré feliz. Como cualquier cosa desconocida, tendría que experimentar antes de afirmarlo, puesto que no sé qué cosas me puedan hacer falta, además de las que ya reconozco, como lo son el puñado de personas que quiero y mi ciudad monstruosa. Tal vez estando allá se me revelen más necesidades. Siempre he sabido que quizás añore más cosas, aunque desafortunadamente no lo he sabido expresar completamente quizás hasta hoy. En Canadá me sentí como perteneciente a algún sitio, por ello me gustaría intentarlo, pero quién sabe qué venga en mi futuro.
Hay quienes podrían decirme que se trata sólo de sentimientos por lugares que no conocía. Y podría decirles que sí, hasta cierto punto. Porque si me pongo a pensar también quisiera volver a Argentina y Uruguay. Algo similar ocurrió, pero la historia fue diferente, allí fui para enterrar una historia y el refrigerador que nunca compré. Y no sé si podría ir a construir una historia nueva o más bien me iría a seguir añorando...
En fin, cosas que provoca el gusto por el sabor de un refresco que relaciono con aires de felicidad, tranquilidad y libertad propia. Un viaje por mi infancia aterrizado en los últimos tres años de mi vida, un viaje donde aun retumban muchos nombres, rostros que no he vuelto a ver, sueños y deseos que cayeron y otros que les sobreviven (acaso por estar presentes desde hace tanto, tanto tiempo)... y hasta hoy soy conciente de esa supervivencia, felizmente claro...
(Y ahora escucho a Elvis Costello... Hum... no, definitivamente no hay casualidades... escucharé Sulky Girl y All the rage (quizás todo el "Brutal Youth"), y pondré aquí su primera presentación en TV, porque va con el estado de ánimo que tengo y por el gusto de recordar esos nombres y rostros y pensar en el mí que, aunque sea en pocas cosas, sigue sobreviviendo cada día a pesar de todo lo que me ha peleado a la contra... incluyéndome y a mis demonios...)

domingo, 16 de septiembre de 2007

Estos días, por obvias razones, sólo puedo recordar este poema de José Emilio Pacheco y hacerme a un lado, ser sólo testigo de una festividad, de un cúmulo de ánimos y manifestaciones patrióticas que no alcanzo a comprender, ni de los políticos que emulan a personajes históricos, ni de la persona que camina las mismas calles...


Alta traición, por José Emilio Pacheco

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, cierta gente,
puertos, bosques de pinos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos)

martes, 11 de septiembre de 2007

Salvador Allende


Podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse avasallar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

Fragmentos de las últimas palabras de Salvador Allende Gossens (26 de junio de 1908 – 11 de septiembre de 1973)

sábado, 8 de septiembre de 2007

1
He descuidado un tanto este sitio virtual donde vengo a desahogar cualquier pensamiento que se incrusta en mi cerebro. No es bueno dejarlo, pero las ocupaciones son múltiples. Entre los diversos inicios no he podido ajustar mis horarios. No sé qué voy a hacer ni qué va a pasar, pero por ahora no quiero seguir pensándolo.
“¡Qué transa Pepe! ¿Qué dice el mundo clásico?”, preguntó Félix hace ya un par de semanas. La respuesta entonces, aunque no la dije, y más ahora: pasión. Recuerdo pocas cosas en las cuales sintiera lo que he venido sintiendo en estos días. La fotografía, la literatura y ya. Porque si bien Latinoamericanos me gustó, nunca llenó ciertos huecos que mantenían mi corazón un tanto a disgusto. Y ahora es muy difícil, no sólo estudiar, sino miles de cosas más. Mi situación es bien distinta, pero creo que si las cosas siguen como en este mes, habré tomado una decisión correcta (si acaso la única de carácter permanente en mi vida). No lo sé, falta mucho. Y la verdad es que me resulta difícil el estudio de griego y latín. Pero quizás es esa dificultad lo que incentiva el siguiente paso.

2
Ante el poco tiempo que he dedicado a las que eran mis actividades regulares, hoy me he dejado un poco espacio para flotar sobre estos mares y mantenerme al tanto. Muchos correos del CELA que leer. Tal vez los abra, no lo sé.
Entre las nuevas que he descubierto están que:
El Cuarteto de Nos está nominado a los Grammy latinos por Mejor canción de rock con “Yendo a la casa de Damián”, buena, pero ese CD tiene mejores, como “Nada es gratis en la vida”, “Ya no sé que hacer conmigo” y... bueno, el Cuarteto no tiene desperdicio... ah! y parece que sigue en pie su regreso a México para noviembre :)
Igual el "Made in Argentina" de Andrés Calamaro está nominado como Mejor musical video largo. Además, estrena nuevo CD a la venta el próximo día 11. A ver cuándo llega a México? y a ver si el Salmón se digna a visitarnos... podría aprovechar el viaje a Las Vegas y escaparse rápido a México (como hará el Cuarteto)... ya si no, se me ocurre una recolección de firmas y mandársela a su sitio, en una de esas resulta... si alguien se interesa, avíseme.
Por otra parte, para el 9 de Octubre saldrá a la venta el nuevo CD de Beirut: The Flying Club Cup, que por supuesto esperaré con ansia. En la página de la banda -ya actualizada y ahora sí está chida- se puede bajar una nueva rola y además ver los videos de “Postcards from Italy” y “Elephant Gun”, de sus CD y EP anteriores respectivamente.
En la semana me avisaron que la FLM ya dio los resultados de sus becas. Este año no participé (los dos anteriores lo hice más por quedar bien que por la certeza de quererlo)... pero igual a alguien le interesa checarlo...
He indagado en otros blogs y el balance es horrible: siguen existiendo cada vez más “escritores” de la onda mamila y cada vez con más contactos (será eso lo que me hace falta?... hacer vida social en el medio?... según MA es necesario, y sé que tiene razón... pero coño!!! volvamos a los castillos de Francia... digo, a la mitología de Grecia... nunca voy a publicar???)
Jerry Yang ganó el evento principal de la Serie Mundial de Póquer (WSOP). Su primer brazalete. Espero volver a los jueves de póquer pronto. Extraño ese bendito vicio. Por cierto, me llevé una gran decepción ya que Poker Azteca, una página mexicana, anunció un torneo “gratuito” para este fin de semana cuyo premio sería un Ford Ikon 2007... pero los pósters en la calle no decían lo que descubrí en internet: “inscribirse es muy fácil: sólo deposita 100 USD en tu cuenta de pokerazteca.com”... eso es gratuito???
Eso es todo por ahora... Bueno, México sigue apestando y la vida es una perra... pero eso ya se sabe y por eso me intereso en otras cosas...

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Ahora tengo que volver al mundo “real”... dejo el video de una canción ya antes conocida aquí... (en esas incursiones en blogs ajenos hallé una foto de mi otra mamá cargando a uno de sus hijos cuando era un niño y se me puso el ojo remi... quizás por eso también el video...)
y la neta como no me aguanto y en este año no hay música que me mueva por tantos estados de ánimo como la de Beirut, pues pongo el otro...

martes, 4 de septiembre de 2007

Soy leyenda

El año pasado, en una conferencia de Paco Ignacio Taibo II apunté algunas recomendaciones que hizo sobre libros de ciencia-ficción. Entre ellos, el título que me provocó más curiosidad fue Soy leyenda. Emprendí una búsqueda desesperada e infructífera por las librerías del DF.
Cuando a principio de año visité Uruguay y Argentina con unos amigos, me dediqué a buscar libros y cds. No sé en qué momento, caminando por Corrientes, se me ocurrió preguntar, pero allí en alguna librería logré encontrar la novela de Richard Matheson.
De regreso en México, en lugar de leer algún autor argentino o la Historia de los Tupamaros, lo primero que abrí fue Soy leyenda.
La primera impresión fue la certeza de haber leído algo que valía la pena. No podía decir que me había causado segregación de adrenalina, pero sí emoción excesiva. Quizás porque en la misma novela domina la acción psicológica sobre la física. Esto desde luego no quiere decir que no pase nada, pero la presión, la atmósfera psicológica es impactante, casi brutal.
La novela cuenta la historia de Robert Neville, el único sobreviviente humano en un mundo donde todos se han transformado en vampiros. La narración, dividida en cuatro partes, va desde la descripción de su rutina diaria, en la cual vemos a un hombre tratándoselas de arreglar con un nuevo medio y luchando a muerte contra los seres que le son desconocidos; pasa por las incursiones de Neville en la biblioteca para tratar de entender lo ocurrido, para buscar una solución y así mantener un asidero que le permita continuar, y llega hasta el momento en que tanto lector como protagonista entendemos de verdad la nueva realidad. A lo largo de los capítulos también hay referencias al pasado de Neville, con lo cual queda más claro aún el desarrollo del personaje.
La contraportada del libro dice que es “una reflexión sobre los binomios normalidad y anormalidad, bien y mal”. Estoy de acuerdo. Podría añadir que se trata también de una reflexión sobre el ser humano y la sociedad, sin condescendencias ni prejuicios. Algo que me parece completamente acertado es que podemos ver la visión de ambas partes, del único humano sobreviviente y de los nuevos habitantes de la Tierra, y comprender ambas.
Un libro que vale. En lo personal pasaron un par de días antes de que pudiera digerirlo completamente, aunque, como dije antes, en los días de lectura se hizo patente la certeza de que leía algo verdaderamente valioso. Es sin duda una de mis novelas favoritas, cuya relectura me parece necesaria y todavía la adeudo. Tuve que encontrarlo en el otro extremo del continente. Por fortuna, si hay algún interesado ahora ya se consigue en México.
Richard Matheson, Soy leyenda, Minotauro, BS As, 2005, 180 pp. Traducción de Manuel Figueroa.
Cambié mi nombre en Hi5. Antes era Bebewhiskey. La cosa es que ese nombre lo saqué de las ID de dos correos que tengo desde hace muchos años. Pero ya no soy el mismo. Pienso en la persona que era y hay cosas en común. Sigo sin poder saber 100% qué quiero en la vida. Algo seguro es que deseo largarme de México y escribir. Otra cosa segura es que continuo saboteando mis propias metas. Pero una diferencia es que ahora soy un poco más conciente de ello y quizás un día logre evitarlo. Sigo siendo optimista, tratando de encontrar la felicidad en las cosas sencillas, procurando sorprenderme ante la cotidianidad... hay muchas cosas...
Pero también hay cambios. Ya no tengo la misma furia consumiéndome estúpida e inconcientemente. Ya no bebo whiskey. De hecho pretendo dejar de beber. Ya no fumo más de una cajetilla al día. Ya no creo en las mismas cosas ni escucho la misma música. Cambió mi gusto de lecturas (aunque me sigue pareciendo muy bueno y una referencia básica en mi vida, Bukowski ya no es lo máximo). Creo que trato de dejar que la felicidad toque mi mundo. También creo que me acepto más. Sin embargo, todavía no he llegado al punto ideal de decir, como Lennon, “But now I’m John”. Aun me falta mucho para llegar a eso. Todavía no me siento parte del mundo. Quizás esa es la razón por la cual al cambiar el nombre del Hi5 no puse mi nombre sino la versión en inglés del nickname con el que juego póquer en internet y que coincide con el título de un libro que me ha marcado. De cualquier modo era importante dejar el Bebewhiskey atrás de alguna forma. Ya no se oye igual. Ya no hace sentido en mis oídos. Ya no tiene fuerza, ni valor, ni significado alguno para mí en la etapa actual de mi vida.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Iba con prisa, casi corriendo. Una voz me preguntó la hora. Miré el reloj. 12:05. Antes de dar respuesta levanté la mirada y me encontré con una cara llena de surcos. La mujer también levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron. 12:05. Gracias, joven.
Caminé despacio. Traté de recordar cuándo había sido la última vez en que alguien me preguntó la hora y le conteste a los ojos. Generalmente respondo en movimiento, dando un vistazo rápido a las manecillas en mi muñeca, apenas disminuyendo la velocidad de mis pasos y soltando la marca del tiempo como si se tratara de cualquier cosa.
No sé en qué momento la vida comenzó a acelerarse. No sé en que momento el tiempo me llenó de su ausencia. Los minutos se acortaron. Los años pasan más rápido después de los veinte, dijo Raziel horas más tarde. Y es hasta este momento en que veo la circularidad del día. Porque en la mañana una simple respuesta me hizo pensar en el tiempo que empezó a desaparecer sin darme cuenta, llenándome de una prisa que parece eterna y cada día más urgente; una prisa que no deja espacio para nada, que requiere y que consume, que exige más espacio para su existencia, aunque al final sólo haya logrado hacer una parte de lo que me hubiese gustado realizar en la jornada. Y casi al terminar el día, mientras disfrutaba un reencuentro largamente anunciado, mi primo dijo acertadamente que después de los veinte los años se van más rápido. Y a partir de su comentario comencé a preguntarme cómo sería a los treinta, a los cuarenta y lo que espero sea un largo etcétera.
De vez en cuando me doy tiempo para la contemplación. Y sé que lo hago mucho más que la mayoría de la gente que conozco. Por las razones que sean, ahora aun puedo hacerlo. Y lo único que quiero es no perder eso en los años venideros. No puedo decir que me preocupa. Lo importante es usar bien ese tiempo, detener de vez en cuando la prisa para ver un rostro que no puede ser más que el de una anciana mexicana, para degustar una cerveza con la familia o los amigos (que en mi caso son lo mismo) sin preocuparme por la tesis o la falta de trabajo, o simplemente para sorprenderme de nuevo al sentir mi corazón y ser perfectamente conciente de la forma en que respiro. Disfrutar esos pequeños detalles son las cosas que brindan el balance positivo del cual he hablado aquí antes. Un balance positivo al día. Un disfrute de las cosas. Un aprovechar el tiempo. El tristemente manoseado Carpe diem.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

Hace varios años un compañero universitario me recomendó leer a Roberto Bolaño. La contraportada del libro era imponente al colocar a la novela Los detectives salvajes en el mismo nivel de Rayuela de Cortázar. Compré el libro y empecé a leer. Me gustó. Sin embargo, dejé la lectura por creer que todavía no estaba preparado para llevarla a cabo. No me arrepiento, ahora puedo tener una mejor recepción de la obra, y más conveniente a mis intereses.
Sin embargo, a pesar de todo, Bolaño se convirtió en una especie de fantasma en mi historia de lecturas (hasta la fecha no he conseguido Una novelita lumpen, que era con la cual quería iniciarme en su literatura). Años después de ese primer encuentro, con la muerte del escritor, evité caer en la avalancha de lectores (cada que muere alguien se disparan las ventas y aumenta el número de seguidores).
Hace un mes más o menos, mientras buscaba algún libro para nuevamente gastar mi dinero y quedarme con cero en el bolsillo, me crucé con Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce y reapareció el fantasma. La primera novela de Bolaño, escrita a cuatro manos con Antoni García Porta (A.G. Porta). La tentación fue enorme, pero antes debí resolver si ya me sentía capaz de leer a Bolaño. Dos días después, endeudándome (puesto que ya había gastado mi dinero) compré el libro.
La lectura fue rápida. Se trata de una narración tipo policíaca, fluida y cuya intensidad va creciendo a cada párrafo, hasta llegar a una especie de descenso que prepara para el final. Lo mismo sucede con las acciones. Podría decir que es una novela rápida. Los personajes son jóvenes y, aunque se sitúan en otra época (la novela fue escrita entre 1979 y 1983), no me parecen tan distantes ni la actualidad ni a mí. Ángel Ros, el protagonista, es un joven español -a ratos luce más bien latinoamericano-, que parece dejarse llevar por las acciones de Ana y al mismo tiempo refiere una y otra vez sus quimeras literarias. Otras cosas atractivas de la obra son el sentido del humor, bastante incisivo en ocasiones, y las referencias y guiños culturales que van desde la cuestión literaria hasta la nota criminal, y que en la misma narración llegan a hacerse explícitos.
La edición contiene un buen cuento, también escrito a cuatro manos: "Diaro de bar". Además, resulta interesante leer el breve prólogo del mismo A.G. Porta, donde habla sobre lo que ha significado la novela y trata de recordar cómo fue el proceso de escritura tanto de los Consejos como del cuento. De particular curiosidad son las opiniones vertidas por el autor y las referencias epistolares donde se ven las ideas de Bolaño. Vale la pena.
Roberto Bolaño & A.G. Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de bar, Acantilado, Narrativa del Acantilado 99, Barcelona, 2006, 182 pp.

NOTA: Como dato curioso, escuché "Wolf like me" mientras recordaba la novela y no me resulta contradictorio, quizás hasta imaginaría a los protagonistas en alguna de las escenas con esa canción de TV on the radio como fondo musical. Por otra parte, quisiera aclarar que tengo mucho tiempo sin analizar o al menos reseñar un libro. No sé si alguna vez lo hice bien. Y ahora pongo todo en duda puesto que, con las clases de latín me doy cuenta de lo poco que conozco el español y de lo mucho que me falta para escribir correctamente. Y bueno, en el caso de hablar sobre algún libro, hace tanto que no lo hago con cierta seriedad, que ya no sé qué decir. Nunca me han agradado las reseñas que cuentan partes de la historia o incluso el final. Pero valga esto como el inicio de una especie de nueva sección en el blog en la cual recomendaré algún que otro libro según los vaya leyendo y me hayan gustado. Lo haré de manera más bien informal, cualquier comentario se agradecerá. Y también valga esto como el principio de mí intento por tener una mejor escritura, apoyado en esas clases de latín que tan ignorante me han hecho sentir, pero que a la vez me han dejado con el reto de la propia superación.