sábado, 25 de mayo de 2013

Acerca de la Champions

Dentro de unas horas se jugará el encuentro que definirá un campeón alemán para la Champions League 2012-2013. Recuerdo que cuando recién iniciaba el torneo, además de la participación de Manchester United, me generaba expectativa aquello que pudieran lograr dos clubes más: Paris Saint Germain y Borussia Dortmund. Por ambos equipos guardo cierta simpatía y, desde mi punto de vista, para ambos clubes la Champions resultaba una prioridad, quizá por encima de su respectivo torneo local.

En el caso del Borussia resultaba más evidente. Durante el año anterior habían conseguido el bicampeonato de liga y la copa alemana. Con el paso de las semanas y los meses, el equipo de Dortmund fue afianzando su juego en el campeonato continental, mientras que, luego de un rezago importante al inicio de la Bundesliga, si bien recuperó terreno le fue imposible alcanzar a un Bayern Múnich que completaría una de las mejores participaciones en la historia de los torneos alemanes.

Por su parte, el equipo bávaro se consagró como una especie de máquina en la que cada una de sus piezas funciona a la perfección. Un equipo que sin más ha demostrado lo que es saber jugar al futbol: los jugadores saltan a la cancha, hacen su trabajo y como si fuera algo muy sencillo suman victoria tras victoria, apenas unos empates, una sola derrota en la liga. Y no obstante el éxito, hace unos meses además se anunció el arribo de Guardiola como nuevo director técnico, a partir del próximo torneo, lo que ha generado una expectativa quizá desmesurada.

El futbol alemán nada tiene que demostrar, aunque quizá es menos conocido a nivel mundial que el español, el inglés o el italiano. Y probablemente el club de mayor proyección sea precisamente el Bayern Múnich, con su hegemonía en la Bundesliga y su constante dotación de jugadores a la selección alemana. Pero del otro lado estará un equipo que le ha sabido hacer frente, sobre todo en los últimos años. Un equipo que le cuesta trabajo al Bayern y que en las dos temporadas anteriores reclamó su derecho de suelo, alentado por la que en mi opinión es una de las aficiones con mayor personalidad de Europa.

Los resultados de las semifinales pueden ser engañosos. El Bayern pasó por encima de un Barcelona a la deriva y casi en decadencia, con su figura lesionada, sin ímpetu y con sus líderes cansados. El abultado marcador fue más bien lógico. Por su parte Borussia se enfrentó a un Madrid con desesperación por ganar y con un Cristiano Ronaldo que cada temporada parece estar en su mejor momento. Un resultado cerrado, pero no por eso una victoria menos contundente por parte del equipo alemán.

Lo que creo que veremos en unas horas me llena de entusiasmo. Si gana el Borussia Dortmund será la culminación de un proyecto bien planteado, que demuestra que en los deportes la paciencia y la estrategia son primordiales para alcanzar cualquier objetivo, lo que además de seguir impulsando al propio club podrá constituirlo en un modelo a seguir para cualquier institución, de cualquier país, que aspire a ser protagonista en este deporte.

Por otra parte, el Bayern tiene la oportunidad de seguir avanzando en la concreción de un año casi perfecto. Ya tiene la Bundesliga y en cosa de dos semanas tiene la oportunidad de conseguir además el campeonato continental y la copa de su país. Logrando esto, la expectativa por lo que pueda conseguir en adelante, con su nuevo estratega, puede apuntar una exigencia que en el mejor de los casos conduciría a una era de ensueño para el equipo de Baviera.

Sea como sea y suceda lo que suceda, los más beneficiados podremos ser quienes tenemos afición por el futbol. Por lo pronto, estoy seguro de que en el encuentro que sucederá dentro de unas horas habrá emociones y cada escuadra saldrá a defender sus ideales, su estilo, su personalidad. Venga pues, y no dejemos de mirar el juego entre los dos mejores equipos de Alemania y de Europa hoy día.

lunes, 6 de mayo de 2013

...


Mi ídolo aparece en un periódico hablando de cosas que a casi nadie le importan. Sale en una foto quizá poco afortunada, o poco editada, o poco planeada. Detrás del armazón de pasta se adivina el inicio de estrabismo, o quizá un defecto producto de las horas de lectura: horas que suman días, meses, quizá años. Tal vez sólo pasó una mala noche. Por lo demás viste una camisa sin corbata, una chamarra de cuero, nada de última moda. Tiene el ceño fruncido, como todos los que nos hacemos preguntas. Difiere de la gente que copta portadas y pasarelas. No es millonario ni lo persiguen multitudes. Es novelista y escribe de puta madre. Eso es todo. Nada más...

lunes, 29 de abril de 2013

Finlandia

Finlandia era un país que no me interesaba demasiado conocer hasta hace unos días. Primero leí una nota acerca de los retos que ha asumido el gobierno de aquel país en cuanto a la educación de las nuevas generaciones. Después revisé algunos datos sobre la liga de futbol. Luego vi un capítulo de una de mis series favoritas donde uno de los personajes estudia finés. Al día siguiente un amigo hizo un comentario, quizá casual, acerca de Finlandia, y por la tarde encontré un cuento que habla sobre ese país, aunque es obra de un escritor noruego.

Si miro fotos de Finlandia en internet en casi todas hay paisajes nevados, diferentes formas del blanco y de la desolación. Me recuerdan a algunas de las imágenes que me han hecho añorar Hokkaido en invierno: un lugar que no conozco y en el cual quisiera habitar al menos durante un par de jornadas. En ambos casos fácilmente me imagino llegando a una casa solitaria luego de caminar durante horas; la luz es baja y sacudo la nieve que no he tocado de mis botas, pongo al fuego alguna bebida que endulzaré con licor, me recuesto; pienso que las horas se miden de forma diferente en ciertos lugares.


Por estos días he vuelto a soñar con gente de mi pasado y con gente que hubiera querido pero no pude conocer. Y hoy desperté con esa idea japonesa del hilo rojo del destino rondando mi cabeza; esa idea según la cual un hilo rojo irrompible e invisible conecta a las personas destinadas a encontrarse sin importar tiempo, lugar o circunstancias. Tal vez un hilo así me une con ciertos lugares que extraño sin conocer. Tal vez es únicamente que el temperamento melancólico me invade de nuevo. O quizás es sólo mi cerebro jugándome la mala pasada de perderme en situaciones oníricas en lugar de fijarme en el día y la gente y los espacios y las circunstancias que tengo delante.

Por el momento pienso que no. Escribo y después de esto dejaré de pensar en Finlandia. En unos meses espero cancelar todas mis deudas y de nuevo podré poner sobre el escritorio donde dibujaba mi futuro las posibilidades de viaje que yacen en el cajón. Hokkaido, Finlandia, el lugar que sea. De cualquier manera tendrán que esperar un trayecto previo y adeudado a mí mismo, y de cualquier manera tendrán cabida en ese sendero donde selectivamente coloco los anhelos que sin falta habré de cubrir.

jueves, 21 de marzo de 2013

Hoy he recordado que a esta hora en un día como este hace seis años estaría saliendo de la sesión con mi psicoterapeuta y encaminándome hacía esa tortería que he frecuentado desde que tenía tres o cuatro años de edad, donde pensaría silencioso en el curso de mi insípida vida, en contraste y con el apoyo de la degustación de una torta cubana y un agua de limón con chía.

No añoro esos tiempos, pero daría casi lo que fuera por la oportunidad de salir en este momento del trabajo para ir a ese lugar y comer ya sin preocupaciones.

En la imagen, para quien se interese, no soy yo, sino Bradley Cooper en Silver Linings Playbook, una película que vi hace un par de semanas y cuyo personaje me recordó varias cosas de mí en aquella época...

viernes, 15 de marzo de 2013

El Pequeño Avión

Recuerdo que sería hace poco más de diez años cuando solía faltar a la escuela para quedarme en casa a ver algún partido de futbol, específicamente de la Champions League. De igual manera, lo único que podía sacarme de la cama antes de las 11 de la mañana en sábado o domingo era la expectativa por un encuentro del Manchester United o el AS Roma.

De entonces a la fecha muchas cosas han cambiado en el deporte y en mi vida personal. Pero de unos meses a la fecha he podido mirar los juegos de la Fiorentina los domingos por la mañana, atraído por saber que su director técnico es un ex jugador que consiguió realizar muchas acciones que me dieron un poco de eso llamado felicidad: Vincenzo Montella.

En mi memoria quedó grabado sobre todo ese equipo de Roma dirigido por Fabio Capello y entre cuyos jugadores se encontraban, por mencionar los que recuerdo a primer intento: Totti, Cassano, Panucci, Delvecchio y De Rossi, además de Montella.

El juego de Montella me parecía impresionante por eso que entre futbolistas se conoce como “jerarquía”, y que a mi entender caracteriza a los jugadores que se esfuerzan en todo momento, que saben cómo definir una jugada (a gran velocidad o pausadamente), que tienen empuje. Y el caso de Montella además había un muy buen y fino toque de balón, que es lo que más aprecio.



Por alguna razón que desconozco no era de los favoritos para figurar en la selección de su país. Si miramos sus números con la camiseta de Italia notaremos que no fue algo impresionante:únicamente cinco encuentros. Y justo uno de ellos fue contra el equipo de mi país, en la Copa Mundial de 2002.

Aún recuerdo que una de mis expectativas principales durante aquel Mundial era ver el momento en que Montella ingresar en alguno de los juegos que disputara Italia, y que marcara un gol, cosa, esta última, que no ocurrió. Sin embargo, no pasé el mundial sin verlo unos momentos. Recuerdo que Montella ingresó de cambio en el segundo tiempo, cuando de forma sorpresiva México iba ganando el juego. Apenas a unos minutos del final, con esa facilidad de toque que poseía, Montella sirvió un centro para que Del Piero anotara el empate, ese gol que le quitó a México la gloria de vencer a una selección grande en un Mundial, ese gol que entristeció a algunos amigos y a mi novia de aquel entonces, pero que a mí me ganó una sonrisa que perduró algunos días y que no borraron los reclamos y bromas acusándome de “traidor”.

Quizá fue algo tonto o mediocre, primero alegrarme por alguien a quien no conozco, y segundo alegrarme por un pase para gol y no por un gol. Pero allí se teje parte de la maravilla del deporte: en alegrarnos por la gente que nos brinda alegría. Hace unos meses mi novia actual, que no gusta del futbol, me dijo que nunca imaginó el poder catártico que podía tener un gol. Y es eso, por un momento no hay nada más que esa magia de haber librado los obstáculos hasta que el balón toca el fondo de la red del oponente.

Pero me he desviado. Acaso un desvío que muestra la emoción que me provoca este deporte que hace tanto dejé de jugar, una emoción que se acrecienta y se afirma con jugadores como Montella, cuyo festejo era otro signo de lo que para mi representa el futbol, porque a final de cuentas es cuando somos niños que adquirimos el amor hacia ese deporte, y Montella festejeba cada gol como lo haría un niño: imitando el vuelo de un avión, por lo que se ganó el mote de Pequeño Avión.

Hoy Montella es un técnico joven –algunos de sus compañeros siguen en activo– que en apenas unos años ha demostrado que tiene cualidades para forjar una buena historia, ahora desde la parte estratégica, desde la guía a los jugadores. La Fiorentina que dirige tiene empuje y personalidad. Entre sus jugadores se hallan muchos con talento, algunos que no han tenido mucha fortuna en sus equipos anteriores, como Alberto Aquilani y Borja Valero, pero que sin duda alguna responden a lo que les pide Vincenzo. Y acaso esa conexión con los jugadores, que nunca deja de notarse en equipos que brindan espectáculo, como es la Fiore de Montella, es lo que los tiene en el cuarto lugar de la Serie A.

Fue principalmente por Cassano y por Montella que comencé a seguir al AS Roma. Y ahora Montella me ha hecho de cierta manera seguidor de Fiorentina. No soy de esos que cambia de equipo según el campeonato. Pero acaso habré de considerar la posibilidad de que si he de seguir un equipo en Italia sea siempre aquel en el que Montella participe de algún modo.

Comparto aquí dos videos. El primero es del encuentro mencionado entre México e Italia. El segundo es el último de una serie de cuatro dedicados a recopilar los 141 goles que el Pequeño Avión anotó durante su carrera en la Serie A.



martes, 29 de enero de 2013

El horóscopo que llega a diario a mi correo pronosticó que hoy sería un buen día, alegre. Me imagino que al decir alegre uno podría imaginar varias opciones. Yo recuerdo un día calido, con sol no quemante, un edificio de una planta con un gran patio y paredes de color verde. Alguna vez, de niño, estuve ahí. Ya no más. Ayer tuve ganas de leer, de retomar la lectura de Daytripper, aquella novela gráfica que dejé un día porque sentí que me rompían el corazón. Romper el corazón. Vaya, no sé si sea eso. Yo, en lo personal, siento las cosas más bien en todo el cuerpo. Y mucho en la cabeza. Pienso demasiado. Y pensando anoche, recordé que dejar esa novela no fue lo primero que dejé, alguna vez, a razón de algún momento difícil en mis relaciones interpersonales. Digo interpersonales porque no todo se trata del amor de pareja. Y así vinieron a mi mente otras cosas, como las clases de aikido, como el estudio de otra carrera, como algunas tardes a solas, la música estridente como una mera catarsis inmediata, como el gusto ahora ya recuperado por el futbol, entre otras más. Y pensé que debería de recuperar algunas de esas cosas. Las esenciales. Y sobre todo las que estoy en condiciones de recuperar. O aquellas que pueden volver en una forma distinta. Porque me queda claro que parte de la vida se convierte en recuerdos, y es mejor cuando los nuevos sucesos revisten la felicidad suficiente como para que los recuerdos no se conviertan en añoranzas, como un patio y paredes verdes, a la luz de un sol cálido, que no quema. Anoche recordé igual la canción Day Tripper, y también We can work it out, la otra pieza que acompañó a ese sencillo cuando vio luz pública muchos años antes de que yo naciera. Y aunque para escribir esto escuché piezas más bien melancólicas, me parece mejor dejar a los Beatles.


miércoles, 16 de enero de 2013

Enganche #2

–Sólo ahora descubro en mí algo parecido a una memoria activa –dije–, mientras que antes sólo tenía memoria pasiva. Sin embargo, al utilizar la memoria, no pretendo recordar lo vivido en su totalidad, sino únicamente no dejar marchitarse, como fantasías, las primeras pequeñas esperanzas que sentí entonces. De niños, por ejemplo, siempre enterraba cosas, y tenía la esperanza de que cuando las desenterrase se habrían convertido en un tesoro. Ahora no veo ya en ello un juego infantil como antes, cuando todavía me avergonzaba de hacerlo, y lo recuerdo deliberadamente, para convencerme a mí mismo de que la incapacidad para ver las cosas de otra forma y cambiarlas no es natural en mí, sino sólo estupidez o una indignación puramente exterior. Esto me resulta aún más evidente cuando recuerdo con cuánta frecuencia jugaba a ser mago. No quería tanto hacer algo de la nada o transformar una cosa en otra como transformarme a mí mismo. Hacía girar un anillo o me acurrucaba bajo una manta, y decía que iba a desaparecer. Naturalmente, resultaba ridículo cuando levantaban la manta y yo estaba todavía allí, pero para el recuerdo era más importante el breve instante en que creía verdaderamente no estar ya allí. Y ese sentimiento no lo interpreto ya ahora como un deseo de desparecer del mundo, sino como alegría ante un porvenir en el que ya no sería el que entonces era. Por eso me digo todos los días que soy un día más viejo y que debe notárseme. Me he vuelto verdaderamente ansioso de que pase el tiempo y pueda envejecer.
   –Y morir... –dijo Claire.
   –En mi muerte no pienso apenas –dije.

Peter Handke, Carta breve para un largo adiós, Alianza, pp. 81-82.

martes, 15 de enero de 2013

Anzuelo #2

Miré a lo lejos, tan lejos como podía, y contemplé una iglesia, todavía oculta por el polvo de una fábrica de algodón; según el plano de la ciudad, debía de ser baptista. «La carta ha tardado mucho –dije–. ¿Se habrá muerto entretanto?» Una vez, en una gran cima rocosa, había buscado a mi madre al caer la tarde. De vez en cuando mi madre se ponía melancólica, y yo pensaba que si no se había arrojado al vacío simplemente se habría dejado caer. Yo estaba de pie sobre la roca y miraba hacia abajo, al pueblo, donde empezaba a anochecer. No vi nada especial, pero unas mujeres que estaban juntas, con los bolsos de la compra en el suelo, como si se hubieran llevado un susto y a las que se unió todavía alguna más, hicieron que volviese a buscar jirones de ropa en los salientes rocosos. No podía abrir la boca porque el aire me hacía daño: el miedo había hecho que todo se hundiera profundamente a mi alrededor. Entonces se encendieron las luces del pueblo y algunos coches comenzaron a circular con los faros encendidos. Allí arriba, en las rocas, reinaba un gran silencio y sólo los grillos seguían cantando. Me sentí cada vez más abatido. Se encendieron también las luces de la gasolinera de la entrada del pueblo. Sin embargo, ¡todavía no era de noche! Las gentes andaban más aprisa por la calle. Mientras daba unos pasos por la cima observé que alguien se movía entre ellas muy despacio y reconocí a mi madre, que en los últimos tiempos lo hacía todo muy lentamente. Tampoco atravesaba las calles por el camino más corto, como antes, sino que las cruzaba en una larga diagonal.

Peter Handke, Carta breve para un largo adiós, Alianza, pp. 17-18.

miércoles, 9 de enero de 2013

Noctámbulo

Hace muchos años, no sé cuántos ni dónde, vi una pintura que de inmediato entró a ser de mis favoritas. La vi. La contemplé durante un tiempo que no recuerdo. Mi espíritu se fue a vagar por las evocaciones provocadas por tal imagen. Y después seguí mi camino. No apunté el nombre porque no había registro. Llegó y yo me fui, y la imagen y sus evocaciones se quedaron aunque apenas lo noté. 

Hace unos días un amigo me compartió un cuento de Tobías Wolff, a quien desde hace años pretendía leer, aunque sin mucho empeño. El cuento es una pequeña maravilla y lo pueden leer acá. En ese sitio web aparece ilustrado con aquel cuadro que miré hace muchos años: Nighthawks, de Edward Hopper. Ahora entiendo un poco más la fascinación que me causó. Además de mi vocación de noctámbulo, quizá ahí ya preveía yo el futuro de lo que serían parte de mis intenciones en esta vida: ser un poco ese hombre acompañado por una mujer, ser un poco ese hombre solitario en la esquina de la barra. Curiosamente poco reparé en ese empleado que puede o no imaginar las historias de las demás personas; quizá el más cercano. Es sencillo: uno puede vivir solo o acompañado, y a mí me ha tocado vivir acompañado pero siempre más bien un poco solo.

Y quizás, también, tal vez, ahí mismo está el principio de mi predilección por ciertas historias que me resultan gozosas, como el cuento de Wolff, o como los cuentos de Hemingway y los de Carver, habitados en ocasiones por personas similares a las de este cuadro.




miércoles, 2 de enero de 2013

Final de año, inicio de año

El año pasado no hice gran cosa. Al menos eso fue lo primero que pensé durante el 31 de diciembre, cuando a lo largo del día procuré rememorar el año que se iba. Creo que 2012 debería ser el año que recordaría por haber ido, por fin, a un concierto de Pulp, que además fue uno de los mejores de mi vida. De hecho, 2012 fue bueno en cuanto a conciertos. No recuerdo si fui a más de dos, pero al menos el de Pulp y el de Antony entraron directamente entre los mejores que he vivido. Sí, eso debería recordar, por lo menos, al pensar en el año pasado, pero no ocurrió sino hasta que el recuento del año avanzaba en mi cabeza.

En cambio, lo primero que pensé fue que por alguna razón lo único que tenía cierta forma eran los últimos meses. No me acuerdo si leí algo entre enero y octubre, pero tengo muy en claro que a inicios de noviembre leí un libro de Horacio Castellanos Moya que me hizo pensar en el futuro que aún me rehuye, que me recordó a mí mismo, con mi rechazo hacia el país donde he nacido y todavía subsisto, y hacia su terrible gente. Recuerdo que después leí un luminoso libro de Peter Handke, seguido de la primera novela de Georges Simenon donde aparece Maigret. Por alguna razón pienso que leí cuatro libros, pero al parecer fueron sólo tres. Claro, apenas en la última semana del año leí un libro de cuentos de Juan Pablo Roncone, que me devolvió un poco de algo que siempre está muriendo. También, en los meses anteriores y difuminados, releí parte de algún libro sobre los escritores beat.

Más o menos desde abril, justo desde ese día del concierto del Pulp, puede ser que mi ánimo no haya sido el mejor. El primero de varios intentos de rompimiento en mi relación con Mariana sucedió ese día, y lo demás fue el viejo estira y afloja que cada día más desgasta el hilo que nos une. Seguimos juntos por una razón bien sencilla, que es no querer dejar al otro. Y quizá podamos mejorar o quizá no, pero nos seguimos empeñando, que es más de lo que se puede decir a veces.

Otro hecho que recuerdo fue la tajante explicación de una especie de ex novia, que después de no ver en cinco años sólo atinó a explicarme su versión de por qué no terminamos juntos. Me sigue sorprendiendo la manera tan fácil en que algunas personas son capaces de juzgar la vida de otros y en un dos por tres reducir a una persona a nada. En mi versión de las cosas existe una diferencia entre las palabras y los hechos. Es una versión que me ahorré, porque no me gusta mostrar la gama de colores y sombras a quienes creen que la vida es color de rosa porque jamás han tenido que preocuparse por cosas esenciales, como conseguir algo que comer o un algo que proteja del cielo en un día cualquiera. En fin, no digo más, porque tampoco soy quien para juzgar la vida de otros y en un dos por tres reducirlos a nada. Eso sí, me queda claro, entre las palabras y los hechos hay una distancia que no cualquier persona es capaz de apreciar, y mucho menos reducir: eso llamado coherencia, que desde hace años es uno de mis objetivos, y en lo que creo no he fallado demasiado.

Entre las cosas buenas está que conservo algunos amigos. Cada vez menos. De hecho, se reduce a dos el número de aquellos que frecuento. Sigo, en general, en el mismo lugar y con la misma gente, como le dijo quien alguna vez iba a ser mi director de tesis a uno de esos dos amigos. Y lo que me pasma es que al parecer la vida seguirá igual. Creo que he perdido un poco de fe, después de que día con día la vida ha reducido a cenizas mi esperanza. Eso sí, conozco las cualidades del fénix, pero fuerza no tengo ahora.

Sigo sin conformarme, pero me contento con algunos detalles nimios, acaso hasta aburridos, como mirar una película o una serie en TV; como escuchar a Rogelio hablar de literatura (aunque lo vea cada mes); como cargar al hijo (ahora dos) de Iván (aunque los vea cada tres, cuatro o seis meses); como una de las cuatro tardes al año en que Mariana y yo llegamos a casa a no hacer nada; como caminar con mi perro y hablarle, mientras él centra su interés en el próximo árbol a orinar o en la pelota que guardo en un bolsillo del pantalón; como una taza de café por la mañana acompañada por un sandwich; como las dos o tres páginas que puedo leer a las 11 de la noche, cuando ya no hay cosas que se tengan que hacer y el vigor me alcanza poco menos de 10 minutos, esas páginas que a veces completo entre cabeceos y reticencias contra el sueño; como la voz de mi madre siempre pidiéndome ser feliz, o los gestos no siempre cordiales de mi padre, que se empeña muchas veces en recordarme que la vida es una y nada más.

Y resulta que al pensar en esto me doy cuenta de que tan mal no estoy. Que hay cosas que no he hecho, algunas que quizás no haré, y otras que deben seguir su curso, mismo que hasta el momento no ha sido tan detestable.

Cada inicio de año pienso en cosas que me gustaría que sucedieran y así se me van juntando muchas, demasiadas. Esta vez dediqué cinco minutos a anotar algunas, pocas, que a la vez si las consigo sé que serán muchas más que en años anteriores. Nunca se sabe, quizá mañana escriba desde otro país o aparezca colgado de un puente. Entre tanto sigo respirando y me procuro un motivo para sonreír al menos unos minutos de este día, que ya es de 2013...