miércoles, 29 de octubre de 2008

Estos días, y creo que lo que va del año, la gran polémica en este país ha sido la "reforma energética": que si es un bien para el país, que si es un mal, que si todos la quieren, que si hay quien se opone, que si nos van a robar, que si nos van a timar como siempre. Y AMLO se moviliza, y hay quien lo odia, hay quien lo defiende... alguien tiene que hacer algo, dije de forma tímida a Mariana en el inico de una discución que sana y sabiamente decidimos dejar para nunca después.
Y a todo esto, me pregunto si algo tiene importancia de verdad. Si la reforma energética afecta el futuro inmediato y no tan inmediato del país, y por ende de todos los que en él habitamos, no tiene mucha trascendencia. A final de cuentas todas las decisiones que tomamos o dejamos que tomen por nosostros afectan nuestro futuro. En este país las cosas son claras: si salgo a la calle y pregunto a las personas el nombre del diputado que nos corresponde, seguramente nadie lo sabría y hasta me verían raro. Sí, las cosas son claras aquí: cuando camino por el centro sigo incrédulo al pasar cerca de la Cámara de senadores y encontrarme vallas y policías. ¿Pero que no entienden que los senadores son servidores públicos? ¿que yo tendría todo el derecho de pasar y hablar con alguno de ellos? Aún recuerdo años atrás cuando se podía circular por esa calle, recuerdo la sonrisa de Roque Villanueva saliendo del recinto; sólo una clase de persona tiene ese tipo de sonrisa en un país como este (no es una crítica, sólo una observación). En fin...
Si la reforma energética es buena o mala es algo que no me interesa demasiado. Más bien sonrío con un tanto de malicia, mezclada con ironía, ingenuidad, quizás hasta ignorancia. A final de cuentas sólo hay dos verdades. La primera es que a la mayoría del pueblo siempre se lo chingan y los dueños del país siguen siendo los mismos, y quizás seguiran por largo tiempo. Soy pacifista, pero me parecería no ingenuo sino estúpido seguir creyendo que aquí es posible un cambio por otra vía distinta a la lucha armada, así fue antes, así es ahora y quizás siempre.
La segunda verdad es que el ser humano es por lo general estúpido. Todavía no se ha entendido que lo mejor sería el socialismo (no el que llamaron real, ese fue comunismo y es distinto) o, mejor aún, la anarquía. Pero las utopías han muerto, o al menos la fe en ellas. Y ahora nos refugiamos en las evasiones de mundos distintos, como aquellos que nos brinda la ciencia ficción (no es casualidad mi cada vez mayor afición a ella y el cada vez mayor resurgimiento del género y de la fantasía en cine, tv y hasta música -Tokio Police Club son muy buenos, y ni hablar de varias cosas formidables que ha escrito David Byrne-). En fin, el ser humano es estúpido, tanto que pelea por un recurso no renovable, por algo que a final de cuantas se va a acabar, en lugar de buscar algo que lo reemplace. Es por ello que recuerdo en estos días una canción de Talking Heads que ya he puesto aquí y que será la primera en repetirse. Creo que las frases: From the age of the dinosaurs cars were run on gasoline. Where, where have they gone?, tienen una implicación más allá del sentido literal y una visión histórica más profunda e irónica de lo que podría parecer. En fin, dejo la letra y el video de nuevo, sobretodo porque tiene mucho que ver con lo que trato de decir. Es una cancion que, como dije la vez anterior, me pone extrañamente feliz, y además tiene muchas de mis frases favoritas...




(Nothing but) Flowers, de Talking Heads

Here we stand
Like an Adam and an Eve
Waterfalls
The Garden of Eden
Two fools in love
So beautiful and strong
The birds in the trees
Are smiling upon them
From the age of the dinosaurs
Cars were run on gasoline
Where, where have they gone?
Now, it's nothing but flowers

There was a factory
Now there are mountains and rivers
YOU GOT IT, YOU GOT IT

We caught a rattlesnake
Now we got something for dinner
WE GOT IT, WE GOT IT

There was a shopping mall
Now it's all covered with flowers
YOU'VE GOT IT, YOU'VE GOT IT

If this is paradise
I wish I had a lawnmower
YOU'VE GOT IT, WE'VE GOT IT

Years ago
I was an angry young man
I'd pretend
That I was a billboard
Standing tall
By the side of the road
I fell in love
With a beautiful highway
This used to be real estate
Now it's only fields and trees
Where, where is the town
Now, it's nothing but flowers
The highways and cars
Were sacrificed for agriculture
I thought that we'd start over
But I guess I was wrong

Once there were parking lots
Now it's a peaceful oasis
YOU GOT IT, YOU GOT IT

This was a Pizza Hut
Now it's all covered with daisies
YOU GOT IT, YOU GOT IT

I miss the honky tonks,
Dairy Queens, and 7-Elevens
YOU GOT IT, YOU GOT IT

And as things fell apart
Nobody paid much attention
YOU GOT IT, YOU GOT IT

I dream of cherry pies,
Candy bars and chocolate chip cookies
YOU GOT IT, YOU GOT IT

We used to microwave
Now we just eat nuts and berries
YOU GOT IT, YOU GOT IT

This was a discount store,
Now it's turned into a cornfield
YOU GOT IT, YOU GOT IT

Don't leave me stranded here
I can't get used to this lifestyle

jueves, 23 de octubre de 2008

Paul Auster

Este blog comenzó por varias razones, una de las cuales era dar salida a un cúmulo de pensamientos que tenía en esa precisa etapa. También inició con la terrible noticia de la muerte de uno de mis escritores favoritos.
Es curioso el reflejo de lo que me gusta, hablando de literatura: mi dirección de correo electrónico es el título de una novela de Mempo Giardinelli, la dirección de este blog es por un poema de José Carlos Becerra, y es un espacio donde he hablado de Vonnegut; cuando preguntan sobre por qué quiero escribir o sobre mi novela favorita siempre aparece el nombre de José Emilio Pacheco; si pienso en cómo me gustaría escribir hablo -además de la obvio: Vonnegut y Pacheco- de Pérez Subirana, Javier Cercas o Enrique Vila-Matas (también es curioso que la mayoría sean españoles, barceloneses). Y sin embargo, sólo con dos amigos y Mariana he hablado del escritor a quien quizás le deba más que a ninguno otro: Paul Auster.
Cierto que aparece como referencia en mi perfil, el de blogger y de hi5, con la etiqueta: no tiene desperdicio. Pero en general no suelo hablar de él.
Llegué a Paul Auster por curiosidad en un instante azaroso y por necesidad en el momento preciso. Durante un par de años tuve la intención de leer algún libro suyo -en particular llamaban mi atención dos títulos: La invención de la soledad y Ciudad de cristal, hallados en alguna de mis visitas a la librerías de la ciudad-, pero nunca lo hice hasta hace dos años.
Leía Ciudad de cristal justo cuando llegó la llamada que marcaba el punto de quiebre de la depresión que venía acumulando años atrás: la llamada de mi entonces novia para decirme que me mandaba al demonio y sin oportunidad de remediarlo. Ya hablé mucho al respecto aquí y no quiero abundar en cosas ya dichas ("say something once, why say it again?", David Byrne).
En fin, no sé si todo lo he escrito o si algo lo he reservado en mi memoria o en las charlas con amigos y mi actual novia. Sólo baste decir que de ahí todo fue cuesta abajo durante varios meses, con miles de altibajos que solían hundirme más y más, a veces sin notarlo de manera plena.
Lo que no he dicho aquí, y quizás debería mantener en silencio, es que justo en los peores días, cuando como clásico deprimido vivía más la noche y dormitaba de día, cuando mis alimentos diarios se reducían a alguna taza de café, algún trozo de pan si acaso, cuando sin creer en dios le pedía dormir y dormir para vivir mis sueños... en pocas palabras, cuando literalmente estaba a punto de arrojarme de un puente para terminar de abandonarme, un día decidí leer La invención de la soledad.
Mi memoria de entonces es confusa, como los días mismos lo fueron. Sin embargo, hay un recuerdo dudoso, quizás ficcionado por mi cerebro, pero al cual ya he legalizado como real: la decisión de ir a comprar el libro de Auster, porque en ese momento me sentía más que sólo, y lo estaba: sólo, solitario, dejado por mí, y quizás un libro cuyo título aludía a la soledad podría decirme algo que sí escuchara.
Mi imaginación ha formulado una escena donde puedo verme desde las escaleras de la librería yendo con rapidez a la mesa de Anagrama, tomar el libro y casi correr a la caja (porque sabía que si demoraba iba a terminar dejándolo: a nada le encontraba sentido). Es una escena tan real como inventada, y tan verídica como las varias veces que se repitió, días después, con otro libro de Auster, y otro, y uno de Vila-Matas, y otro más de Auster.
La invención de la soledad se divide en dos partes, de las cuales "El libro de la memoria" (la segunda parte) resultó mi favorita. Sin embargo, la transparencia del sentimiento del escritor, su propia historia desde la primera parte fue el lugar donde proyecté lo que me anudaba, lo que me impedía seguir viviendo y generaba que pasara los días sin razón alguna.
"Tengo la sensación de que estoy sometido o condenado a un estado mental que no me permite concentrarme en lo que hago. Una y otra vez he visto cómo mis pensamientos se desviaban de la idea que tenía enfrente. Tan pronto como pienso una cosa, ésta evoca a otra y esta última a otra más, hasta alcanzar una acumulación tan grande de detalles que tengo la sensación de que me van a ahogar",
y muchas páginas más adelante, ya en "El libro de la memoria":
"Lo invadió un constante sentimiento de pérdida del que no podía deshacerse. Y había momentos en que ese sentimiento era tan grande y sofocante que parecía que no iba a abandonarlo nunca"
Notas así, que dan cuenta de este tipo de sensaciones; un hombre que siente que no vive el presente, que al oír las noticias escucha los hechos como cosas ocurridas muchos años atrás, que se interna en su habitación sintiendo que está condenado a contemplar su propia desaparición; en fin, serían demasiadas si quisiera transcribirlas. Creo que, junto con Morirás lejos (libro que "casualmente" también llegó en un periodo de crisis), es el libro al que más anotaciones y señalamientos le he hecho.
La segunda parte reflexiona sobre varias cosas: la paternidad, la orfandad, la escritura, pero sobretodo: la memoria (el lugar donde todo ocurre por segunda vez –yo añadiría: o más-), y la soledad; una y otra vez la soledad. Con ejemplos y referencias a Collodi, Mallarmé, Van Gogh, Jonás, Hölderlin, entre otros. Todavía me recuerdo buscando días después poemas de Hölderlin, y de ahí la referencia a Leopardi...
No sé qué fue, pero algo en ese libro, sin temor a exagerar, me salvó la vida. Quizás el saber que no estaba solo, que esa soledad y otras soledades eran compartidas, en espacios y tiempos diferentes, por otros hombres que se habían sentido como yo, por otros que en el futuro se sentirán así. Quizás el saber que las cosas pasan. Algo formidable en los libros que he leído de Auster es que a pesar del desastre siempre hay algo adelante.
Después de leer La invención de la soledad las cosas no cambiaron mágicamente, pero recuerdo muy bien que fue cuando comencé a salir un poco más de casa, cuando volví a levantar la mirada del piso para sentir el viento (amo el viento atravesado por mi rostro, y desde la noche que interrumpió mi lectura de Ciudad de cristal el aire era sólo una mole de frío para mí), comencé a escuchar más allá de lo que mi cerebro me decía, me dejé acompañar por amigos, familia y por supuesto mi perro.
Antes de Auster sólo había leído consecutivamente dos libros de un mismo autor: Pérez Subirana, que en realidad no fueron sino la predicción del desastre. En el caso de Auster fueron cuatro: Ciudad de Cristal, La invención de la soledad, La música del azar y El cuaderno rojo, los cuales, junto con Lejos de Veracruz de Vila-Matas, fueron mi cuadro de terapia necesaria para mirar las cosas de una forma distinta.
Fueron los libros de Paul Auster los que me guiaron hasta poder vivir de nuevo... El último libro que compré de él decidí no leerlo, dejarlo para una posterior ocasión que ha llegado.
Ha sido difícil escribir esto. Ha sido extraño, pero satisfactorio, recordar; antepongo una cita más del libro: "Fue. Nunca volverá a ser. Recuérdalo.", y hoy tiene un significado distinto al que tuvo entonces, y no sólo uno.
Todo lo anterior lo he escrito porque lo he recordado, y lo he recordado principalmente por la noticia de que Paul Auster estará en México, en Oaxaca, el próximo mes. Quiero ir, escuchar su plática y decirle: gracias...
En estos días parece que mi suerte va cambiando. A principios de año hablé con algunas personas (no sé si lo escribí aquí) sobre mis periodos de suerte: años pares mala suerte, años impares buena suerte; periodos que a veces se reducen y a veces se alargan. No quiero ilusionarme demasiado, no vaya a ser que creyendo estar en el lado de la buena suerte, en realidad sigo en el de la mala suerte... No quiero pensar más, lo he hecho demasiado desde que supe la noticia... no sé qué va a pasar, sólo espero poder estar ahí...

martes, 21 de octubre de 2008

Desde la semana pasada debo una reseña del concierto de Calamaro, la cual comparto a continuación junto con otra del motorokrfest.

1. Calamaro
El lunes pasado asistí por primera vez en mi vida a ver a Andrés Calamaro en concierto. Es poco lo que pueda decir y sienta que transmite la emoción, el júbilo, la algarabía de ver a uno de mis cantautores favoritos en escena. Esperado por muchos años y por muchos seguidores, el concierto del Salmón no decepcionó, antes bien dejó con ganas de más a la audiencia.
Pasé frente al Auditorio poco antes de las 5 pm (tres horas y media antes del concierto) y ya había puestos de playeras y alguna que otra persona. Cuando por fin arribamos Mariana y yo, más o menos dos horas después, por el Auditorio comenzaba a fluir la gente que iba al concierto. Buscamos alguna playera, pero ninguna nos agradó y decidimos entrar. La espera fue corta, más por la compañía que por el tiempo, y más pronto de lo que pensamos se apagaron las luces para dar paso a la música de El salmón, que inmediatamente levantó de sus asientos a la mayoría del público (aunque no faltó el imbécil que me tocó el hombro y pidió que me sentara... lo cual hice dos horas después). La energía de la primera canción fue apenas la promesa de lo que vendría después. Canciones que fueron de lo más fuerte a lo más tranquilo, del guitarrazo a la melodía, como el mismísimo estilo Calamaro, siempre con esa voz tan peculiar que le caracteriza.
Después de El salmón, alternó temas de "La lengua popular" y "El salmón", con canciones como Los chicos, Tuyo siempre y Hay días. En algún momento alguien le lanzó una camiseta del equipo de fútbol Pumas, la cual levanto, vio por ambos lados y devolvió al público (acto que no dejó de parecerme gracioso, sobretodo ante la insistencia de quienes arrojaron la playera pues, a lo largo del concierto, lo volvieron a hacer un par de veces y Calamaro nunca se quedó con ella).
Calamaro no habló demasiado, no tanto como otros artistas, pero aquello que dijo fue contundente: sentirse honrado de estar en un escenario que han pisado artistas de gran nivel, besar el piso del escenario como acto simbólico y así besar el suelo de México, prometer un seguro regreso para recuperar el tiempo perdido sin haber tocado aquí. Todo lo cual fue aplaudido y ovacionado por los que estuvimos allí.
El Salmón también se vistió de humildad al presentar a su banda. Tomándose tiempo, sin prisas, interactuó con el público para pedir aplauso a cada uno de los músicos que lo acompañaban, entre quienes resaltó Tito Dávila, fundador de Los Enanitos Verdes.
El concierto continuó con una versión de Elvis está vivo, la cual me agradó más que aquella que aparece en el álbum "Alta suciedad". El día de la mujer mundial (no tan coreada) y un par de canciones más antecedieron al momento en que Calamaro interpretó dos tangos. Fue un momento que marcó una especie de pausa, o mejor dicho de ritmo menos acelerado y que fue aprovechado por algunos asistentes para sentarse y descansar un poco.
Después de Los mareados, uno de los tangos, Calamaro volvió a su música con Estadio azteca y Te quiero igual, canción que terminó acoplando con el coro de Three little birds, de Bob Marley. Entonces comenzó la parte de "Alta suciedad" del concierto, con canciones como Loco, Alta suciedad, Todo lo demás, Crimenes perfectos y Flaca. Tras lo cual Calamaro se despidió.
Tras unos momentos en que el público pidió otra canción y coreó a Calamaro, éste decidió volver con una versión acelerada de Sin documentos, seguida de Canal 69, para dar el cierre final, contundente y emotivo con Paloma, tras poco más de dos horas de concierto.
Los mejores momentos para mí fueron El salmón, Estadio Azteca, Todo lo demás (una de las menos coreadas, creo casi desconocida para la mayoría) y Paloma (esta última por el cúmulo de emociones y recuerdos que de alguna forma se exorcizaban al ritmo de la canción, mi corazón y la compañía de Mariana –quien tuvo que soportar mis gritos al oído-: dos ilusiones se irán a volar, pero otras dos han venido... te cambio tu corazón por el mío para mirarlo y mirarlo...).
Lo único desagradable, que quizás no valdría mucho mencionar, pero no pienso abundar en ello, fue ver a tanta gente apagada. Conozco a muchas personas que hubieran usado de mejor manera la oportunidad de compartir con Calamaro. Lo curioso fue un sujeto de la fila de adelante, quien llegó poco más que muy ebrio y desde el principio saltó, gritó e incluso se encontró a quien le hiciera segunda por un rato (yo quiero un amigo así). Lo extraño, pero no tan sorprendente, fue ver a Calamaro sosteniendo una camiseta de El Tri, la cual mostró mucho más tiempo que la de Pumas y otra que le aventaron. Honor a quien honor merece, diría Iván, y quizás le dé la razón, no tanto por la música, sino por algunas letras y el significado que tiene esa banda en el rock nacional (le pese a quien le pese).
En fin, una excelente noche, con excelente música y excelente compañía. Por una noche también saltamos en contracorriente.


2. Motorokrfest
El sábado fui con Paco al motorokrfest. Por razones que no vale la pena mencionar aquí no llegamos a la hora precisa para ver al Caurtetazo de Nos, ni modo. Por las mismas estupideces olvidé mi cámara en casa de Mariana, y eso sí me arde. Sin embargo, alcanzamos a escuchar completa la presentación de The Kooks, The Flaming Lips, Stone Temple Pilots y parte de las presentaciones de Pendulum y Nine Inch Nails. De los últimos tres grupos me reservo la opinión, no es música que me guste demasiado y prefiero no herir susceptibilidades ni buscar enemistades fáciles (bueno, siempre lo son); en gustos se rompen madres, así que sólo mencionaré que STP tocaron un canción que me gusta mucho y disfruté el momento.
Al motorokr yo iba por tres bandas, la primera de las cuales no vi, pero ya he visto en pasadas ocasiones referidas aquí mismo. Había esperado por escuchar en vivo a The Kooks desde el año pasado. Su presentación me generó un sentimiento que aún no puedo definir. Por alguna razón la disfruté, pero algo me faltó. Tocan bien en vivo, no se puede negar, sin embargo me quedó la idea de que me gustan más las versiones de estudio. O quizás fue la gente alrededor de donde estábamos, entre los poco efusivos y las niñas fresas pendejas (nunca había visto en un concierto tantas hordas de ellas) que, a pesar de no hacerles mucho caso, generaban un ambiente enrarecido. En fin, no por ello (ni ellas) dejé de gozar al escuchar a una de mis bandas favoritas actualmente. Cabe mencionar que en el poco tiempo que tocaron, supieron llevar la emotividad según su programa. Iniciaron fuerte, como buena parte de la música que hacen, con canciones rítmicas y armoniosas que invitaban al baile (o, como los tipos duros no bailan, a mover casi imperceptiblemente un pie). Después vinieron canciones más tranquilas, pero todo cambió cuando tocaron Do you wanna; continuaron con mi favorita Naive, y de ahí, y por otras tres o cuatro canciones más, todo fue nuevamente ritmo acelerado hasta que dejaron sus instrumentos sonando mientras se retiraban del escenario en plena actitud rockstar.
Una vez que terminaron The Kooks nos acercamos más al escenario mientras esperábamos la presentación que, a mi parecer, se llevó la tarde. Incluso desde antes que tocaran The Kooks, el vocalista de The Flaming Lips salió al escenario a dar instrucciones a los técnicos; una vez que levantaron los instrumentos de aquellos, volvió a salir para animar al público, lanzar serpentinas y hacer las pruebas técnicas necesarias. En todo momento se escuchaban comentarios "esto se va a poner bueno", "órale qué chingón", aplausos como respuesta a cada cosa que hacía desde el escenario. Y en el momento que comenzaron a tocar (unos minutos antes de lo programado, lo cual se agradece) la audiencia explotó en júbilo y saltos para ver al frontman que dentro de una esfera rodaba por encima del público, mientras unos personajes extraños (según tengo entendido, creados por él mismo) bailaban en el escenario y el aire se llenaba de confeti y globos naranjas y amarillos. Una vez de regreso y fuera de la burbuja, todo continuó siendo buena música, luces, imágenes y un constante "ey guys! common! common! common!" hacia el público. Cabe mencionar que no soy seguidor de la banda. Apenas reconocí tres canciones, entre ellas la de cierre Do you realize??, que me gusta mucho. Sin embargo, ante tal espectáculo y excelente música declaro que me volveré fiel seguidor, fan... o mejor semi-fan, dado la suerte que corren mis bandas favoritas (terminan siempre desintegrándose, como Beirut). Puedo decir que me quedé con ganas de más, a pesar de no conocer casi nada de la música de The Flaming Lips.
Después de eso, no hay mucho que contar. Nos dábamos por satisfechos e incluso pensamos en irnos. Pero una vez ahí, no estaba de más escuchar al resto de las bandas (probablemente las que más gente convocaron). Entre un escenario y otro, el mejor momento para mí fue Interstate love song y la vibra de Pendulum (que a Paco no le gustaron, pero a mí me estaban prendiendo a pesar de sonar a algo ya escuchado).
En fin, después de eso nos encontramos a Yoyo, Omar y Natalia, con quienes compartimos unos minutos, un poco de chela y un par de chistes locales; escuchamos algo de NIN y nos fuimos. Me hubiera gustado estar más tiempo, dado que NIN sonaba realmente bien, pero bueno, será después, o si no, también puedo seguir viviendo. En general fue una muy buena experiencia.

martes, 14 de octubre de 2008

Hoy debería comenzar por hablar del fabuloso concierto al que asistí anoche, donde por cierto la pasé súper y con muy buena compañía. Sin embargo, por alguna razón focalizada (el saludo de un amigo, una canción vieja de León Gieco -no muy nostálgica, pero bue...-) entré en sentimiento de nostalgia. Ya no sé si es eso, simple tristeza, desesperanza, desesperación... lo único seguro es que no es indolencia. En fin, por ello prefiero dejar una canción que he vuelto a escuchar estas semanas, acordándome de mí, mi circunstancia y algunos amigos. Una canción que fomenta mi humor negro y autochingativo; ¡además tiene unas frases buenísimas! En especial la dejo para los amigos de la Facultad, para Jorge y Yoyo.


Beverly Hills, de Weezer

Where I come from isn't all that great
My automobile is a piece of crap
My fashion sense is a little whack
And my friends are just as screw as me

I didn't go to boarding schools
Preppy girls never looked at me
Why should they I ain't nobody
Got nothing in my pocket

Beverly Hills - That's where I want to be! (Gimme Gimme)
Living in Beverly Hills...
Beverly Hills - Rolling like a celebrity! (Gimme Gimme)
Living in Beverly Hills...

Look at all those movie stars
They're all so beautiful and clean
When the housemaids scrub the floors
They get the spaces in between

I wanna live a life like that
I wanna be just like a king
Take my picture by the pool
Cause I'm the next big thing!

Beverly Hills - That's where I want to be! (Gimme Gimme)
Living in Beverly Hills...
Beverly Hills - Rolling like a celebrity! (Gimme Gimme)
Living in Beverly Hills...

The truth is...I don't stand a chance
It's something that you're born into...
And I just don't belong...

No I don't - I'm just a no class, beat down fool
And I will always be that way
I might as well enjoy my life
And watch the stars play

Beverly Hills - That's where I want to be! (Gimme Gimme)
Living in Beverly Hills...
Beverly Hills - Rolling like a celebrity! (Gimme Gimme)
Living in Beverly Hills...


jueves, 9 de octubre de 2008

Acabo de perder unos segundos de mi vida leyendo el dato curioso que una revista me ha ofrecido: si gritaras durante ocho años, siete meses y seis días, producirías bastante energía como para calentar una taza de café. Nótese la precisión del dato, ni un día más ni un día menos... aunque no indican los decibeles o tonos del grito...
Varias revistas suelen ofrecer este tipo de datos: cuántos litros de semen eyacula un hombre en su vida, cuál ha sido el período más largo que alguien ha detenido la respiración, el porcentaje de nuestra vida que empleamos en dormir, comer o ir al baño; sin olvidar las referencias a costumbres de otros países que, por ser ajenas, resultan extrañas (en este tipo de datos, al menos en varias revistas mexicanas, siempre hay un dejo de desaprobación, de juicio negativo hacía otras culturas).
¿Cuál es la importancia de estos "datos curiosos"? No tengo idea. Supongo que alguna deben tener, dado que no me es lógico imaginar que una persona dedique, ya no digo años, al menos unos minutos de su tiempo a proyectar o investigar cuántas flatulencias produce el ser humano cada mes.
Sé que la curiosidad, después de la necesidad, es algo que ha provocado avances en el conocimiento. Al pensar en los antiguos no puedo evitar sonreir con algo de asombro. Alguna vez dije: qué pinches ganas o necedad de comerse una puta berenjena, para averiguar que la sal le quita lo amargo, al igual que ocurre con el pepino al frotar sus extremos. No puedo imaginar cuál fue el proceso mental que llevó a un ser humano a descubrir tales cosas, las cuales, sin embargo, son prácticas. Y creo que ahí radica la diferencia entre la curiosidad inteligente y la curiosidad simple: una produce un saber práctico... la otra no sé.
Espero algún día conocer la importancia que tiene saber que si grito ocho años, siete meses y seis días (no más), produciría bastante energía como para calentar mi café matutino... eso en el supuesto de no haberme muerto o suicidado antes. En fin, perdí unos segundos de mi vida leyendo ese "dato curioso", y otros tantos en escribir al respecto. ¡Joder!

miércoles, 8 de octubre de 2008

Estos días me ha dado por pensar en mí; en mí con respecto a mí, en mí con respecto a otros y en mí con respecto a lo que se supone que debería ser o hacer, y en esto último la gama es diversa, según la fuente de dichas ideas.
La palabra ego vine a mi mente. ¡Vaya forma de pensar en mí! En mí y sólo en mí. Y sin embargo, sé que eso tiene mucho de vocación autodestructiva y poco de vanidad.
En fin, lo cierto es que no sé qué me pasa. A veces siento como que todo lo bueno de mi vida está por venir. Confío más en la sabaduría de los años que en la explosión de la juventud. Por otro lado, también llego a pensar que mis años de juventud (que están por acabar, que eventualmente tendrán un final) los he vivido a medias, mediocremente. Y entonces no sé cómo mediar entre ambos pensamientos, porque uno podría parecer justificación del otro, por no decir pretexto.
También me pasa en estos días que quiero deshacerme de muchas cosas que hasta hace una o dos semanas tenían importancia. Concretamente hablo de mi colección de discos. Y lo más curioso es que, días después de que esta idea comenzó a visitar mi mente (cada vez más seguido), leí el blog de un amigo donde hablaba felizmente de los discos que han regresado a sus manos luego de haberlos perdido.
Sé que habrá más de un "amigo" que se apresurará a decirme: yo quiero éste, sin al menos pensar qué es lo que hay detrás; no tienen por qué hacerlo, ni yo mismo lo sé. Y es que si bien la situación económica no es buena y va en picada, tampoco es una causa real de mi idea. De hecho, como acabo de decir, no tengo ni una pista del por qué de mi pensamiento. Lo único cierto y real es que ahí está, que cada vez me agita más el pecho la idea de vender no sólo discos, sino libros y alguna que otra estupidez que durante años atesoré; cosas que eran significativas y ahora, al menos en estas semanas, no lo son.
Otro pensamiento que me ha rondado es que no encuentro muchas personas a las que me una un lazo real, llámese comunión de pensamientos, ideología, sueños o intereses (por ponerlo más o menos en claro). Cuesta trabajo moverse por la vida de esa manera, pero lo he hecho; con toda la conciencia de mi circunstancia lo he hecho durante varios años... es sólo que ya no lo quiero más.
En fin, supongo que todo lo anterior es una crisis propia de mi edad o sólo un estertor de mi depresión. Sé que los años pasan, que la vida se va, lo sé cada vez que despierto. No puedo engañarme, como un amigo, y estirar el periodo de juventud hasta donde se me antoje; decir, por ejemplo, que la edad oficial en que termina la juventud es a los 35 años. Y tampoco es válido el argumento: la juventud es una actitud. ¡A la mierda con eso! Claro que es un estado mental, pero también hay trabas... materiales, por llamarlas de un modo (no tengo ganas de agotarme pensando en el témino más adecuado y correcto).
En estos días también ha llegado la temporada beat del año. Cada cierto tiempo revivo mi gusto por los escritores de la Generación Beat. Escritores que amo y odio, en quienes creo y de quienes dudo. Lo único verdadero es que han y siguen siendo importantes en mi vida (no por nada mi perro se llama Corso y mi tortuga Jack... qué mierda soy, ¿cierto?). En fin, ha llegado la temporada en que releo Aullido y otros poemas de Ginsberg; en que tomo En el camino y trato de finalizar los capítulos inconclusos, la novela entera; días en que busco algo de Corso, algo de Ferlinghetti; días en que leo poemas de Gasoline (del mismo Corso) o el libro de Robert Duncan que nunca he terminado.
Creo que a final de cuentas todo lo que he pensado, lo que sucede estos días, es sólo una valoración negativa de lo que ha sido mi vida. Honestamente pienso que a razón de los años que uno vive las experiencias se van intensificando. Las ideas que ponen a la juventud como la etapa de la vida más importante nunca me han importado demasiado. Sin embargo, me hace dudar sobre la certeza de mi creencia el hecho de darme cuenta que ya no importan cosas y personas que alguna vez, quizás apenas hace unos meses, tenían un lugar en mis prioridades.
Sé que cada momento importa y hay que vivirlo lo mejor posible. Pero la corta experiencia que tengo también refrenda mi idea. Así me he movido. Es lo que quizás muchas personas nunca entendieron ni entenderán de mí, lo que me ha causado conflictos y despedidas. Sin embargo, es una creencia real que moldea mi vida. En fin... sólo suposiciones.. demasiado que pensar... Mientras tanto seguiré escuchando ese magnífico disco de Tom Waits intitulado The heart of saturday night, porque continúa dando el ambiente musical de mi estado de ánimo. Dejo algo que hallé en youtube...

viernes, 3 de octubre de 2008

Hace varios meses tuve la oportunidad de ser invitado a la presentación de una película en el pasado FICCO. El filme fue ¿Quién soy tú?, de Pável Aguilar Martínez (Shantanu). Se trata de una película muy interesante, que por momentos podría pensarse como documental, aunque quizás sería más correcto decir que el autor nos invita a parte de su vida, la cual por momentos raya en la ficción. En fin, siempre es mejor verla, y hace unos minutos me enteré que estará en la Cineteca Nacional el próximo viernes 17 de octubre a las 19:00 hrs. Dejo el trailer para quien se interese, aunque, desde mi muy personal punto de vista, éste no le hace completa justicia a la película.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Del fin de semana a hoy no ha habido un sólo día que no recuerde a un poeta. Siempre pienso en escritores que me gustan, pero lo peculiar es que han sido sólo poetas, uno diferente cada día, y los recuerdos han sido causados por factores distintos a los usuales. Hoy recordé a Renato Leduc y dejo dos poemas. El primero, en especial para Iván (culpable de haber recordado a Leduc), y es una breve muestra del humor que solía tener este escritor. El segundo es de mis favoritos, un soneto a toda regla y sencillo (aunque suelo olvidarlo cuando debo tenerlo más presente).


EL CORRER DE LOS AÑOS

No me alegro ni me asusto
por mi condición senil.
Vivo tranquilo y a gusto,
en diciembre y en abril...

Amiguitas y amigotes
me obsequian con su amistad.
Y aún no siento los brotes
de mortal enfermedad.

Con esfuerzo y con decoro,
oculto a ojos extraños,
el natural deterioro
que me han dejado los años.

El natural deterioro
de tantos y tantos años,
no se remedia con oro...
se aliviana con redaños.

Y es que se largan las cejas
mientras se pierde la vista.
Ya no te pelan las viejas
ni logras una conquista...

Mientras los huevos se alargan
mientras se acorta la pinga.
Esa largura te embarga,
y esa cortedad te chinga...

En las montañas del Norte
un labriego pontifica:
no se me achique ni acorte
ni se meta a la botica.

Y se te pican los dientes
y el cráneo luce pelón:
"Ay, reata, no te revientes
que es el último jalón..."

Y se presenta la muerte,
un día tiene que llegar.
Y como ya no eres fuerte,
al carajo; a descansar...



AQUÍ SE HABLA DEL TIEMPO PERDIDO
que, como dice el dicho, los santos lo lloran

Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo
-ignoraba yo aún que el tiempo es oro-
cuánto tiempo perdí –ay- cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...
Antes de servirme jugo en la mañana vi la fecha de caducidad del mismo. Cada vez que alguna fecha de caducidad coincide con mi próximo cumpleaños pienso en guardar el producto hasta ese día para consumirlo. No sé por qué. Quizás la caducidad de un alimento me hace pensar en mi propia caducidad -al fin y al cabo alimento de gusanos. O acaso no concibo que ese día algo muera. ¿Pero acaso no fue justo el día en que nací cuando comencé a morir? ¿o empecé a vivir y sólo hasta ahora creo que muero? Asunto de enfoques. Sin temor a equivocarme además puedo afirmar que he resucitado muchas veces.
En fin, el jugo de naranja también se convierte en algo etéreo.