miércoles, 30 de diciembre de 2009

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Según la RAE: Ánimo (Del lat. anĭmus, y este del gr. ἄνεμος, soplo). 1. m. Alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana.

Estos días mi ánimo no ha estado alegre. No es depresión decembrina o navideña, es depresión a secas. Las cosas hay que nombrarlas, no simularlas. Padezco episodios depresivos de vez en cuando, desde hace no sé cuánto tiempo, quizá siempre, caracterizados por la desesperación, la desesperanza y la falta de creencia en un futuro posible y agradable.

Ayer por la noche fui con los amigos con quienes compartiré la cena de año nuevo. Sé que no mostré entusiasmo. Pero la culpa ha sido de mi estado anímico. La cena, la compañía que tendré esa noche, el plan desde que surgió hasta como lo hemos venido ejecutando, todo me entusiasma sobremanera.

La cosa, el problema, lo que jode son esas etapas depresivas. No puedo negar que el final del año tiene que ver; pensar: "un año más y sigo aquí". Pero también está la otra parte, la que acepta ciertas cosas, la que ya no crea fantasías acerca de la vida ideal, acerca de huir y suspender la vida que he llevado hasta ahora. Es esta parte que quizá ha madurado (¿quién soy para afirmar que he madurado?, declarar algo así ¿no podría resultar hasta pedante?), en el mejor de los casos; esta parte que alcanza por instantes algo de estabilidad y alegría. Es la misma parte que me ha llevado del verbo al acto en algunas intenciones, en algunos planes. Una parte que sigue creciendo y que espero alimentar correctamente, porque a veces también me confunde la conformidad con el conformismo.

Y mi ánimo hoy se mueve justo en esa confusión, entre no saber si estoy un tanto conforme o un tanto conformista, entendidos como Javier Marías lo escribió hace unos años en su columna de El País Semanal: "También entonces era pobre y sufrido y estaba lleno de gente conforme, lo cual –nunca me canso de señalarlo– no es lo mismo que conformista, como no son sinónimos la conformidad y el conformismo. Lo segundo es lamentable. Lo primero suele ser admirable, y consiste principalmente en saber encajar sin quejarse en exceso, y en saber perder cuando se merece o es lo que toca".

Sé que más bien es lo primero; no sé si de verdad es admirable, pero al menos sí me parece mejor que la simple adaptación sin más y por que sí. 

Hay muchas cartas sobre la mesa y la intención, no del año nuevo sino desde hace algún tiempo impreciso, es escoger las correctas y jugarlas de la mejor manera que me sea posible. No hay nada fácil, y ya veré hacia dónde se mueve o dirijo mi ánimo. 

Estos días me han resultado deprimentes y excesivos en la nota baja, pero hoy por la mañana la canción de Mikel Erentxun A un minuto de ti signó el ánimo del día y creo que la tranquilidad se asoma. 

No espero nada del próximo año, sólo la oportunidad de tomar las decisiones correctas. Por lo pronto, para mañana por la noche, sin mayor pirotecnia que la buena compañía, con un par de ausencias, eso sí, cenaré e iniciaré el año con las personas con las que he comenzado a armar eso que puede llamarse familia; y esto último, aunque anoche no se haya notado, es algo que me ha brindado felicidad completa en las últimas semanas.

viernes, 18 de diciembre de 2009

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En la revista donde trabajo hay una sección dedicada a dar voz a los lectores. La mayor parte de los textos que llegan y se publican es respecto a personas que han fallecido. Mucho más que los artículos que he corregido o elaborado, casi siempre la voz de los lectores me saca por un momento de la oficina y me revela un lado más cálido en las personas. Hoy, no sé si es algo en el ambiente o la acumulación de pensamientos en los días pasados, esta situación se hizo más fuerte. Me pregunté ¿por qué la gente escribe de sus muertos?, ¿por qué no enviar algo distinto? Y la respuesta que aventuré fue que a final de cuentas es una manera de buscar la permanencia de los que ya no están. Me sentí identificado, porque yo con mis recuerdos y evocaciones no hago sino mantenerme cerca de los muertos, personas, situaciones o lugares, quizá yo mismo. Aquí estoy como siempre, a medio camino entre perderme en la nostalgia o sujetarme a la esperanza de lo que habrá de llegar, y aprendiendo aún a disfrutar el presente. En este momento dudo si he dejado ir lo que es conveniente que deje ir, si es verdad lo que me he dicho, lo que pienso, pero supongo que la pregunta será constante en mi vida, porque volver a los que ya no están (algunos siguen viviendo, lo que resulta más difícil), al que fui, a los lugares que no he vuelto a ver es una manera de asegurarme que he estado ahí, aquí, que no ha sido una tontería levantarme cada día (aunque algunos haya resultado muy difícil), que vale la pena la vida que llevo y, más que nunca y como siempre, las personas que están a mi lado sin importar tiempos y distancias.