jueves, 9 de marzo de 2017

Ítaca

Un día sin proyectarlo uno puede levantarse con el ánimo diferente a las jornadas anteriores. Hoy sin saber por qué recordé las cosas que me hacen resistir los malos tiempos, las malas caras, la mala leche, la mala yerba: recuerdos, imágenes, rostros y promesas; también palabras, de otros y propias, y uno que otro poema para terminar de ajustar el golpe.


Ítaca, de Kavafis

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.


jueves, 12 de enero de 2017

En los últimos días me he dado cuenta de que he comenzado a escuchar la música de manera diferente. Se lo debo a mi madre, no me cabe duda. Canciones que he repetido un sinnúmero de ocasiones, en diversos aparatos, lugares y tiempos, hoy me muestran detalles antes imperceptibles a mis sentidos.

“Comienzas a escuchar”, le dice el personaje de Wesley Snipes al de Woody Harrelson en White men can’t jump, una película que nada tiene que ver con esto y sin embargo se ha deslizado de mi memoria en una sincronización llena de armonía, porque la sensación de felicidad que me da esa película es parecida a la que siento ahora al reconocer sonidos que antes me eran vedados por no se qué razón.

El fin de semana visité a Iván. Sus hijos hacen más evidente el paso del tiempo en nosotros. Pusimos un par de LP que me obsequió a pesar de que el acuerdo previo sólo incluía la compra en representación mía y el posterior pago... A estas alturas creo que ya no nos debatimos las amabilidades, tercos los dos, amigos al fin y al cabo.

Luego de esos discos con bandas de rock mexicanas cuya fama fue mínima o inexistente, vinieron otros. La plática era amena y la música sólo la acompañaba muy al fondo. Así que cuando terminó de sonar algún disco, con toda calma y discreción Iván colocó el Música de contrabando, que también sonó completo. Ya algún día se lo pediré prestado, ese disco es una verdadera joya.

Al lunes, al llegar a casa, puse en el reproductor “Sin aliento”, y pude percibir lo que comentaba al inicio: escuché la canción con elementos que nunca antes había percibido. Siguieron otras canciones de Danza Invisible, y después Cerati con su maravillosa guitarra. Quizás, a pesar de gustarme tanto la música, apenas comienzo a escuchar.

También en días recientes, de forma paralela a la música, he vuelto a leer las cosas que escribí aquí... En los últimos dos o tres años he tenido muy abandonado este espacio que muchas veces me ha funcionado mejor que un terapeuta. No me pienso hacer el propósito de volver a llenarlo de letras. Cosas que decir tengo muchas acumuladas, pero lo cierto es que el ánimo no me ha dado para hacerlo, y sin impulso nada sale.

Sin embargo, con la relectura de mis viejos textos noto dos cosas: mi manera de mostrarme y hacerme evidente era notoria, pero no me autocensuro. También he podido redescubrir aspectos que dormí con anestesia de miedo o de prevención o de corazón roto, pero leerlos me hace darme cuenta de que puede haber algo que valga la pena que escriba. Ya veremos...