martes, 30 de octubre de 2012

Enganche

...me parecía la cosa más cruel e inhumana que habiendo tantos lugares en el planeta a mí me haya tocado nacer en este sitio, nunca pude aceptar que habiendo centenares de países a mí me tocara nacer en el peor de todos, en el más estúpido, en el más criminal...

Horacio Castellanos Moya, El asco, Tusquets, p. 21.

* Con Enganche llevaré registro del momento en que decido leer un libro hasta el final.

Anzuelo

...porque ésa es la primera y principal característica de los pueblos ignorantes, consideran que su miasma es la mejor del mundo, son capaces de matarte si les negás que su miasma, que su mugrosa cerveza diarreica, es la mejor del mundo... 

 Horacio Castellanos Moya, El asco, Tusquets, p. 16. 

 * Con Anzuelo llevaré registro del momento en que un texto logra generarme interés para seguir leyendo.

viernes, 26 de octubre de 2012

Desasosiego

Hasta a fecha tengo varias cosas inconclusas. Los motivos: desidia, flojera, crisis anímicas, problemas familiares, depresiones, cambios de rutina, cambios de vida, cambios de espacio, lo que se dice mudanzas, en el espectro más amplio de significados que esta palabra puede tener. Sí, y desde hace unas semanas me rondan los fantasmas, pero la realidad sólida de otras cosas que quedan por hacer y por solucionar, cosas más cercanas y coyunturalmente de mayor importancia, se impone tarde tras tarde. Sin embargo, hoy eché una vista a mi pasado académico, por algo que quiero realizar a corto plazo, y el mensaje fina lo miré con desasosiego.


No sé cuando, yo también espero que sea pronto...

martes, 17 de julio de 2012

Día duro

A veces uno siente que el mundo se le viene encima. A veces, de verdad, uno siente el peso del mundo sobre los hombros. O que todo se viene abajo. Hoy me ha pasado. Y a punto estaba de permitirme, al menos por este día o siquiera por unas cuantas horas, darme por vencido. Debilitado me siento, sin mucho ánimo para nada, ni para quejarme ni para escribir con corrección. Sin embargo, cuando me disponía a escribir algo más parecido a un epitafio o una despedida que a una explicación, recordé esta canción. Vaya que es de esas que me ayudan a resistir. Vaya que me hace falta ir a un concierto de Delgadillo nomás para ver qué tanto a cambiado. Vaya que al menos por hoy dejaré de pensar en los más altos campanarios y no miraré con cariño las navajas...

viernes, 13 de julio de 2012

Continuar

Hace dos días me deshice de una buena cantidad de dinero, cerca del 20 por ciento del total de mi salario anual, a fin de recortar el adeudo que he juntado con el banco. Los motivos que han incrementado la deuda han sido varios, y no vale mucho la pena hablar de ellos porque el punto, la realidad concreta, es que debo ese dinero. Por otra parte, hablar de ese casi 20 por ciento de mi salario anual tampoco implica únicamente hablar de dinero, porque detrás de eso hay horas de trabajo y de soportar diversas frustraciones o situaciones adversas, algunas de las cuales ya he detallado en este espacio con anterioridad. Pues bien, un año más de trabajo y un año más en que mi fondo de ahorro se va tal y como llega. Sin embargo, a diferencia de otras veces, hoy me siento feliz. Reduje a la mitad mi adeudo. No me engaño, aún queda un cacho enorme por saldar al puñetero banco. Pero ya es menos y después de eso no tendré una presión más que agregar al cúmulo de imponderables que me joden de vez en cuando, cada vez menos, algunos días de mi feliz existencia. Hoy me siento un poquito más cerca de ese espacio donde no deberé nada a nada ni a nadie, y eso es motivo de festejo, o por lo menos de alegría. Por eso, hoy me regalo dos canciones, que ya he compartido aquí. Se repiten, lo siento, pero lo mismo ocurre con algunas de las frases que aparecen en este texto y antes han habitado otros textos de esta bitácora. Continúo con la idea que he venido desarrollando desde hace unas semanas: trabajar para mí, buscar la felicidad para mí y no pretender alcanzar sólo una parte de lo que deseo, sino la otra mitad también. Y se siente muy bien. Es probable, casi seguro, que en el camino surjan nuevos baches y despedidas, pero he sobrevivido a cosas duras y es poco lo que me puede robar la calma. Quizá suena mamón y egoísta, y quizá lo sea, pero no puedo ponerlo en otros términos. Me queda el consuelo de saber que mi felicidad no depende de la ausencia de la felicidad en otras personas y de imaginar que a la par de realizar mi búsqueda las personas que estimo también hallarán un pedazo de felicidad, aquella que pueda facilitarles su relación conmigo. De hecho, este texto y estas rolas las comparto en especial para mis amigos, particularmente para los que siguen estando (ellos saben quiénes son...).

Quizá estas canciones definen con mayor claridad mi estado de ánimo, o así lo creo.



viernes, 8 de junio de 2012

Ambas cosas

Hoy leí y recordé la historia de Parménides García Saldaña, quien no era muy apreciado por su familia y sin embargo recibió de sus padres un pequeño cuarto de azotea en Polanco, donde se dedicó a escribir y a morir. Yo quisiera que mis padres tuvieran la oportunidad de darme al menos ese cuarto de azotea, donde no hubiera nada más que una cama y una mesa, pero al menos me significaría salirme de esa espiral hacia el abismo sin fondo que significa para mí el pago de una renta. Puede haber personas, incluso amigos, que hoy día no viven con sus padres y pagan una renta y piensan que mi caracterización es melodramática e hiperbólica, pero sé de antemano que para quienes no han vivido toda su vida en lugares rentados les será imposible comprender que diga que el pago de alquiler es una espiral hacia el abismo sin fondo.

En fin, la digresión es porque en ocasiones, muchas, cuando nuestros medios económicos de supervivencia se trastocan, tenemos que elegir entre una cosa u otra cosa. En estos días, por ejemplo, con el auto enfermo, tenemos que anteponer a su tratamiento la renta, el gas, algunos servicios, comida y los pagos a meses sin intereses en los que una y otra absurda vez hemos caído. Lo anterior ha forzado la ejecución de una rutina añejamente acordada: levantarnos más temprano y volver a dar vida a nuestras piernas para llegar al trabajo, lo que de paso ha contribuido a que tengamos un espacio nuevo, así sea un intervalo de tan solo media hora, de casa a la oficina, para que Mariana y yo platiquemos.

También, he de decirlo, y aquí uno de los motivos de este texto, caminar las mañanas frías y húmedas me ha recordado sucesos y lugares de mi infancia: mirar la enredadera en la fachada de una casa me transporta a contemplar las enredaderas de las casas contiguas a la primera escuela a la que asistí; el vaho que mana de la carretera y se pierde a los pocos centímetros de comenzar a flotar me recuerda algunas mañanas en que había que esperar que se calentara el auto para iniciar la carrera hacia la escuela, y la manera en que el cofre y el parabrisas se iban llenando de pequeñas gotas de agua; y los niños con mochilas y loncheras me han transportado a la ilusión que tenía cada jornada al ir a la escuela para jugar y para aprender, porque en ese entonces, de niño, creo que no me interesaba ni me preocupaba mucho más.

Hoy además recordé la curiosidad que sentía unos días antes de cada nuevo curso, cuando me preguntaba cómo serían mis nuevos compañeros o cuáles de mis amigos del año anterior continuarían en el grupo, si la niña que tanto me gustaba coincidiría conmigo en un salón de clases o si entre los nuevos alumnos estaría un futuro buen amigo u otra niña que me encandilara.

Sobra decir que la mayor parte de mis pensamientos son evocaciones de un mundo que abandoné hace mucho tiempo, pero quizá vuelven a mí estas memorias porque las necesito para respirar. También me imagino que en el caso particular de la curiosidad antes de cada nuevo curso la evocación me ha llegado porque necesito uno o varios cambios, porque quiero vivir otra vez esa sensación de ser el nuevo —que casi siempre fui yo— y tener la expectativa de que quizá en un espacio diferente, inédito, encontraré felicidad y verdadera realización.

Parménides García Saldaña dijo que escribía todos los días porque de lo contrario se hubiera muerto, y escribiendo y viviendo como quiso encontró su deceso. Yo puedo decir que evoco algo de mi pasado todos los días para recordarme que he vivido y que no siempre todo fue predominantemente triste, porque de lo contrario ya me hubiera encontrado la muerte en cualquier forma solitaria. No escribo todos los días, pero sí que pienso y repienso aquello que después toma forma en un papel o en la pantalla de mi compu, y me cuesta trabajo, mucho por la falta de práctica, pero no hay más que sobrevivir y esta es mi manera de hacerlo.

También, como un elemento nuevo, quiero ambas cosas, es decir, quiero dejar de elegir entre uno y otro bien o lujo o servicio o necesidad. Quiero ambas cosas: felicidad y calma, seguridad y expectativas, escribir y mirar, leer y conversar, amor y amistad, jugar y huevonear con mis perros, obligaciones y gozos, sobre todo gozos, y la única manera de conseguir lo que quiero que me ha resultado hasta ahora es simple y llanamente hacer lo necesario, a pesar de todo y de todos. Entonces, tomando un ejemplo de mi infancia, como Marty Mcfly, digamos, pues, la única posibilidad de sobrevivir es cambiar el futuro, para dispersar esa nebulosa que de alguna manera por desidia e indolencia trazamos y nos ha alcanzado. Así será, ya está siendo... Carpe diem.

viernes, 18 de mayo de 2012

Hace un par de días vi una película que, como muchas, trataba de las relaciones interpersonales y las posibles crisis de edad en las personas. Fuera de las cosas criticables a este género (lugares comunes, propuestas insulzas de interpretaciones o teorías psicológicas y un largo etcétera) y de defender la precisión que suelen tener los escritores en Hollywood, hubo una parte que me pareció brillante y, a mi gusto, un personaje secundario que aparece tan solo en tres o cuatro escenas se llevó la película.

El personaje es un hombre de más o menos 60 años, y el momento es cuando confiesa nunca haber sido infiel durante su matrimonio. Sus motivos no parten de una cuestión moral o religiosa, sino de un sencillo código de ética. Este personaje argumenta que nuestros sentimientos por otras personas en realidad no tienen importancia para dichas personas, lo que cuenta más bien son nuestras acciones hacia ellas; uno siempre sabrá cuando hay algún engaño. Sencillo, directo y verdadero, así me parece.

Quizá por una cuestión muy personal pienso que este personaje se llevó la película. Y es que desde hace algunos años he confirmado que más allá de las palabras y las intenciones lo que quedan son los hechos, esos que sí se palpan, que nos tocan para provocar sonrisas o llanto. Actos, sin más. Ya dejemos de lado la coherencia que debería haber entre lo dicho y lo hecho, al final lo segundo es lo único que tiene peso en nuestro trato con los demás (amigos, familia, pareja, desconocidos). De igual forma, desde hace años no solamente confirmo esto sino que he tratado de tomarlo en cuenta para mi propia vida. No es sencillo y la línea que me separa de equivocarme o no es muy delgada. Sin embargo, también creo con firmeza que la mejor consecuencia de los errores no es tratar de enmendarlos sino dejar de cometerlos.

jueves, 17 de mayo de 2012

De comentarios y de Fuentes

Ante la noticia del fallecimiento de Carlos Fuentes volví a encontrarme con un buen número de comentarios bastante mamones, casi todos enfocados en distinguir entre los lectores y los no lectores que posiblemente ahora se interesarán en conocer su obra. La cosa se hace más extensa cuando, como en mi caso, uno no deja de estar atento a las palabras de algunas de las personas que integran el fundillo mundillo literario. Debería haber entendido, desde hace mucho, pero soy estupidamente terco un poco necio, y aunque posiblemente estoy más actualizado de lo que ocurre en otros países no dejo enterarme, a veces muy a destiempo, de lo que pasa en este sitio. Comentarios del tipo: "ahora todos van a buscar sus obras", "hay gente buscando en wikipedia para citar libros que nunca han (sic) leído", "¡cómo que no lo has leído?" y un sin fin de variantes (estas personas tampoco son tan creativas) fueron, en síntesis, los que pude leer, sobre todo en redes sociales.

Me sorprende que el tiempo pasa y los comentarios cuando muere un escritor siguen siendo los mismos por parte de aquellas personas que se han interesado en la literatura y al menos en apariencia la ejercen. Me pregunto si en otros países ocurrirá lo mismo, si en Italia o Portugal, por ejemplo, hace un par de meses, la gente del medio literario soltó juicios similares cuando falleció Antonio Tabucchi. Puedo decir que varios de los que hace dos días desplegaron su mamonería en marzo no dijeron nada. Probablemente no conocieron la obra de Tabucchi ni la conocerán en un tiempo, y eso también es válido.

Voy a decir verdades de perogrullo, pero es necesario. Creo que hay gente que se interesa en la literatura y gente que no. A quienes están en el segundo tipo todo lo que he escrito en esta entrada les es ajeno y es el momento de rebotar la página. A quienes se encuentran en el primer tipo puede tampoco importarles lo que estoy comentando y no importa demasiado. Dentro de este primer tipo, personas que tienen algún interés literario, hay quienes son lectores de Fuentes, quienes no conocen las obras de Fuentes y quienes han leído algunas obras de Fuentes. Yo me ubico en el último grupo, pero podría estar ubicado en cualquiera de los otros dos, y no por eso soy mejor ni peor lector, ni tengo más o menos interés en la literatura, ni poseo mayores y mejores o menores y peores cualidades para escribir, leer e, incluso, comentar una obra.

Cierto que ahora que ha muerto Carlos Fuentes será leído por personas que nunca antes se interesaron en leer sus escritos. Muy cierto, pero también muy válido, ¡y qué bueno! Que qué mal que apenas se interesan, sí, muy malo, pero así son las cosas: la vida apesta y en general es una mierda, y si se trata de arte aunque haya habido reconocimientos en vida, la muerte siempre genera un nuevo interés y probablemente no es sino hasta pasados más años que se aquilata bien el valor del trabajo de un artista. Ejemplos hay muchos, Pessoa, a propósito de Tabucchi.

Es posible que aquellas personas que comentaron acerca de Fuentes y el probable interés masivo en su obra también lo hayan hecho un poco en broma, pero aun entre bromas queda ese tufillo de superioridad que desde hace mucho no ha dejado de parecerme más bien un acuse de complejos e inseguridades otras cosas. Sería mejor que esa gente que critica a quienes ahora se interesarán por leer algo de Fuentes dedicaran sus esfuerzos en promover a los escritores que consideren imprescindibles, vivos o muertos, no sólo entre un pequeño grupo de gente interesada y sino entre quienes no tienen mucho interés o simplemente no han tenido la oportunidad de conocerlos; no sólo mediante una charla entre cervezas en un café o un comentario simplón una reseña erudita, sino incluso prestando los libros (que no es cosa de tontos). Me viene a la mente una crítica de un libro de Pérez-Reverte (de quien estoy muy atento estos días: clic aquí) que decía: "No deje de leer este libro. Puedo prestarle mi copia si es necesario", o mi amigo Iván, quien no dudó en deshacerse de su ejemplar de la novela de mi amigo Miguel Ángel con tal de que un conocido suyo pudiera leerla.

Ayer visité una librería y ya había una mesa especial con libros de Carlos Fuentes y el librero de literatura hispanoamericana acusaba una buena venta de Aura. Y qué si la gente se interesa apenas, y qué si usan los medios de la red para informarse. No me parece tan mal, para peores cosas en "literatura" se usa la red, y más vale tarde, ¿no?

También debo decir que entre los comentarios que leí hubo varios que me agradaron, algunos, sorprendentemente, de personas que he considerado muy mamonas en ocasiones anteriores: uno de ellos simplemente aludía al silencio (¡qué acertado comentario!) y el otro ponía de relieve que Fuentes nunca dejó de escribir, más allá de si esto se tradujo en obras buenas, medianas o de plano malas (¡vaya honestidad!). Por mi parte seguramente continuaré con muchas ausencias de lecturas, de libros que me han prestado (mis amigos, pocos, sí prestan los libros) y de obras de Carlos Fuentes. De él me quedan libros que sí he leído y un agradable recuerdo del homenaje que recibió hace algunos años en el Auditorio Nacional, un acto que debió ser más abierto al público (yo conseguí invitación por buena fortuna y buenos amigos), en el que estuve apenas a unos metros, en segunda fila y con buena compañía, feliz, emocionado, escuchándolo hablar acerca de la escritura.

miércoles, 9 de mayo de 2012

De bate e inspiración

La noche del domingo pasado sintonicé el debate de los candidatos a la presidencia de México. Me resultaba muy divertido mirar el show, pero decidí ver algo más y puse Moneyball en el DVD. La película está basada en personas y hechos reales, y da cuenta de la labor de Billy Beane como gerente general de los Atléticos de Oakland, específicamente durante la temporada 2002, en la que alcanzaron un récord de 20 victorias consecutivas (algo nada sencillo en la MLB).

Podrá haber quien cuestione mi preferencia de ver una película estadounidense en lugar del debate entre los supuestos candidatos a gobernar el país en donde vivo. Será que la democracia mexicana no me la creo o que desde hace más de seis años he creído saber quién ha sido elegido como próximo presidente, pero sí, prefiero ver una película y en este caso la elección no pudo ser mejor para contrastar con la falsedad de la política en México.

Mientras en el debate los candidatos me provocaron risa de lástima, en la película hallé inspiración. Soy aficionado a casi todos los deportes y el béisbol es de mis predilectos. Además, los Atléticos de Oakland, aunque no son mi equipo (¡Vivan los Twins!), siempre han tenido un lugar especial en mi memoria pues no fueron pocos los partidos que durante mi infancia disfruté con emoción al ver a José Canseco tomar el bat.

Por otra parte, también soy aficionado al cine y no suelo discriminar por prejuicios respecto de temáticas o países de origen. Considero que si hay algo que saben hacer en Estados Unidos es escribir, y entre esos textos las estructuras de las películas suelen ser impecables. De ahí que Moneyball ganará mi interés.

Ya mencioné la anécdota principal. Queda agregar que la película toca el tema de sabermetrics, que explicado sin mayor pulimento es una forma de análisis del béisbol basado sobre todo en un número muy elevado de estadísticas. El tema resultaba necesario y me parece que la película acierta en mostrar algunas de las reacciones y controversias que desde hace muchos años han surgido alrededor de este método de análisis, pues, como en todo, hay quienes están a favor y quienes están en contra.

Finalmente, destaco el personaje de Billy Beane, interpretado por Brad Pitt, pues me parece un buen ejemplo de lo que es tener congruencia en la vida y eso siempre inspira y alegra al ver una película y al desprender las hojas del calendario. La razón de este argumento se halla en casi toda la película, pero se hace evidente en los últimos cinco o diez minutos. No diré más, espero que alguien se anime a verla y ya me dirá si coincide con lo que digo o no.

Hoy se sigue hablando del debate, no tanto de lo que dijeron los candidatos (¿por qué casi nunca se presta atención a lo que se calla?) sino de la chica que apareció unos cuantos segundos para robarse el show a fuerza de mostrar un poco la carne. Esa es la democracia de acá. Pero no puedo opinar demasiado de algo que no terminé de ver.

Por mi parte sigo pensando en Moneyball, en lo mucho que me gustan el cine y los deportes, en que quizá mirar esa película es lo que me ha hecho llegar en safe hasta este día, luego de un desastroso fin de semana y de la misma basura laboral de todas las semanas. Inspiración, reitero, algo que jamás hubiera encontrado en lo que miraba antes de encender el DVD.

lunes, 7 de mayo de 2012

En octubre del año pasado escribí aquí una entrada acerca retomar mi vieja idea sobre lo que quisiera hacer en mi vida: escribir. Apenas unas horas después nuevamente mi debilidad emocional lo echó por la borda y desde entonces suspendí la lectura de Daytripper, la novela gráfica que más emoción me causó el año pasado. Suspendí otras lecturas y he seguido haciéndolo. Lo que vino en los dos meses restantes del año fue alimentar mi necio optimismo. Hoy ya estoy en el quinto mes del año y a pesar de las intenciones no había resuelto escribir nada aquí. Sin embargo, los eventos se suceden y los ciclos se abren y cierran en esa eterna espiral que es la vida. Sigo seguro e inseguro, nunca satisfecho, siempre dudando. Un puñado de palabras me arde en la garganta, pero habrán de hallar su salida por los dedos. Hoy como muchas veces me siento fuera de mí. He acumuludo en mi cabeza los rostros evocados de todas aquellas personas que me han hecho algún daño con saña o por descuido, grande o pequeño, pero que de cualquier manera ha trascendido de alguna forma en mí. Creo que cada vez confío menos en mis habilidades y veo más lejana la vida que en mi imaginación se prefigura tranquila o al menos sin dolor. Y entonces vuelven esos rostros burlones a reiterarme que yo no estoy del lado de los ganadores, como ellos. Y las opciones son alimentar el rencor y proyectar alguna estúpida idea de venganza, casi siempre en un plato demasiado frío y que cada día encuentro más carente de sentido. Sin embargo, hoy asomó una especie de variante. Hace unos días, en una película o en cualquier lugar (no recuerdo el dato con certeza) escuché o leí que la mejor venganza contra cualquier persona es tener una buena vida. Hoy lo rememoré y quedé nuevamente en total acuerdo. Además pensé que vivir bien es en realidad la única revancha que la existencia deja a nuestro alcance; mientras no lo hagamos, los demás nos seguirán ganando.