miércoles, 29 de julio de 2009

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Pensé que mi vocación autodestructiva había echado a dormir. Pensé que había alcanzado cierto grado de conocimiento, de aprendizaje, y por lo tanto de paz más o menos estable. Sin embargo, pareciera que siempre termino saboteando lo que significa felicidad, y sin darme plena cuenta. Quizás habemos personas que nacimos para ir y venir de la vida de otros, o viceversa: personas cuya vida es una larga procesión de gente diciendo adiós. No lo sé. ¿Nacimos para permanecer solos? Tampoco lo sé... sí, nunca sé nada...
Por el momento repito en mi mente los versos de una canción: "Debo aprender que un pasado no hay, todo es literatura. Debo comprender que la memoria es letal, es trampa es sepultura"...
Todo debiera ser literatura...

A modo de algo... un vídeo... de otra canción...

domingo, 26 de julio de 2009

Fotografía

El poder curativo de una canción me sigue maravillando. Hoy por la mañana escuché a Jumbo y la melodía se llevó la mala vibra que me rondaba como mala luna.
Dejo este vídeo en particular para Yoyo: esta es la canción que recordé ayer en tu casa...



viernes, 24 de julio de 2009

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Hoy por la mañana recordé una canción de Sistema, y hace unos minutos me encontré esto...


soy el inconforme

Apenas dos horas despierto y este día ya ha tenido variedad.

Lo jodido: levantarse para laborar, ¡caray es viernes! La semana laboral debería ser de cuatro días.

Lo malo: los cinco minutos de convivencia con mi madre, cada día nos entendemos menos, cada día tenemos menos de qué hablar, o siendo más claro tendría que decir que cada día la comprendo menos y me desespera más... aunque no deja de doler.

Lo raro: una sensación de tráfico inagotable en mi alma, un cruzamiento de ideas y sentimientos que me dejan sin saber...

Lo contradictorio: el horóscopo me dice que hoy puedo demostrarle a quienes quiero lo mucho que importan, que puedo ser apoyo y buen consejo, pero en realidad hoy quiero encerrarme en mí, ser un anacoreta las horas que me queden libres luego del trabajo, incluso buscarlo mientras laboro (esta hora de trabajo ha tenido mayor paz que la que le antecedió).

Lo que tuvo efecto: escuchar a Calamaro mientras manejaba. Se repetía un nombre y una imagen, un concierto compartido, de los mejores que he vivido.

Un recuerdo constante: ayer vi a un amigo. El olvido de ayer: decirle que su novela además de gustarme me regresó cierto ánimo por dedicarme a escribir lo propio, lo mío, sin otro sentido que el escribirlo en sí. ¿Recordará lo que le dije de Bonsái? Porque fue un efecto similar...

Otro recuerdo constante: ayer por la noche regresaba a casa y en la radio comenzó a sonar Operator. Me concentré tanto en cantarla que de un momento a otro simplemente estaba afuera del edificio a la espera de que terminara para seguir con mi vida. Fue un lapso de fuga, un oasis musical. (There's something in my eyes, you know it happens every time...)

En los últimos días me he dedicado a darme golpes de nostalgia y de melancolía, a recurrir a viejos malos hábitos. ¿Quién demonios soy? sigue siendo una pregunta abierta; porque soy múltiple y me desdoblo. Soy el que se siente feliz, soy el inconforme. Hoy una idea, mañana iniciando capítulos inconclusos, ¿cuántos hay?, he perdido la cuenta, he olvidado los rostros.

La labor de hoy es olvidar el resto. Ser yo conmigo mismo y sólo conmigo, solo.

miércoles, 22 de julio de 2009

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Otro de mis vídeos favoritos. ¿Hará falta explicar por qué?
En estos días lo veré con Corso :)


martes, 21 de julio de 2009

Getting away...

A veces la música describe mejor los sentimientos de ciertos días.
Hoy me siento como esta canción, como este vídeo que es de mis favoritos.

viernes, 17 de julio de 2009

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Quiero tapar el sol con un dedo, buscarle tres pies a un gato y que el olmo me dé peras. Quiero borrar la palabra "no" de mi léxico, del diccionario personal que cada vez me parece más pequeño. Quiero despertar, decir "por hoy no" y seguir durmiendo. Me siento feliz, pero aún queda un algo intangible que espero pronto alcanzar. Quiero sentirme dueño de lo que venga por delante, saber cuándo será el último día que por las mañanas vea el letrero "Vive tu viaje", y saber que es la última vez que lo vea precisamente porque vivo mi viaje, aquel que elija no por necesidad, sino por necedad. Si Miguel tiene razón y la literatura nos ha arruinado la vida, espero dirigirme con paso firme hacia la ruina.

jueves, 16 de julio de 2009

2 cuentos de Hemingway

Arriesgándome a alguna complicación por cosas de derechos de autor, me permito reproducir aquí mis dos cuentos favoritos de Hemingway, de los cuales le platiqué a Mariana, así que en especial se los dejo a ella.


Un lugar limpio y bien iluminado

Era tarde y todos habían salido del café con excepción de un anciano que estaba sentado a la sombra que hacían las hojas del árbol, iluminado por la luz eléctrica. De día la calle estaba polvorienta, pero por la noche el rocío asentaba el polvo y al viejo le gustaba sentarse allí, tarde, porque aunque era sordo y por la noche reinaba la quietud, él notaba la diferencia. Los dos camareros del café notaban que el anciano estaba un poco ebrio; aunque era un buen cliente sabían que si tomaba demasiado se iría sin pagar, de modo que lo vigilaban.

-La semana pasada trató de suicidarse -dijo uno de ellos.

-¿Por qué?

-Estaba desesperado.

-¿Por qué?

-Por nada.

-¿Cómo sabes que era por nada?

-Porque tiene muchísimo dinero.

Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa próxima a la pared, cerca de la puerta del café, y miraban hacia la terraza donde las mesas estaban vacías, excepto la del viejo sentado a la sombra de las hojas, que el viento movía ligeramente. Una muchacha y un soldado pasaron por la calle. La luz del farol brilló sobre el número de cobre que llevaba el hombre en el cuello de la chaqueta. La muchacha iba descubierta y caminaba apresuradamente a su lado.

-Los guardias civiles lo recogerán -dijo uno de los camareros.

-¿Y qué importa si consigue lo que busca?

-Sería mejor que se fuera ahora. Los guardias han pasado hace cinco minutos y volverán.

El viejo sentado a la sombra golpeó su platillo con el vaso. El camarero joven se le acercó.

-¿Qué desea?

El viejo lo miró.

-Otro coñac -dijo.

-Se emborrachará usted -dijo el camarero. El viejo lo miró. El camarero se fue.

-Se quedará toda la noche -dijo a su colega-. Tengo sueño y nunca puedo irme a la cama antes de las tres de la mañana. Debería haberse suicidado la semana pasada.

El camarero tomó la botella de coñac y otro platillo del mostrador que se hallaba en la parte interior del café y se encaminó a la mesa del viejo. Puso el platillo sobre la mesa y llenó la copa de coñac.

-Debía haberse suicidado usted la semana pasada -dijo al viejo sordo. El anciano hizo un movimiento con el dedo.

-Un poco más -murmuró.

El camarero terminó de llenar la copa hasta que el coñac desbordó y se deslizó por el pie de la copa hasta llegar al primer platillo.

-Gracias -dijo el viejo.

El camarero volvió con la botella al interior del café y se sentó nuevamente a la mesa con su colega.

-Ya está borracho -dijo.

-Se emborracha todas las noches.

-¿Por qué quería suicidarse?

-¿Cómo puedo saberlo?

-¿Cómo lo hizo?

-Se colgó de una cuerda.

-¿Quién lo bajó?

-Su sobrina.

-¿Por qué lo hizo?

-Por temor de que se condenara su alma.

-¿Cuánto dinero tiene?

-Muchísimo.

-Debe tener ochenta años.

-Sí, yo también diría que tiene ochenta.

-Me gustaría que se fuera a su casa. Nunca puedo acostarme antes de las tres. ¿Qué hora es ésa para irse a la cama?

-Se queda porque le gusta.

-Él está solo. Yo no. Tengo una mujer que me espera en la cama.

-Él también tuvo una mujer.

-Ahora una mujer no le serviría de nada.

-No puedes asegurarlo. Podría estar mejor si tuviera una mujer.

-Su sobrina lo cuida.

-Lo sé. Dijiste que le había cortado la soga.

-No me gustaría ser tan viejo. Un viejo es una cosa asquerosa.

-No siempre. Este hombre es limpio. Bebe sin derramarse el líquido encima. Aun ahora que está borracho, míralo.

-No quiero mirarlo. Quisiera que se fuera a su casa. No tiene ninguna consideración con los que trabajan.

El viejo miró desde su copa hacia la calle y luego a los camareros.

-Otro coñac -dijo, señalando su copa. Se le acercó el camarero que tenía prisa por irse.

-¡Terminó! -dijo, hablando con esa omisión de la sintaxis que la gente estúpida emplea al hablar con los beodos o los extranjeros-. No más esta noche. Cerramos.

-Otro -dijo el viejo.

-¡No! ¡Terminó! -limpió el borde de la mesa con su servilleta y meneó la cabeza.

El viejo se puso de pie, contó lentamente los platillos, sacó del bolsillo un monedero de cuero y pagó las bebidas, dejando media peseta de propina.

El camarero lo miraba mientras salía a la calle. El viejo caminaba un poco tambaleante, aunque con dignidad.

-¿Por qué no lo dejaste que se quedara a beber? -preguntó el camarero que no tenía prisa. Estaban bajando las puertas metálicas-. Todavía no son las dos y media.

-Quiero irme a casa.

-¿Qué significa una hora?

-Mucho más para mí que para él.

-Una hora no tiene importancia.

-Hablas como un viejo. Bien puede comprar una botella y bebérsela en su casa.

-No es lo mismo.

-No; no lo es -admitió el camarero que tenía esposa-. No quería ser injusto. Sólo tenía prisa.

-¿Y tú? ¿No tienes miedo de llegar a tu casa antes de la hora de costumbre?

-¿Estás tratando de insultarme?

-No, hombre, sólo quería hacerte una broma.

-No -el camarero que tenía prisa se irguió después de haber asegurado la puerta metálica-. Tengo confianza. Soy todo confianza.

-Tienes juventud, confianza y un trabajo -dijo el camarero de más edad-. Lo tienes todo.

-¿Y a ti, qué te falta?

-Todo; menos el trabajo.

-Tienes todo lo que tengo yo.

-No. Nunca he tenido confianza y ya no soy joven.

-Vamos. Deja de decir tonterías y cierra.

-Soy de aquellos a quienes les gusta quedarse hasta tarde en el café -dijo el camarero de más edad-, con todos aquellos que no desean irse a la cama; con todos los que necesitan luz por la noche.

-Yo quiero irme a casa y a la cama.

-Somos muy diferentes -dijo el camarero de más edad. Se estaba vistiendo para irse a su casa-. No es sólo una cuestión de juventud y confianza, aunque esas cosas son muy hermosas. Todas las noches me resisto a cerrar porque puede haber alguien que necesite el café.

-¡Hombre! Hay bodegas abiertas toda la noche.

-Tú no entiendes. Este es un café limpio y agradable. Está bien iluminado. La luz es muy buena y también, ahora, las hojas hacen sombra.

-Buenas noches -dijo el camarero más joven.

-Buenas noches -dijo el otro. Continuó la conversación consigo mismo mientras apagaba las luces. Es la luz por supuesto pero es necesario que el lugar esté limpio y sea agradable. No quieres música. Definitivamente no quieres música. Tampoco puedes estar frente a una barra con dignidad aunque eso sea todo lo que proveemos a estas horas. ¿Qué temía? No era temor, no era miedo. Era una nada que conocía demasiado bien. Era una completa nada y un hombre también era nada. Era sólo eso y todo lo que se necesitaba era luz y una cierta limpieza y orden. Algunos vivieron en eso y nunca lo sintieron pero él sabía que todo eso era nada y pues nada y nada y pues nada. Nada nuestra que estás en nada,nada sea tu nombre nada tu reino nada tu voluntad así en nada como en nada. Danos este nada nuestro pan de cada nada y nada nuestros nada como también nosotros nada a nuestros nada y no nos nada en la nada mas líbranos de nada; pues nada. Ave nada llena de nada, nada está contigo. Sonrió y estaba frente a una barra con una cafetera a presión brillante.

-¿Qué le sirvo?- preguntó el barman.

-Nada.

-Otro loco más -dijo el barman y le dio la espalda.

-Una copita- dijo el camarero.

El barman se la sirvió.

-La luz es bien brillante y agradable pero la barra está opaca -dijo el camarero.

El cantinero lo miró fijamente pero no respondió. Era demasiado tarde para comenzar una conversación.

-¿Quiere otra copita? -preguntó el barman.

-No, gracias -dijo el camarero, y salió. Le disgustaban los bares y las bodegas. Un café limpio, bien iluminado, era algo muy distinto. Ahora, sin pensar más, volvería a su cuarto. Yacería en la cama y, finalmente, con la luz del día, se dormiría. Después de todo, se dijo, probablemente sólo sea insomnio. Muchos deben sufrir de lo mismo.



Colinas como elefantes blancos

Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles. Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas. El americano y la muchacha que iba con él tomaron asiento a una mesa a la sombra, fuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía dos minutos en este entronque y luego seguía hacia Madrid.


-¿Qué tomamos? —preguntó la muchacha. Se había quitado el sombrero y lo había puesto sobre la mesa.

-Hace calor —dijo el hombre.

-Tomemos cerveza.

-Dos cervezas —dijo el hombre hacia la cortina.

-¿Grandes? —preguntó una mujer desde el umbral.

-Sí. Dos grandes.

La mujer trajo dos tarros de cerveza y dos portavasos de fieltro. Puso en la mesa los portavasos y los tarros y miró al hombre y a la muchacha. La muchacha miraba la hilera de colinas. Eran blancas bajo el sol y el campo estaba pardo y seco.

-Parecen elefantes blancos —dijo.

-Nunca he visto uno-. El hombre bebió su cerveza.

-No, claro que no.

-Nada de claro -dijo el hombre-. Bien podría haberlo visto.

La muchacha miró la cortina de cuentas.

-Tiene algo pintado -dijo-. ¿Qué dice?

-Anís del Toro. Es una bebida.

-¿Podríamos probarla?

-Oiga -llamó el hombre a través de la cortina.

La mujer salió del bar.

-Cuatro reales

-Queremos dos de Anís del Toro.

-¿Con agua?

-¿Lo quieres con agua?

-No sé -dijo la muchacha-. ¿Sabe bien con agua?

-No sabe mal.

-¿Los quieren con agua? -preguntó la mujer.

-Sí, con agua.

-Sabe a orozuz -dijo la muchacha y dejó el vaso.

-Así pasa con todo.

-Sí -dijo la muchacha- Todo sabe a orozuz. Especialmente las cosas que uno ha esperado tanto tiempo, como el ajenjo.

-Oh, basta ya.

-Tú empezaste -dijo la muchacha-. Yo me divertía. Pasaba un buen rato.

-Bien, tratemos de pasar un buen rato.

-De acuerdo. Yo trataba. Dije que las montañas parecían elefantes blancos. ¿No fue ocurrente?

-Fue ocurrente.

-Quise probar esta bebida. Eso es todo lo que hacemos, ¿no? ¿Mirar cosas y probar bebidas?

-Supongo.

La muchacha contempló las colinas.

-Son preciosas colinas -dijo-. En realidad no parecen elefantes blancos. Sólo me refería al color de su piel entre los árboles.

-¿Tomamos otro trago?

-De acuerdo.

El viento cálido empujaba contra la mesa la cortina de cuentas.

-La cerveza está buena y fresca -dijo el hombre-.

-Es preciosa -dijo la muchacha.

-En realidad se trata de una operación muy sencilla, Jig -dijo el hombre-. En realidad no es una operación.

La muchacha miró el piso donde descansaban las patas de la mesa.

-Yo sé que no te va a afectar, Jig. En realidad no es nada. Sólo es para que entre el aire.

La muchacha no dijo nada.

-Yo iré contigo y estaré contigo todo el tiempo. Sólo dejan que entre el aire y luego todo es perfectamente natural.

-¿Y qué haremos después?

-Estaremos bien después. Igual que como estábamos.

-¿Qué te hace pensarlo?

-Eso es lo único que nos molesta. Es lo único que nos hace infelices.

La muchacha miró la cortina de cuentas, extendió la mano y tomó dos de las sartas.

-Y piensas que estaremos bien y seremos felices.

-Lo sé. No debes tener miedo. Conozco mucha gente que lo ha hecho.

-Yo también -dijo la muchacha-. Y después todos fueron tan felices.

-Bueno -dijo el hombre-, si no quieres no estás obligada. Yo no te obligaría si no quisieras. Pero sé que es perfectamente sencillo.

-¿Y tú de veras quieres?

-Pienso que es lo mejor. Pero no quiero que lo hagas si en realidad no quieres.

-Y si lo hago, ¿serás feliz y las cosas serán como eran y me querrás?

-Te quiero. Tú sabes que te quiero.

-Sí, pero si lo hago, ¿nunca volverá a parecerte bonito que yo diga que las cosas son como elefantes blancos?

-Me encantará. Me encanta, pero en estos momentos no puedo disfrutarlo. Ya sabes cómo me pongo cuando me preocupo.

-Si lo hago, ¿nunca volverás a preocuparte?

-No me preocupará que lo hagas, porque es perfectamente sencillo.

-Entonces lo haré. Porque yo no me importo.

-¿Qué quieres decir?

-Yo no me importo.

-Bueno, pues a mí sí me importas.

-Ah, sí. Pero yo no me importo. Y lo haré y luego todo será magnífico.

-No quiero que lo hagas si te sientes así.

La muchacha se puso en pie y caminó hasta el extremo de la estación. Allá, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo largo de las riberas del Ebro. Muy lejos, más allá del río, había montañas. La sombra de una nube cruzaba el campo de grano y la muchacha vio el río entre los árboles.

-Y podríamos tener todo esto -dijo-. Y podríamos tenerlo todo y cada día lo hacemos más imposible.

-¿Qué dijiste?

-Dije que podríamos tenerlo todo.

-Podemos tenerlo todo.

-No, no podemos.

-Podemos tener todo el mundo.

-No, no podemos.

-Podemos ir a donde quiera.

-No, no podemos. Ya no es nuestro.

-Es nuestro.

-No, ya no. Y una vez que te lo quitan, nunca lo recobras.

-Pero no nos los han quitado.

-Ya veremos tarde o temprano.

-Vuelve a la sombra -dijo él-. No debes sentirte así.

-No me siento de ningún modo -dijo la muchacha-. Nada más sé cosas.

-No quiero que hagas nada que no quieras hacer…

-Ni que no sea por mi bien -dijo ella-. Ya sé. ¿Tomamos otra cerveza?

-Bueno. Pero tienes que darte cuenta…

-Me doy cuenta -dijo la muchacha. ¿No podríamos callarnos un poco?

Se sentaron a la mesa y la muchacha miró las colinas en el lado seco del valle y el hombre la miró a ella y miró la mesa.

-Tienes que darte cuenta -dijo- que no quiero que lo hagas si tú no quieres. Estoy perfectamente dispuesto a dar el paso si algo significa para ti.

-¿No significa nada para ti? Hallaríamos manera.

-Claro que significa. Pero no quiero a nadie más que a ti. No quiero que nadie se interponga. Y sé que es perfectamente sencillo.

-Sí, sabes que es perfectamente sencillo.

-Está bien que digas eso, pero en verdad lo sé.

-¿Querrías hacer algo por mi?

-Yo haría cualquier cosa por ti.

-¿Querrías por favor por favor por favor por favor callarte la boca?

Él no dijo nada y miró las maletas arrimadas a la pared de la estación. Tenían etiquetas de todos los hoteles donde habían pasado la noche.

-Pero no quiero que lo hagas -dijo-, no me importa en absoluto.

-Voy a gritar -dijo la muchacha.

La mujer salió de la cortina con dos tarros de cerveza y los puso en los húmedos portavasos de fieltro.

-El tren llega en cinco minutos -dijo.

-¿Qué dijo? -preguntó la muchacha.

-Que el tren llega en cinco minutos.

La muchacha dirigió a la mujer una vívida sonrisa de agradecimiento.

-Iré llevando las maletas al otro lado de la estación -dijo el hombre. Ella le sonrió.

-De acuerdo. Ven luego a que terminemos la cerveza.

Él recogió las dos pesadas maletas y las llevó, rodeando la estación, hasta las otras vías. Miró a la distancia pero no vio el tren. De regresó cruzó por el bar, donde la gente en espera del tren se hallaba bebiendo. Tomó un anís en la barra y miró a la gente. Todos esperaban razonablemente el tren. Salió atravesando la cortina de cuentas. La muchacha estaba sentada y le sonrió.

-¿Te sientes mejor? -preguntó él.

-Me siento muy bien -dijo ella-. No me pasa nada. Me siento muy bien.

Ayer...

De vez en cuando uno vuelve la vista hacia atrás y descubre lo mucho que ha recorrido, las cosas que han quedado detrás en el camino, los días, los hechos, las memorias que nunca desaparecen pero se se esconden para asaltarnos cuando menos uno lo espera. Ayer compré un CD de la que fue mi banda mexicana de rock favorita durante muchos años, de hecho, sólo de tres me he declarado seguidor (Víctimas, Fobia y Zurdok). Recordé muchas cosas que en todo caso me cargaron de una dotación de nostalgia que me llevó a otras esferas de realidad, todas relacionadas con la música de alguna manera, diversas bandas, cantantes, espacios, amigos. Por aquélla época preparatoriana mi banda favorita y mi cantante favorito no eran tan conocidos como ahora, o quizá lo eran, pero en el momento de los conciertos había una atmósfera hasta cierto punto familiar, que no era sólo la poca cantidad de gente.
Dos cosas conservo: el autógrafo de El Abulón (vocalista de Víctimas del Dr. Cerebro), con un dibujo y toda la buena onda, y la canción Carta a Francia, con las notas para guitarra y de puño de Fernando Delgadillo...
Hoy por la mañana recordé los versos de Ponte las pilas, que dice algo así:

Debió haber sido el embrujo
de la guitarra que se acostó a mi lado,
que me desperté alumbrado,
ya te acordarás cómo es
cuando todo lo que sientes se convierte en lo que ves...
(aquí va una fecha que adapté a este día)

y seguí tarareando. Pensé en esas canciones no grabadas, en esas que conocíamos más en privado quienes seguíamos a Fernando y en cómo de alguna manera la popularidad le jugó chueco (ya no es lo mismo en sus composiciones). Busqué un video en youtube, que por supuesto no encontré. Hallé uno de otra canción que antes fue de esas más "privadas", y ahora la comparto, al igual que aquella que poseo en papel (por su relación con Ponte las pilas). 






Ayer platiqué con Mariana sobre varias cosas que sucedieron con la Víctimas, cosas que he preferido reservarme... Dejo también algo de Víctimas del Dr. Cerebro Show: una canción que originalmente grabaron en el LP Tecnopal y otra del primer CD con emi. Sí, así de ecléctico era y seguiré siendo...



martes, 14 de julio de 2009

...

Hoy, gracias a esta canción, apareció una sonrisa en mi rostro y hasta el momento permanece...

lunes, 13 de julio de 2009

...

Malos días, mal fin de semana, mal humor, mala vibra, mala vida, malo todo, hubiera sido mejor reducirlo a esas últimas dos palabras, pero no tengo ánimo de borrar mis errores, no este día. Pienso en mil frases, en las consecuencias... ¿en verdad tienen consecuencias las palabras? Una y otra vez la vida y las personas me han demostrado que es verdad que las palabras se las lleva el viento... pero, ¿puedo pensar esto cuando lo que pretendo es que algún día pueda usar las palabras para escribir una obra que valga la pena?
No lo sé. Hoy tengo arremolinado el odio, el amor, el desamor, el rencor, el optimismo, la claridad... y quisiera desterrar por un momento los aspectos positivos, pero me sentiría como un niño encaprichado, con ojos llorosos y mocos simplemente berreando: jódanse, jódanse todos. Por otra parte no puedo continuar con optimismo, no hoy, y lo peor es que sólo dos aspectos de mi vida no terminan de cuajar, de dar luz aunque sea por unos meses. Así que decir que todo estará bien me resulta inverosímil, un poco estúpido, y sin embargo sé que al final me dirigiré a ese camino.
Pero hoy, mentalmente, fui sólo uno con mi lenta y corrosiva furia. Por hoy he mandado a todos al carajo en las letras no impresas de este blog. Por hoy me he fundido con el deseo de desterrar fantasmas de una vez por todas aunque siempre terminen reapareciendo. Por hoy me he dado un toque veneno y pienso, me interrogo, si no será un paso necesario para dar de una vez por todas un giro la perra vida.
Soledad, silencio, furia en la venas... y después calma, tranquilidad, la perseguida paz.

jueves, 9 de julio de 2009

Éxito

Ayer pensé y algo reflexioné sobre lo que significa el éxito. Todo se desató a raíz de la plática que sostuve con un buen amigo hace un par de días. No sé por qué, pero las últimas ocasiones en que nos hemos reunido buena parte de la charla se dirige a los asuntos laborales, aunque a decir verdad más que nada él habla y yo escucho; hablar de mi trabajo no es lo que más disfruto, aunque haga algo que en cierta medida me agrada.
De ahí la conversación deriva en las retribuciones salariales y en otras cosas que no vienen a cuento. Lo cierto es que esas pláticas también derivan en qué es lo que busca la gente, qué se considera éxito y fracaso. Es un tema harto complejo, pues cada quien tiene el derecho de buscar aquello que le satisfaga. Desde mi particular punto de vista el éxito simplemente depende de alcanzar aquello que uno se propone, siempre y cuando no dañe a otro ser vivo. He sido criticado y adjetivado de las peores maneras por ciertas ideas que tengo, porque no concuerdo con lo que algunas personas quieren o han esperado de mí, o por no compartir sus ideas de éxito. A veces incluso me he preguntado si mi idea está mal, o por lo menos un tanto torcida. En fin, en este momento me siento bien con lo que he logrado, me siento feliz y lo disfruto, pero sé que aún me falta más. Considero que una parte la tengo ganada, pues para mí el éxito no radica únicamente en conseguir algo, sino en el mismo esfuerzo que nos lleva hasta la meta; en disfrutar dicho esfuerzo. Recuerdo una escena de una de mis películas favoritas (Jerry Maguire) en la que el personaje Dicky Fox habla del éxito, y es una idea muy similar a la que tengo...

martes, 7 de julio de 2009

Blues...

Este blog comenzó con varias ideas y el impulso de generar un par o más de exorcismos. Desde hace meses he sentido que el blog, tal cual era, cumplió un ciclo. Pensé en ya no escribir más, en dejarlo ahí viviendo en el espacio intangible que es la red. Pensé iniciar otro y en todo lo que acompaña eso: un nombre, una dirección, una idea. Si embargo, este blog ha venido a ser la constancia de los días, y por lo tanto de lo que ha sido mi vida en apenas dos años. Esa vida hoy está muy lejos de la que era entonces. Hoy las cosas se mueven en planos diferentes, y digo diferentes porque me parece más apropiado que decir opuestos. En fin, no puedo dejar algo que muestra mucho más parte de mí de lo que a veces suelo mostrar en persona. No puedo abandonarlo, pero es necesario dejar constancia de que ya no escribo en la misma hoja. Por eso comparto un poema de José Carlos Becerra, un poema del que me apropié tanto que a él se le debe algo de este blog. Ya antes había lo había pensado, pero también sabía que no era el momento, que éste llegaría cuando fuera preciso, al menos me negaba a escribirlo alguno de los días en que mi ánimo no está muy alto... Hoy lo comparto con serenidad y también advierto que aunque sea otra mi circunstancia sigue presente el gusto por la poesía contenida en sus palabras. Este blog continúa; es otro aunque no cambie nombre ni dirección, creo que no es necesario ser tan radical... ya veremos qué pienso más adelante.


Blues 

No era necesaria una nueva acometida de la soledad
para que lo supiera.
Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.
Donde goteaba luceros una noche
sobre unos hombros limpios como verdad mostrada,
sólo queda una brisa sin destino.
Donde una mujer fundara un beso,
sólo árboles postrados al invierno.

Y no era necesario decirlo.
El corazón sin que sea una lágrima
puede sombrear las mejillas.

La ventana da a la tristeza.
Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia
me penetra en el pecho para lamer mi corazón.

El aire es una mano que está hojeando mi frente.
Mi frente donde la luna es una inscripción,
una voz esculpiendo su olvido.

Como humo la luna se levanta
de entre las ruinas del atardecer.
Es muy temprano en ese azul sin rostro.
No era necesario enturbiar la soledad
con el polvo de un beso disuelto.
No era necesario
memorizar la noche en una lágrima.

Labios sobrecogidos de olvido,
pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose,
ruido de nubes que el otoño piensa.

Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua
donde el anochecer flota en silencio.
Hay una rama de árbol como un brazo esculpido
por algún abandono.

Hay miradas y cartas donde la noche
puso en marcha al vacío,
a las frentes que extinguen su remoto color
sobre letras que enlazan señales de viaje.

Aquí está la tarde.
Puede enrolarse en ella quien esté enamorado.
Aquí está la tarde para designar una ausencia.

Suena en mi pecho el mundo
como un árbol ganado por el viento.

No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo
puede ser otra mano evaporándose.

Invernará la noche en mi pecho.
No era necesario saberlo.
No tiene importancia.
Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero.

viernes, 3 de julio de 2009

...

Creo que en general, no sólo a mí sino al resto de las personas, nos da más trabajo hablar de la felicidad que de la tristeza. En mi caso puedo decir que es por la familiaridad con una de ellas. Me ha costado mucho hablar sobre la felicidad, resulta ridículamente difícil declarar dos palabras: soy feliz. Parte costumbre, parte precaución ante la señora suerte, parte de temor a que se rompa el encanto, y otro tanto por olvidar lo mutante que es el mundo y olvidar las constantes transformaciones en la vida. En fin, hoy por la mañana me sorprendí escuchando no la música que escucho cuando quiero mejorar mi humor, sino la que un día vislumbre que escucharía por las mañanas cuando fuera feliz... Lo mejor fue que lo hice y hasta después llegó la conciencia del recuerdo.


jueves, 2 de julio de 2009

Changes

Frente a las situaciones de la semana pasada (algunas de las cuales extendieron sus garras hasta ésta) hubieron algunos detalles que hicieron la nota de los días para sonreír un poco. Un vídeo sobre protección solar y una canción de David Bowie fueron los puntos donde alcance que esa sonrisa fuese duradera y donde recordé la paz que ha venido acompañándome. Dejo el vídeo de la canción de Bowie, caracterizado como Ziggy Stardust, ojalá pongan atención a la letra...

Time may change me, but I can't trace time...

miércoles, 1 de julio de 2009

Regreso a la caverna

Respecto de la situación en Honduras, con el título Regreso a la caverna, Sergio Ramírez publicó hoy, en el periódico mexicano La Jornada, un artículo que me pareció interesante y del cual me permito reproducir unos párrafos.

El golpe militar consumado contra el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, ha representado para América Latina el regreso a la era de las cavernas, cuando era signo común que los ejércitos actuaran como árbitros finales del poder político. Los regimenes surgidos de los golpes militares fueron un mal propio de Centroamérica por décadas, lo que ganó a estos países el triste título de repúblicas bananeras, denominador común que se extendió hacia todos aquellos otros donde hubiera un ejército dispuesto a ejercer sus prerrogativas de gorilato.
Las imágenes de las calles de Tegucigalpa que vimos en la televisión, con los tanques de guerra y los carros blindados en agresivo despliegue, y las patrullas de soldados en atuendo de combate, volvieron a poner el reloj en la hora más negra de un pasado que parecía sepultado para siempre. Y un presidente levantado a la fuerza de su cama en la madrugada por un pelotón de militares encapuchados que invade su casa, subido en pijama a un avión y llevado a otro país, son también las imágenes de una vieja película que creíamos no volveríamos a ver jamás. Pero están allí, ante nuestros ojos, y corresponden a las realidades del siglo XXI.
Las justificaciones legales de toda la trama son torpes. He oído al diputado Roberto Micheletti, nombrado presidente de la república por el Congreso Nacional después del golpe para suceder a Zelaya, que la acción se debió a la orden de un juez, impartida a los mandos militares. Imaginen el tamaño de la artimaña. Un magistrado que da un mandamiento a quien no debe, porque el ejército no tiene funciones de policía más que bajo un régimen ocupación, y menos puede ordenar a los militares que saquen de su cama a un presidente debidamente electo, que goza de inmunidad, y que lo extrañen del país, desde luego que el destierro no existe ni como medida preventiva, ni como pena, bajo la ley. Sólo utilizar esta coartada es ya una vergüenza.
La magnitud de la agresión que ha sufrido el orden democrático en Honduras deja atrás cualquier debate acerca de la precaria situación en que el presidente Zelaya se había puesto en los días anteriores al golpe militar. Parado en el filo de la navaja, no supo hacer una lectura sensata del balance político de fuerzas, cuando todo se acumulaba en su contra. Horas antes de ser sacado violentamente de su casa y del país, había perdido el respaldo de la Asamblea Nacional, que luego votó de manera unánime su sustitución; de su propio partido, el Partido Liberal, cuyos diputados votaron todos por la sustitución, junto con los de los otros partidos; de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo Electoral y de la Fiscalía; de buen número de los medios de comunicación con los que había entrado en una áspera pugna, de las cúpulas de empresarios y de la jerarquía de la Iglesia católica. Se hallaba solo, y no parecía reparar en ello.
El presidente Zelaya se olvidó, Dios sabe por qué, del terreno que estaba pisando [...] Siento que el presidente Zelaya se vio en otro país que no era Honduras, y subestimó el poder de los estamentos conservadores, que miraron con antipatía y desconfianza su alineamiento con la izquierda populista que representan Chávez y Ortega, y su amistad con Fidel Castro, una legítima escogencia personal suya, de todas maneras. Es, al menos, uno de los argumentos que de manera solapada utiliza Micheletti para justificar el golpe: ha dicho que Zelaya, su correligionario liberal, cambió de ideología en el camino, y se volvió de izquierda, lo que al fin y al cabo le cobraron con el golpe militar.
Los errores de apreciación política del presidente Manuel Zelaya, que no advirtió el terreno que estaba pisando, y sus enfrentamientos con el orden legal para promover un cambio constitucional que le permitiera la relección, como es ahora el impulso de los líderes en el gobierno en no pocos países de América Latina, se vuelven anecdóticos. Fue depuesto de manera ilegal y brutal, y eso es lo que cuenta.
La prueba de fuego es ahora para la OEA, que debe demostrar si es capaz de hacer valer su Carta Democrática. No puede haber trasgresores del orden constitucional, ni los golpes militares pueden quedar en la impunidad.