miércoles, 12 de marzo de 2008

A falta de pan: compañeros en el camino o El día que no vi a Jarvis Cocker

El sábado comenzó con la llamada de Yoyo para despertarme y para confirmar su inasistencia al concierto. Por un momento, antes de volver a dormitar, pensé en que no teniendo un centavo para comer, no debería gastar dinero en trasladarme a Toluca, pagar un estacionamiento y alguna bebida durante al menos 9 horas de música, de la cual el 80 por ciento me resultaría desconocida. Sin embargo, reparé, he esperado ver a Jarvis Cocker desde que tenía 16 años (hoy ya casi tengo 28). Así que me relajé y dormité entre soñando cosas variopintas.
Una hora más tarde escuché la voz de Rodrigo gritando desde la calle. Mi primera reacción fue mirar el reloj. Mi amigo se había adelantado por casi dos horas. Me asomé a través de las persianas y vi que había llegado en un coche que no reconocí. El plan era salir a Toluca al medio día y esperar en el sitio del concierto a Omar y Daniela. Pensé que algún contratiempo había surgido. Me vestí rápidamente y bajé. Lo que vino a continuación fue el relato de la que supongo una de las peores noches que ha pasado mi amigo: unos asaltantes lo dejaron sin coche, sin ipod, sin celular, y por supuesto, sin boletos para el MX Beat. Él y su novia me explicaron las llamadas que hicieron a ticketmaster y marlboro. Nadie se haría responsable de los boletos. ¿Entonces para qué tanta mamada de registrarlos?, nos preguntamos todos.
El concierto me resultaba lo menos importante. Mi amigo estaba a salvo. Sano. Dentro de la mala fortuna tuvo la "suerte" de que no lo golpearan ni lo dañaran físicamente. Además, pensamos algunos amigos, por fin se deshizo de un auto que fue poco más que salado.
Rodrigo y Norma se fueron. Todavía tenían que arreglárselas con otras cosas... Mi día cambió por completo. No me sentí tan mal como hubiera supuesto. Todo alrededor del concierto fue complicado desde el inicio. Desde no alcanzar boletos en la venta, la oportunidad de conseguir uno por medio de Rodrigo, los malabares para conseguir el dinero, el no saber cómo ir y regresar, la desorganización y problemas que no vale la pena mencionar aquí. Muchas, demasiadas obstrucciones, incluyendo el deja vu del día anterior, el recuerdo de un mal sueño donde algo malo, peor que un simple mal presentimiento, se cernía sobre mí de manera fatal. Así que al final la mala suerte ganaba. Mi espera de 12 años seguiría prolongándose indefinidamente. Y sin embargo no me sentía tan mal, sino más bien tranquilo.
Luego vinieron las llamadas. A Omar, con quien comparto el gusto por Jarvis para avisarle el asalto que sufrió Igo y la obvia consecuencia de no asistir. La segunda llamada fue a Mariana.
Decidí aprovechar el día. Lavé mi coche, salí un ratito con mi perro y pasé la tarde junto a mi novia y su hermana. En algún momento, mientras manejaba, puse en el estéreo el disco This is hardcore de Pulp, y a modo de broma les comenté, a falta de pan...; a lo que reaccionaron con algunas risas cómplices de mi humor agridulce. Después traté de no pensar más en Jarvis.
En la noche pasamos a una tienda a buscar un juego de mesa que llevamos algunas semanas sin encontrar. Mientras me entretenía con un Elmo bebé, sonó mi celular. Del otro lado una voz familiar me dijo, está Jarvis, escucha, te dejo hasta que se acabe el crédito. La mala suerte sobrevino de inmediato, porque en la tienda subieron el volumen de la música. Sin embargo, fueron sólo unos segundos. Bastó moverme a otra parte, taparme bien la oreja libre y apoyarme. Escuchaba el sonido de una guitarra. Música, sólo música y sonido de gente. La voz Daniela diciéndole algo a Omar... y entonces la voz grave de Jarvis Cocker. De manera casi instantánea se me anudo la garganta y se me nubló la vista. Pude escuchar, sin reconocer la canción, la voz que he esperado y seguiré esperando. Pero la escuché lo más cerca que la he escuchado nunca. En algún lugar a no tantos kilómetros del supermercado donde estaba, Jarvis cantaba y mi amigo lo puso al teléfono para que lo escuchara como lo hice, evocando mil recuerdos, con un enjambre de emociones, con una sonrisa y lágrimas, con algún sentimiento que hasta ahora no sé describir, lo escuché, lo disfruté, hasta que el crédito del celular de Omar se agotó.
La historia con Omar es como un viaje en una montaña rusa: vertiginosamente pasamos de arriba a abajo, de un buen estado de ánimo al choque. Alguna vez le escribí que sabía que en ocasiones podíamos llegar a cagarnos. Pienso que a veces no nos entendemos y hasta podemos caernos tan mal mutuamente que podemos llegar al punto de preferir no vernos un par de días, pero jamás al grado de dejar de lado la amistad. Y ahora veo que eso es parte de lo bueno de mi amistad con Omar, porque significa que nos aceptamos como somos y continúa, con nuestras virtudes y defectos, con los puntos de encuentro y también los de desencuentro que en ocasiones incluso pueden alimentarla. Como bien me dijo, faltan muchos caminos por compartir y recorrer. Han sido muchas las coincidencias en momentos importantes de nuestras vidas; inicios y rupturas al mismo tiempo, lecturas, mucha música y anhelos, como bien refirió Omar en el diario de su Hi5 hace un par de meses.
El sábado al salir del súper mi coche no quiso encender. De esa manera se redondeó un día de mala suerte. Lo que pasó después no importa. Hoy el auto sigue sin funcionar y no está en mi casa. Sin embargo no importa. Ya saldrá algo bueno. Mientras tenga vida y gente que me quiere alrededor, creo que todo puede solucionarse. En la mañana del sábado dije a falta de pan... mientras escuchaba un disco de Pulp. Pero por la noche me di cuenta que a falta de pan, están los buenos amigos que alimentan el espíritu y hacen de esta vida algo no sólo llevadero, sino feliz. Ya nos tocará ver a Jarvis juntos algún día, en un regreso a México o mejor en Sheffield; entonces mi espera terminará y Omar seguirá ahí compartiendo camino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De algo podemos estar seguros, la montaña rusa puede ser un sube y baja pero nunca aburrida.

Felicidades hermano, ahi estaremos...