viernes, 18 de diciembre de 2009

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En la revista donde trabajo hay una sección dedicada a dar voz a los lectores. La mayor parte de los textos que llegan y se publican es respecto a personas que han fallecido. Mucho más que los artículos que he corregido o elaborado, casi siempre la voz de los lectores me saca por un momento de la oficina y me revela un lado más cálido en las personas. Hoy, no sé si es algo en el ambiente o la acumulación de pensamientos en los días pasados, esta situación se hizo más fuerte. Me pregunté ¿por qué la gente escribe de sus muertos?, ¿por qué no enviar algo distinto? Y la respuesta que aventuré fue que a final de cuentas es una manera de buscar la permanencia de los que ya no están. Me sentí identificado, porque yo con mis recuerdos y evocaciones no hago sino mantenerme cerca de los muertos, personas, situaciones o lugares, quizá yo mismo. Aquí estoy como siempre, a medio camino entre perderme en la nostalgia o sujetarme a la esperanza de lo que habrá de llegar, y aprendiendo aún a disfrutar el presente. En este momento dudo si he dejado ir lo que es conveniente que deje ir, si es verdad lo que me he dicho, lo que pienso, pero supongo que la pregunta será constante en mi vida, porque volver a los que ya no están (algunos siguen viviendo, lo que resulta más difícil), al que fui, a los lugares que no he vuelto a ver es una manera de asegurarme que he estado ahí, aquí, que no ha sido una tontería levantarme cada día (aunque algunos haya resultado muy difícil), que vale la pena la vida que llevo y, más que nunca y como siempre, las personas que están a mi lado sin importar tiempos y distancias.

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