martes, 20 de julio de 2010

No, no hay chamba...

Desde hace algunas semanas quería contar una historia que me pareció curiosa e ilustrativa de la idiosincrasia de buena parte de los mexicanos. Hoy me doy cuenta que faltaba llegar a este día para que tuviera sentido total.
Abordé un taxi porque salí retrasado hacia el trabajo. Minutos antes en mi mente analicé las ventajas o desventajas de pagar un viaje sólo a la estación del metro División del Norte, o seguir hasta Insurgentes para abordar el metrobús sin tener que caminar. Mi carencia económica decidió: División del Norte y caminar, ni modo. Subí al primer taxi que pasó. El taxista de inmediato comenzó a platicar con una familiaridad que en principio me desubicó, pues no lo conocía y además a esa hora de la mañana no me gusta platicar, menos con extraños. No recuerdo cómo ocurrió, pero la charla derivó en la difícil situación económica del país.
-Ha bajado mucho el pasaje.
-¿En verdad? ¡Qué mal! Pero la gente tiene menos dinero.
-Sí, ya no alcanza. Pero al patrón, al dueño del taxi, eso no le importa, él quiere su cuenta y punto.
-Sí, me imagino.
-Que no hubo pasaje, ni modo. Y uno trata de explicarles y no les importa, su dinero es su dinero y les vale madre uno. No, no hay chamba, y luego no saco para mi cuenta.
En ese momento nos acercábamos al destino. Pensé, ingenuamente, en algo para "ayudar" al taxista.
-¿Sabe qué?, mejor lléveme a Insurgentes.
-No, joven, es que ya voy a entregar.
Después de un silencio como respuesta a su respuesta, agregué:
-Okey, ¿cuánto le debo?
- Ya sabe, son diez pesos.
Extendí mi mano con una moneda y bajé riendo del auto. Aún lo escuché decirme:
-Ya sabe, cuando gusté siempre estoy por esta calle.
La diferencia entre lo que pagué y lo que pude haber pagado por el viaje hasta Insurgentes no es mucha, aunque proporcionalmente es el doble. Me pregunté y ahora vuelvo a preguntarme ¿cómo es que alguien se queja de que no hay trabajo, pero en el momento de tener una oportunidad, por insignificante que sea, la rechaza? La respuesta yace en una parte de la idiosincrasia mexicana, donde mejor es quejarse que conseguir soluciones a los problemas.
Ese mismo taxista suele quedarse estacionado en una esquina cerca de mi casa para realizar sólo un viaje de 10 o 12 cuadras hasta el metro. No le interesa salir de ahí. De vez en cuando, si se lo permite la suerte, lleva a dos o tres personas en un mismo viaje, aunque por supuesto cobra a cada uno la misma tarifa. Algunos días paso a su lado y en más de una ocasión me ha dicho: "Vámonos, joven", a lo que respondo que no, que gracias, que prefiero caminar. 
Hoy por la mañana salí muy atrasado al trabajo. Tomé un taxi y mientras esperaba pude notar que aquel taxista me veía desde lejos. Adivine una mirada de reproche, sobre todo porque caminó varios metros desde su taxi para comprobar que era yo quien esperaba otro auto. Sin embargo, no hizo ni el intento de manejar 20 metros hasta donde yo estaba. Hizo bien, de entrada yo sabía que no me llevaría a Insurgentes, aunque eso significara no tener chamba esta mañana.

6 comentarios:

yoyo dijo...

quien quita y solo te queria llevar por la platica jejej un abraso

Iván *El Gato Azulgrana. dijo...

Otra actitud incomprensible de una gran parte de la población es ese afán de querer ganar dinero en dos horas sin la más mínima fatiga (mental o física).

Saludos mi estimado Pepe.

Anónimo dijo...

¿Qué es lo que esta sociedad nos ha hecho para tener esa estúpida aprensión a hablar o a relacionarse o a sonreír a un "extraño"? Si en el extraño está uno mismo, si en la esencia del individuo está el relacionarse con sus semejantes y con su entorno... ¿Quién nos ha inculcado ese miedo y, sobretodo, con qué objetivo? He ahí la pregunta jj.

En segundo lugar, yo no conozco ni tengo siquiera oportunidad de conocer a ese taxista (ojalá pudiera), ¡a ese ser humano! Yo no sé cuáles son sus deseos ni sus angustias y a qué conclusiones con respecto al trabajo, al dinero y a la vida ha podido llegar. Y me temo que tú, sí, tú, trás ese breve intercambio de palabras y el posterior juicio (lo que debería llamarse postjuicio), tampoco. Yo no sé si ese hombre abomina, como yo, del dinero. Y se contenta viendo sus necesidades mínimas cubiertas. Yo no sé si ese hombre rechaza el "honor", el respeto que te dá el ser un digno trabajador, un idiota. Yo no sé si ese hombre ha decidido que es un hombre y que además es un hombre libre que no ha venido al mundo a enriquecer a otros con su esfuerzo y salud pero sobre todo con su valioso tiempo. Yo, en fin, no sé si ese hombre ha decidido desarrollarse como persona, potenciar sus capacidades y autorealizarse a pesar de que muchos le llamen perro. Yo no sé si a ese hombre le importará que le llamen perro, o no encajar demasiado con la sociedad o con el sistema que nos enseña a ser buenos esclavos suyos, buenos trabajadores... Yo, por último, no sé si ese pobre hombre, ese impresentable, valora más la cercanía, la compañía de las personas, el compartir que tanto cuesta a algunos, que un puñado de pesos...

Anónimo dijo...

Ahh ¡cómo ha cambiado este blog! Ahora también hay censura, los comentarios tienen, pues, que pasar por tus ojos que serán la criba que determine si son o no aptos para publicarse. ¡Abajo la libertad de expresión! ¡Abajo las conversacions plurales que puedan llevarnos a conclusiones distintas de las tuyas! ¡Qué bien!

Además de eso me gustaría darte la enhorabuena, y esta vez sinceramente, por tu blog, poca gente tiene la paciencia y las ganas de matenerlo vivo durante tanto tiempo.

JJ dijo...

No hay censura en este blog y cualquiera es libre de pensar lo que quiera y expresarlo donde quiera. No tengo que explicarlo, pero el candado a los comentarios es porque alguien comenzó a saturar los comentarios con spam. Desde que lo puse, no he rechazado ni rechazaré ningún comentario, a menos, obvio, que sea spam.

Sobre el taxista, el ser humano del que hablas, primero aclaro que no ha sido un breve intercambio de palabras, sino varios, como se entiende en mi texto. Segundo, me queda la duda de si despreciará el dinero, si acaso prefiere la compañía de la gente sobre un puñado de pesos, y ante todo lo dudo porque no concibo que alguien que cobra doble vez su trabajo pueda abominar el dinero.

Por otra parte, "perro", "impresentable", ¡vaya!, son adjetivos fuertes que salen del contexto de lo que escribí, y aunque dan para una buena conversación creo que no es el lugar ni el tiempo, quizá por otro medio (msn, gtalk, etc.) si gustas.

Por lo pronto me contento con comentar una cosa más: es cierto que algunas personas temen sonreír a los demás, pero algunas otras lo hacen hipócritamente... Gracias por el "enhorabuena esta vez sincero", tus palabras hacen pensar que en algún momento hubo un "enhorabuena no sincero", si es el caso, por favor, a la otra, si no es honesto el comentario, evítame la falsedad de leerte; mientras haya verdad en tus palabras, si te da la gana, puedes volver a este blog que no ha cambiado, y tu comentario será recibido, aun cuando no estés de acuerdo conmigo y aun cuando permanezcas oculto(a) y protegido(a) tras el anonimato de la red.

Anónimo dijo...

Soy yo otra vez, si no uso mi nombre no es por protegerme o por permanecer oculta, es: porque no me parece que aporte nada al comentario una firma, un nombre u otro que, en cualquier caso, no vas a reconocer; y porque mi extrema pereza me lleva a no usar mi cuenta de usuario y poner mi nombre o firmar con él.

Con respecto a lo de "y esta vez sinceramente" lo decía por mis comentarios inmediatamente anteriores, que eran puro sarcasmo.

En lo del taxista, quizá he exagerado un poco pero tampoco he puesto en tu boca palabras como "perro" o "impresentable, tan solo quería poner de manifiesto que el que elige no trabajar, el que se cotenta con poco, el que no consagra su vida al trabajo es considerado generalmente por la sociedad como un innoble, un parásito, un indolente, un vividor... Y yo me digo, ¿qué hay de malo en esa opción de vida? Para mí no es una vergüenza ni un deshonor reconocer que no me gusta trabajar, que no me gusta estar a las órdenes de nadie, ni prestando servicio a un igual, que no me gusta ganar una parte nimia de lo que produzco, que no me gusta que me impongan ocho horas de trabajo y me digan que es lo razonable, que no me gusta el estrés y el alienamiento del trabajo; y que no me gusta acabar aborreciendo lo que realmente me gusta hacer en la vida, porque me han estado explotando. Y no son palabras mayores. Esto es serio. No me gusta el dinero. Yo lo que quiero es vivir en paz y armonía con mis semejantes sin que nadie tenga que imponerme nada. No quiero poseer grandes sumas de dinero porque luego no sé lo que hacer con él.

Pido perdón doblemente. De un lado por haber insinuado que seas un censurador y de otro por haberte metido esta perorata sinsentido que a tu juicio, y quizá también al mío, no corresponde, Pero sucede que hay ciertos días que me encuentro especialmente sensible con respecto a algunos temas...

Un saludo, Eva Cbs