jueves, 26 de mayo de 2011

Otra época

Ayer tuve uno de esos recuerdos que me toman por sorpresa, sin motivo evidente. Mientras me hallaba en el trabajo, con la mente vagando en fantasías al mismo tiempo que laboraba en automático, vino a mi mente el recuerdo de estar junto a mi padre, algún día del fin de semana por la tarde, sentados frente al televisor que proyectaba un partido de tenis. Me acuerdo que no entendía mucho. No sé si mi papá me explicó de qué iba el juego. Para mí resultaba incomprensible una cuenta de 15 en 15 y luego de 10 en 10 (hasta la fecha desconozco los motivos). Sin embargo, lo más importante era ver a los jugadores, las expresiones de emoción de mi papá por alguna jugada o por el esfuerzo de los contrincantes. Me acuerdo muy particularmente de dos jugadores. El primero siempre se enojaba, reclamaba a los jueces, pero según mi padre era el mejor jugador que había pisado cualquier cancha de tenis. Papá disfrutaba los berrinches y los toques de genialidad de John Mcenroe como nunca lo he visto disfrutar el desempeño de algún otro deportista (salvo, quizá, Julio César Chávez, pero esa es otra historia). Recuerdo algunos juegos que se prolongaban hasta el anochecer. Recuerdo estar a su lado, muchas veces aburrido salvo cuando el tipo de pelo chino y banda en la cabeza azotaba su raqueta o hacía cualquier ademán para manifestar su muina.



Por aquellos años también comenzaba a destacar un joven alemán llamado Boris Becker. Yo lo veía como un tenista más fuerte, más serio y formal. A mi papá le gustaba su juego, pero comprendía que era otro estilo, otro tipo de jugador, otra época. Me acuerdo vagamente del juego más largo que presencié, cuatro, seis horas. Recuerdo a mi padre fijo frente al televisor. Recuerdo que en algún momento me aburrí, quedé dormido o quizá fui a otro lado a jugar. Me acuerdo de que regresé y todavía tardó tiempo en finalizar el encuentro. Boris Becker venció a John Mcenroe. Mi padre comentó algo sobre el declive de Mcenroe, comprendía que su tiempo estaba pasando, y aunque creo que todavía disputó algunos juegos importantes, poco a poco la costumbre de los fines de semana desapareció. A veces, mientras cambiaba de canal al televisor, encontraba algún juego. Llamaba a papá, él se sentaba unos minutos, comentaba algo en un tono parte entusiasmo parte desgano, y salía de la sala de TV.



Con el tiempo Becker dejó de ser protagonista de las últimas etapas de los torneos. Mi padre nunca volvió a aficionarse al tenis. Yo dejé de detenerme cuando encontraba un juego de tenis al cambiar de canal el televisor. Y esas tardes que se sentían eternas frente a una pantalla en tonos blancos y verdes comenzaron a habitar un lugar desde el cual, siempre sin previo aviso, vienen a visitarme de vez en cuando...

2 comentarios:

Iván *El Gato Azulgrana. dijo...

Aplauso de pié, mi querido amigo escritor.

JJ dijo...

Gracias, muchacho, qué bueno que te gustó. Se hace lo que se puede, y espero que se pueda más :D
¡Abrazo!