jueves, 12 de enero de 2017

En los últimos días me he dado cuenta de que he comenzado a escuchar la música de manera diferente. Se lo debo a mi madre, no me cabe duda. Canciones que he repetido un sinnúmero de ocasiones, en diversos aparatos, lugares y tiempos, hoy me muestran detalles antes imperceptibles a mis sentidos.

“Comienzas a escuchar”, le dice el personaje de Wesley Snipes al de Woody Harrelson en White men can’t jump, una película que nada tiene que ver con esto y sin embargo se ha deslizado de mi memoria en una sincronización llena de armonía, porque la sensación de felicidad que me da esa película es parecida a la que siento ahora al reconocer sonidos que antes me eran vedados por no se qué razón.

El fin de semana visité a Iván. Sus hijos hacen más evidente el paso del tiempo en nosotros. Pusimos un par de LP que me obsequió a pesar de que el acuerdo previo sólo incluía la compra en representación mía y el posterior pago... A estas alturas creo que ya no nos debatimos las amabilidades, tercos los dos, amigos al fin y al cabo.

Luego de esos discos con bandas de rock mexicanas cuya fama fue mínima o inexistente, vinieron otros. La plática era amena y la música sólo la acompañaba muy al fondo. Así que cuando terminó de sonar algún disco, con toda calma y discreción Iván colocó el Música de contrabando, que también sonó completo. Ya algún día se lo pediré prestado, ese disco es una verdadera joya.

Al lunes, al llegar a casa, puse en el reproductor “Sin aliento”, y pude percibir lo que comentaba al inicio: escuché la canción con elementos que nunca antes había percibido. Siguieron otras canciones de Danza Invisible, y después Cerati con su maravillosa guitarra. Quizás, a pesar de gustarme tanto la música, apenas comienzo a escuchar.

También en días recientes, de forma paralela a la música, he vuelto a leer las cosas que escribí aquí... En los últimos dos o tres años he tenido muy abandonado este espacio que muchas veces me ha funcionado mejor que un terapeuta. No me pienso hacer el propósito de volver a llenarlo de letras. Cosas que decir tengo muchas acumuladas, pero lo cierto es que el ánimo no me ha dado para hacerlo, y sin impulso nada sale.

Sin embargo, con la relectura de mis viejos textos noto dos cosas: mi manera de mostrarme y hacerme evidente era notoria, pero no me autocensuro. También he podido redescubrir aspectos que dormí con anestesia de miedo o de prevención o de corazón roto, pero leerlos me hace darme cuenta de que puede haber algo que valga la pena que escriba. Ya veremos...

No hay comentarios: