martes, 9 de diciembre de 2008

La imaginación, por mucho que me niegue a aceptarlo, tiene límites. Alguna vez, o varias, imaginé cómo sería una cárcel, una prisión, y con el mayor facilismo también he llegado a hacer símiles entre una circunstancia particular y la experiencia carcelaria. Conozco a personas que han estado dentro. Sin embargo, todo lo que pude imaginar fue superado por la realidad. Desde los pasillos fríos, el patio apenas con luz y una reja que en verdad separa al mundo. Después de la puerta, en contatco con los reos, la cosa es distinta. Más allá de las palabras, de los gritos y expresiones muy a la mexicana, del olor a mota y orines, lo que impone es la vibra. Una sensación, una atmósfera de pesadez que envuelve, que golpea y marea, que más que miedo provoca un estado de alerta.
Pasé apenas tres horas, y según me dijeron era la sección de los "bien portados". Como en todo lo que existe en este mundo, entre las personas hay diversidad. Pude convivir con cinco personas que por alguna razón perdieron su libertad, que quizás sean culpables, quizás inocentes, no importa. Se trata de cinco seres humanos que por alguna razón han decidido emplear su tiempo adentro de una forma productiva, mostrando gran interés hacia el proceso editorial. No los conozco, el tiempo cambiará o confirmará mi opinión.
La experiencia fue enriquecedora y me dejó una lección. Aunque he vivido y he pisado las zonas más pinches y peligrosas de esta ciudad (una de las más peligrosas del mundo, según me han dicho), en ninguna ocasión había sentido algo similar como en ese recorrido de la reja a la zona de talleres del reclusorio. Si alguna vez sentí que no tenía nada que temer después de haber estado en zonas peligrosas, hoy puedo decir que estaba equivocado, que esa vibra sí es de temer. Y por ello también dejé de lado la estúpida idea de seguir los pasos de Genet y pasar algunas temporadas en la cárcel para quitarme la preocupación de techo y comida, y así poder dedicarme a mis procesos creativos. Claro que podría decir que Genet se refería a carceles europeas, ¿pero acaso no serán lo mismo aquí que allá?
Al despedirme de los compañeros presos me embargó otro sentimiento. Una mezcla de tristeza y felicidad, y ahora más bien una serie de preguntas, porque en general, durante ya muchos años, he pensado que eso que llamamos libertad, eso de lo que "gozamos" la mayoría de los seres humanos no es más que una parte, o acaso un remedo de verdadera libertad, y después de la visita que realicé no sé qué hacer con esa creencia.
Mientras tanto dejo un video de Alejandro Santiago y la canción Libertad condicional.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena entrada...

Saludos

Omar

JJ dijo...

Gracias, carnal... ya he de contarte en persona sobre esta experiencia... un abrazo