jueves, 7 de enero de 2010

Todo se desmorona, de Chinua Achebe

Comencé el año muy estimulado en cuanto a arte se refiere, debido a un CD que recibí de regalo y a un libro que desde diciembre había llamado mi atención y que pude leer gracias a Miguel Ángel. Esta vez me ocuparé en escribir un poco respecto de ese libro.

En primer lugar aclaro que, pese a lo que creen las personas que me conocen, salvo Miguel Ángel, y Mariana quizá, he leído pocos libros. De ellos probablemente la mitad han sido novelas, y de ellas recuerdo pocas en las que he sentido que todos los elementos de la historia se ordenan sin artificio, como si el texto fuera un organismo vivo y las partes que lo integran se conjuntaran de forma natural, sin la intervención del artista. Todo se desmorona (Things fall apart), de Chinua Achebe, entra en esta categoría de libros.

La historia de vida del miembro de la tribu Ibo en Nigeria, desde su juventud hasta que se convierte en uno de los miembros más respetados; las penas y sufrimientos; los cambios a los que se enfrenta. Okonkwo, el heroe de la novela, es detallado de forma sencilla y directa, por medio de sus actos y pensamientos, a través de algunos hechos significativos de su vida. Es un personaje vivo, y quizá ahí radica el acierto del escritor. Con un narrador que decreta, que no juzga ni interpreta, se nos muestra un heroe en sus debilidades y virtudes, en su fuerza y sus defectos.

Por medio de la vida de Okonkwo también se dibuja al resto de la aldea, Umofia: con opiniones encontradas y diversas personalidades, como toda sociedad, pero también con lazos de unión, como lo son sus costumbres y creencias. La narración podría asimilarse a una cámara de video a través de la cual somos testigos del acontecer diario de la aldea.

La novela tiene la capacidad de integrar la tradición oral de África. Sin artificio -insisto en esa virtud- algunos capítulos reproducen la manera en que las historias eran transmitidas de madres a hijos y de padres a hijos, con las respectivas diferencias, en cuanto temática y forma, entre la herencia materna y la herencia paterna.

Durante la lectura recordé El país de las sombras largas, quizá porque también lo leí casi de una sentada en fin de semana, y tal vez porque de igual forma describe un mundo más sencillo que el que me resulta inmediato, con costumbres e imaginarios que no suceden ya en la actualidad, mucho menos en las sociedades occidentales. 

Quizá por el trabajo que tengo, la aparición de evangelizadores cristianos me movió. No pude evitar pensar: "caray, con su llegada de verdad todo se desmorona". Pero más allá del desvío y el chascarrillo personal, volviendo al libro en sí, la aparición de cristianos en África es un punto de quiebre en la historia (y la Historia), pero también un elemento que el autor, sutil e inteligentemente, aprovecha para mostrar que, a pesar de las diferencias entre las sociedades, subyace un elemento común, que es el ser humano, con sus rasgos, iguales y comunes en uno y otro lado del mundo. El enfrentamiento de dos mundos, en la novela de Achebe, es el encuentro de dos formas distintas con un fondo en común. 

La sencillez es belleza, y puede confirmarse en esta breve pero intensa novela, escrita en 1958 y aún vigente. Evitando tanto el paternalismo como el panfleto, Chinua Achebe obsequió al mundo un texto que, en lo personal, me parece de necesaria lectura.

Lo único incómodo de la lectura fue que la edición asequible en México (prácticamente no se consigue), en español, es una edición muy mal cuidada, con errores tipográficos que a final de cuentas no importan ante la maravilla que se desenvuelve ante nuestros ojos, pero que es la razón por la cual en esta ocasión evito la referencia bibliográfica completa.

1 comentario:

Negui dijo...

Un año que comienza con un buen libro, un buen disco y varios días nublados y fríos debe ser especialmente bueno, no?... sobre todo si lo puedo compartir contigo.