lunes, 3 de enero de 2011

Año Nuevo

Año Nuevo es una de esas ocasiones contradictorias para mí, en las que me debato entre la esperanza y la incredulidad. Hubo un momento de mi vida en que me esforcé por que careciera de sentido el 1 de enero. Sin embargo, también es cierto que durante años conservé ciertos rituales. No hablo de barrer, usar cierto color de ropa interior ni ninguna cosa similar. De una forma más bien personal, he procurado que los primeros días del año no transcurran sin sentir que hice algo, que inicié algo que algún día llegará a buen puerto. Digamos, por poner un ejemplo, que procuro siempre comenzar la lectura de un libro, entre varias cosas más. En casa de mis padres además se llevaban los rituales típicos, algunos de los cuales mencioné arriba, y más que con fe los hacía, junto a mis padres, con esperanza.
Este año sucedió algo diferente. Por primera vez en más de una década no seguí mis rituales personales, y ya desde el año anterior no paso la noche final del año en la casa paterna/materna.
La noche del 31 de diciembre de 2010 se presentó como el año: un tanto accidentada, pero sin cosas que lamentar. Desde el baño que nos dio el cantinero Juan, pasando por las "gracias" que nuestras mascotas prodigaron en la sala de Mariana, hasta la ida en busca de Iván y Sara en la cafetera, perdón, automóvil princesa de Lalo. Y a final de cuentas volví a sentirme en familia, feliz, y sentí que todo lo malo del 2010 quedó atrás en el primer segundo del nuevo año. Sé que las cosas no cambian de un momento a otro, pero saber que sobreviví a un año tan difícil, tan duro para mi salud, me hace sonreír y ser feliz.
Al día siguiente sólo un invitado pudo quedarse más tiempo, pero ya habrá ocasión para continuar el festejo con los demás. El resto del fin de semana fue no hacer nada, tumbado en el sillón, mirando el televisor, sin preocuparme demasiado por nada. Años atrás hubiera sido impensable. Y a decir verdad mi plan era distinto. Pero la vida casi nunca sigue el camino de nuestros planes, no al menos de forma idéntica a como se dibujan en nuestra imaginación. No he iniciado ninguna lectura y como no terminé la que tuve durante los últimos días de 2010 seguramente seguiré, o mejor dicho reiniciaré ese libro.
La última noche la pasé, como dije, en familia. Faltaron mis padres, mis abuelos, mi primo Raziel, mis tíos Gerardo, Armando y Enrique (única familia de sangre que reconozco como tal); mis hermanos no de sangre: Tona, David y Mauricio; mi mayor inquisidor y gran interlocutor literario: Miguel Ángel; mi similar, mi hermano, Yolo; mi compañero en el camino: Yoyo; Deivid e Ira...
En el momento de terminar la uvas Iván dijo algo así como "Por que los mayas tengan razón y en el 2012 todos nos vayamos a la chingada", y provocó la carcajada de los demás. No creo que el próximo año se vaya el mundo al carajo, ni el ser humano tampoco. Pero de aquí al día que descubramos la veracidad de las profecías espero pasar más tiempo en compañía de cualquiera de las personas aquí mencionadas.
Este inicio de año, como dije, no he seguido mis rituales de años anteriores. Esta entrada tampoco quedó como quería y en ella además he roto mi costumbre de evitar, en la medida de lo posible, mencionar los nombres de las personas. Quizá toca ya el momento de dejar de hacer las cosas como las he hecho los últimos años, tal vez, en el mejor de los casos, a final de cuentas todo resulte bien (quizá mejor que de costumbre) y me dé cuenta de que el mundo sigue su rumbo igual. No está tan mal, es un buen cambio para la segunda mitad de mi vida según los chinos.

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