viernes, 9 de diciembre de 2011

Un día más


La canción que puse aquí arriba es Vienna, de Billy Joel, y la dedico a todas aquellas personas que alguna vez compartieron parte del camino conmigo; en particular para las que permanecen...

Hay días en que cualquier evento puede sacarnos de la comodidad de la rutina y cuestionarnos por la supuesta seguridad de nuestras vidas, desde tener un techo o un trabajo, hasta saber que llegaremos al día siguiente. Por supuesto son cosas, como todo acá en este planeta, más bien inciertas, inestables, pero contamos con la sucesión de las jornadas, que nos hace sentir que el mañana siempre nos estará esperando y llegaremos a su encuentro. Disculpen, las pocas o muchas personas que puedan leer esto, por la cursilería de las frases anteriores, y la que puedan encontrar en el resto del texto, escribo desde mi trabajo, evadiendo alguna mirada de reproche y desaprobación, por lo que no se me ocurren mejores ideas para escribir esto.

Yo he vivido en muchas ocasiones sin consciencia de mi presente. Preocupado muchas veces por un futuro incierto, en buena parte por influencia de la gente que me ha acompañado, siempre deprisa. Instalado en diversas ocasiones en el páramo del tiempo pretérito, por asuntos pendientes que van siendo superados y por la gente que ha dejado de acompañarme. Así que casi siempre, en mi día a día, me he sentido abrumado por la inmensidad de lo que ha sido y la infinitud de lo que podrá suceder.

Ayer en la oficina tuve una charla con el encargado de la revista donde laboro. No me gusta decir mi jefe, aunque el hambre y otros factores me obliguen a seguir sus órdenes. Queda el consuelo de esos espacios de tiempo que me brindo para escribir, aunque sea bobadas como esta o historias que ahora ni a mis amigos muestro, pero que en el fondo espero que un día lleguen a los ojos de otra persona y puedan gustarle; no pido más.

En la charla de ayer continuó la dinámica que se estableció hace meses, cuando cometí la estupidez de señalar las estupideces de mi jefe, y desde entonces ha venido sucediendo: cancelación de mi nuevo contrato, que me aseguraría un sueldo más decoroso con el que podría apoyar con mayor holgura en las necesidades de mis padres (algo que en la caridad católica de mi jefe no tenía cabida); suspensión de permisos en caso de urgencias médicas o familiares; restricción del uso de internet a sólo dos horas por día, cuando no tengo otra herramienta para realizar las investigaciones que me pide para elaborar textos; despido de un nuevo compañero con quien tenía antecedentes y gustos en común (era natural que un diseñador con amplia cultura y sensibilidad cinéfila y literaria no tuviera cabida en este lugar lleno de fariseos y de filisteos); además de la exigencia de colaborar en la selección de quien tarde o temprano estará destinado a reemplazarme, y a participar en eventos que por demás me desagradan, en el peor de los casos, y simplemente no me interesan, en el mejor de los mismos, y a los cuales asistiré con una sonrisa no impostora. Ayer simplemente continuó con esa dinámica que, desde siempre, he sabido que tiene como finalidad mi renuncia o al menos la aceptación de un supuesto error que cometí, con los consecuentes arrepentimientos y culpas que me son tan ajenos y a él tan propios.

Yo cumplo, laboro, sigo proponiendo (aunque me roben las ideas para la nueva publicación que busca promover y en la cual, seguramente, no tendré cabida) y procuro hacer lo más decente de una revista destinada a la gente común, a católicos que son capaces de quitarse la comida de la boca para dársela a un sacerdote o un seminarista, aunque esa gente pareciera no figurar en las prioridades de ellos, no todos pero sí la mayoría. Yo sigo, me mantengo y colaboro con una sonrisa auténtica. Porque mi sonrisa parte de los motivos ulteriores y bellos que me mantienen en ese sitio. Sí, es hambre, son deudas en gran medida. Pero también es la posibilidad de dejar el trabajo a media tarde y llegar en 15 minutos a casa, para pasear a mis perros, leer, pasar la tarde desgastando las películas de Woody Allen o de Owen Wilson y Ben Stiller junto a mi novia.

Ayer me sorprendí pensando en que quizá por primera vez en mi vida el pasado y el futuro son sólo uno más de los temas que circulan mis reflexiones, pero ya no son lo que más absorbe mi tiempo. A veces me da ansiedad por tanto que hacer y conocer y tan poco tiempo disponible. También colapso al recordar los déficits bancarios, antes inéditos para mí. Me deprimo, me entristezco y pienso en mis ausencias. Pero también reconozco mis presencias y las coloco en el justo lugar que les corresponde. Soy feliz, a mi manera, que no resulta comprensible a veces ni para mi gente más cercana.

Ayer me sentí extraño al contemplar la posibilidad de que esto que ahora disfruto y padezco pueda terminar antes de lo previsto. Porque por supuesto está programado no tanto un término como una mutación. Todo tiene que cambiar, y es mejor procurar que los virajes sean hacia donde encontremos de vez en cuando la presencia de la felicidad. Ahora vivo lo que venía sabiendo desde hace tiempo, y espero seguir por este camino, porque al fin se asoma algo así como un cierto sentido de existencia. Y es que es fácil pensar el carpe diem, pero bien difícil hacerlo vida. Ayer, felizmente, ante la posibilidad de que el tiempo se me adelante no colapsé; quizá por costumbre o por la solidez de algunas bases recién colocadas, no sé. Sólo puse la canción que abre este post y la escuché una y otra y otra vez, tantas ocasiones como el número de años que tenía al ingresar a mi actual empleo. Después, simplemente era hora de salir y me fui, con la voz de Billy Joel y la historia de Vienna en la mente.

No pasa nada. Aunque se caigan muchas cosas estamos hechos para sobrevivir, al menos sé que he sobrevivido circunstancias que otros no, y pienso seguir, mantener mi esperanza y mi fe auténticas. El consuelo preciso llega cuando uno de verdad quiere encontrarlo. A final de cuentas Vienna waits for us...

2 comentarios:

Iván *El Gato Azulgrana. dijo...

Creo que ahora te entiendo. Un abrazo

JJ dijo...

Espero que todo vaya bien, recuerda que acá estamos y que seguimos... :D
Abrazo.