viernes, 18 de mayo de 2012

Hace un par de días vi una película que, como muchas, trataba de las relaciones interpersonales y las posibles crisis de edad en las personas. Fuera de las cosas criticables a este género (lugares comunes, propuestas insulzas de interpretaciones o teorías psicológicas y un largo etcétera) y de defender la precisión que suelen tener los escritores en Hollywood, hubo una parte que me pareció brillante y, a mi gusto, un personaje secundario que aparece tan solo en tres o cuatro escenas se llevó la película.

El personaje es un hombre de más o menos 60 años, y el momento es cuando confiesa nunca haber sido infiel durante su matrimonio. Sus motivos no parten de una cuestión moral o religiosa, sino de un sencillo código de ética. Este personaje argumenta que nuestros sentimientos por otras personas en realidad no tienen importancia para dichas personas, lo que cuenta más bien son nuestras acciones hacia ellas; uno siempre sabrá cuando hay algún engaño. Sencillo, directo y verdadero, así me parece.

Quizá por una cuestión muy personal pienso que este personaje se llevó la película. Y es que desde hace algunos años he confirmado que más allá de las palabras y las intenciones lo que quedan son los hechos, esos que sí se palpan, que nos tocan para provocar sonrisas o llanto. Actos, sin más. Ya dejemos de lado la coherencia que debería haber entre lo dicho y lo hecho, al final lo segundo es lo único que tiene peso en nuestro trato con los demás (amigos, familia, pareja, desconocidos). De igual forma, desde hace años no solamente confirmo esto sino que he tratado de tomarlo en cuenta para mi propia vida. No es sencillo y la línea que me separa de equivocarme o no es muy delgada. Sin embargo, también creo con firmeza que la mejor consecuencia de los errores no es tratar de enmendarlos sino dejar de cometerlos.

3 comentarios:

Danicelita dijo...

y como se llama la peli?

Anónimo dijo...

Lo que siento es la única certeza en mi vida. No sé qué sentirá el resto, pero las alegrías y los problemas se inician con uno mismo, después, viene la avalancha. “La mejor manera de enmendar los errores es no cometiéndolos”, genial. Alguna vez vi en una película a un actor secundario (que me cautivó igual que este a ti) cuyo matrimonio se había prolongado felizmente por treinta años. Un chico le pregunta el secreto de la permanencia y el anciano responde: "Caminar". El chico se queda mudo: "¿Por qué caminar?". "En vez de discutir, sal a caminar, ese es el secreto", le responde. El cine gringo tiene unas perlitas de alarido. Un abrazo. Rog

JJ dijo...

Dani, no recuerdo, pero cuando sepa te aviso. Sale el prota de Scrubs, si sirve de algo... :D. Saludos!

Rog, gracias por tus comentarios. Espero que me digas qué película es esa, me parece un gran consejo: Caminar. Abrazo.