miércoles, 16 de enero de 2013

Enganche #2

–Sólo ahora descubro en mí algo parecido a una memoria activa –dije–, mientras que antes sólo tenía memoria pasiva. Sin embargo, al utilizar la memoria, no pretendo recordar lo vivido en su totalidad, sino únicamente no dejar marchitarse, como fantasías, las primeras pequeñas esperanzas que sentí entonces. De niños, por ejemplo, siempre enterraba cosas, y tenía la esperanza de que cuando las desenterrase se habrían convertido en un tesoro. Ahora no veo ya en ello un juego infantil como antes, cuando todavía me avergonzaba de hacerlo, y lo recuerdo deliberadamente, para convencerme a mí mismo de que la incapacidad para ver las cosas de otra forma y cambiarlas no es natural en mí, sino sólo estupidez o una indignación puramente exterior. Esto me resulta aún más evidente cuando recuerdo con cuánta frecuencia jugaba a ser mago. No quería tanto hacer algo de la nada o transformar una cosa en otra como transformarme a mí mismo. Hacía girar un anillo o me acurrucaba bajo una manta, y decía que iba a desaparecer. Naturalmente, resultaba ridículo cuando levantaban la manta y yo estaba todavía allí, pero para el recuerdo era más importante el breve instante en que creía verdaderamente no estar ya allí. Y ese sentimiento no lo interpreto ya ahora como un deseo de desparecer del mundo, sino como alegría ante un porvenir en el que ya no sería el que entonces era. Por eso me digo todos los días que soy un día más viejo y que debe notárseme. Me he vuelto verdaderamente ansioso de que pase el tiempo y pueda envejecer.
   –Y morir... –dijo Claire.
   –En mi muerte no pienso apenas –dije.

Peter Handke, Carta breve para un largo adiós, Alianza, pp. 81-82.

No hay comentarios: