sábado, 6 de octubre de 2007

Creo que tenemos en la vida dos opciones básicas: sonreír o llorar, amar u odiar, añorar u olvidar, resentir o perdonar. Sí, ya sé que hay muchos matices, pero creo que siempre hay una tendencia hacia alguno de los polos. Estar en el justo medio sería no sentir nada, y al menos a mí me resulta imposible. No digo que si eliges sonreír siempre sea así, es evidente que en algunas ocasiones estamos de un lado y luego del otro. No obstante, también tengo la convicción de que uno se puede trazar un camino que tome constantes salidas hacia alguno de los extremos. En mi caso, he pasado mucho, mucho tiempo en el lado amargo. Y la verdad es que me clavo estando ahí. Pero creo que las personas que me conocen saben que igualmente, aunque baje a los abismos siempre termino sonriendo. Algunos pueden decir que es humor negro, porque por muy de la chingada que me sienta, nunca falta mi pensamiento ácido –e incluso chingativo hacia mí- para generarme y, en ocasiones, generar sonrisas.
Hoy fue un día de matices. Un día laborioso en la mañana. Por mucho que me guste tirarme a la flojera, los días que más disfruto son en los que siento haber hecho algo útil (digo útil porque me refiero a mí y sólo a mí, no me gusta la palabra “productivo”). Y las primeras siete horas de mi día se consumieron en el estudio de griego clásico. Luego vinieron dos horas de latín... puro rush, pura felicidad...
Después descubrí que el concepto “lugares comunes” puede ser sólo una forma despectiva de llamar a frases surgidas de la sabiduría humana heredada desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, decir que las palabras se las lleva el viento es una frase hecha, pero tan verdadera como decirte a ti que justo ahora me estás leyendo. Y bueno, hoy constaté que las palabras se las lleva el viento y a las cenizas también. Más tarde confirmé que por más que me caiga o traten de tirarme siempre me levanto y justo ahora, en este momento de la noche (1:43 am) también confirmo que no hay mal que por bien no venga, que siempre habrá un mañana, que siempre se puede dar otra vuelta de tuerca más.
También confirmé por millonésima vez que aunque las palabras se las lleva el viento, he tratado de construir mi vida y mis actos de modo que mis palabras no sean tan endebles a la hora de actuar; poner en armonía y concordancia todo lo que sale de mi boca o de mi pluma con aquella forma en que me conduzco por esta perra vida. Algo no tan fácil en este mundo de mierda y menos en esta jodido país, pero tampoco algo de lo cual envanecerme en demasía. Vamos, se trata sólo de ser coherente conmigo. Y es que si hay algo que no soporto, y que es más que común, es que la gente diga cosas a la ligera, aunque a veces las haya pensado mucho tiempo.
Y hoy me puse en una situación en la cuál no sabía qué esperar y de la cual “salí” con un cúmulo de emociones y sentimientos más que contradictorios y encontrados. Salté del rencor al perdón, de la tristeza a la alegría y un largo etcétera. Al final puedo decir que fue algo ilustrativo, algo que aunque por momentos dije “para qué lo hice”, sé que fue bueno para mí por el simple constatar cosas que ya sabía y solito trataba de tapar y afirmar lo que quiero y no quiero en mi vida.
Hay que aceptar que a veces uno se equivoca... Y aunque desde hace años he estado convencido de que en esencia uno está solo (solo naces, solo te mueres), hay ocasiones en que esa creencia es puesta a prueba, flaquea al punto de estar muy debilitada en el último año y medio. Personas como mi padre, Mauricio, Tona, David, Yoyo, Miguel Ángel, Omar, Juan Carlos e Iván me han demostrado que ese estar solo no es del todo cierto (mencioné tantos nombres que decir que he estado solo sería una verdadera mamada). Y hoy no puedo dejar de escribir que en este cúmulo de contradicciones estuve acompañado por el buen Iván. Cada uno con sus aflicciones, pero creo o me gusta creer, que para él fue, como para mí, algo importante sentir, al menos por unos minutos, que los momentos en que estamos desenfocados son más llevaderos cuando estamos con un similar, un hermano.
A final de cuentas, como es mi bendita costumbre, dejé lo malo de lado y caminé sonriendo. Hace unos años, por muchas cosas buenas que tuviera en mi vida, como las que ahora tengo (en una circunstancia menos favorable que antes), me hubiera tirado a la mierda y la cerveza Grolsch que ahora bebo hubiera sido tema de borrachera de olvido en lugar de tema de gozo. (Pasaron casi tres años antes de que pudiera beber Grolsch en México... y ayer las encontré con Mariana!!!!!!!!!!! :)!!!!!).
Como dije al principio, hay dos polos, entre ellos un sin fin de matices, pero uno puede elegir hacia que lado inclinarse. Y me gusta darme cuenta que aunque descolocado, al final busco ser feliz, sonreír por el simple hecho de saber que hoy puedo hacerlo con la certeza de que mañana es una incertidumbre total, y por eso no quiero derramar más vida con imponderables ni con cosas que no lo valen.
También ha sido bueno escuchar una cancioncilla de Las Pastillas del Abuelo intitulada "Otra vuelta de tuerca". Aunque no conozco mucho de esa banda, esta rola es buena o cuando menos lo ha sido hoy y otros días.

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