martes, 19 de febrero de 2008

Recursos humanos

Hace un par de semanas leí Recursos humanos, una novela de Antonio Ortuño que retrata el mundo oficinista de una manera brutal. El personaje principal, Gabriel Lynch, nos confiesa la historia de su odio, concentrado en la figura de su jefe, Constantino, el típico junior que trabaja en el empleo que le consiguió su padre. La razón del odio no se halla en la simple existencia de Constantino, ni en el hecho de que éste se quedara con el puesto que le correspondía a Lynch, ni tampoco en que además del escalafón le quitara a la novia. No, el odio de Gabriel viene de más atrás, de la simple existencia de personas con suerte y personas sin suerte, de un mundo donde existen, como él dice, “ángeles” que tienen todo y pobres diablos que no tienen nada o todo lo han perdido.
La novela de Ortuño tiene un humor afinado. Por momentos reímos ante hechos completamente desgraciados. La narración nos lleva a descubrir algunos de los aspectos más bajos del ser humano, y como tales, a entenderlos, no a juzgarlos ni a tomar partido. La oficina se vuelve un campo de batalla donde al parecer sólo un contrincante está enterado de la guerra, pues no ha sido declarada abiertamente. Allí, toda relación que se teje tiene un fin político, mezclado con lo laboral y lo pasional. Sin embargo, el odio tiene un blanco fijo y no cesara hasta llevar la lucha con el ángel a sus últimas consecuencias.
Antonio Ortuño, Recursos humanos, Anagrama-Colofón, México, 2007, 179 pp.

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