Ayer estuve un rato viendo las islas y el espejo de agua de CU, desde la panorámica que ofrece la Facultad de Filosofía y Letras. Por primera vez en mucho tiempo –ya no recuerdo cuánto-, me quedé simplemente mirando.
Allí, en esa Facultad, pasé cinco años de mi vida estudiando una licenciatura que no me terminó de convencer. Y desde el semestre pasado volví, ahora en Letras Clásicas, donde creo haber encontrado lo que buscaba.
Sin embargo, las cosas ya no son como fueron antes. Quizá la renuncia de un amigo este semestre, intensificó la desazón. No lo sé. Lo único seguro es que ayer me di cuenta del paso del tiempo y del lugar donde estaba parado. Me sentí ajeno y desubicado. Creo que algo así sienten las personas que se van del país y regresan luego de varios años.
Estoy en un lugar que me pertenece tanto como me es ajeno. Pienso en los compañeros de Estudios latinoamericanos... en muchos que se perdieron... en otros que reaparecen... y en mí... Finalmente, cada pensamiento me lleva a mí y a esa sensación de haber perdido el tiempo y el espacio.
Hay cosas que no comprendo, de la vida y de mí mismo. Las primeras puedo sobrellevarlas, pero las segundas son difíciles.
Ayer estaba solo. Solo y contemplativo. Solo y recordando. Solo y mirando a la gente caminar. Solo y sabiendo que las cosas han mutado. Solo creyendo que me he quedado atrás. Solo reconociendo que es una ilusión de mi vocación autodestructiva. Solo mirando a la gente de una forma similar a como antes lo hacía. Solo valorando lo que he vivido. Solo disfrutando el paisaje. Solo con mis preguntas. Solo con mis anhelos. Solo sabiendo que no perdí el tiempo. Solo aceptando que fue necesario. Solo y triste porque las personas con las que tejí amistad el semestre pasado ya no están. Solo por eso. Solo mirando a la gente caminando hacia la Facultad. Solo y con algo de fe aunque me guste negarlo. Solo pensando en el futuro. Solo pensando en el futuro cercano y no en el lejano como antes. Solo viajando en el tiempo. Solo evocando al que fui. Solo despidiéndolo donde no lo había hecho. Solo dándome la bienvenida a mi casa. Solo feliz de haber encontrado una vocación. Solo medio triste por saber que me llevará más tiempo y soledades. Solo feliz. Solo mirando y ya no esperando. Solo.
En esos años pasados fui muy feliz. Con una felicidad tan única como todo aquello que ha pasado una vez y hoy permanece en el mundo de la memoria.
Hoy también soy feliz. De una manera distinta. Hoy no tengo prisa y no compro prisas ajenas. Estoy tranquilo. Aunque por momentos me consume la desesperanza y la desesperación por los problemas que no dejan de estar presentes, puedo decir que estoy tranquilo. Sigo con las manos puestas en construirme y eso vale más que los años que pensé haber perdido sin terminar la carrera. Ya vendrá lo necesario para poner punto final a la historia académica que permanece abierta. Y aunque no sé cómo, habré de aferrarme con uñas y dientes a la nuevas historias que inicié hace seis meses, la académica y la personal, que a final de cuentas tienen también mucha culpa en mi felicidad.
Soy feliz de una manera distinta, quizás más sutil y agradable; más madura, seguro. Seguiré caminando, observando y contemplando. Solo, aunque sea relativo. Volveré a mirar desde la panorámica que ofrece Filosofía y Letras, como ayer, como antes no lo había hecho.
Allí, en esa Facultad, pasé cinco años de mi vida estudiando una licenciatura que no me terminó de convencer. Y desde el semestre pasado volví, ahora en Letras Clásicas, donde creo haber encontrado lo que buscaba.
Sin embargo, las cosas ya no son como fueron antes. Quizá la renuncia de un amigo este semestre, intensificó la desazón. No lo sé. Lo único seguro es que ayer me di cuenta del paso del tiempo y del lugar donde estaba parado. Me sentí ajeno y desubicado. Creo que algo así sienten las personas que se van del país y regresan luego de varios años.
Estoy en un lugar que me pertenece tanto como me es ajeno. Pienso en los compañeros de Estudios latinoamericanos... en muchos que se perdieron... en otros que reaparecen... y en mí... Finalmente, cada pensamiento me lleva a mí y a esa sensación de haber perdido el tiempo y el espacio.
Hay cosas que no comprendo, de la vida y de mí mismo. Las primeras puedo sobrellevarlas, pero las segundas son difíciles.
Ayer estaba solo. Solo y contemplativo. Solo y recordando. Solo y mirando a la gente caminar. Solo y sabiendo que las cosas han mutado. Solo creyendo que me he quedado atrás. Solo reconociendo que es una ilusión de mi vocación autodestructiva. Solo mirando a la gente de una forma similar a como antes lo hacía. Solo valorando lo que he vivido. Solo disfrutando el paisaje. Solo con mis preguntas. Solo con mis anhelos. Solo sabiendo que no perdí el tiempo. Solo aceptando que fue necesario. Solo y triste porque las personas con las que tejí amistad el semestre pasado ya no están. Solo por eso. Solo mirando a la gente caminando hacia la Facultad. Solo y con algo de fe aunque me guste negarlo. Solo pensando en el futuro. Solo pensando en el futuro cercano y no en el lejano como antes. Solo viajando en el tiempo. Solo evocando al que fui. Solo despidiéndolo donde no lo había hecho. Solo dándome la bienvenida a mi casa. Solo feliz de haber encontrado una vocación. Solo medio triste por saber que me llevará más tiempo y soledades. Solo feliz. Solo mirando y ya no esperando. Solo.
En esos años pasados fui muy feliz. Con una felicidad tan única como todo aquello que ha pasado una vez y hoy permanece en el mundo de la memoria.
Hoy también soy feliz. De una manera distinta. Hoy no tengo prisa y no compro prisas ajenas. Estoy tranquilo. Aunque por momentos me consume la desesperanza y la desesperación por los problemas que no dejan de estar presentes, puedo decir que estoy tranquilo. Sigo con las manos puestas en construirme y eso vale más que los años que pensé haber perdido sin terminar la carrera. Ya vendrá lo necesario para poner punto final a la historia académica que permanece abierta. Y aunque no sé cómo, habré de aferrarme con uñas y dientes a la nuevas historias que inicié hace seis meses, la académica y la personal, que a final de cuentas tienen también mucha culpa en mi felicidad.
Soy feliz de una manera distinta, quizás más sutil y agradable; más madura, seguro. Seguiré caminando, observando y contemplando. Solo, aunque sea relativo. Volveré a mirar desde la panorámica que ofrece Filosofía y Letras, como ayer, como antes no lo había hecho.
1 comentario:
Leo y escucho la canción. Y siento algo dentro de mí que "me ha parecido un corazón que se rompe, un cuchillo entrando en un pan"...
Abrazos
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