viernes, 6 de junio de 2008

1
Siempre he soñado con viajar por carretera. Alguna vez, hace muchos años, jugaba a imaginar con un amigo el momento en que tendría un Ford Maverick y arrancaríamos un trayecto sin la certeza de regresar. Cantábamos los versos Corre como el viento, anda échate a volar, déjame mirar que todo va quedando atrás, sí, muéstrame que los caminos sirven para despegar, quiero sentir el viento y probar la libertad.
Qué lejos estábamos los dos de saber los rumbos que tomarían nuestras respectivas vidas. Al punto de hoy escribirnos esporádicamente por medio virtual y vernos casi cada año para, curiosamente, sentir que no ha pasado el tiempo. En ese entonces no sabía yo la cantidad de gasolina que gastaba un Maverick, ni sabíamos conducir, ni sabíamos que él iba a tener un hijo y que yo no me iba a suicidar a los 26 años. Tampoco sabíamos que a final de cuentas, después de varias peleas y reencuentros, llegaría la calma y hasta estudiaríamos carreras muy similares.

2
Hace varios años viaje con un grupo de la Universidad a Nurío, Michoacán, al Congreso Nacional Indígena. No lo sé de cierto, pero como diría Sabines, lo supongo que era el único no zapatista en el viaje. Mi interés no era ver a Marcos y los comandantes del EZLN, sino a la gente. Yo no bebí revolucionariamente ni me envolví en sábanas de rebeldía. Observé. Escuché. Eso fue todo. Pude entender mis límites y los de otros por buscar cambiar las cosas en mi país. Pude comprender, con mucha felicidad que una tormenta no me haría dar pasos atrás. Y también felizmente comprobé mi congruencia en actos y palabras.
Fueron muchas las cosas que absorbí en tan sólo unos días. Sentí a qué parte del país pertenezco, no en sentido material sino ideal. Supe qué parte del país me gustaría conocer, en dónde podría sentirme ubicado, como digo, con sentido de pertenencia. Pude confirmar lo que años antes llegó como un breve presentimiento al lado de otro amigo, en un viaje ya mencionado aquí hace un rato: que algo de mí habría de encontrar más adelante en sitios como ese, o simplemente viajando.

3
Siendo alguien que disfruta manejar y viajar, nunca había manejado en carretera hasta hace dos días, cuando venía regresando de Puebla.
Por la mañana estuve dos horas esperando en un terreno todo hierbas amarillas y verdes, tierra, cielo despejado, sol y silencio. Recordé las zonas agrestes de Aguascalientes y su gente, aquellas cuyo recuerdo me resisto a disipar a pesar de los ya casi 20 años de haber vuelto a la capital.
Provincia es diferente, pero dentro de la misma también hay diferencias. No hablo sólo entre estados, sino al interior de los mismos. Después de estar en el terreno evocador de mi niñez estuve en la ciudad. Tan distinto todo, lleno de edificios y gente. Los edificios transforman el sol y el aire. Las personas también. Todos haciendo algo, ocupados, todos en su papel de Prisa. Y ruido, siempre el constante ruido que después de un rato se convierte en murmullo y nunca en silencio.
No pude evitar el contraste y me contenté con haber aprovechado las dos horas de la mañana en escribir algo, unas hojas que más allá del valor literario que pueda o no hallarle en los próximos días, son importantes por la atmósfera que rodeo la escritura (que por cierto desde entonces sé no es la mejor que puedo dar).
Como sabía que era un viaje rápido no iba con intención de conocer, sólo de caminar, observar, escuchar. Tomé algunas fotografías y compramos dulces. Por la tarde noche, al regreso, no pude evitar pensar en Jorge Armando un breve instante, recordando los versos. Tampoco pude evitar los pensamientos que abruman esta etapa de mi vida. Ni mucho menos cierto mareo que atribuí a la serie de curvas, pero que hasta hoy sigue presente.

4
Después de más de un mes sin novedad, mi Chevy camina de nuevo. Tengo que tratarlo con cariño antes de manejarlo en serio otra vez. Va a llevar tiempo, lo cual asumo que es mejor. Y es que no es un Maverick, ni tengo un peso encima. Además, Jorge también tiene sus problemas y conozco su carácter. Sin embargo, algo dentro de mí me dice que tarde o temprano iré (quizás con él) entonando esa canción mientras me interno en un viaje, sin importar si es largo o breve, en el cuál conoceré otras partes de México donde el sol juega con el viento libremente, aquellas donde un motor de auto se escucha a un kilómetro o más de distancia, en intervalos de dos, tres o diez horas. Puede que el viaje se demore unos años más, sin embargo ya no me perturba la prisa por hacer las cosas, sino la certeza de su plena realización.
Quien quiera enrolarse será bienvenido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no se porque pero cada dia escribes mejor ahora solo te faltan mis memorias para tener un best seller jajajaj

JJ dijo...

de verdad lo crees, mi hermano??? porque yo sigo sin fiarme mucho de lo que escribo, ya me conoces!!!! y sí, ya desde hace mucho quedamos en que escribiría tus memorias... cuando hubiera algo interesante que contar!!! jajaja!!!
tú dime cuando comenzamos
un abrazo