lunes, 7 de julio de 2008

La manera en que funciona el mundo es de un pinche humor demasiado negro. El viernes, luego de escribir aquí, sucedió algo que desbordó la fuente nostálgica de forma más violenta y contundente. Me pregunto por qué las personas que más queremos son las que tienden a herirnos con mayor facilidad y frecuencia. Y la respuesta, al menos en mi caso, es fácil, porque la gente lastima mientras importa, una vez que me deja de importar alguien, simplemente no pasa nada. El problema son esas personas que nunca dejan de importar.
El viernes una vez más me dieron un golpe directo adonde más duele. Como para decirme, jajaja, imbécil, la paz nunca llegará. El resto del día repetí versos de la cancion que compartí aquí.
Hoy, por alguna razón, sólo alcanzo a reir acremente, a no pensar nada, repitiendo las palabras de Miguel Hernández una y otra vez, viendo sin ver, recordando al punto de la lágrima, con miedo y con fastido, desconcertado y desconcentrado... hoy sólo tengo ansías de arrancarme de cuajo el corazón y ponerlo debajo de un zapato.
Transcribo el poema, de Miguel Hernández


Me sobra el corazón

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias,
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella,
y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacía más.
¿No véis mi boca qué desengañada,
que inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra el corazón.

Hoy descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta Miguel Hernández y es de mi tierra, y me gusta escribir poesía y por experiencia sé que puede surgir una inspiración así de repente pero no sobrevive al final. Y el final de este poema me he parecido realmente sublime y tampoco los versos antecedentes a esta especie de orgamo pueden despreciarse, especialmente cuando te sientes identificado con ellos, querido escritor que intercambias tu papel por un momento. El corazón es un musculito muy muy resistente y de algún modo saber que no estás solo, que no sólo tú sufres sirve de consuelo o por lo menos de lección de humildad. Hay que aprender la alegría de vivir.

Anónimo dijo...

Me gusta Miguel Hernández y es de mi tierra, y me gusta escribir poesía y por experiencia sé que puede surgir una inspiración así de repente pero no sobrevive al final. Y el final de este poema me he parecido realmente sublime y tampoco los versos antecedentes a esta especie de orgamo pueden despreciarse, especialmente cuando te sientes identificado con ellos, querido escritor que intercambias tu papel por un momento. El corazón es un musculito muy muy resistente y de algún modo saber que no estás solo, que no sólo tú sufres sirve de consuelo o por lo menos de lección de humildad. Hay que aprender la alegría de vivir.

Anónimo dijo...

Me gusta Miguel Hernández y es de mi tierra, y me gusta escribir poesía y por experiencia sé que puede surgir una inspiración así de repente pero no sobrevive al final. Y el final de este poema me he parecido realmente sublime y tampoco los versos antecedentes a esta especie de orgamo pueden despreciarse, especialmente cuando te sientes identificado con ellos, querido escritor que intercambias tu papel por un momento. El corazón es un musculito muy muy resistente y de algún modo saber que no estás solo, que no sólo tú sufres sirve de consuelo o por lo menos de lección de humildad. Hay que aprender la alegría de vivir.

Anónimo dijo...

Soy de nuevo yo, anónimo, quizá me recuerdes de los tres anteriores mensajes. No te esfuerces por distinguir, son idénticos. No me guardes rencor, ha sido sin querer

JJ dijo...

Muchas gracias por los comentarios. Definitivamente la alegría se encuentra en la vida, y en este caso particular en mi vida, cada vez más constante y serena, pero no por eso tranquila. Es cierto que no sólo uno sufre, pero ¿acaso no es el sufrimiento personal tan único como la persona misma? Es lo impresionante de la poesía, saber que alguien puede padecer (no sólo en sentido de algo malo) algo similar a la tuyo, pero a la vez tan distinto, y aun así sentir que un lazo nos une.
Saludos