Tenía una idea que desapareció apenas bajé el teclado a mis piernas y descubrí la postal que se escondía debajo. Ahora, viendo un autorretrato de Frida Kahlo y escuchando al Cuarteto de Nos. Mezcla extraña. Por un lado la música y letras que me hacen reír y sonreír como he venido haciendo nuevamente. Por otro, el rostro, con la figura de Diego en la frente. No sé. Nunca he sabido, o mejor dicho querido, interpretar los cuadros de Frida. Sin embargo, hoy, justamente hoy, después de ver nuevamente “La ciencia del sueño”, de pasar la tarde que imaginé distinta... no sé, las ideas se alborotan un poco. (Y escuchar “Bo cartero” no ayuda)
Quiero cambiar la música, pero al mismo tiempo no. Y creo que eso describe lo que siento en general. Por un lado he recuperado la sonrisa (que es el equivalente a seguir escuchando al Cuarteto, aunque no logre obtener el ambiente musical necesario para transmitir una parte de mi estado de ánimo). De otro lado está buscar distinta música, quizás a José González o Elliott Smith (lo cual equivaldría a, de cierta forma, nostalgiar y por lo tanto volver a los tiempos de sonrisas olvidadas y/o reprimidas).
Y no sé qué hacer. Eso me pasa hoy. Después de semanas luchando con los deseos de mi corazón y los consejos de mi razón.
El sábado fui con un amigo al Vive Latino, donde lo que más me interesaba era escuchar, precisamente a El Cuarteto de Nos. Por lo demás, todo era ver a grupos que conozco no por mí, si no por alguien que me ha enseñado, de buena y mala manera, algo más que de música. La misma persona que desató esa lucha entre corazón y razón. Y finalmente, un día antes del concierto, un asomo de decisión. Le mandé un correo citándola para hoy.
Por si fuera poco, el sábado, escuchando esas bandas que conocí por ella... y pensándola... llegó Cerati, con frases tan acertadas para explicar lo que quería decirle. Para hacerle entender que la distancia adquirida en los últimos meses era porque la realidad se imponía y no pudo ser de otra forma “qué otra cosa puedo hacer? si no olvido moriré”; encontrando las palabras precisas para explicar mi último mensaje al celular “no me hagas caso, a veces no puedo con la soledad”... y entonces sonó “Té para tres” y con esa magnífica canción, sentí que se iluminaba mi mente, aunque cabe aclarar que no fue nada sino un cúmulo de pensamientos que confirmaron el asomo de decisión del día anterior. Porque, pensé, no era té para tres. Sus palabras la última vez fueron claras y, además, ya estaba con otra persona. Y por más que yo quisiera mantener una mínima ilusión, quizás era sólo eso, una ilusión, nada real. La realidad ya me había hecho dejar ciertos sueños detrás de una puerta que tal vez no se abriría de nuevo. Así que la ilusión debía irse, porque toda ilusión que no lleva a nada real sólo alarga la agonía y el sufrimiento. Y lo que me venía pasando desde unas semanas atrás, lo creía sólo un espejismo. La realidad estaba ahí. Dura como siempre. Más longeva que esas semanas. Esa realidad donde no cabía un té para tres. Donde ella era más bien dos con alguien que no era yo.
Así que hoy la vería para ir al cine. Quería ver a su lado “La ciencia del sueño” -una película que he recomendado a todo ser vivo que se me pone enfrente-. Ya la había visto hace meses, en el peor momento. Cuando la vi sólo pude pensar en ella, en lo que fue, lo que era... y lo que ya no iba a ser mas que en mis sueños, porque ahí, en mis sueños, hasta ese momento, meses después del rompimiento, las cosas no habían cambiado (dormía tanto...).
Vuelvo ahora a la postal con el cuadro de Frida. Nunca me han gustado muchos sus pinturas, sobretodo aquellas en las que aparece Diego, siempre un motivo en su rostro. Pero este cuadro “Auterretrato como tehuana” (1943), quizás por hoy, me ha dado más que pensar. Porque Diego está en la frente de Frida, y pienso que quienes hemos tenido un amor tan profundo que no llegó a concretarse, llevamos así, en la frente, el rostro de esa persona.
Aunque puedo decir que la raíz es la misma para todos, creo que hay dos diferencias que radican en la forma como se terminó la relación y en la manera en que cada quien lleva esa presencia que nunca desparece. Pienso en las personas que conozco. Está el que niega su memoria y se oculta en un falso entusiasmo; está quien sigue aferrado a lo que no pudo ser, soportando caricias seguidas de desprecios; también el que la lleva como condena, y aunque aun no conozco a nadie, supongo que existen las personas que llevan esa presencia como un buen y lindo recuerdo, simplemente como lo que son, una parte de ellos mismos que no puede negarse, sin expectativas pero sin pesimismo, porque carajo!, todo puede pasar, quizás en algún momento, aunque sea one night of magic rush the start: a simple touch... O tal vez nunca nada...
Ya dejé a El Cuarteto y escucho a José González. Quizás debería dejar de escribir apoyándome en músicos y escritores. Creo que en las pocas cosas que he escrito en este blog siempre hay un apoyo extra. Qué demonios! La idea es no negar una parte de mí. Por eso menciono mis gustos e influencias. Por eso empecé escuchando “El día que Artigas se emborrachó” y ahora suena “Heartbeats”.
Y de la misma manera -volviendo a los amores “inconclusos”- yo pretendía ser como esa última persona que mencioné, la que no niega el recuerdo ni lo lleva como pena ni persiste en lo imposible. Yo quería, después de haber pasado por diversos estados de ánimo y sentimientos, llevarla como una parte de mí y nada más. Como lo mejor que me había pasado... pero precisamente, ya había pasado...
Hace unas semanas se me empezó a aparecer de nuevo. Por eso la lucha razón-corazón. La ilusión el espejismo. Y luego la perra realidad. Por eso la pensé tanto. Por eso el sábado y Cerati y ese inexistente té para tres... Pero hoy... luego de hoy no sé si lo que pensé un espejismo pueda ser más bien la realidad. ¿Cuál es la realidad entonces? No lo sé. Sólo sé que no pienso lo mismo que pensaba el sábado, lo que seguí pensando hasta hoy antes de escuchar sus palabras... Por el momento no pienso nada.
Quiero cambiar la música, pero al mismo tiempo no. Y creo que eso describe lo que siento en general. Por un lado he recuperado la sonrisa (que es el equivalente a seguir escuchando al Cuarteto, aunque no logre obtener el ambiente musical necesario para transmitir una parte de mi estado de ánimo). De otro lado está buscar distinta música, quizás a José González o Elliott Smith (lo cual equivaldría a, de cierta forma, nostalgiar y por lo tanto volver a los tiempos de sonrisas olvidadas y/o reprimidas).
Y no sé qué hacer. Eso me pasa hoy. Después de semanas luchando con los deseos de mi corazón y los consejos de mi razón.
El sábado fui con un amigo al Vive Latino, donde lo que más me interesaba era escuchar, precisamente a El Cuarteto de Nos. Por lo demás, todo era ver a grupos que conozco no por mí, si no por alguien que me ha enseñado, de buena y mala manera, algo más que de música. La misma persona que desató esa lucha entre corazón y razón. Y finalmente, un día antes del concierto, un asomo de decisión. Le mandé un correo citándola para hoy.
Por si fuera poco, el sábado, escuchando esas bandas que conocí por ella... y pensándola... llegó Cerati, con frases tan acertadas para explicar lo que quería decirle. Para hacerle entender que la distancia adquirida en los últimos meses era porque la realidad se imponía y no pudo ser de otra forma “qué otra cosa puedo hacer? si no olvido moriré”; encontrando las palabras precisas para explicar mi último mensaje al celular “no me hagas caso, a veces no puedo con la soledad”... y entonces sonó “Té para tres” y con esa magnífica canción, sentí que se iluminaba mi mente, aunque cabe aclarar que no fue nada sino un cúmulo de pensamientos que confirmaron el asomo de decisión del día anterior. Porque, pensé, no era té para tres. Sus palabras la última vez fueron claras y, además, ya estaba con otra persona. Y por más que yo quisiera mantener una mínima ilusión, quizás era sólo eso, una ilusión, nada real. La realidad ya me había hecho dejar ciertos sueños detrás de una puerta que tal vez no se abriría de nuevo. Así que la ilusión debía irse, porque toda ilusión que no lleva a nada real sólo alarga la agonía y el sufrimiento. Y lo que me venía pasando desde unas semanas atrás, lo creía sólo un espejismo. La realidad estaba ahí. Dura como siempre. Más longeva que esas semanas. Esa realidad donde no cabía un té para tres. Donde ella era más bien dos con alguien que no era yo.
Así que hoy la vería para ir al cine. Quería ver a su lado “La ciencia del sueño” -una película que he recomendado a todo ser vivo que se me pone enfrente-. Ya la había visto hace meses, en el peor momento. Cuando la vi sólo pude pensar en ella, en lo que fue, lo que era... y lo que ya no iba a ser mas que en mis sueños, porque ahí, en mis sueños, hasta ese momento, meses después del rompimiento, las cosas no habían cambiado (dormía tanto...).
Vuelvo ahora a la postal con el cuadro de Frida. Nunca me han gustado muchos sus pinturas, sobretodo aquellas en las que aparece Diego, siempre un motivo en su rostro. Pero este cuadro “Auterretrato como tehuana” (1943), quizás por hoy, me ha dado más que pensar. Porque Diego está en la frente de Frida, y pienso que quienes hemos tenido un amor tan profundo que no llegó a concretarse, llevamos así, en la frente, el rostro de esa persona.
Aunque puedo decir que la raíz es la misma para todos, creo que hay dos diferencias que radican en la forma como se terminó la relación y en la manera en que cada quien lleva esa presencia que nunca desparece. Pienso en las personas que conozco. Está el que niega su memoria y se oculta en un falso entusiasmo; está quien sigue aferrado a lo que no pudo ser, soportando caricias seguidas de desprecios; también el que la lleva como condena, y aunque aun no conozco a nadie, supongo que existen las personas que llevan esa presencia como un buen y lindo recuerdo, simplemente como lo que son, una parte de ellos mismos que no puede negarse, sin expectativas pero sin pesimismo, porque carajo!, todo puede pasar, quizás en algún momento, aunque sea one night of magic rush the start: a simple touch... O tal vez nunca nada...
Ya dejé a El Cuarteto y escucho a José González. Quizás debería dejar de escribir apoyándome en músicos y escritores. Creo que en las pocas cosas que he escrito en este blog siempre hay un apoyo extra. Qué demonios! La idea es no negar una parte de mí. Por eso menciono mis gustos e influencias. Por eso empecé escuchando “El día que Artigas se emborrachó” y ahora suena “Heartbeats”.
Y de la misma manera -volviendo a los amores “inconclusos”- yo pretendía ser como esa última persona que mencioné, la que no niega el recuerdo ni lo lleva como pena ni persiste en lo imposible. Yo quería, después de haber pasado por diversos estados de ánimo y sentimientos, llevarla como una parte de mí y nada más. Como lo mejor que me había pasado... pero precisamente, ya había pasado...
Hace unas semanas se me empezó a aparecer de nuevo. Por eso la lucha razón-corazón. La ilusión el espejismo. Y luego la perra realidad. Por eso la pensé tanto. Por eso el sábado y Cerati y ese inexistente té para tres... Pero hoy... luego de hoy no sé si lo que pensé un espejismo pueda ser más bien la realidad. ¿Cuál es la realidad entonces? No lo sé. Sólo sé que no pienso lo mismo que pensaba el sábado, lo que seguí pensando hasta hoy antes de escuchar sus palabras... Por el momento no pienso nada.
1 comentario:
jajaja yo te enseñe al cuarteto de nos y en especial la cancion de "me amo" jajaja que rolon ese eh¡¡¡
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