Durante mi estancia en la Facultad de Filosofía y Letras, hice pocos amigos. Así lo quise. Algunos llegaron durante el tiempo que tomé clases, algunos ahora que he regresado para hacer la tesis. Son personas que estimo con toda honestidad y a quienes brindo mi amistad de la misma forma. Tres de ellos han decidido dar un paso en sus relaciones de pareja, de hecho uno ya se casó. Otro más, de quien me hice amigo desde el segundo día de clases, está organizando todo lo referente a su boda.
El otro día lo acompañé a ver varias opciones para el banquente. Algunos ponían énfasis en el servicio, otros en la comida, otros en la música. Al final terminamos un tanto mareados y con mucha hambre. Me alegra ver a mi amigo emocionado, y que me tenga la confianza para acompañarlo y dar mi opinión en algo importante.
Alguna vez pensé en casarme, pero nunca reparé en todos los detalles al respecto. En realidad sabía que serían muchas las cosas involucradas y que habría que planearlo bien. Sin embargo, pensaba yo, mi única labor sería ayudar a lo que Brenda quisiera. No se malinterprete, no pensaba dejarle toda la chamba, no es mi estilo ni ella lo hubiese permitido (uso hubiese como si con eso cubriera mi maldito afán hacía el dañino hubiera). No, no era flojera de mi parte, sino que a mi no me importaban demasiado los detalles. Para mí, con le hecho de haberme casado con ella hubiera bastado. Así que la elección de salón, servicio de banquete, es decir, todo lo referente a la ceremonia y fiesta, lo hubiera dejado en sus manos para que tuviera una boda tal cual ella quisiera.
No recuerdo en que momento fue. Tal vez mientras nos enseñaban fotos o un menú, que recordé lo anterior. Pensé el menú que hubiera elegido Brenda, el color y decoraciones de mesas, etc. Uno de los servicios ofrecía un reflector para el momento de entrada de los novios, otro una pantalla gigante para poner una semblanza fotográfica de la pareja que podía incluir fotos desde su niñez hasta el día de la boda. Eso nunca lo hubiera elegido, pensé. Y volví a imaginar lo mismo que siempre imaginé cuando soñaba que ella y yo nos casaríamos.
Era un pensamiento más como atmósfera que como forma concreta. Repito, para mí, con estar a su lado era suficiente. Y nada importaba más que eso... y un detalle. Porque no pensaba en un salón, ni en cómo estarían arregladas las mesas, ni en los invitados, ni en cómo iría vestido. Sólo en ella y en que en algún momento la música se hiciera silencio y unos segundos después diera paso a la canción “Wonderful tonight” de Eric Clapton. Eso era lo único que me importaba, casarme con ella y bailar esa canción.
Imaginé cómo pudo ser el momento y cuando me di cuenta de dónde estaba decidí dejarnos abrazados y bailando en la foto de algún salón, como una postal con vida propia que aunque no sea, en algún lado debe de existir.
Desde ese día no he dejado de recordarlo. He pensado mucho en Brenda. Y, quizás por esa imagen de postal, no dejo de escuchar “Postcards from Italy” de Beirut, una canción que me gusta muchísimo y me anima (no había reparado en la letra y tiene mucho que ver), y en estos días me deja infinitamente triste y con pensamientos sin sentido... porque yo mismo sé que no tiene sentido... pero no puedo ni quiero evitarlo...
Después de dejar mis recuerdos continué viendo las opciones para la boda de mi amigo. Luego fuimos a calmar el hambre a su casa y más tarde llegó su novia. Son una buena pareja, y al igual que con mi otro amigo que piensa dar ese paso, y que con aquel que ya lo dio, no puedo dejar de sentir alegría. Además parece que seré invitado a las degustaciones para ver cuál servicio contratan y tendré mi panza contenta.
No sé si en algún momento yo vaya a pasar por eso. Si me preguntan ahora, diría que no, gracias... Así que aplicaré la fórmula que he aplicado cuando algo no me sale bien pero a un amigo sí, y disfruto su felicidad tanto como si fuera mía. En este caso no sé si será más fácil o más difícil, porque mi amigo se casa el veintitantos de noviembre... A ver... mientras dejo este video que encontré de Beirut tocando en vivo, es una de las bandas que más me gusta en este momento, vale la pena.
El otro día lo acompañé a ver varias opciones para el banquente. Algunos ponían énfasis en el servicio, otros en la comida, otros en la música. Al final terminamos un tanto mareados y con mucha hambre. Me alegra ver a mi amigo emocionado, y que me tenga la confianza para acompañarlo y dar mi opinión en algo importante.
Alguna vez pensé en casarme, pero nunca reparé en todos los detalles al respecto. En realidad sabía que serían muchas las cosas involucradas y que habría que planearlo bien. Sin embargo, pensaba yo, mi única labor sería ayudar a lo que Brenda quisiera. No se malinterprete, no pensaba dejarle toda la chamba, no es mi estilo ni ella lo hubiese permitido (uso hubiese como si con eso cubriera mi maldito afán hacía el dañino hubiera). No, no era flojera de mi parte, sino que a mi no me importaban demasiado los detalles. Para mí, con le hecho de haberme casado con ella hubiera bastado. Así que la elección de salón, servicio de banquete, es decir, todo lo referente a la ceremonia y fiesta, lo hubiera dejado en sus manos para que tuviera una boda tal cual ella quisiera.
No recuerdo en que momento fue. Tal vez mientras nos enseñaban fotos o un menú, que recordé lo anterior. Pensé el menú que hubiera elegido Brenda, el color y decoraciones de mesas, etc. Uno de los servicios ofrecía un reflector para el momento de entrada de los novios, otro una pantalla gigante para poner una semblanza fotográfica de la pareja que podía incluir fotos desde su niñez hasta el día de la boda. Eso nunca lo hubiera elegido, pensé. Y volví a imaginar lo mismo que siempre imaginé cuando soñaba que ella y yo nos casaríamos.
Era un pensamiento más como atmósfera que como forma concreta. Repito, para mí, con estar a su lado era suficiente. Y nada importaba más que eso... y un detalle. Porque no pensaba en un salón, ni en cómo estarían arregladas las mesas, ni en los invitados, ni en cómo iría vestido. Sólo en ella y en que en algún momento la música se hiciera silencio y unos segundos después diera paso a la canción “Wonderful tonight” de Eric Clapton. Eso era lo único que me importaba, casarme con ella y bailar esa canción.
Imaginé cómo pudo ser el momento y cuando me di cuenta de dónde estaba decidí dejarnos abrazados y bailando en la foto de algún salón, como una postal con vida propia que aunque no sea, en algún lado debe de existir.
Desde ese día no he dejado de recordarlo. He pensado mucho en Brenda. Y, quizás por esa imagen de postal, no dejo de escuchar “Postcards from Italy” de Beirut, una canción que me gusta muchísimo y me anima (no había reparado en la letra y tiene mucho que ver), y en estos días me deja infinitamente triste y con pensamientos sin sentido... porque yo mismo sé que no tiene sentido... pero no puedo ni quiero evitarlo...
Después de dejar mis recuerdos continué viendo las opciones para la boda de mi amigo. Luego fuimos a calmar el hambre a su casa y más tarde llegó su novia. Son una buena pareja, y al igual que con mi otro amigo que piensa dar ese paso, y que con aquel que ya lo dio, no puedo dejar de sentir alegría. Además parece que seré invitado a las degustaciones para ver cuál servicio contratan y tendré mi panza contenta.
No sé si en algún momento yo vaya a pasar por eso. Si me preguntan ahora, diría que no, gracias... Así que aplicaré la fórmula que he aplicado cuando algo no me sale bien pero a un amigo sí, y disfruto su felicidad tanto como si fuera mía. En este caso no sé si será más fácil o más difícil, porque mi amigo se casa el veintitantos de noviembre... A ver... mientras dejo este video que encontré de Beirut tocando en vivo, es una de las bandas que más me gusta en este momento, vale la pena.
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