martes, 13 de noviembre de 2007

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Ayer hace un año fue cuando la relación con Brenda terminó completamente después de pasar meses a la deriva. Digo a la deriva por decir algo, ya que en el fondo sabía el rumbo hacía donde iba a encallar. En realidad terminamos en mayo, pero fue hasta noviembre cuando en definitiva dejamos de vernos. Las circunstancias entre un mes y otro fueron distintas. No quiero ahondar en detalles, ya he hablado mucho aquí y en todos lados al respecto. Ya me cansé y creo que hasta sueno repetitivo. Sin embargo, es necesario escribir que lo peor del rompimiento, bueno, no lo peor, sino lo más doloroso no fue el rompimiento en sí, sino lo que sucedió en esos meses entre mayo y noviembre y lo que después vino ocurriendo este año. Lo más doloroso fue descubrir a una Brenda que no conocía. No sé, y quizás nunca lo sabré, si se lo que pasó es que durante años no vi muchas cosas de la persona con la que compartí buena parte de mi vida, o si acaso en verdad ella cambió. Primero fueron las llamadas sin respuesta, los mensajes, los correos que supuestamente no llegaban... después vinieron muchas cosas que me parecería de mal gusto mencionar. Finalmente, luego de dejar de vernos durante unos meses, reapareció por mi cumpleaños. Y de ahí las cosas derivaron en palabras, nada más. Siempre dándome una versión de su vida, de lo que le ocurre, de lo que siente. Y sin embargo, ella ya tenía una relación en la que, hasta donde sé, sigue estando. Sin entrar en detalles, puedo decir que hubo llamadas, palabras, lágrimas e incluso besos. No obstante, las cosas no cambiaron. Ella siguió en lo suyo y yo en lo mío. Y cuando por fin encontré a una persona que pudiera permanecer un poco más en mi vida, la respuesta de Brenda fue igual de desconcertante. En fin, solo palabras, nada más.

Hace poco más de un mes fui a su examen profesional. Me dio gusto verla cumplir un sueño que albergó durante años. Me sentí feliz de una forma dulce-amarga. Bastó estar ahí para confirmar lo que ya sabía y por no sé qué razones me negué a ver. No sé quién es Brenda. No la reconocí. No es que no fuera ella de forma literal, obviamente ella es ella. Pero para mí es como si otra habitara el cuerpo que un día amé. Sin embargo, esa otra no termina de apoderarse de la Brenda que era, porque de vez en cuando, mientras platicamos o comemos ella sigue estando. Esta es la versión poética. Se oye mejor y en todo caso la prefiero. Porque suena muy feo decir las cosas tal cual se ven y decir que ese día confirmé que hay varias versiones de Brenda: la que le da a casi todas sus amigas, a su novio, donde ella continuó con su vida y yo soy sólo un amigo; la otra, la que me da a mi cuando platicamos, la versión en la que quiere una vida nueva o una vida vieja, aquella en la que no quiere terminar de soltarnos sino al contrario. Y puede que haya más versiones que yo no conozca. Lo cierto es que la Brenda que quiere una vida vieja permanece oculta y sale a veces, sólo cuando está conmigo. O quizás algunas veces estando sola, pero como lo que dije al principio, hay cosas que nunca voy a saber. Ese día después de su examen, estuve un buen rato con Iván. Como bien dijo en su diario de hi5, ambos caminamos desengañados de lo que durante mucho tiempo no quisimos ver (la enfermedad de los ojos, mi querido Iván, la enfermedad de los ojos!). En fin, si escribo esto es porque necesitaba escribirlo y ya. Escribir esto y también mencionar su nombre, porque a pesar de que varias veces he escrito aquí sobre ella, en pocas -quizá sólo una ocasión-, he escrito su nombre Eso es todo. No hay nada más detrás. Si acaso la falta de comprensión, y ya.

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