jueves, 28 de enero de 2010

Fragmento

Acorralado por la nostalgia, asesinado por el presente infértil, me presento ante mí sin hallar qué decirme. Trato de seguir mi tenue buena estrella, pero cada paso que doy ella se aleja mucho más. Es difícil mantener un buen ánimo cuando la enfermedad se presenta como una realidad que quizá deba ya de aceptar como cotidiana. A los pocos días de alegría sobrevienen varios de estar-en-ningún-lado-y-moverme-hacia-ninguna-parte, que son los que me generan una pesadumbre espiritual cada vez más aplastante.
Afuera: la sonrisa, el humor (blanco y negro, blanco o negro), el ánimo, la máscara, la persona. Adentro: la mueca de insatisfacción, la tristeza, el desánimo, la realidad, el espíritu agonizante. Pero a veces todo lo anterior es falso. Día con día esta condición dual se hace más frenética, más contundente. Está aquí, y no se va a ir sino conmigo.
Por otro lado la recuperación de la memoria me ofrece espasmos de felicidad, que entre más frecuento también son más sólidos. De niño jugaba a cerrar los ojos y tratar de dominar mi entorno bajo una fingida ceguera. Ahora la enfermedad me presentó el pretexto para volver a hacerlo, para caminar a tientas durante los cinco minutos en los que la solución oftálmica surte un anémico efecto. De niño sabía los pasos necesarios para llegar a la cocina, podía adivinar el punto exacto en el que me encontraba, pero ahora el don de la ubicación parece más que dormido (sí, esto último es metáfora y realidad). Seguiré tratando. La enfermedad me da esta y otras oportunidades.
Dejando fluir a mis recuerdos el otro día también me sorprendí divagando mentalmente durante la noche. Las luces apagadas, los sonidos de la calle y los más íntimos del edificio donde habito, y mi mente se fue mientras armaba escenarios posibles de situaciones también posibles con personajes existentes e inexistentes, de ahora y de hace años. Algo me hizo feliz. No sé si fue el roce con el pasado o la recuperación en el presente, en mi circunstancia actual, de algo que antes, si bien disfrutaba, era más un escape que un verdadero acto lúdico.
Hay una bestia o un ser demasiado bello y puro que no me permite estar cien por ciento conforme. Asoma de vez en cuando, y la escritura demuestra una y otra vez ser el sedante perfecto.
La enfermedad está aquí, y es de las cosas que más alteran a la bestia bella y pura. La enfermedad está aquí presente mientras escribo, golpeándome otorrino, oftálmica y dérmicamente. Afuera la persona seguirá su día, volverá al trabajo, a seguir ese camino que, dicen, es tomar en serio a la vida. La bestia dormirá unas horas, días, meses, minutos más.

2 comentarios:

Negui dijo...

La "bestia" sólo duerme, concentra su energía para un despertar explosivo... no desesperes.

JJ dijo...

:) <3