lunes, 1 de marzo de 2010

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Hoy no me siento bien. Tengo un dolor que no tenía hace dos días. No sé qué suceda. La maldita salud me evade. Sin embargo, quizá como autodefensa, sólo atino a recordar dos versos de Oliverio Girondo: Cualquier dolor lastima/mi carne, mi esqueleto, pues sin darle vueltas a las cosas describen tal cual cómo me siento. En fin, lo bueno es recordar el resto del poema y de alguna manera se aligera el maldito dolor. También es agradable volver a la película que me descubrió a este poeta, y traer de nuevo a la memoria el oficio deseado. 

Comunión plenaria, de Oliverio Girondo

Los nervios se me adhieren 
al barro, a las paredes, 
abrazan los ramajes, 
penetran en la tierra, 
se esparcen por el aire, 
hasta alcanzar el cielo.

El mármol, los caballos 
tienen mis propias venas. 
Cualquier dolor lastima 
mi carne, mi esqueleto. 
¡Las veces que me he muerto 
al ver matar un toro!...

Si diviso una nube 
debo emprender el vuelo. 
Si una mujer se acuesta 
yo me acuesto con ella. 
Cuántas veces me he dicho: 
¿Seré yo esa piedra?

Nunca sigo un cadáver 
sin quedarme a su lado. 
Cuando ponen un huevo, 
yo también cacareo. 
Basta que alguien me piense 
para ser un recuerdo.


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