Hace dos días escribí sobre un par de amigos de la prepa que tengo en muy alta estima. Si me pongo a pensar en lo que conozco de literatura, principalmente dos referencias me hacen pensar en ellos. Por un lado, Jack Kerouac y Neal Cassady encarnarían un símbolo de lo que es la amistad. Y la verdad, cuando veo la foto que he puesto aquí, no dejo de pensar en algunos muy pocos amigos como Jorge y Paco. Vuelvo a hablar de ellos, porque también, años después de salir de la preparatoria, cuando leí Paradiso de José Lezama Lima, hubo una parte que inmediatamente llevó a mi mente los recuerdos con estos dos amigos. No es la única vez que ha pasado, pero sí la más entrañable. A continuación la transcribo, porque además allí se describe el tipo de amistades que me gusta tener.
“Pero ya él lo había dicho riéndose, tenía dos amigos. Uno, Foción, en sus descensos al Hades. Cemí, el otro, cuando regresaba a la luz. Sabía que una triada amistosa es ganar la adolescencia. De ahí su sentirse dichoso, sentía la fuerza sagrada de tener un amigo apasionado y un amigo que lo escrutaba, que lo creía entre líneas, que lo repasaba, como dos centinelas que mientras uno dormía, el otro vigilaba su sueño y al mismo tiempo, en acecho, evitaba que las aves portadoras de presagio penetrasen por su frente.”
“Lo que Foción no precisaba era que la única alegría que pesaba en Cemí era su amistad con ellos dos, ya cada uno por su parte, ya el acecho de Fronesis por Foción. Era sentir la profundidad placentera de que se penetraba en una alegría inteligente, la serena nobleza que se alzaba hasta enfrentarse con un hiriente destino. Dentro de esa alegría, Cemí sentía el dolor de la adquisición de cosas esenciales, pues en toda amistad por quiditaria, por apegada a las esencias que sea, hay siempre el dolor de la cosa perecedera y la falsa alegría de lo concupiscible, el dolor de las adquisiciones hechas por los sentidos transfigurados.”
“Pero ya él lo había dicho riéndose, tenía dos amigos. Uno, Foción, en sus descensos al Hades. Cemí, el otro, cuando regresaba a la luz. Sabía que una triada amistosa es ganar la adolescencia. De ahí su sentirse dichoso, sentía la fuerza sagrada de tener un amigo apasionado y un amigo que lo escrutaba, que lo creía entre líneas, que lo repasaba, como dos centinelas que mientras uno dormía, el otro vigilaba su sueño y al mismo tiempo, en acecho, evitaba que las aves portadoras de presagio penetrasen por su frente.”
“Lo que Foción no precisaba era que la única alegría que pesaba en Cemí era su amistad con ellos dos, ya cada uno por su parte, ya el acecho de Fronesis por Foción. Era sentir la profundidad placentera de que se penetraba en una alegría inteligente, la serena nobleza que se alzaba hasta enfrentarse con un hiriente destino. Dentro de esa alegría, Cemí sentía el dolor de la adquisición de cosas esenciales, pues en toda amistad por quiditaria, por apegada a las esencias que sea, hay siempre el dolor de la cosa perecedera y la falsa alegría de lo concupiscible, el dolor de las adquisiciones hechas por los sentidos transfigurados.”
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