A veces cuando mi estado de ánimo se debate entre la profunda melancolía aderezada con nostalgia y las ganas de vivir unidas a un ímpetu inexplicable, suelo definirlo yendo a alguna librería. Pocas veces funciona. No tengo un peso partido en dos. A veces pienso que todos deberíamos tener dinero al menos para el ataúd en caso de algún desastre. Pero esa no es mi circunstancia, y mi vocación autodestructiva hace que una y otra vez derrame dinero en libros que no siempre leo, en discos que dejo de escuchar, en comida y todo tipo de estupideces. En fin, decía que pocas veces da resultado el ir y gastar dinero... Bueno, no, el ir y gastar dinero casi siempre funciona porque esa vocación autodestructiva pide ser alimentada, saber nuevamente que no tengo nada (por eso empecé a jugar póquer, para perder). Pero nuevamente me desvío del tema. Lo que pocas veces da resultado es ir a una librería con ansía de leer, comprar un libro y empezar ese mismo día.
Anoche funcionó. Gasté casi todo lo que había en mi cartera en dos libros. Uno de ellos, Bonsái, de Alejandro Zambra, me atrapó desde las primeras líneas. “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura:”. Así termina el primer párrafo de la corta narración. Ella muere y el se queda solo, dice unas líneas antes. Pienso que la coincidencia con el nombre tuvo mucho que ver con que me atrapara. Justamente ayer tenía que encontrar una novela que iba a contar una historia de amor, donde el protagonista se llama Julio, ella muere y él se queda solo. Hace unos años leí El testigo de Juan Villoro, una novela que me gusta mucho, pero que casi no lo digo porque a veces resulta un poco doloroso recordar, saber que en la historia de su personaje, Julio también, encuentro similitudes, o más que eso, que en esa novela encontré el presagio de lo que podría pasar tiempo después.
En fin, dejaré las reflexiones casi crípticas y me enfocaré en la novelita de Zambra. Se trata de un relato breve, con trazos cortos pero precisos para contar lo que quiere contar. No encontramos un desarrollo extenso y prolijo, sino más bien formas condensadas, resumidas, que ofrecen la información necesaria para conocer la historia. Y esas formas breves son fluidas, por eso, aunque desde el inicio de la novela sabemos lo que va a pasar, la forma de narrar hace que uno quiera enterarse de cómo va pasar, o de qué es lo que pasa antes. La historia es de Julio y Emilia, quienes estuvieron unidos por amor y por literatura y después se separaron. Ella se va a España, donde muere. El se queda en Santiago, vende sus libros y se dedica a hacer un Bonsái. En la novela aparecen otros personajes, pero el narrador constantemente recuerda que la historia es de Julio y Emilia, abreviando así las historias secundarias, que al final convergen con la muerte de Emilia. Por que ella muere, mientras María (otra pareja de Julio) se aleja del metro en Madrid, y en Chile, Anita, la mejor amiga de Emilia, escucha a su madre sin ganas, y en una clínica coinciden sin conocerse Andrés, el ex esposo de Anita y Gazmuri, el escritor que no quiso contratar a Julio para la transcripción de su novela... y esa noche Julio duerme mal y se levanta varias veces a observar el Bonsái cuyo diseño trazó el mismo día que hizo el dibujo de una mujer con rasgos de Emilia y María.
El otro día me dijeron que nada permanece, que nada es para siempre. Y eso lo sé muy bien. Y acaso es ese uno de mis grandes temores: la certeza de saber que todo puede terminar. Y bien, muchas cosas han terminado. De muchas personas me he despedido a lo largo de mi vida (ya no tan corta, pero tampoco muy larga). Sin embargo, muchas veces me pregunto qué habrá pasado con esas personas que de alguna manera siguen siendo parte de mi vida. Y creo que pude notar en mí, el sentimiento de Julio en la escena final de la novela. Me ví a mí haciendo lo mismo que él, hundido en la desazón y la nostalgia, tomando alguna decisión parecida.
No sé si lo que escribí sea lo mejor para hablar de la novela de Zambra. Baste resumir que me gustó, que tocó fibras especiales en mí que aun debo terminar de digerir y que la recomiendo.
Anoche funcionó. Gasté casi todo lo que había en mi cartera en dos libros. Uno de ellos, Bonsái, de Alejandro Zambra, me atrapó desde las primeras líneas. “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura:”. Así termina el primer párrafo de la corta narración. Ella muere y el se queda solo, dice unas líneas antes. Pienso que la coincidencia con el nombre tuvo mucho que ver con que me atrapara. Justamente ayer tenía que encontrar una novela que iba a contar una historia de amor, donde el protagonista se llama Julio, ella muere y él se queda solo. Hace unos años leí El testigo de Juan Villoro, una novela que me gusta mucho, pero que casi no lo digo porque a veces resulta un poco doloroso recordar, saber que en la historia de su personaje, Julio también, encuentro similitudes, o más que eso, que en esa novela encontré el presagio de lo que podría pasar tiempo después.
En fin, dejaré las reflexiones casi crípticas y me enfocaré en la novelita de Zambra. Se trata de un relato breve, con trazos cortos pero precisos para contar lo que quiere contar. No encontramos un desarrollo extenso y prolijo, sino más bien formas condensadas, resumidas, que ofrecen la información necesaria para conocer la historia. Y esas formas breves son fluidas, por eso, aunque desde el inicio de la novela sabemos lo que va a pasar, la forma de narrar hace que uno quiera enterarse de cómo va pasar, o de qué es lo que pasa antes. La historia es de Julio y Emilia, quienes estuvieron unidos por amor y por literatura y después se separaron. Ella se va a España, donde muere. El se queda en Santiago, vende sus libros y se dedica a hacer un Bonsái. En la novela aparecen otros personajes, pero el narrador constantemente recuerda que la historia es de Julio y Emilia, abreviando así las historias secundarias, que al final convergen con la muerte de Emilia. Por que ella muere, mientras María (otra pareja de Julio) se aleja del metro en Madrid, y en Chile, Anita, la mejor amiga de Emilia, escucha a su madre sin ganas, y en una clínica coinciden sin conocerse Andrés, el ex esposo de Anita y Gazmuri, el escritor que no quiso contratar a Julio para la transcripción de su novela... y esa noche Julio duerme mal y se levanta varias veces a observar el Bonsái cuyo diseño trazó el mismo día que hizo el dibujo de una mujer con rasgos de Emilia y María.
El otro día me dijeron que nada permanece, que nada es para siempre. Y eso lo sé muy bien. Y acaso es ese uno de mis grandes temores: la certeza de saber que todo puede terminar. Y bien, muchas cosas han terminado. De muchas personas me he despedido a lo largo de mi vida (ya no tan corta, pero tampoco muy larga). Sin embargo, muchas veces me pregunto qué habrá pasado con esas personas que de alguna manera siguen siendo parte de mi vida. Y creo que pude notar en mí, el sentimiento de Julio en la escena final de la novela. Me ví a mí haciendo lo mismo que él, hundido en la desazón y la nostalgia, tomando alguna decisión parecida.
No sé si lo que escribí sea lo mejor para hablar de la novela de Zambra. Baste resumir que me gustó, que tocó fibras especiales en mí que aun debo terminar de digerir y que la recomiendo.
Alejandro Zambra, Bonsái, Anagrama, Barcelona, 2006, 94 pp.
1 comentario:
mejor me lo prestas amiguito. y animo!
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