viernes, 23 de octubre de 2009

Los hijos de suicidas suelen pensar en matarse al caer la tarde,
cuando la sangre está falta de azúcar.

Los hijos de suicidas no suelen triunfar.
Generalmente encuentran algo a faltar en la vida.

Kurt Vonnegut en
Dios le bendiga Mr. Rosewater



A lo largo de dos años en este espacio he compartido buenos momentos, malos momentos, reflexiones (buenas o malas no soy quién para juzgarlo), música y algo sobre literatura. Mucho he hablado sobre cómo veo la vida, sobre lo que pienso, cómo actúo. Creo que incluso en alguna ocasión confesé que aquí en ocasiones me mostraba de una forma más abierta. Sin embargo, a pesar de la función de diván que ha ejercido con regularidad discontinua, nunca como hoy me ha resultado imprescindible la escritura aquí.

A veces cuando las cosas me ahogan siento la necesidad de hablar, que para mí es más bien escribir. Las situaciones más dolorosas no las platico, las escribo, quizá porque es más sencillo contarme a mí que otra persona. Sin embargo, a veces sucede que lo que me afecta concierne más otra persona y ahí no sé hasta qué punto es válido hablar. Así que sólo me queda hablar de lo propio.

Hace varios años, no sé cuántos, una noche de melancolía y nostalgia, llena de música, recuerdos y dos tragos de whiskey llegó un momento en que me dije "basta, hasta aquí". Entonces volví la mirada hacia el librero y ahí yacía una navaja. No puedo describir la sensación de ese momento, porque no se parece nada a cualquier otra, ni a la sensación que genera alguna droga, ni a la de la adrenalina, ni al nerviosismo; fue más parecido a estar y no estar, a sentirme ido de la mente aunque estuviera más que lúcido y consciente del correr de mis pensamientos y actos. Creo que lo más similar sería ese estado entre el sueño y la vigilia, pero tampoco es precisa la descripción.

Mis recuerdos aparecen con lagunas. En un momento estaba sentado en el piso de mi habitación, en el siguiente recostado en la cama, después viendo la navaja y luego contemplando su brillo junto a la piel de mi brazo. Del brillo vino un recuerdo, la recuperación exacta del instante en que me regalaron esa navaja, años atrás, en un mercado de importaciones en Aguascalientes. Podría jurar que en verdad viajé en el tiempo y me deslumbré con el sol resplandeciente de ese verano, a pesar de mis gafas oscuras de colores. El siguiente recuerdo es despertar y ver la piel de mi brazo maltratada, apenas abierta, sonreír y dejarme ir en el sueño.

Durante años contemplé el suicidio como una opción. Aunque solía decir que era una tontería, algo de cobardes, en el fondo buscaba convencerme de creer en eso. No conseguí descartarlo hasta ese día. Lo que ocurrió no fue resultado de una emoción desbordada, sino de una tranquilidad imperturbable, de ahí mi sorpresa. Si bien fue una noche de melancolía, he tenido noches y días peores; esa vez fue melancolía calmada. Después de eso ni en los peores momentos he vuelto a pensarlo como una solución para dar vuelta al dolor. Pero tampoco creo eso que quise venderme, ni lo contrario, es decir, no creo verdadero lo que dicen quienes opinan que es cobardía, ni quienes opinan que se necesita valor. Desde mi experiencia es sólo una decisión más, como tomar un CD del anaquel y ponerlo en el reproductor; quizá se deba a tanto tiempo que estuve pensándolo...

Años después de esa noche una persona muy, muy querida intentó quitarse la vida. Imagenes que espero algún día mi cerebro cicatrice... Hoy sé que un buen amigo ha pasado por eso, y de ahí que me aslaten estos pensamientos, reflexiones, recuerdos y que necesite escribir algo aquí.

Cada quien tiene su propia experiencia y con base en ella es que resuelve o continúa en el mismo camino. En mi caso, y aunque la mayoría de las veces parezca lo contrario, he decidido ser un optimista necio. Sé lo que es y no es para mí, y la muerte por mano propia no me corresponde. La vida es una perra pero vivir es maravilloso. Quisiera saber cómo funcionó mi cerebro para poder transmitirlo a la gente que quiero y que ha pasado por una situación similar.

En tanto encuentro la respuesta queda la mucha o poca compañia que pueda brindarles, pero compañía al fin y al cabo. Dejo los videos de dos canciones que me han acompañado en estos difíciles y emotivos días. Las dejo aunque un par de amigos se hayan negado a escucharlas esta tarde... las dejo en especial para ellos...





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