miércoles, 10 de febrero de 2010

Una nota sobre Guillermo Saccomanno

Mentiré. Diré que conocí el nombre de Guillermo Saccomanno de manera fortuita.
Seré sincero. Diré que he leído una sola novela de Guillermo Saccomanno: El amor argentino, antes conocida como Roberto y Eva, y que con eso me ha bastado para querer leer más.
Me lamentaré. Durante la estancia de mi amiga Dany en Argentina le encargué un sin fin de cosas, pero sobre todo, con énfasis, algo de Guillermo Saccomanno, que desgraciadamente no pudo localizar.
Me arriesgaré. Opinaré que Guillermo Saccomanno es casi inédito en México, ya no digamos entre el gran público, sino incluso entre quienes son conocedores de la literatura latinoamericana; no pasa de ser una nombre de referencia, un autor no leído.
Me alegraré. Estaré atento del momento en que las librerías comiencen a circular la novela El oficinista, de Guillermo Saccomanno, ganadora del Premio Seix Barral, y espero que con eso se atrevan a circular más de la obra de este escritor argentino.
Seré terco. No me importan las deudas ni los asuntos de salud; la pequeña cirugía puede esperar. En cuanto lo vea, parte de mi dinero, cueste lo que cueste, se irá en obtener ese libro.
Reseñaré. En la página de la revista Ñ aparece una nota, donde además transcriben fragmentos de la novela, de entre los cuales me quedo con los siguientes:

Le gusta pensar que él, a pesar de su carácter manso, puede ser, dada la circunstancia, feroz. (...)

Nadie es lo que parece, piensa. Simplemente se le debe presentar la oportunidad para que revele de qué es capaz. Este razonamiento le sirve para aguantar al jefe, a los compañeros y a su propia familia. Ni en la oficina ni en su hogar saben quién es él. (...) Un día de estos van a ver. El día menos pensado. 

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