miércoles, 26 de septiembre de 2007

Caminaba rumbo al parabús para regresar a casa. Una visita más que breve al Centro después de meses. Sentí un poco de sed y me acerqué al local. En el refrigerador encontré latas de Dr. Pepper y no pude resistirme. Debió haber sido la cuarta o quinta vez que lo bebí en mis 27 años de vida terrena.
Recordé que la primera vez fue hace casi veinte años, en mi único viaje a California. El mismo en el que probé la cerveza de raíz y miles de dulces que no he vuelto a ver. Llegó a mi memoria, en particular, esa comida en una pizzeria donde necesité más servilletas y mi madre, queriendo que practicase mi inglés, me pidió que fuera al mostrador por ellas. Era un niño más que tímido. Sí, la timidez ha sido parte de mí desde la cuna o, mejor dicho, desde ese momento extraviado fuera de las líneas de memoria en el cual me eché a perder. La misma timidez que cada vez menos hace que me trabe, logró que me quedara sin palabras al llegar frente al encargado. Pero él entendió mis señas y dijo con acento raro: “¿servilleta?". A lo que asentí con la cabeza... El cocinero de la pizzeria - “raro”- era mexicano.
También pude evocar algunos de los sabores que se tatuaron en mi lengua. Y la manera en que atravesé una calle con mis padres, obedeciendo las luces rojas y verdes (hasta ese momento no había visto un semáforo para peatones). Finalmente llegó la sensación de una rara felicidad. No sé si sería el viaje en general, la televisión en inglés llena de caricaturas, el olor chillón de los dulces o el olor fresco del aire en los centros comerciales, los juguetes que compramos en esas semanas (no recuerdo cuántas fueron, pero tengo en claro que la idea era establecer las bases para un regreso que hasta la fecha no ha sucedido), o si fue el koala que quise robar del zoológico de San Diego, o si acaso fue una especie de libertad que se me filtraba por la piel, que me deslumbraba con el sol siempre brillante, que respiraba en el aire caliente. Y no hablo de la libertad que nos han querido vender... hablo simple y llanamente de libertad, de vivir, de ser feliz, de sentirme en un lugar donde por alguna razón me sentía más cómodo.
Quizá desde siempre he querido estar en otro sitio. Quizá todo surgió allí y lo que me viene pasando es una eterna nostalgia por aquello que no pudo ser. No lo sé. Lo que es cierto es que después de evocar esos viejos recuerdos mi mente saltó a los no tan viejos recuerdos de Canadá. Un país que innegablemente tiene muchas similitudes con Estados Unidos, pero cuyas diferencias lo hacen otra cosa, un lugar donde, ya de manera conciente, pude sentir como el sitio donde quizás podría ser feliz, el lugar donde podría encajar.
No se trata de una visión inocente. No puedo asegurar que allí seré feliz. Como cualquier cosa desconocida, tendría que experimentar antes de afirmarlo, puesto que no sé qué cosas me puedan hacer falta, además de las que ya reconozco, como lo son el puñado de personas que quiero y mi ciudad monstruosa. Tal vez estando allá se me revelen más necesidades. Siempre he sabido que quizás añore más cosas, aunque desafortunadamente no lo he sabido expresar completamente quizás hasta hoy. En Canadá me sentí como perteneciente a algún sitio, por ello me gustaría intentarlo, pero quién sabe qué venga en mi futuro.
Hay quienes podrían decirme que se trata sólo de sentimientos por lugares que no conocía. Y podría decirles que sí, hasta cierto punto. Porque si me pongo a pensar también quisiera volver a Argentina y Uruguay. Algo similar ocurrió, pero la historia fue diferente, allí fui para enterrar una historia y el refrigerador que nunca compré. Y no sé si podría ir a construir una historia nueva o más bien me iría a seguir añorando...
En fin, cosas que provoca el gusto por el sabor de un refresco que relaciono con aires de felicidad, tranquilidad y libertad propia. Un viaje por mi infancia aterrizado en los últimos tres años de mi vida, un viaje donde aun retumban muchos nombres, rostros que no he vuelto a ver, sueños y deseos que cayeron y otros que les sobreviven (acaso por estar presentes desde hace tanto, tanto tiempo)... y hasta hoy soy conciente de esa supervivencia, felizmente claro...
(Y ahora escucho a Elvis Costello... Hum... no, definitivamente no hay casualidades... escucharé Sulky Girl y All the rage (quizás todo el "Brutal Youth"), y pondré aquí su primera presentación en TV, porque va con el estado de ánimo que tengo y por el gusto de recordar esos nombres y rostros y pensar en el mí que, aunque sea en pocas cosas, sigue sobreviviendo cada día a pesar de todo lo que me ha peleado a la contra... incluyéndome y a mis demonios...)

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