martes, 25 de diciembre de 2007

24-25/dic/07

Hoy es nochebuena. Bueno, de hecho, técnicamente ya es navidad. Ha sido un día largo, no tanto por las cosas hechas como por las pensadas. Sé que una de las razones por las cuales he detestado la navidad es porque en un día como este, una noche como esta, fue de las peores que he vivido. Sin embargo, hoy después de muchos años los sentimientos han sido diferentes. O mejor dicho, hoy he sentido algo. Porque en realidad parte de odiar la navidad es la falta de sentimientos, la indiferencia que emana de mí en este día. Y resulta doloroso darme cuenta que no importan los años transurridos, los repetidos intentos por rescatar lo perdido. Porque todo se va y nada permanece. Porque incluso las personas que piensas van a perdurar en tu vida un buen día ya no están o se convierten en rostros de pared, en un extraño más que evitas saludar en la calle. Por todo eso, hoy de alguna forma, por segunda ocasión en 12 años, he sentido pena por mi falta de sentimientos en el resto de esos 12 años. Hoy me di cuenta que 12 navidades de rescate no sirven contra una navidad destrozada y destructora. Pero también hoy, pensé que quizás era ya tiempo de dejar las cosas flotar e irse. Porque finalmente es algo de lo que este año he aprendido a hacer con más facilidad. Dejar que las cosas se vayan como un globo cargado de recuerdos y rencores, de lágrimas y resentimientos, de sueños rotos, de cosas que no serán al fin y al cabo.
Un sentimiento de amargura, condimentado con algo de desazón es lo que siento hoy. Por el pasado, por el presente. El futuro no me preocupa, o al menos de él no quiero ocuparme ahora.

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