martes, 25 de diciembre de 2007

Raziel


Algo común de lo que no me salvo es que soy una persona de Tops. Tengo mi Top ten de películas, que excede las diez ya que ni siquiera puedo decir cuál es la número 1 y empato ahí a Rashomon, Paris, Texas, a veces Las últimas imágenes del naufragio y Señora Venganza. Tengo un Top 10 de libros que a veces es más bien de autores. Uno de los libros y de los cds que quiero. Y antes tenía hasta uno de las diez cosas que quería hacer algún día. (Si alguien ha leído este blog, sabrá que obviamente ese Top ten ya no existe). En fin, de vez en cuando caigo en numerar las cosas, pero nunca se me había ocurrido hacer un Top ten del año. Quizás porque naturalmente todos los fines de año me he dirigido a un Less ten, más bien. Y este año no sé qué haré. Supongo que ni uno ni otro o quizás ambos.
Todo lo anterior fue un preámbulo muy largo para decir que si tuviera que hacer mi Top ten del año, algo que no podría dejar afuera es que por una buena parte fue una temporada de reencuentros. Una que inició desde el año pasado, pero que este año he podido visualizar con una vista panorámica mejor.
Hace rato platiqué con mi primo Raziel (antes primo Robert). Ambos estamos en una etapa crítica, no mala, sólo crítica de nuestras vidas, por diversas razones que en momentos convergen. Estábamos en casa de mi abuela. Ambos sabemos que no es igual. Ya no somos los niños que jugaban a lanzarse cohetes y buscapies, los que semana a semana se encontraban en la casa de la abuela para salir a jugar basquetbol. El tiempo pasó. De una forma u otra nos fuimos alejando cada vez más. A lo largo de unos siete años nos conformamos con los esporádicos encuentros en las Islas de CU, rara vez con mi abuela, quizás en alguno de mis cumpleaños.
Sin embargo, este año fuimos a reencontrarnos cuando no pudimos vernos en Buenos Aires. Y de ahí han venido una serie de chats, unas cervezas en la Universidad y hoy.
Creo que cada uno tiene su vida y cada cual tiene sus propias ideas. Sé, me resulta un hecho evidente que nos alejamos demasiado. Pero es bueno saber que se cuenta de alguna forma, por rara y peculiar que parezca, con alguien de la familia.
Uno de mis mejores amigos me dijo que luego de dejar de ver a un amigo durante mucho tiempo, en el reencuentro te enfrentas a dos opciones: es un extraño o un pendejo. Y en los reencuentros de este año y medio he tenido la fortuna de toparme sólo con extraños, que después de un rato van dejando de serlo, no para volver a ser quienes fueron un día, sino para tomar el lugar que ahora tienen en mi vida, un lugar en ocasiones mejor.
Tal vez los caminos que tomemos cada cual vuelvan a separarnos, pero por alguna razón creo que por mucho que nos alejemos, así haya un mar de por medio, con pocas personas estaré tan unido, pocas personas podrán decir que cuentan conmigo y de pocas personas podré decir que cuento como con Raziel.

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