martes, 4 de agosto de 2009

...

Hoy iba a ver a un amigo y decidí no hacerlo. No es que él esté acompañado, sino que hoy hubiera precisado de su soledad para acaso abrir la mía a una mirada externa. También he recibido una "invitación" de amistad en hi5 (pronto habré de botarlo) de alguien que no conozco. Miro su perfil y reconozco personas cuyos caminos se han cruzado con el mío. Advierto a gente no conocida porque así lo quise yo, y quizá ellos también. Gente que a veces me resulta insoportable y a veces indiferente. Una voz interna me cuestiona: creo que debería dejar de rechazar a la gente o un día terminaré todavía más solo. Entonces viene mi lado soberbio y sobrado a decirme: ¿acaso no somos todos unas islas que sólo de vez en cuando colapsan?, al menos tú lo reconoces.
Que todos somos unas islas, que nacimos y morimos solos es cierto, aunque también lo es que la vida es compañía. Pero, ¿qué sucede con alguien que ha pasado más tiempo con su interior que con otras personas?, ¿que incluso en compañía se siente solo? El resultado es una especie de sociopatía también interna, porque mi misantropía no me deja a salvo sino que me incluye. El resultado también puede ser alguien que aunque no siempre lo muestre aprecie mucho, muchísimo a esa poca gente que también ha abierto su soledad con él.
En estos días una canción me ha dado la paz que ni en soledad he hallado. La primera vez que la escuché fue solo un fragmento en la película Buenos muchachos, misma que vi años después con Paco, quien me aclararía que se trataba de Eric Clapton. Dejo el vídeo para mi buen amigo, por los tiempos más tranquilos que un día fueron, y por la felicidad que abremos de alcanzar.

No hay comentarios: