martes, 11 de agosto de 2009

Un poema de Enrique Lihn

Después de leer este poema pensé en ponerlo aquí. Luego continué reflexionando y quedó en el aire la pregunta de si podría seguir escribiendo en este blog, si no vendría una etapa de abandono temporal.
Todavía no lo sé.


Porque escribí

Ahora que quizás, en un año de calma, 
piense: la poesía me sirvió para esto: 
no pude ser feliz, ello me fue negado, 
pero escribí. 

Escribí: fui la víctima 
de la mendicidad y el orgullo mezclados 
y ajusticié también a unos pocos lectores; 
tendía la mano en puertas que nunca, nunca he visto; 
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies. 

Pero escribí: tuve esta rara certeza, 
la ilusión de tener el mundo entre las manos 
-¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco 
con toda su crueldad innecesaria-. 
Escribí, mi escritura fue como la maleza 
de flores ácimas pero flores en fin, 
el pan de cada día de las tierras eriazas: 
una caparazón de espinas y raíces. 
De la vida tomé todas estas palabras 
como un niño oropel, guijarros junto al río: 
las cosas de una magia, perfectamente inútiles 
pero que siempre vuelven a renovar su encanto. 

La especie de locura con que vuela un anciano 
detrás de las palomas imitándolas 
me fue dada en lugar de servir para algo. 
Me condené escribiendo a que todos dudaran 
de mi existencia real 
(días de mi escritura, solar del extranjero). 
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos 
digo que pasarán porque escribí 
y hacerlo significa trabajar con la muerte 
codo a codo, robarle unos cuantos secretos. 

En su origen el río es una veta de agua 
-allí, por un momento, siquiera, en esa altura- 
luego, al final, un mar que nadie ve 
de los que están braceándose la vida. 
Porque escribí fui un odio vergonzante, 
pero el mar forma parte de mi escritura misma: 
línea de la rompiente en que un verso se espuma 
yo puedo reiterar la poesía. 

Estuve enfermo, sin lugar a dudas 
y no sólo de insomnio, 
también de ideas fijas que me hicieron leer 
con obscena atención a unos cuantos psicólogos, 
pero escribí y el crimen fue menor, 
lo pagué verso a verso hasta escribirlo, 
porque de la palabra que se ajusta al abismo 
surge un poco de oscura inteligencia 
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados. 

Porque escribí no estuve en casa del verdugo 
ni me dejé llevar por el amor a Dios 
ni acepté que los hombres fueran dioses 
ni me hice desear como escribiente 
ni la pobreza me pareció atroz 
ni el poder una cosa deseable 
ni me lavé ni me ensucié las manos 
ni fueron vírgenes mis mejores amigas 
ni tuve como amigo a un fariseo 
ni a pesar de la cólera 
quise desbaratar a mi enemigo. 

Pero escribí y me muero por mi cuenta, 
porque escribí porque escribí estoy vivo. 


Enrique Lihn

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