La semana pasada escribí algo lleno de furia, lo publiqué aquí y después lo quité. Sé que algunas personas se preguntaron de qué demonios se trataba. Y la verdad aun no lo puedo decir. Son cosas que sentí. Después un amigo lo leyó y me di cuenta que había personas que podrían sentir que estaba tirando mierda por igual, quizás sin incluirme. Pero lo cierto es que siempre hablo de mi propia basura. Si critico algo o a alguien, no salgo con la mamada de decir que comienzo por mí, pero sí es seguro que en algún punto me dé a mí mismo unos buenos golpes. Porque no tiene sentido criticar si no soy capaz de ver lo que hay mal en mí.
Hoy no es un día mejor que ese de la semana pasada. Pero al menos es mejor que ayer. Y creo que me hallo un poco tranquilo. A veces la tranquilidad se me confunde con ese sentimiento de paz que te da la desilusión, el saber que nada es posible y por lo tanto es mejor ya ni siquiera estar triste ante los imponderables de la vida. Hoy no sé si es tranquilidad o desilusión, pero me siento calmado. Además escucho mi canción favorita de Belle & Sebastian (luego la poingo acá). Por eso me atrevo republicar mis mentadas de madre. Cabe aclarar que no me refiero a cada persona que conozco, pero también que mucho de lo que digo, sigue estando ahí:
Yo no sé si es que la vida es una puta perra o que yo soy demasiado pendejo. Me he declarado, de forma abierta, un incompetente para la vida. No tanto incompetente como poco funcional. Mucho más para la vida que se puede tener en un mundo como éste, pero sobretodo en un país como éste. Se me ocurre dedicarme a las humanidades en un país donde no importan y además sigue existiendo el amiguismo y el compadrazgo, a cualquier nivel, incluyendo el cultural. Y me pregunto si será así en todas partes. La parte ilusa de mí piensa que no. La parte realista, la que no dejo funcionar, esa que sería completamente adaptable a la vida, me dice que no sea pendejo.
Anoche pensé muchas cosas. En algún momento dije “la vida es una perra, punto; a algunos los bendice con suerte... a otros con fortuna... y a los más jodidos nos da un par de ojos bien abiertos para ver la mierda que es el mundo... eso sí... nos hace rete inteligentes, pero jodidos...”. Después recordé un cuento de José Emilio Pacheco intitulado La zarpa, cuya historia es sencilla, la de una mujer que siempre ha sentido envidia de su mejor amiga porque ella es fea y la otra bonita, porque su amiga tiene suerte y ella no. En ese cuento hay una de las frases más ciertas que he leído “Si alguien nace fea por fuera la gente se las arregla para que también se vaya haciendo horrible por dentro”. Y así sucede con todo. Uno puede ser una buena persona, pero la puta vida te puede volver envidioso y corroído por dentro. Y no sólo le pasa a los feos, sino a quienes merecerían tener una surte, acaso una vida distinta. Aún recuerdo el día que leí ese cuento, sentado afuera de la Prepa 6, con el sol en pleno blanqueando el papel que brillaba hacia mis ojos. Era mi último año y justo me debatía entre complacer a mis padres y pedir pase a la licenciatura en Derecho o seguir mi instinto y pedir Filosofía. Al final, como siempre, terminé cagándola, yendo dos años a la escuela de egos de SOGEM para luego caer en Filosofía y Letras en una licenciatura hermosa llena de gente pretenciosa. El libro donde leí La Zarpa ya no está en mi librero.
Me he vuelto más amargado cada día. Y, raramente, más calmado. Ahora sé que después de escribir algún libro y terminar de estudiar a los clásicos, esperando en el ínterin conseguir un trabajo que me permita ahorrar... ah! digámoslo como es: ahora sé que lo único que quiero es esto: pasear con mi perro, escribir, estudiar y conseguir un trabajo que me devuelva al aikido y después pague el viaje a Marruecos, donde habré de lanzar mi borrador de novela y mi vida al mediterráneo.
Pero eso no quita el amargamiento, sino que la calma es la última consecuencia del mismo. De saber que nada se puede. De reconocer una y otra vez que por más que quisiera dejar salir mi parte realista, siempre seré poco funcional para este mundo. Porque a final de cuentas de nada sirve que me queje. Puedo decir una y otra vez la mierda del mundo, la mierda que veo cada día en cualquier lugar, la apestosa y abundante mierda que incluso existe entre mi familia, en la gente que conozco, en los sitios que camino, en la universidad, en el país entero. Puedo quejarme mucho, pero a final de cuentas tampoco he hecho demasiado por cambiar mi vida. Yo mismo he decidido seguir rodeado de gente que me daña en muchos niveles, yo y sólo yo he querido seguir aquí y no moverme. Así que no vale la pena quejarme. Sé que es una realidad que algunos tienen una vida más iluminada, con mayor fortuna y mejor suerte. Y ante eso puedo quejarme, puedo sentir envidia o coraje, o simplemente puedo seguir como si nada, dejar que las cosas pasen. Finalmente, ya no me interesa ni siquiera la queja, no quiero que sirva para nada. Tampoco me interesa cambiar las cosas. Lo poco que he hecho por cambiar mi vida ha sido más bien en el plano de las ideas y no tanto en la realidad. Porque para ello necesitaría dejar salir a mi parte funcional, esa que sería necesaria para tener lo huevos de mandar al carajo a buena parte de mi familia, a varios de mis supuestos amigos y un chingo de la gente que me rodea, sin detenerme a pensar lo que ellos puedan sentir. Pero no soy así. Eso lo tengo claro. Así que sólo me queda el paso del tiempo y la esperanza del mediterráneo dentro de unos años...
Hoy no es un día mejor que ese de la semana pasada. Pero al menos es mejor que ayer. Y creo que me hallo un poco tranquilo. A veces la tranquilidad se me confunde con ese sentimiento de paz que te da la desilusión, el saber que nada es posible y por lo tanto es mejor ya ni siquiera estar triste ante los imponderables de la vida. Hoy no sé si es tranquilidad o desilusión, pero me siento calmado. Además escucho mi canción favorita de Belle & Sebastian (luego la poingo acá). Por eso me atrevo republicar mis mentadas de madre. Cabe aclarar que no me refiero a cada persona que conozco, pero también que mucho de lo que digo, sigue estando ahí:
Yo no sé si es que la vida es una puta perra o que yo soy demasiado pendejo. Me he declarado, de forma abierta, un incompetente para la vida. No tanto incompetente como poco funcional. Mucho más para la vida que se puede tener en un mundo como éste, pero sobretodo en un país como éste. Se me ocurre dedicarme a las humanidades en un país donde no importan y además sigue existiendo el amiguismo y el compadrazgo, a cualquier nivel, incluyendo el cultural. Y me pregunto si será así en todas partes. La parte ilusa de mí piensa que no. La parte realista, la que no dejo funcionar, esa que sería completamente adaptable a la vida, me dice que no sea pendejo.
Anoche pensé muchas cosas. En algún momento dije “la vida es una perra, punto; a algunos los bendice con suerte... a otros con fortuna... y a los más jodidos nos da un par de ojos bien abiertos para ver la mierda que es el mundo... eso sí... nos hace rete inteligentes, pero jodidos...”. Después recordé un cuento de José Emilio Pacheco intitulado La zarpa, cuya historia es sencilla, la de una mujer que siempre ha sentido envidia de su mejor amiga porque ella es fea y la otra bonita, porque su amiga tiene suerte y ella no. En ese cuento hay una de las frases más ciertas que he leído “Si alguien nace fea por fuera la gente se las arregla para que también se vaya haciendo horrible por dentro”. Y así sucede con todo. Uno puede ser una buena persona, pero la puta vida te puede volver envidioso y corroído por dentro. Y no sólo le pasa a los feos, sino a quienes merecerían tener una surte, acaso una vida distinta. Aún recuerdo el día que leí ese cuento, sentado afuera de la Prepa 6, con el sol en pleno blanqueando el papel que brillaba hacia mis ojos. Era mi último año y justo me debatía entre complacer a mis padres y pedir pase a la licenciatura en Derecho o seguir mi instinto y pedir Filosofía. Al final, como siempre, terminé cagándola, yendo dos años a la escuela de egos de SOGEM para luego caer en Filosofía y Letras en una licenciatura hermosa llena de gente pretenciosa. El libro donde leí La Zarpa ya no está en mi librero.
Me he vuelto más amargado cada día. Y, raramente, más calmado. Ahora sé que después de escribir algún libro y terminar de estudiar a los clásicos, esperando en el ínterin conseguir un trabajo que me permita ahorrar... ah! digámoslo como es: ahora sé que lo único que quiero es esto: pasear con mi perro, escribir, estudiar y conseguir un trabajo que me devuelva al aikido y después pague el viaje a Marruecos, donde habré de lanzar mi borrador de novela y mi vida al mediterráneo.
Pero eso no quita el amargamiento, sino que la calma es la última consecuencia del mismo. De saber que nada se puede. De reconocer una y otra vez que por más que quisiera dejar salir mi parte realista, siempre seré poco funcional para este mundo. Porque a final de cuentas de nada sirve que me queje. Puedo decir una y otra vez la mierda del mundo, la mierda que veo cada día en cualquier lugar, la apestosa y abundante mierda que incluso existe entre mi familia, en la gente que conozco, en los sitios que camino, en la universidad, en el país entero. Puedo quejarme mucho, pero a final de cuentas tampoco he hecho demasiado por cambiar mi vida. Yo mismo he decidido seguir rodeado de gente que me daña en muchos niveles, yo y sólo yo he querido seguir aquí y no moverme. Así que no vale la pena quejarme. Sé que es una realidad que algunos tienen una vida más iluminada, con mayor fortuna y mejor suerte. Y ante eso puedo quejarme, puedo sentir envidia o coraje, o simplemente puedo seguir como si nada, dejar que las cosas pasen. Finalmente, ya no me interesa ni siquiera la queja, no quiero que sirva para nada. Tampoco me interesa cambiar las cosas. Lo poco que he hecho por cambiar mi vida ha sido más bien en el plano de las ideas y no tanto en la realidad. Porque para ello necesitaría dejar salir a mi parte funcional, esa que sería necesaria para tener lo huevos de mandar al carajo a buena parte de mi familia, a varios de mis supuestos amigos y un chingo de la gente que me rodea, sin detenerme a pensar lo que ellos puedan sentir. Pero no soy así. Eso lo tengo claro. Así que sólo me queda el paso del tiempo y la esperanza del mediterráneo dentro de unos años...
4 comentarios:
Se siente mucha ira, rabia... pero al menos Marruecos se asoma ¿no?. Recuerdo ese cuento también...
Omar
PD.Hay que aprovechar la calma que sigue del amargamiento para ir, (carajo ahora sì chinga!!) a bebernos un whiskey...
Sí, al menos se asoma y se mantiene gracias a personas como tú, que de una u otra forman están ahí, siempre sorprendiendo cuando no espero nada. Gracias!!!
JJ
PD. El whiskey... juega, pero hay que ponerle fecha.
y si no te querias quejar ... pa que te quejas ¿ ¡¡¡ jajajaj ¡¡¡ saludos carnal ¡¡
Mi estimado Yoyo, si no supiera que eres tú... y sólo porque eres un super carnal te lo paso...
Un abrazo!!!!
Publicar un comentario