martes, 11 de octubre de 2011

Hace poco me preguntaba aquí dónde quedaron ciertas afirmaciones que solía hacerme, dónde fueron a parar los principios que, bien o mal, han dado como resultado lo que soy. Algunas de las personas que mejor me han conocido me han dicho que suelo ser muy exigente conmigo. Es verdad, no me perdono errores y fallas, aunque los tenga a montones y comprenda que son parte de la naturaleza humana. No es sencillo voltear a los últimos años y darse cuenta de ciertos errores cometidos, como dejar el trabajo ideal en función de ciertos aspectos de mi vida diaria que, en otra forma, igual he perdido. Hace unos días pensaba en un par de personas cuando escuché esta canción. Afirmaba mentalmente que bastaría que abrieran sus oídos a un mensaje tan sencillo pero verdadero, para mejorar nuestra relación y para que fueran más felices, en general, en la vida. Hoy creo que me regalo la canción a mí. Me parece más importante encontrar armonía con el espejo. Además, siempre he creído en lo que dice la letra, y quizá sea tiempo de adoptarla como mantra, a la manera que ha sucedido con otras melodías antes. Una memoria para acudir a la esperanza.

No hay comentarios: