martes, 6 de septiembre de 2011

Después de una temporada de eventos difíciles parece llegar cierta calma. Quizá es sólo un espejismo. Quizá no. Sé que faltan problemas por resolver. Además tengo algunos pendientes. Pero acaso quiero evadirlos por sentir esta suerte de tranquilidad después de meses. Sé que no debo. Y esta vez me guiaré por ese "deber". Desde hace unos años dudo mucho de los verbos "deber" y "tener", porque creo que cada decisión se basa, a final de cuentas, en "querer". Aunque a veces se quiere, pero algo pasa. Uno se pierde. ¿Uno no quiere? No lo sé. No en este momento ni lo supe en momentos anteriores, así que el futuro a este respecto luce desalentador. Muchas ideas, muchísimas; un poco menos de planes; casi nada de entusiasmo. Algo de desencanto. Me entusiasma deambular como fantasma, tal como comenté hace rato con Miguel, pues me siento ausente de mí, vencido. Por ello, a pesar de las buenas intenciones de las mejores compañías, no hallo consuelo. Sólo puede venir de mí. Pero ¿yo dónde? Hace rato Miguel también me llamó Perogrullo, veo que no sin cierta razón. En fin, me evadiré de mí hoy, lo más que pueda, y un rato los días por venir para cumplir con los contratos. Mientras seguiré a la espera de un mensaje. Quizá también continúe escribiendo aquí como en los últimos días, en que por unos minutos he retomado este cuaderno. Por unos instantes en que puedo ser yo sin más, aunque a mi blog diván ahora le guarde un poco más de silencio.

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